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— ¿De verdad te sientes bien?

— Claro. Me da una punzada de vez en cuando, pero nada que no haya vivido antes.

Mikey sonrió sentado a un lado de la cama, el torso inclinado sobre ésta y las manos sosteniendo la de Takemichi. En un acto reflejo más que consciente, sus dedos recorrieron el dorso de la mano ajena dibujando los dedos, uno tras otro. Su mirada quedó fija en el movimiento de su mano y lentamente su semblante se ensombreció, su sonrisa declinó hasta desaparecer y sus ojos se opacaron preso de sentimientos e ideas negativas, auto destructivas que rondaban su mente hacía días, semanas.

— ¿Mikey?

— Takemitchy...alguna vez...¿alguna vez te he dicho lo mucho que te amo?

Un silencio apacible se instaló en aquella habitación de hospital; era ya el atardecer y los rayos rojizos del sol atravesaban las cortinas cerradas de las ventanas dándole un aire casi otoñal al interior del cuarto. El lugar era silencioso; los movimientos del hospital no se oían incluso con la puerta abierta y eso probablemente se debía al sector en donde se hallaba ingresado Takemichi, a pedido de Mikey.

Repentinamente, la mano que Mikey sostenía se liberó y acarició sus cabellos. El Alfa levantó la mirada hacia Takemichi, sorprendido por la manera en la que sus pensamientos se habían ido de la conversación que él mismo había iniciado. Como siempre, Takemichi le sonreía pero en esa ocasión, un brillo cálido alumbraba sus ojos azules. Mikey tomó de nuevo su mano y besó su palma para luego presionarla entre sus dedos.

— No hace falta que me lo digas, Mikey.— soltó en un susurro contenido, casi tímido y avergonzado.

— Claro que sí. Hay veces que...que hay que recordarlo. Sobre todo cuando suceden cosas así.

— Tú no tuviste la culpa, Mikey.

Ahora, el silencio se había vuelto pesado, la idea que rondaba la mente de ambos saliendo a la luz por enésima vez. Durante esas semanas que Takemichi había estado ingresado en el hospital luego de recibir un balazo — que por suerte no había lesionado ningún órgano vital — la idea persistente de que los disparos habían sido para Mikey y no para Takemichi había ganado tanta fuerza que el Alfa ya lo tomaba casi como un hecho; al principio, se había convencido en una primera instancia de que alguien había mandado a matar a Takemichi porque había sido en su departamento y en teoría, nadie sabía que él se encontraba allí justo en ese momento.

Sin embargo, conforme comenzaron a transcurrir los días y nadie se apareció por el hospital para terminar el trabajo le hizo replantear su hipótesis. Desgraciadamente y por mucho que le pesara a Mikey, Takemichi no iba a cambiar ni en mil años y emboscarlo y asesinarlo nunca había sido demasiado difícil, más aún en la situación indefensa en la que ahora se hallaba.

Un solo descuido de Mikey, una sola idea al baño habría sido suficiente para volarle la cabeza al otro.

Y nadie lo había intentado, ni siquiera por asomo. Mikey se había encargado de apostar gente en el hospital y cerca de la habitación para cuando él no se encontrara allí cuidándolo él mismo y eso tendría que haber sido prueba suficiente para los dos. El piso donde se encontraba internado Takemichi generalmente estaba desierto y muy pocas veces subía personal no médico hasta allí, por lo que había sido bastante sencillo moverse con cierta libertad.

Aún así, Takemichi se mantenía en sus trece y no estaba de acuerdo con la teoría de Mikey, ni siquiera una sola vez de todas en las que el Alfa se lo había planteado; en cada ocasión, Mikey notaba a Takemichi cada vez más reacio y negado a hablar del tema tal y como si supiera algo que Mikey desconocía...cuestión que le habría sonsacado a golpes si no estuviese herido y si Mikey no confiara en que el objetivo era él.

Sangre en el Paraíso [Omegaverse]Where stories live. Discover now