Nuestro camino

By Uzuchiha

2.1K 238 443

Dentro de la clase 1-A de la Academia U.A hay distintas personalidades y quirks, sin embargo, podemos afirmar... More

Introducción.
Capítulo 01: Buscar la respuesta
Capítulo 02: Cobranza
Capítulo 03: Pruebas de admisión
Capítulo 04: Mi espíritu
Capítulo 07: Corazón que bombea y desea sangre
Capítulo 08: Game over
Capítulo 05: Juego de habilidades
Capítulo 09: Enemigos y declaraciones de guerra
Capítulo 10: El festival deportivo de UA
Capítulo 06: Un buen inicio
Capítulo 11: Batalla de caballería
Capítulo 12: Torneo individual
Capítulo 13: Los Kuroka
Capítulo 14: Cerebro que bombea y desea sangre
Capítulo 15: ¡Segunda ronda!
Capítulo 16: Colisión
Capítulo 17: Bifurcaciones
Capítulo 18: El perrito que muerde
Capítulo 20: Toma de decisiones
Capítulo 21: ¡Comienzan las pasantías!
Capítulo 22: Errores acumulados
Capítulo 23: Intenciones
Capítulo 24: La difícil vida estudiantil
Capítulo 25: Palabras que no se pueden decir
Capítulo 26: Conexión inesperada
Capítulo 27: Abandonados
Capítulo 28: ¿Es egoísta?

Capítulo 19: Primer golpe

63 5 4
By Uzuchiha

Omnisciente.

Cuando Hanako volvió al comedor con sus amigas y éstas no vieron los onigiri que Hanako les había prometido, la miraron con gesto interrogante.

—¿Qué pasó, Hanako-chan? —le preguntó Tsuyu.

—Le di mi onigiri a Ayami...

—¿Todo? —preguntó Ochako, que se había hecho ilusiones de comer onigiri.

—Todo —afirmó Hanako, sentándose al lado de Mina.

—¿Y dónde está Kozlov-san ahora? —se preguntó la apodada Yaomomo.

—No sé, agarró su mochila y se fue corriendo —murmuró Hanako, removiendo con poco ánimo sus fideos de arroz.

—¿No estará intentando saltarse las clases otra vez? 

Hanako se encogió de hombros ante la interrogante de Tsuyu.

—Se veía muy agitada...

Tsuyu tenía razón, y las chicas pudieron comprobarlo cuando sonó el timbre anunciando que el receso del almuerzo había acabado y los estudiantes se dirigieron a la sala de clases, el puesto de Ayami estaba vacío.

Tocaba matemáticas y Ectoplasm estaba explicando materia nueva cuando Aizawa llegó para asomarse por la puerta.

—¿Pasa algo, Aizawa? —preguntó Ectoplasm, sabiendo que su colega no interrumpía sus clases si no había una buena razón.

—Eso estoy tratando de averiguar, lamento entrometerme así —dijo, y luego se dirigió hacia sus alumnos, específicamente hacia dos de ellos— Kaminari, Sero, ¿no han sabido nada de Kozlov?

—No... no la vemos desde que ella fue con Recovery Girl a la hora del almuerzo —respondió Sero y Kaminari asintió repetidas veces con la cabeza, confirmando lo que su amigo decía.

—¿Le ocurrió algo a Kozlov-san? —preguntó Midoriya.

Aizawa negó y suspiró. ¿Por qué ella se había escapado de clases? ¿Qué planeaba?

Yaomomo miró a Hanako, esperando que ella dijera que había visto a Ayami tomando su mochila y largarse, pero Hanako estaba en silencio y con la cabeza hacia abajo. Yaomomo se removió incómoda en su silla, con su sentido de la responsabilidad cosquilleándole en el cuerpo.

—¿Te pasa algo, Yaoyorozu? —le preguntó Todoroki en voz baja.

—No es nada, Todoroki-san —respondió Yaomomo sin despegar su vista de Hanako, que no levantaba su cabeza.

—Seguramente no quería tener matemáticas y ya —dijo Mineta con voz aburrida—. La otra vez también intentó escaparse cuando nos tocaba matemáticas, ¿no?

Midoriya quiso contradecir las palabras de Mineta, pero no pudo, porque después de todo, Mineta tenía razón. Pero aquella vez Aizawa había atrapado a Ayami y la había devuelto a clases con un rostro de cansancio, no se veía preocupado ni enojado como lo estaba en ese momento. Por el semblante de su profesor, Midoriya podía deducir que la situación era más grave que la vez pasada.

Aizawa terminó por retirarse y a los minutos después Hanako pidió permiso para ir al baño, que le fue concedido.

Hanako fue a la sala de profesores. Estaba tan concentrada en sus pensamientos y en dirigirse hacia Aizawa, que ni se fijó en que nuevamente estaba presente ese hombre rubio y extremadamente delgado. De cualquier forma, él hombre sí la notó a ella; se apegó a una de las paredes, tratando de pasar lo más desapercibido posible y fue sigilosamente a los baños para profesores.

—Aizawa-sensei —dijo Hanako, llegando junto al nombrado—, tengo algo que decirle respecto a Ayami... —Aizawa la miró con atención y Hanako tragó saliva sonoramente— Vi a Ayami tomar su mochila e irse. Ella... estaba muy agitada y creo que algo enojada... Tomó todas sus cosas, las echó en su mochila y se fue.

—¿Por qué no lo dijiste en la sala de clases?

—Porque a Ayami le molesta mucho que la gente se preocupe por ella, ¿verdad? —murmuró—. Y si decía eso, sus amigos se iban a preocupar mucho. ¿No es mejor que piensen que simplemente se quería saltar matemáticas?

—No lo sé, Kuroka. Gracias por decírmelo. Vuelve a clases.

—De acuerdo, sensei. Ah, por cierto, le di onigiri antes de que se fuera, así que ella no estará con el estómago vacío —dijo con tono solemne de gran importancia.

En el momento en que Hanako se retiró de la sala de profesores, el hombre rubio que hace poco se había escondido asomó su cabeza por la puerta del baño y miró hacia todas partes.

—¿Por qué tanto miedo, All Might? —preguntó Aizawa, volviendo a su trabajo administrativo en el computador.

—Me da la impresión de que Hanako-chan podría reconocerme incluso en este aspecto —confesó All Might, volviendo a su puesto de trabajo.

—¿Hanako-chan?

—Ah, la jovencita Kuroka —se retractó rápidamente. Se quedó mirando la puerta por dónde Hanako se había ido y sonrió contento—. ¿No crees que se parece mucho a su mamá?

—¿En serio? —dijo Aizawa, volviéndose lentamente hacia All Might— Yo creo que se parece más a su papá.


☠ Kozlov Ayami.

Luego de haber metido el tupper con onigiri en mi mochila, me subí de un salto a mi bicicleta y comencé a pedalear con ánimo para salir pronto de la UA. La lluvia se había detenido hace poco y las calles seguían bastante mojadas.

Mi trabajo quedaba de camino a mi destino, así que detuve mi bicicleta frente a la tienda de conveniencia. Me bajé mirando hacia todas partes y entré con precaución.

—¿Ayami? ¿Qué haces aquí? Pensé que tenías licencia médica —dijo mi colega detrás del mesón.

—¿No está el viejo puto aquí?

—No, hoy no está el viejo puto —respondió Tomoko con una media sonrisa.

—Qué bueno —dije, caminando hacia los refrigeradores que tenían las bebidas. Tomé un jugo de naranja—. Tenía miedo de que si me veía capaz de caminar por mi cuenta me obligara a trabajar.

—Está deseoso de que vuelvas a trabajar, ya que te hiciste muy famosa en el festival deportivo de UA y quiere usar eso de propaganda. Fue una sorpresa, ¿por qué no me dijiste que estudiabas ahí?

—¿Qué importa?

Le pasé la cajita con jugo de naranja y ella lo pasó por la caja registradora.

—Hotaka puso más cámaras de seguridad —murmuró—, o no te cobraría esta porquería.

—¿Más cámaras? —dije incrédula.

—Sí, pero ese no es el tema. ¿Cómo que estás estudiando en UA, chica? —preguntó ella, golpeándome juguetonamente un hombro— No sabía que querías ser héroe.

—No quiero serlo —repuse—. Solamente quiero tener permiso de golpear a gente random y que sea legal, ya sabes, como la policía.

Ella puso los ojos en blanco y guardó el dinero que le había dado para pagar el jugo.

—Su vuelto, señorita cliente —dijo, dándome algunas monedas—. Muchas gracias por su compra, espero que vuelva pronto.

Le exageré una reverencia de 90 grados y salí de la tienda para sentarme en una de las sillas de plástico que había afuera. Me senté y me puse a comer los onigiris junto con el jugo de naranja. Mientras comía, me fue imposible no pensar en el documento con las cotizaciones que Aizawa me había dado.

Al final, tenía dos opciones: o no tomaba el tratamiento y mi cuerpo dejaba de funcionar apropiadamente, o tomaba el tratamiento y me quedaba sin dinero (que es lo mismo o peor que morirse).

Claro, solamente tenía esas dos opciones si me quedaba dentro del marco legal.

Mastiqué casi con violencia el onigiri y saqué el documento de las cotizaciones. Miré los números ridículos, luego observé mis nudillos llenos de heridas cicatrizadas y por último, recordé la promesa que le había hecho a Dai-san sobre no seguir haciendo cosas ilegales para ganar mucho dinero en poco tiempo. Irremediablemente, a mi mente vino la imagen del niño que había querido robarme la billetera el otro día y la empatía que había sentido por él. Yo misma había robado muchas billeteras a lo largo de mis pocos años de vida.

Me quedé viendo a la gente pasar. Muchos llevaban cosas de valor a la vista. Joyas, celulares de último modelo, carteras, billeteras. Muchas cosas eran fáciles de quitar. Con mi quirk era especialmente fácil huir en caso de ser sorprendida en el crimen. Lo había comprobado varias veces ya.

Si le robara el reloj costoso a ese tipo de allí y lo revendiera, podría pagar dos meses de este tratamiento. Y si le robara el celular a esa chica que va ahí, sería lo mismo. Y ni hablar de lo desesperados que están los drogadictos por conseguir algo para consumir, si están con el síndrome de abstinencia serían capaces de pagar o permutar lo que fuera por un poco de droga.

Seguí comiendo los onigiris que Hanako por alguna razón me había dado, pensando en que en realidad no quería hacer nada de eso, pero tampoco quería escoger alguna de las dos opciones que tenía. Morir por mi cuerpo inútil o morir por quedarme sin dinero.

Terminé de comer los onigiris, cayendo en cuenta de que ninguno de ellos llevaba carne como yo esperaba. Al menos estaban ricos y habían sido gratis. Guardé el tupper vacío y el documento en mi mochila. Me subí a mi bicicleta y me despedí con un movimiento de mano de mi colega, ella correspondió el gesto y empecé a pedalear lentamente.

Mirko era conocida por trabajar casi siempre en solitario. Solamente trabajaba con colegas si es que no le quedaba de otra, así que no me sorprendía que su agencia fuera tan pequeña. Es más, era una sorpresa el que ella tuviera una oficina establecida.

Era dentro de un rascacielos, en el quinto piso, habitación 505. No tenía ningún letrero que indicaba que ahí trabajaba ella.

Toqué la puerta, temiendo que la oficina estuviera vacía.

Aceptara o no la subvención que me ofrecía la escuela, no me quedaba mucho tiempo para seguir de la manera en la que había estado avanzando hasta entonces. Sabía que dentro de pocos años era posible que no pudiera seguir ocupando mi quirk, o directamente, no pudiera seguir ocupando mi cuerpo. Después de caer en cuenta de eso, fue imposible para mi carácter impulsivo el quedarse quieto. Así que ahí estaba, buscando a Mirko para convencerla de que me aceptara durante las pasantías.

Volví a tocar la puerta repetidas veces, pero nada pasaba. Tampoco se escuchaba ruido desde dentro de la oficina.

—Ugh —pegué mi frente al vidrio de la puerta y suspiré profundamente.

Terminé por sentarme en el suelo con la espalda apoyada en la puerta, diciéndome a mí misma que en algún momento Mirko debía llegar a su oficina y que estaba dispuesta a esperarla el tiempo que fuera necesario.

Tomé mi celular, mis auriculares y me puse a escuchar música. Mientras ponía música, me llegaban mensajes de Sero y Kaminari preguntándome dónde me había metido y que Aizawa ya se había dado cuenta de mi ausencia. Ignoré los mensajes con completa tranquilidad.

Nuevamente tuve la necesidad de revisar el documentos con las cotizaciones, como si no supiera ya los estúpidos números que estaban impresos en el papel.

Las infiltraciones eran un problema, puesto que debía mandar a hacer las inyecciones a mis propias medidas según lo que necesitaba en base a los exámenes a fondo que me harían en caso de aceptar. Eso costaba bastante dinero, era lo más caro del tratamiento.

—Oye mocosa, ¿qué haces aquí?

Poco a poco fui subiendo mi mirada. Los músculos de las piernas de Mirko eran más impresionantes en persona.

Me puse de pie de inmediato y me di cuenta de que ella era más pequeña de lo que yo había pensado. Era más baja que yo.

—Te estaba... La estaba esperando.

Mirko me miró de arriba abajo, con una ceja elevada.

—¿Y para qué? ¡Oh! —Sus ojos joviales llenos de energía brillaron— ¿Acaso tienes un buen caso para mí? Pero tú te encargas del papeleo y me das solamente lo divertido —dijo, dando puñetazos al aire.

—No vine a eso.

—¿Entonces qué quieres? —preguntó con cierta hostilidad.

Puso la clave con la que abría la puerta de su oficina y entró. La seguí. Su oficina consistía en una habitación mediana con un librero que ocupaba una pared entera, un escritorio con una laptop y un montón de documentos regados, y un futón tirado en una esquina. Todo era de colores cálidos marrones y naranjos.

—Soy alumna de primer año de la UA.

—Lo sé, me acuerdo de ti por tu ojo extraño y tu forma de pelear. Quedaste en tercer lugar, ¿no? Te noquearon en un segundo en tu última pelea —se rio, sacando una zanahoria de un cajón de su escritorio y masticándola con maestría.

—Eh, sí, pero no vine a hablar de eso. Quiero tener mis pasantías con usted durante la próxima semana.

Mirko detuvo su masticar y se me quedó viendo fijo por unos segundos. Luego, comenzó a reír. Me quedé de pie, sintiéndome estúpida por alguna razón.

—No trabajo ni con mis colegas —dijo después de un buen rato en el que solo estuvo riéndose—, ¿qué te hace pensar que trabajaré con una mocosa?

Ya se había comido toda su zanahoria, así que sacó otra de su escritorio.

—Porque soy mejor que muchos de sus colegas y solamente serán pasantías de una semana. Aprenderé de usted lo que tenga que aprender durante ese tiempo y luego adiós.

—¿Mejor que muchos de mis colegas? —dijo Mirko, por primera vez mostrando interés en mí. Se sentó sobre su escritorio y siguió comiéndose la zanahoria, esta vez a mordidas más lentas.

—Sí.

—Los tienes bien grandes como para decir que tú, una alumna de primer año, eres mejor que muchos héroes profesionales.

Sabía que me estaba evaluando. Me miraba con ojos calculadores y había una pequeña sonrisita instalada en sus labios.

—Lo soy —espeté con fuerza y manteniendo una postura erguida—. Usted y cualquiera que haya visto el festival deportivo puede comprobarlo. Dijo que me reconoce por mi manera de pelear, ¿no? ¿Acaso eso no significa que soy digna de recordar?

—Porque eres imprudente, mocosa —respondió—. Recibes mucho daño mientras tratas de atacar.

—Recibo el daño que sé que soy capaz de soportar. Si soy buena soportando el dolor físico, ¿por qué no sacar provecho de ello? De esa forma puedo llegar rápidamente al punto débil de mi enemigo y acabar con él en cosa de segundos.

Mirko volvió a reír y de nuevo me sentí estúpida. No sabía qué estaba encontrando tan gracioso.

—Quedaste en tercer lugar, de seguro recibiste muchas ofertas, ¿por qué vienes conmigo?

—En realidad solo recibí dos ofertas —murmuré entre dientes.

—¿Uh? ¿Y por...? Oh, déjame adivinar —se inclinó en mi dirección con ese brillo burlón chispeando en sus grandes ojos—. Tu hoja de vida es un desastre, ¿no? —Solamente fue necesario que yo asintiera para que ella terminara estallando en carcajadas—. Ah, tienes una disciplina de mierda y por eso nadie quiso tomarte —siguió riéndose—, ¿y quieres venir a darme el problema a mí? No me gusta criar mocosas problemáticas, ¿qué tan malas eran tus ofertas que te diste el trabajo de venir acá?

—Obtuve una oferta de Best Jeanist y otra de Fourth Kind.

Mirko finalmente dejó de reírse y me miró consternada.

—Oye, ¿qué demonios? Son buenas ofertas, ¿por qué estás aquí? —preguntó dándome una mirada desconfiada.

—Porque quiero su... tu oferta, Mirko. Desde antes de entrar a la UA, pensaba en hacer mis pasantías contigo, porque... —demonios, tendría que decir cosas vergonzosas—, porque al igual que tú, quiero ser una heroína que pueda trabajar por su cuenta sin necesidad de alguien más. También, tienes un estilo de pelea cuerpo a cuerpo, igual que yo, quiero aprender de ti, por eso vine. No me importa Best Jeanist y eres mejor que Fourth Kind.

—Quieres ser una heroína como yo, uh.

—Algo así...

—Odio estar con mocosos, pero si tuviste las agallas de venir aquí a pedirme esto, entonces tendré que ponerte a prueba. —No pude evitar sonreír. —No será fácil.

—No esperaba que lo fuera.

—Bien, mocosa. —Se paró del escritorio y prendió su laptop. —Todos los días me llegan correos con casos, escoge uno dónde creas que puedas destacar, pero no podrás ocupar tu quirk, ya que no es legal y si nos encuentran me metería en problemas —terminó gruñendo.

—¿Entonces cómo podré demostrarte de lo que soy capaz?

—Te las arreglarás. No te tardes mucho. —Y se fue a acostar en su futón.

Me senté en la silla frente al escritorio, dónde estaba la laptop con el correo de Mirko abierto. 

Un caso dónde yo pueda destacar, uh...

¿Qué está planeando? ¿No es también ilegal que una civil la esté acompañando en su deber de héroe? Sobre todo si soy menor de edad...

Pero Mirko no parecía preocupada. Estaba durmiendo plácidamente sobre el futón.

Le llegaban muchos correos a Mirko. Me estaba estresando, preguntándome cuántos correos se quedaban sin leer al día por ser tantísimos. Le llegaban peticiones desde organizaciones gubernamentales, hasta peticiones de privados, también había correos de agradecimiento por su trabajo.

¿No sería mejor salir a patrullar?

Ese pensamiento llenaba mi cabeza hasta que encontré un correo de una junta vecinal que le pedían a Mirko que hiciera patrullas nocturnas en el sector, puesto que durante las noches ocurrían muchas riñas que no dejaban dormir tranquilos a los residentes.

—Creo que encontré algo —dije.

—¿Hm...? —murmuró, apenas abriendo sus ojos y removiéndose en el futón.

—Una junta de vecinos está pidiendo ayuda porque por las noches hay riñas de delincuentes en el sector. Será fácil, golpear unos idiotas en la oscuridad y dejarlos inmovilizados mientras llega la policía y los tome detenidos.

Mirko rio calmadamente y se sentó en el futón.

—Faltan algunas horas para que sea de noche.

—Salgamos a patrullar hasta entonces.

—¿Salgamos? Claro, mocosa. Tú quédate aquí ordenando el papeleo y yo saldré a patrullar. Volveré a eso de las ocho.

—¿Por qué debo hacer eso? —pregunté con molestia.

—Porque el maldito papeleo es parte de ser héroe, tienes que acostumbrarte.

—Cuando vuelvas, hazlo con comida al menos, no me tengas de esclava con esa excusa.

Mirko me indicó cómo ella ordenaba su papeleo en el librero y se fue no sin antes darme una advertencia:

—Cuidado con lo que hagas —dijo, apuntándome con su dedo índice y mirándome seriamente—. Con saber que eres alumna de la UA ya puedo conseguir tu dirección, saber dónde estás e ir a golpearte.

"Cuidado con lo que hagas" era ciertamente una advertencia muy amplia y ambigua, pero de todas formas asentí en señal de que había entendido lo que me decía.

De mala gana comencé a ordenar los documentos que estaban regados sobre el escritorio. Debía ordenarlos en categoría y luego por año. A pesar de que Mirko era joven y todavía no cumplía la década trabajando como héroe, tenía bastantes casos resueltos y también varios inconclusos.

Para ser héroe también hay que ser un poco detective, ¿no?, pensé, pasando mis dedos por unos documentos de seguimiento sobre las pocas yakuzas que aún quedaban en Japón. Luego de que All Might se transformara en El Símbolo de Paz, esas cosas habían ido disminuyendo, o al menos ya no se dejaban ver tanto por el ojo público.

Ordené flojamente, sin ganas de terminar el trabajo pues ni siquiera me estaban pagando, pero deseaba que Mirko me tomara para la semana de pasantías.

¿Cómo le haré para compaginar mi semana de pasantías con mi trabajo?

Estaba en eso cuando me topé con un documento de seguimiento con un título interesante.

Colaboración con Nighteye, pistas tomadas en Roppongi

—¿Qué tan bueno debió ser el caso como para que Mirko decidiera colaborar con alguien...?

Pero luego de pasar rápidamente mis ojos por el documento, me di cuenta de que era un caso inconcluso, pistas que no llevaban a ninguna parte.

En Roppongi siempre estaban sucediendo cosas, ya que abundaban los bares y clubes nocturnos, además de ser un barrio bastante frecuentado por turistas que buscaban pasar una noche entretenida.

Mi cuerpo entero quedó congelado cuando, viendo hoja por hoja, llegué a una dónde anotaban con fecha y hora las actividades del sujeto perseguido en cuestión.

"01 de enero, 02:34am. Se vio a un miembro del Shie Hassaikai conversando con Kozlov Leonid en el club GoldenCroc, propiedad de Kozlov Lukyan. No se encontraron indicios sobre alguna actividad criminal."

El documento estaba datado desde hace casi 3 años atrás.

¿No fue esto poco antes de que muriera mi papá? 

Ese pensamiento saltó en mi mente con fuerza, casi haciéndome sudar. La corazonada que siempre había tenido volvió a presentarse ante mí con más fuerza que nunca:

Leonid mató a su hermano, Leonid mató a mi papá. O al menos, algo tuvo que ver con eso.

El documento tenía varias hojas, no podría leerlo todo y acabar de ordenar a tiempo. Saqué mi celular y comencé a tomar fotos de todo. En algunos apartados incluso había fotos adjuntadas con un clip. El miembro de Shie Hassaikai se veía joven, tenía el pelo corto y usaba una extrañaba mascarilla. Traté de ver si tenía algún tatuaje distintivo, pero su piel se veía limpia de cualquier tinta o marca.

Solamente nombraban a mi papá para indicar que algunas propiedades estaban bajo su nombre, pero los únicos que se nombraban haciendo actividades eran ese miembro del Shie Hassaikai y Leonid. Pasado el 15 de enero, que había sido el día de la muerte de papá, no había más data sobre avistamientos de ese sujeto y Leonid estando juntos. 

Me dieron ganas de vomitar y el estómago se me apretó, al mismo tiempo que comenzaba a sudar y los puños se me apretaban de la rabia en contra de mi voluntad.

¿Por qué Mirko me dejó ordenando estos documentos...? ¿No sabrá que soy Kozlov? ¿No sabe mi nombre? En ningún momento se lo he dicho y ella solamente me ha llamado "mocosa"... ¿Pero no debería acordarse de mi nombre por el festival deportivo?

De todas formas, agradezco que esto pasara. Ahora tengo más razones y ánimos para acabar con esa maldita familia...

Terminé de fotografiar esa carpeta y seguí revisando las demás para ver si encontraba algo que estuviera relacionado, pero no había nada más y la laptop se había apagado, claro que eso no me detuvo y volví a encenderla, pero para acceder se necesitaba una contraseña. Quise intentar poniéndole combinaciones de números y letras para ver si por cosas de la vida podía adivinar la contraseña, pero me abstuve, pues era lógico que Mirko pudiera tener algún programa de seguridad en su laptop del trabajo que haría saltar alarmas luego de varios intentos fallidos de poner la contraseña.

Estaba a punto de terminar de ordenar cuando Mirko volvió. Traía comida como yo se lo había pedido. Arroz con pedazos de carne de res y algunas pocas verduras.

—¿Ya terminaste? —preguntó, cerrando la puerta detrás de ella.

—Casi.

Afuera ya era de noche.

Terminé mi trabajo y aparentando completa calma me puse a comer lo que ella me había llevado. Mirko, por su parte, sacó otra zanahoria de su escritorio y se sentó a comérsela al mismo tiempo que encendía su laptop. Me quedé viéndola, tratando de ver su contraseña.

Ella pasó sus dedos por las teclas, formando "123qwerty". Quise cabecearme contra la pared y pensé que para la próxima que me quedara a solas con su laptop, definitivamente metería mis narices en sus documentos.

—¿Cuál es el correo del que me habías hablado en la tarde, mocosa?

—Ah... este.

Le habían seguido llegando nuevos correos, así que me fue un poco difícil dar con el que había escogido.

—Bien, en cuanto termines nos vamos.

Comí rápidamente a pesar de que sintiera un poco de náuseas.

—Será mejor que dejes tu mochila acá, nuestra noche será un poco movida.

No podía negar que esas palabras me emocionaron un poco.

Cuando nos subimos al ascensor, la vi apretar el botón del piso más alto.

—¿Cómo estuvo la tarde de patrulla? —le pregunté, sin quitar mis ojos del botón recientemente pulsado.

Piso 13.

A pesar de que me encontraba un poco inquieta, quería hablar con Mirko. Pensaba en que, si le agradaba y la hacía confiar en mí, quizás podría preguntarle algunas cosas sobre el caso del miembro de Shie Hassaikai y Leonid. También debía investigar sobre ese sujeto Nighteye.

—Estuvo bien —respondió encogiéndose de hombros—. Pateé algunos traseros, bajé un gato de un árbol... mmm... les apagué algunos cigarros a unos estudiantes de preparatoria y los espanté. Lo normal de casi todos los días.

—¿Algunos días son distintos de otros?

Las puertas del ascensor se abrieron y vi un pasillo con varias puertas. Mirko salió pisando firme y la seguí.

—Algunos días son más emocionantes. No debería alegrarme de que haya delincuencia, pero me divierto peleando con villanos —dijo sonriendo— ¡Bien! —gritó, comenzando a elongar. La imité y pronto ambas estuvimos elongando a mitad de un pasillo— Casi siempre voy a pie, y más te vale que sigas mi ritmo. 

Salió corriendo y decidí no pensar, solamente la seguí.

Mirko le dio tal patada a una puerta que ésta salió volando y ella se rio. Mirko estaba yendo a la azotea. Corrió y se detuvo al borde del edificio.

Troté hacia Mirko, comenzando a adivinar el rumbo que estaba tomando la situación.

—Acabo de comer —dije, como si eso fuera lo más importante en aquel momento.

Desde la altura en la que estábamos y en la oscuridad de la entrante noche, los automóviles parecían pequeñas linternas moviéndose de allá para acá.

—El crimen no espera —y saltó.

El siguiente edificio era un poco más bajo y Mirko aterrizó en él sin problemas.

—¿Así es cómo te diriges a todas partes?

Escuché su risa.

—¡Si quieres tener una semana de pasantía conmigo, esto es lo mínimo que debes hacer! ¡Más te vale no perderte! —siguió saltando de edificio en edificio.

Desde el borde de la azotea, eché un vistazo hacia abajo. Si me caía, moriría.

O quizás no. Había varias partes de dónde agarrarme si es que mi salto no salía bien y no alcanzaba a llegar hasta el otro edificio.

Me sorprendí a mí misma apenas teniendo miedo de la situación. Solamente debí recordar ese documento dónde aparecía Leonid para recordarme cuál era mi principal razón de estar ahí. Pronto obtuve los ánimos que necesitaba para seguir a Mirko y conseguir de una vez por todas esa pasantía.

Retrocedí varios pasos, me saqué el blazer de la escuela porque sabía que solo me iba a estorbar, activé levemente mi quirk y corrí. Salté en el último momento, preocupándome de flectar bien mis piernas y mover todo mi cuerpo en conjunto para darme un buen impulso. Aterricé en el otro edificio y seguí a Mirko, que ya estaba varios metros por delante de mí.

Se notaba que para Mirko era fácil movilizarse rápidamente por toda la ciudad. Dar grandes saltos le era tan natural como respirar. Por mi parte, luego de unos minutos me comenzaron a doler las articulaciones de las piernas y de mi hombro derecho. No era un dolor que no pudiese soportar, pero de todas formas fue lo suficiente como para recordarme mi condición y hacerme enojar. Afortunadamente, ya faltaba poco para llegar.

Me encontraba sudando y respirando agitadamente, mientras que Mirko estaba como si apenas hubiese caminado unas pocas cuadras.

—Parece que apenas puedes seguirme el ritmo, mocosa —dijo con burla—. ¿Y qué te dije sobre no activar tu quirk?

—Mientras nadie me vea está bien, ¿no? —gruñí—. Ni siquiera lo ocupé tanto, con suerte lo activé un poquito... Más encima tú llevas tu traje de héroe que potencia tus aptitudes físicas, yo voy con mi uniforme de estudiante.

—Nada de excusas.

—Pero si no son-

Mirko puso un dedo frente a mis labios, haciéndome callar. Suspiré hondo y me dije a mí misma que debía tener paciencia. Todo por obtener la pasantía con Mirko y poder tener acceso a esos documentos, pero no iba a negar las ganas inmensas que tuve de morderle el dedo con el que me hizo callar y arrancárselo con los dientes.

Comenzamos a patrullar la zona en silencio manteniendo un perfil bajo.

A medida que pasaba el tiempo, se iban apareciendo borrachos en las calles y la gente se hacía más y más ruidosa, pero nada que no fuese legal. Eso, hasta que se escuchó el sonido estrepitoso de una botella de vidrio rompiéndose.

—¡Que empiece la diversión!

Mirko realmente parecía alegre de que hubiera problemas. Como si hubiese sido una niña caprichosa corriendo hacia sus caros regalos, ella se dirigió hacia el lugar desde donde provenía el sonido y por supuesto que yo fui detrás de ella.

Eran dos borrachos peleando y un montón de otros borrachos rodeándolos y gritando palabras de ánimo para que se golpearan fuerte. Mirko dio un potente salto y aterrizó en medio del círculo, justo donde estaban peleando y de una sola patada noqueó a los dos borrachos agresivos, el resto empezó a correr hacia todas direcciones como gallinas sin cabeza, intentando escapar de Mirko. Fue realmente fácil el simple hecho de tomarlos por la oreja y llevarlos de vuelta con Mirko para que ella los retuviera aplicando fuerza bruta.

Cuando la policía llegó y me vieron con Mirko, me preguntaron qué estaba haciendo ahí.

—Ah, sabe oficial, tengo un fuerte sentido de la ley y el orden —mentí descaradamente poniendo un rostro serio—, cuando vi que estos hombres intentaban escaparse de las consecuencias de sus actos, no pude evitar meterme. Pero no se preocupe, no ocupé mi quirk ni le causé daño a los sujetos involucrados.

El policía me miró de pies a cabeza con una ceja levantada y suspiró, medio convencido de lo que decía. Por muy lindas que fueran mis palabras, mi aspecto de delincuente no me ayudaba a ser creíble.

Cuando la policía se fue con la furgoneta llena de los borrachos agitadores, Mirko me dio un codazo mientras se carcajeaba.

—¡Me estás empezando a caer bien, mocosa!

Seguimos rondando por el vecindario, esta vez con más precaución que antes. Mirko patrullaba y yo la seguía por la vereda del frente. Entonces, llegamos a lo que parecía ser la razón de por qué ese barrio se llenaba de gente problemática por las noches.

Había un club nocturno. Específicamente: el Croc Talon. Los Kozlov eran dueños de los clubes nocturnos más lujosos de Japón. Tres en total, uno en Musutafu, el Croc Talon; otro en Roppongi, el GoldenCroc y otro en Kioto, el Croc Head. Anteriormente, los tres habían estado a nombre de mi padre, pero luego de su muerte, todos ellos pasaron a estar en manos de Leonid, el padre de Natsuki. Desde pequeña había sospechado de las actividades que se realizaban en los subterráneos de esos clubes (subterráneos de los que la policía no tenía ni idea, por cierto), pero una vez que murió mi padre, los Kozlov me abandonaron en un orfanato y mi odio hacia ellos dio rienda suelta, me dispuse a investigar un poco por mi cuenta. No era especialmente difícil sacarle información a una persona que estaba bajo las influencias, y la gente que frecuentaba aquellos subterráneos estaban siempre bajo influencia de drogas.

Por la fachada delantera, el club se veía como uno de lujo. Entraban personas con portes dignos y trajes finos, pero por la puerta de atrás se veían entrar personas con capuchas y malas pintas (pintas como las mías). Además, por la entrada principal, había un portero recibiendo amablemente a los clientes, mientras que por la entrada trasera había un portero que pedía una especie de contraseña para entrar. Lo sabía porque ya había intentado colarme por ahí, aunque sin éxito.

Luego de que Dai-san me pidiera no meterme en más problemas que pudieran poner en riesgo mi vida, había decidido dejar de lado ese tipo de cosas hasta que alcanzara los 18 años, me hiciera heroína y abandonara el orfanato, pero luego de haber escuchado el diagnóstico de Recovery Girl, había decidido que simplemente iría hacia adelante con todas mis fuerzas sin importarme mi promesa de hace casi un año atrás. No seguiría perdiendo más tiempo.

Me fijé en que, al igual que yo, Mirko se había quedado mirando el Croc Talon. Sus ojos estaban entrecerrados y sus cejas fruncidas hacia abajo en un gesto de molestia. Crucé la calle y me paré cerca de ella.

—¿Qué pasa?

—Sé que estos bastardos tienen cosas sucias por ahí escondidas —gruñó—, pero nunca he podido pillarlos.

—Puedo ayudarte con eso.

Ella me miró con una ceja alzada.

—¿De qué hablas? No es tan fácil como llegar y entrar... menos con esa ropa.

Cierto, llevaba mi uniforme de estudiante. Pero podía sacarle provecho a ello.

—Por la puerta trasera sí se puede entrar —afirmé con decisión. La última vez había fallado porque no contaba con la información suficiente, pero esa vez estaba más preparada, lo único que me había detenido de intentarlo de nuevo había sido la promesa que le había hecho a Dai-san, pero eso ya no era un problema—. Sé cómo hacerlo.

—Por la puerta trasera solo entran delincuentes.

—Y yo soy una.

—Mocosa, no te creas mucho —me regañó mostrándose bastante seria—. Estoy hablando de criminales, no delincuentes de escuela.

—Ya lo sé.

—¿Entonces por qué te quieres meter en tal peligro? La adrenalina puede ser divertida por un rato, pero no dejaré que te pongas en tal riesgo. Soy una heroína después de todo, no lo olvides.

No me sorprendía su negativa, pero la idea ya se me había metido en la cabeza, y si en mi interior ya había sido capaz de botar a la basura mi promesa con Dai-san, entonces poco trabajo me costaría ignorar las palabras y la seriedad de Mirko.

—Ya, bueno. —Con un bufido saqué mi celular y vi la hora. Eran cerca de las 23:00hrs. —Mañana tengo clases temprano y dejé mi bicicleta en el edificio dónde está tu oficina, me tardaré en llegar y quiero ir pronto a mi cama para descansar. Voy a seguir intentando obtener la pasantía contigo, ¿a qué hora estarás disponible?

—Depende de mis patrullas...

—Intercambiemos número de celular para ponernos de acuerdo —dije de inmediato.

—¡Já! ¿Por qué te haría caso? Vete a tu casa y mañana me vuelves a esperar como lo hiciste hoy.

—Ugh.

Fingí estar muy enfadada y comencé a caminar hacia la estación del metro. Una vez hube caminado dos cuadras, me detuve en mi lugar y apoyé mi espalda en un poste de luz, viendo en todas direcciones. No había rastro de Mirko.

Haciéndome la tonta y caminando con la cabeza ligeramente hacia abajo, volví a emprender camino hacia el club Croc Talon. Dirigirme discretamente hacia el callejón que llevaba a la entrada trasera fue más fácil de lo que había pensado.

Toqué la puerta, que era de un material negro parecido a la hojalata y de inmediato alguien abrió. Era un hombre más bajo que yo, de hombros anchos y mandíbula marcada, tenía los ojos hundidos, provocando una sombra amenazante en sus facciones.

—¿Qué quieres? Este no es un lugar para niñas.

—Hermano, ¿de qué hablas? —gruñí, manteniendo una sonrisa ladina y confiada— Vengo con la mercancía nueva del jefe, tengo que pasar rápido para que le examinen la calidad y llevarla hacia La Reja.

La Reja era un lugar dónde se hacían peleas clandestinas de quirks, a pesar de que fuera un lugar que no entraba en el marco de la legalidad y se tratara de mantener en secreto, no era algo de conocimiento único y exclusivo de criminales. 

El tipo mostró duda por un segundo para luego fruncir el ceño.

—No sé de qué estás hablando.

—Sabes de lo que hablo —insistí—. No querrás que hable de esto en voz alta, ¿o sí?

—Ya te dije que no sé de qué estás hablando, lárgate antes de que yo te saque de aquí.

—¿En serio no sabes? —dije, poniendo cara de sorpresa— ¿Acaso eres nuevo?

Llevaba una camiseta de tirantes y veía pocos tatuajes en sus brazos, ese no era un determinante para saber si llevaba mucho o poco tiempo en el negocio, pero me iba a arriesgar.

—¿Nuevo en qué? —masculló.

—En esto, ya sabes... En ese caso no me es raro que no te lo hayan dicho, pero... Oye, ¿en verdad me harás hablar de esto aquí afuera?

—No vas a entrar.

—¿Incluso cuando traigo el nuevo trigger directo de las cocinas del Shie Hassaikai? —susurré.

El hombre abrió sus ojos con asombro, finalmente mostrándose más receptivo a lo que yo le decía. De nuevo me había arriesgado. Esta vez, diciendo lo del Shie Hassaikai, puesto que no sabía si estaban vinculados con la vida subterránea de los clubes bajo el control de los Kozlov. 

—¿Nuevo trigger?

—Sí, a este le pusieron algunos químicos del cristal, para que sea más adictivo y que los clientes no se vayan, ya sabes —terminé de decir, sonriendo. Puse mis manos en el marco de la puerta y me incliné hacia adelante, acercando mi rostro hacia el del tipo—. Mírame bien, ¿me reconoces? Soy la que quedó tercera en el festival deportivo de UA y tengo tratos especiales con los de más arriba de este club. Como éste año el imbécil de All Might es profesor... mantengo informados a nuestros jefes, sí me entiendes, ¿verdad?

Me miró a los ojos, específicamente a mi ojo izquierdo, que lo sentía latir de adrenalina. Las mentiras me salían solas y resbalaban por mi lengua tan dulcemente como la miel.

—E-Entiendo... —pronunció.

Por su actitud, me decantaba a pensar que sí era más o menos nuevo en el tema. Debía aprovecharme de eso.

—Entonces déjame pasar —dije, poniendo un pie dentro del edificio—, no querrás que vean a una alumna de UA dando vueltas por aquí, ¿verdad? Sería malo para nuestros jefes.

El hombre se hizo a un lado y entonces pude entrar. Una vez que puse mis pies adentro y escuché cómo el portero cerraba la puesta detrás de mí, sentí mi corazón latir desbocado por la adrenalina. Había dado un paso más cerca de mi objetivo.

Ahora solo tengo que obtener pruebas de las cosas que hacen aquí y llevárselas a Mirko.

El recibidor era simplón y casi de mal gusto. Era una habitación de cemento con un foco colgando del techo. La silla del portero estaba al lado de la puerta y había dos pasillos muy mal iluminados. El hombre me guio por uno de los pasillos, me mantuve en alerta durante cada segundo.

Llegamos a una habitación que parecía ser un depósito de alcohol; era una estancia amplia y de baja temperatura, con estantes llenos de botellas de bebida. Detrás de un mostrador, había un hombre de traje negro y gafas oscuras. No parecía haber nada sospechoso, más allá de un trabajador vigilando la mercancía en su puesto.

—¿Por qué traes a esa mocosa? —preguntó ese hombre. Tenía la voz extremadamente ronca, tanto así que casi se me dificultaba entender lo que decía. —Los menores de edad no están permitidos aquí.

Él me conocía. No podía asegurarlo, puesto que sus gafas no me dejaban ver sus ojos, pero sabía que no sacaba su mirada de mi rostro.

—Trae un nuevo trigger.

—¿Nuevo trigger? —Ese hombre de traje negro dio una sonrisa ladeada y se me erizaron los vellos de los brazos. Peligro. —¿Del Shie Hassaikai?

—Sí, eso me dijo...

Apenas había sido un corto intercambio de palabras entre esos dos, pero me bastaba para saber cuál de los dos hombres llevaba más tiempo en el negocio. El hombre de traje negro estaba cruzado de brazos y seguía con su sonrisa ladeada, muy confiado.

—Nuestro jefe no hace tratados con el Shie Hassaikai, así que ¿qué haces aquí, Ayami Kozlov? —preguntó el veterano— ¿Realmente tienes el trigger del Shie Hassaikai? Muéstramelo.

Ese hombre ya me había calado desde el segundo en que me había visto. Solo estaba haciéndome esas preguntas para burlarse de mí. Cientos de posibles diálogos se cruzaron por mi cabeza, pero ninguno me daba las esperanzas de que ese sujeto confiara en mí.

Bueno, de todas formas nunca fui una persona que se sirviera mucho de sus palabras.

Agarré al sujeto que estaba junto a mí y lo lancé contra el veterano. Fue un movimiento rápido y de mucha fuerza, me dolieron los brazos y la espalda, puesto que había usado mi quirk para ser lo más veloz posible.

El hombre cayó sobre el veterano y ambos se fueron hacia atrás en el mostrador. Salté por sobre el mueble y en menos de un segundo los golpeé en la nuca. Me quejé en voz baja por el dolor en mis articulaciones y me apoyé en el mostrador, tratando de recuperarme.

Miré a los dos hombres tirados en el suelo, inconscientes, y me fue imposible no soltar una carcajada vaga. Payasos débiles. Los registré y en el cinturón del veterano encontré un arma de fuego, era una pistola simple y al fijarme en el cargador, vi que tenía las 6 balas. Puse el seguro y la guardé en mi propio cinturón escolar. Me quité la corbata y la guardé en  el bolsillo trasero de mi pantalón.

—Ahora, ¿dónde mierda está la entrada al subterráneo?

Rebusqué en toda la habitación, en busca de algo que me diera una pista de dónde estaría la entrada a tal lugar, pero no conseguí encontrarlo. La desesperación iba en aumento, con terror de que viniese más gente y me pillaran, sin embargo, lo que más me apremiaba en ese momento era la rabia de no poder encontrar nada en contra de Leonid.

Me escondí detrás del mostrador, sobre los cuerpos inconscientes, cuando escuché que una puerta se abría.

—Mierda, siempre me hacen estas llamadas desde el trabajo, como si fuese el único héroe de la zona...

Para mi gran suerte, la puerta que se abrió no fue la que daba hacia el recibidor donde yo había estado hace minutos atrás, sino una que se camuflaba perfectamente con la pared y que en cuanto se abrió, dejó entrar el ruido de música tecno: esa era la entrada el subterráneo, y un héroe venía saliendo de ahí. No tenía puesto su traje, pero iba murmurando sobre lo mucho que maldecía su estúpido trabajo.

Se paró en el umbral de la puerta y se puso a mensajear en el celular. Me puse en posición de ataque y me preparé para accionar mi quirk a su máximo una vez más. Salté en su dirección y caí sobre él. Lo golpeé con la culata de la pistola en la sien y sonreí satisfecha.

Dios me ama.

Escondí los tres cuerpos inconscientes detrás del mostrador y me dirigí hacia la puerta que recientemente se había develado frente a mí: vi un trecho de escaleras hacia abajo. Debía moverme rápido, pues cabía la gran posibilidad de que pronto encontrasen a esos hombres inconscientes y se dieran cuenta de que algo andaba mal.

Afortunadamente, mi especialidad era moverme rápido.

Antes de bajar las escaleras, tomé mi celular, puse la grabadora de voz y lo guardé en mi bolsillo. Solo necesitaba una prueba, por pequeña que fuese, de que ahí se llevaban a cabo actos ilegales. 

El camino al subterráneo estaba pobremente alumbrado con focos desaliñados de luz amarillenta.

Mientras bajaba las escaleras, tuve una sensación rara en el pecho. En vez de aumentar mi ritmo cardiaco y sentirme embriagada por la adrenalina como solía ocurrirme en momentos así en donde estaba a punto de meterme en grandes problemas, mi corazón se calmó y sentí su latir en mis sienes, como si llevara el compás de mis pensamientos.

Las luces rojas led comenzaron a caer en mi cuerpo, reemplazando la luz amarillenta de los focos colgantes y la música tecno retumbaba en mis oídos junto con el latido de mi corazón. Allí abajo el aire estaba sofocante, casi costaba respirar. Cuando llegué, nadie se dio cuenta de mi presencia aunque yo pasé rápidamente mi mirada por el lugar, observando a todos los presentes.

Suspiré hondo, preguntándome por qué me sentía tan calmada, casi aletargada. 

Había muchas personas, algunas de pie, paseándose o bailando, el resto estaba sentadas en mesas y conversando, o bebiendo o consumiendo alguna sustancia o siendo demasiado cariñosos el uno con el otro. El techo del subterráneo era alto y me fijé que en las esquinas había especies de puestos de control, dónde se encontraban personas vigilando el lugar.

Sentí mi cuerpo helado a pesar de que el ambiente estuviera caluroso.

—¿Y tú... quién eres? Nunca te había visto por aquí... creo.

Una mujer ligeramente más baja que yo y de pelo negro liso tomado en una coleta alta se acercó a mí con pasos ligeros. Alcancé a divisar su pupila dilatada y no me aparté cuando puso sus manos en mi cuello, no tenía miedo y no pensaba que ella se encontrara en condiciones de ser una amenaza para mí. Llevaba un vestido corto y ajustado con un escote pronunciado. Miré disimuladamente alrededor y me di cuenta de que había una mesa llena de viejos mirándonos.

Sacudí ligeramente mi cabeza para que mi cabello se desordenase y me tapara un poco el rostro. Puse mis manos en la cintura de aquella mujer y comencé a caminar hacia unas puertas que creía eran el baño.

—Trabajo aquí, o sea... trabajo para la persona que es jefe aquí, ¿captas?

—Creo que sí... ¿y qué haces...? Para el jefe, digo...

Me incliné en su oído y susurré:

—Traigo la mercancía nueva.

—¡¿Tienes algo de la mercancía que puedas darme?! —preguntó con desesperación.

—Claro, hermosa, pero no aquí.

Sorteamos unas mesas sin que ella me soltara del cuello y yo tampoco sacaba mis manos de su cintura, como si bailáramos, yo guiando el ritmo y nuestro trayecto. Con mis manos en su cuerpo, podía notar que ella era delgada, alarmantemente delgada.

Abrí la puerta y vi la claridad de unas baldosas blancas. Estábamos en el baño, aunque no en el de mujeres. Había urinales a la vista, el suelo estaba bastante sucio y algunos espejos estaban rotos. Vi a un hombre lavándose las manos.

Las luces del baño eran muy claras y no quería que esa mujer me viera el rostro, así que la apreté contra mi pecho aunque ella hizo un poco de fuerza para separarse y se quejó en voz alta.

El hombre volteó a vernos y quedamos viéndonos. No me tardé en reconocerlo. Mi cuerpo seguía sintiéndose helado, escuchaba los latidos de mi corazón en mis oídos y mis pensamientos no estaban animados por la adrenalina. Sentí como si un rayo pasase de mi ojo izquierdo hacia mi cerebro, aunque no dolió.

—Hola, traidora.

El mensaje que había recibido el día del festival deportivo obtuvo sentido.

—Si te quedas en esa esquina mirando a la pared, te daré todo lo que puedas soportar —le dije a la mujer, empujándola hacia una esquina. Ella se tambaleó—. Lo prometo, pero no salgas de aquí.

La vi agachar su cabeza en dirección a la esquina mientras tarareaba.

—¿Qué haces aquí? —me preguntó él. El enojo se notaba en su voz.

Tenía el cabello castaño corto y barba de candado. Estaba usando jeans y una camiseta de tirantes blanca. Se veían sus brazos tatuados. Algunos de esos tatuajes estaban hechos por la misma persona que me había tatuado a mí.

—¿Cómo supiste que estaba en la UA? Incluso antes del festival deportivo que dio a conocer a los alumnos al mundo por televisión y redes sociales...

—¿Por qué crees, idiota? —masculló— ¿Acaso no me viste en USJ?

Me detuve en seco y finalmente sentí algo de calor en mi cuerpo. De fondo escuchaba la música tecno y los tarareos de la mujer que seguía en la esquina.

—¿Cómo huiste?

—Escapé antes de que llegaran los refuerzos de tus nuevos amiguitos. Muchos logramos huir.

—¿Tú y quién más?

—¿Por qué te daría información ahora? Eres una traidora. Uniéndote a esos intentos de héroe como si yo no te hubiera visto más de una vez arrastrándote por dinero. —Elevó su mentón y me miró con rechazo. —Pensaba que los odiabas.

—No te incumbe. ¿Qué planeabas enviándome ese mensaje el día del festival?

—Veo que logré asustarte. —Se cruzó de brazos y se apoyó en el lavamanos.

Tragué saliva, preguntándome si él se transformaría en un impedimento para mí en algún futuro cercano.

—Por supuesto —murmuré—. Ya que tengo planes y no puedo dejar que un delincuente de cuarta me los arruine. ¿Acaso tienes pruebas de las cosas que he hecho, como para que te muestres tan satisfecho de haberme asustado?

—¿Tienes miedo de que te deje en evidencia con tus amiguitos héroes? —sonrió de lado— Solamente mi palabra como testigo. Después de todo, presencié muchas cosas.

—Sabes que la palabra de alguien como tú no le interesa a ellos.

—¿Y crees que la tuya sí les interesa? —ladró, acercándose con largas zancadas hacia mí— Somos lo mismo, solamente que tú vas a dejarte utilizar por ellos, para defender su orden y sus leyes.

—Yo los voy a utilizar a ellos —gruñí de vuelta.

Él era más alto que yo y estábamos en su ambiente, yo era la intrusa ahí en el subterráneo, sobre todo tratándose en una propiedad de Kozlov Leonid, pero aún así no me sentí intimidada.

—¿De verdad eres tan arrogante y necia como para afirmar eso? —preguntó con fuerza.

Sus ojos claros me miraron con ira y algo más que no supe descifrar.

—Si tanto te enoja lo que estoy haciendo y te crees con el derecho de llamarme traidora, ¿por qué no vas y les cuentas a todos allá afuera quién soy? Me matarían en un segundo. Vamos, sal de este baño y delátame  —terminé susurrando—. ¿Por qué estás intentado razonar conmigo, Kenji?

Estampó su gran mano contra mi cara y la sujetó desde mi mentón.

—Porque eres una niña.

Le pateé la rodilla y le di un empujón para alejarlo de mí.

—Vaya, tienes valores después de todo —murmuré—. Ya verás como logro utilizar para mi beneficio a esta estúpida sociedad que adora a los héroes. Y no te metas, o esta niña te va a matar, lo juro.

Me dirigí hacia la chica, que seguía tarareando en la esquina y la tomé por el hombro, guiándola fuera del baño.

—Vamos, te voy a dar lo que te prometí.

Abrí la puerta y me topé de frente con un hombre de edad avanzada, tenía varias canas en su cabellera. Llevaba un traje formal y sus lentes estaban torcidos sobre su nariz.

—¿Qué hacían las jovencitas en el baño para varones?

El hombre no estaba ebrio ni parecía drogado. Su rostro me resultaba familiar, pero no lograba recordar dónde lo había visto.

—Tratábamos de conseguir algo de speed, pero no funcionó —me apresuré a responder, con mi mano lista para taparle la boca o darle un apretón a la chica si es que se decidía por decir algo que me fuera perjudicial.

—¿Speed? —se carcajeó él— Tengo algo mejor.

—¡¿Tienes algo para darnos?! —dijo la chica con alegría, casi saltando sobre el hombre.

—No de regalo, claro —respondió él, alargó su mano hacia ella y le dio una caricia en la mejilla.

—No la queríamos de regalo tampoco —sonreí, tragándome mi gesto de asco.

El viejo sonrió abiertamente y cuando entramos al baño le dio la orden a Kenji de salir. Yo mantenía mi cabeza ligeramente hacia abajo, valiéndome de mi cabello que me tapaba parte de la cara. Kenji no dijo nada y salió del baño sin mirarme. Me llamó la atención que Kenji obedeciera así la orden del viejo.

Entonces recordé dónde lo había visto.

En la televisión. El viejo era parte del partido político gobernante en ese momento. Me pregunté si mi celular había alcanzado a captar el sonido de su voz diciendo que tenía algo "mejor que el speed".

Tenía algo bueno entre manos, no podía desperdiciarlo.

El viejo fue al lavamanos y la chica lo siguió. El hombre sacó una pequeña bolsa estilo ziploc de un bolsillo interior de su saco. Contenía polvo blanco.

—¿Qué nos darás? —pregunté, caminando hacia la chica y abrazándola por detrás— ¿Y qué querrás a cambio?

—Sabrán lo que es cuando lo prueben... luego de eso, podrán pagarme... —susurró y se acarició levemente la entrepierna por sobre su pantalón.

—Oh, no puedo imaginar la calidad que maneja usted —dije, dándome cuenta de que el viejo estaba demasiado concentrado en el escote de la chica como para prestarme atención a mí—. Ustedes sigan, por favor.

Retrocedí hacia uno de los cubículos y me encerré.

Saqué mi celular y me aseguré de guardar la grabación de voz. Luego, abrí la cámara y me puse a grabar. Puse mi celular discretamente en el suelo, apuntando la cámara hacia el viejo, que seguía acariciándose la entrepierna por sobre el pantalón mientras la chica agarraba polvo blanco con su larga uña del meñique y esnifaba con ansias.

—Eres muy linda, ¿lo sabías? —gimió el hombre, desabrochando sus pantalones.

La chica tenía casi toda su uña metida en su nariz. Se la sacó con gesto desorientado y sonrió.

—Me gusta que me lo digan.

El viejo terminó por bajar su ropa interior y tuve que cerrar mis ojos para luego suspirar. Entonces, encerrada en el cubículo de baño, me di cuenta de que en todo ese rato no era mi corazón el que había estado sintiendo latir en mis sienes. Era mi ojo izquierdo el que latía.

Recuerda por qué estás aquí. Sigue con esto, ya casi lo tienes.

La voz de mi cabeza sonaba casi como una voz ajena.

—Chúpalo. Si quieres más, entonces chúpalo.

La chica se estaba poniendo de rodillas cuando salí del cubículo del baño con mi celular en alto y apuntándolos.

—Guárdate esa cosa, ¿quieres?

Ella retrocedió con gesto de interrogación.

—No te vayas —le ordené.

—¡¿Qué haces?! —gritó el viejo, terminando de subirse los pantalones con apuro— ¡¿Por qué est-?!

—Baja la voz o te mato —dije. Mi ojo izquierdo siguió latiendo como si tuviera vida propia, como si estuviera más vivo que mi corazón—. O peor, subo este video a redes sociales.

—¿Cómo es que entraste con un celular? Se supone que están prohibidos aquí abajo —casi lloró.

—Para los invitados sí, para los que no estamos invitados... pues da lo mismo. Gracias a Dios los porteros de este lugar son unos debiluchos imbéciles. Ahora, si no quieres que comparta este video, harás lo que yo te diga, ¿comprendes? —Él no dio ninguna señal, ni verbal ni física— Pregunté que si comprendías, responde.

—¿Qué es lo que quieres? —preguntó, mirándome con ira y miedo.

—No estoy detrás de ti. Escúchame, quiero que llames a la policía y hagas una denuncia a este lugar. Lo quiero clausurado, ¿me entiendes? No me importa lo que te inventes con tal de que convenzas a la policía de tramitar una orden judicial para que registren el lugar de urgencia. Eres un político importante, ¿no? Usa tu poder para bien de una vez por todas.

—¿Eres... un político? —preguntó la chica con confusión. Tenía la bolsa con droga en sus manos.

—¡Tú...!

—Ella no tiene nada que ver con esto, es solo una drogadicta de la que te querías aprovechar. Y ya te dije que mantengas la voz en bajo. —Guardé el video y marqué a la policía. Le puse mi celular al oído— Si dices algo incorrecto, te cortaré el pene con un pedazo de vidrio y haré que te lo comas. Ah, y diles que venga Mirko.

El odio brillaba en sus ojos. 

Entonces, desde el parlante de mi celular se escuchó:

—Buenas noches, se ha contactado con la policía, ¿cuál es su emergencia?





n/a:

15-07-2022, estoy escribiendo este capítulo en vez de hacer los trabajos que me faltan para terminar el semestre universitario JDLASKJDAS prioridades

siempre que escribo a ayami haciendo sus cositas ilegales, no puedo evitar que el texto parezca sacado de una novela negra t-t igual gran parte del capítulo está inspirado en la película The Batman, la de robert pattinson. qué película más buena por DIOS, se las recomiendo muxo muxo.

25-01-2024 hace más de un año que escribí este capítulo y recién ahora ve la luz del día lol POR QUÉ SOY ASÍ AAAAAA

Continue Reading

You'll Also Like

1.7K 266 3
-Guatita llena, corazón contento. • AU Chilensis •Humor
510K 52.2K 131
La verdad esta idea es pervertida al comienzo, pero si le ves más a fondo en vastante tierno más que perverso. nop, no hay Lemon, ecchi obviamente, p...
193K 16.5K 35
|𝐀𝐑𝐓𝐈𝐒𝐓𝐒 𝐋𝐎𝐕𝐄| «El amor es el arte de crear por la sensación misma, sin esperar nada a cambio,más allá del placer mismo del acto creativo...
579K 91.1K 36
Park Jimin, un padre soltero. Por culpa de una estafa termina viviendo con un completo extraño. Min Yoongi, un hombre solitario que guarda un triste...