El bufón busca su cordura © T...

By SamanthaHirszenberg

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❝Nadie sabe lo que el rey desea y el bufón perderá la cabeza por ello❞ Se ha visto a la maldad sollozar por e... More

00. ¿Cómo juzgar?
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Gran Diccionario De Wiggs
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Extra I
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By SamanthaHirszenberg

Me haces sentir que puedo confiar en tu amor... pero después me confirmas que dentro tuyo solo hay odio.

    —¡La primera caza comienza hoy!, ¡la primera caza comienza hoy!, ¡mantened en vuestras oraciones a Su Majestad, Jeon Jung Kook IV, y que nuestros ancestros en el infierno le guíen en su morada para la prosperidad de estas tierras!, que las costumbres mantengan nuestro espíritu libre de las impurezas en el extranjero, ¡amén!

    Una horda de gritos le siguió a la oración de apertura. Las trompetas, cuernos y eufonios estremecieron la tierra desde el núcleo, tanto que las montañas mismas parecían saltar de alegría y vibrar a su compás. En el viento templado pero constante, se dibujó una promesa de prosperidad. Clima perfecto. Lo suficiente para no morir de calor, pero no demasiado para ahuyentar a las presas. Las vestimentas blancas de la gente del pueblo compaginan a la perfección con el profundo naranja de las hojas resecas que vuelan de un lado a otro entre los pies de los bailarines y de los grandes árboles inclinados cuyas raíces abrazan con recelo las aceras en las entradas de las casas, emana el susurro del viento como el cántico de una flor parlanchina. Las mujeres tienen los Mantos de Jó decorados con coronas de flores y dejan a la exposición sus rostros blancos y sonrosados. Los hombres lucen desde pantalones largos y camisas holgadas, hasta batas amplias que sostienen con un cinto del color mismo que el de sus parejas.

    No llevan joyas, pues es bien sabido que los rufianes están al acecho buscando el oro en los cuellos de los ilusos. De cualquier modo, el oro no es necesario en este festival en el que se festeja a la naturaleza y a la sangre, más que a los minerales.

    La Primera Caza, era llamado entre los habitantes como “el inicio del fin”. El final del otoño supone sequías para los reinos vecinos al este y Verx siempre tiene que lidiar contra la envidia de sus contrapartes.

    Cuando el reino de la gema púrpura era débil, se vio obligada a ceder ante los abusos de los otros reinos, sobre todo los que provenían de Platis, quienes habían doblegado a su gente milenios atrás robando a sus niños para volverlos fuerza de trabajo, secuestrando a sus mujeres para satisfacer a sus generales, y capturando a sus hombres para torturarlos hasta la muerte.

    De aquellos abusadores, solo quedaban descendientes con poca fortuna, sin embargo y para su mala suerte, los habitantes de Verx habían buscado formas cada vez más violentas de defenderse. Y aunque ahora los que quedaban en esas tierras, tan solo eran pecadores por las acciones de sus ancestros (no porque los hayan cometido por su propia mano), las tradiciones debían mantenerse siempre intactas... Y allí estaba Jeon para hacer valer la palabra de sus ancestros.

    Era como ser castigados por el pecado original que nadie les ofrecía retirar si no era con la muerte.

    El séquito salió primero. Un escuadrón de arqueros de ciento cincuenta hombres comenzó a desfilar desde la entrada del Castillo Celeste hasta el Río Calaís. Las cruces de los prisioneros que habían ejecutado semanas antes seguían de pie entre la hojarasca que se volaba desde el otro lado del río, en el bosque hacia las fronteras con Verx. Los arqueros, (la primera mitad de ellos a pie, y la mitad siguiente, todos montados en caballo andaluz de la mejor crianza), avanzaban con elegancia entre las calles de la plaza principal, cuyos adoquines comenzaban a llenarse de las plantas de todo tipo de personas. Desde los comerciantes más ricos, hasta los mendigos más pobres. Incluso los huérfanos han obtenido ropas nuevas y grandes cantidades de alimentos como parte de la costumbre.

    En tiempos de caza todos quieren comprar a bajo precio, ya fueran esclavos, vasijas o telas para la costura, pero cuando la Primera Caza da comienzo, los adultos deben asegurarse de vestir y alimentar a su prójimo, en la promesa de que, si se cuidan los unos a los otros durante un día al año, el resto de los días tendrían permitido manifestar su egoísmo desmedido sin ser castigados por los cielos.

    No querían que al salir Su Majestad se encontrara con la precariedad. Por eso es que los niños eran bañados y vestidos; peinados y alimentados.

    Después de la caballería, asoma casqueo del ejemplar de Su Majestad. Y la multitud aplaude, eufórica ante la presencia de esa corona de oro púrpura sobre los cabellos de soberano tan espléndido. Lleva la ojiva colgada del hombro, el porte erguido y una postura perfecta que deja su mandíbula en alto al cabalgar. Su rostro es duro, pero sus ojos resultan agua dulce extendida en un prado que ha pasado meses en sequía. Jeon saluda asintiendo solo un poco con la cabeza, para después no despegar la mirada del horizonte. Sus arqueros están listos. Sir Min Yoon Gi cabalga a su lado derecho, y a su izquierda...

    —No es verdad... —exclaman algunas personas en la lejanía—. ¿Esa es la bestia de Verx?, no puede ser que haya salido del castillo... ¡Madre mía, que sí es la bestia de Verx!

    Las vestimentas llenas de lunas en satín transparente y negro profundo parecen disipar sus sospechas. La máscara dorada, cuya función es tan solo tapar la parte de la nariz para arriba resalta entre las vestimentas negras y platinas de los trabajadores del castillo. El Manto de Jó se encarga de cubrir lo demás.

    —¡Qué miedo! Dicen que te convertirá en piedra si le miras a la cara deforme.

    —¡Hombre, que no tiene la cara deforme!, ¡tiene las cuencas vacías! Cuencas obscuras, sin ojos ni pestañas... Es verdad. 

    —Pues yo sabía, de una persona cercana que trabaja en el Palacio Real, que sí que tiene ojos, pero no son ojos de hombre, ni de rana. Son como dos cuencos llenos de dientes putrefactos y amarillos. Ojos que mastican y que tragan. Por eso su majestad está tan fascinado con él.

    Nadie sabía con exactitud cómo es que lucía tan horripilante personaje. Pero si a su majestad le había llamado la atención, tanto como para mantenerlo a su lado, tenía que ser la criatura más horrible sobre lo que es real y lo que no; más allá de esta vida y la siguiente. Pensamientos cuyas conversaciones con las personas cercanas al castillo se reafirmaban, sobre todo cuando hablabas con un cortesano, y le preguntabas, ¿cómo luce la Bestia de Verx? Y estos se limitaban a contestar:

    “Es horrible. La criatura más fea sobre la faz de la tierra”.

    “Si le vieras, te volverías loco”.

    “Pierdes la razón. Es tal su fealdad, que no tiene permitido mirarse al espejo. Pues se volvería más loco de lo que ya está y entonces...”.

    Sin embargo, viajeros, no confíen en los chismes fuera del castillo que esos resultan peores de los que están dentro. A estas alturas, la apariencia del bufón es lo que menos importa. Que importa si tiene tres ojos, o si porta dos lenguas podridas en lugar de orejas; lo que debía aterrarles no era lo que había bajo la máscara, sino lo que tenía dentro de la cabeza, convencido de convertir a su imaginación en el verdadero futuro de un reino en llamas. 

    Minutos más tarde, el sol se levantaba en lo alto del cielo. Al caminar, no podías ver tu sombra, lo que indicaba que era justo el momento de comenzar con la ceremonia.

    El sacerdote roció agua bendita a Jeon y a sus arqueros. Y después de cruzar el río, se acomodaron todos en sitios fijos, formando una media luna que acorralaba el bosque. Un hombre bajó de su caballo y caminó hasta el sacerdote quien, encendiendo una antorcha, le bendecía en el nombre de la Familia Caída del Cielo. En el nombre de aquel hombre de carne y hueso que era hijo tanto de demonio como de dios, el inicio de las religiones, y el mayor desafiante de la fe de los hombres... Hombre cuya sangre había sido heredada, generación tras generación hasta llegar a aquel muchacho orgulloso y definitivo que veía el acontecer de la tradicional ceremonia desde su caballo.

    Encendida la antorcha, el joven encargado de llevarla caminó decidido hacia el bosque y al sonar de nuevo el cuerno de la señal, incendió el árbol más cercano, seguido de toda la fila exterior del follaje. Al cabo de unos minutos, el sonido de la madera quebrándose sobrepasó al canto de las aves, quienes aterradas salían desplegadas hacia los cielos en busca de la libertad perdida. Los ciervos y los demás animales también salieron corriendo, hacia los ríos, hacia las montañas y hacia las afueras del bosque; pero los seres humanos no tuvieron tanta suerte de ser ignorados.

    TaeHyung cerró los ojos con dolor. Aprisionó con mayor fuerza las cuerdas de su montura y se obligó a mantener la calma, pues incluso la quijada comenzaba a dolerle por la fuerza con la que presionaba los dientes. Vio a Jeon avanzar con la misma monstruosidad de siempre, justo antes de levantar el gran Arco de sus ancestros, tan pesado como tres hombres juntos, y tan hermoso como las más finas artesanías del Reino de las Mujeres, y vio a la flecha centellear por la punta repleta de fuego. Aquí von Rosewald pareció reafirmar lo que había venido hacer al reino; porque el Rey Jeon, el justo y la vez malévolo Rey Jeon no apuntó sus flechas solo a las aves que huían, ni a los animales que corrían despavoridos del tumulto. Los recuerdos de aquel sonido lo remontaron a su primer año en el reino.

    El rugido del Arco de Jeon estalló.

    La flecha había alcanzado a su objetivo.

    El grito de la presa sonó a crudo sacrificio.

    Y justo en ese instante los arqueros a sus espaldas lanzaron una horda casi infinita de flechas que se tradujeron en gritos de agonía y maldición. Porque dentro del bosque ya no había animales... Pero los humanos que allí invadían estaban siendo cazados de igual forma.

    Sabía que sería difícil.

    Los hombres de Verx no sufren por la muerte, por eso no les importa hacer sufrir a los demás con ella. TaeHyung sabía a la perfección lo que Jeon haría como parte de sus tradiciones, y en su calidad de esclavo no podía hacer mucho. Gente inocente... Bajaban de las montañas por el descender de las temperaturas, y el reino de Verx los cazaba como animales. Escuchar las historias como en un chisme, no era nada comparado con la negrura el césped quemado, repleto de la sangre de las personas que no habían logrado escapar de nuevo hacia la altura de las montañas o hacia las afueras del bosque.

    —¡Para los atrevidos que osan poner un pie dentro de mis dominios! —exclamó Jeon, con un grito tan severo que se esperaba fuese escuchado hasta lo alto en las copas de los árboles y las cimas de las montañas. La voz profunda que emanaba de su pecho quizá fue la responsable de mover las hojas de los árboles y de estremecer a los espectadores a sus espaldas—. ¡Hace siglos sus ancestros decidieron huir hacia las montañas y evitar el castigo que merecían al masacrar a mi pueblo!, ¡no me importa si mueren congelados o si solo buscan un lugar en cual quedarse!, ¡no pueden pisar la misma tierra en la que mancillaron a los padres de mi gente! No se me ha enseñado sobre el perdón, ni tampoco necesito aprender de él. Y en el momento en que falten a nuestros acuerdos, ¡yo haré valer la ley de mi pueblo a punta de fuego y flechas!

    Tae Hyung supo lo que pasaría a partir de allí, y sintiendo pena por la naturaleza agraviada al frente, se grabó la figura de la espalda de Jeon cargando su aljaba y se repitió tantas veces como pudo para convencerse, que todo el tiempo que esperaba y las vidas que se sacrificaban, al final de la travesía, valdrían la pena.

    No... Él no debía estar allí. No en ese momento. Fue la primera vez que sintió que su tarea y sus propósitos no valían la pena. Las telas, los obsequios, la mal llamada «libertad»... Todo es mentira. El sudor de su frente, las mejillas sonrojadas, el profundo amor que le dice tener; sintió que si pudiera, correría lejos como un auténtico cobarde.

    El bufón no era loco. Pero ahora se sentía justamente como un cobarde... ¿No lo hacía eso un perfecto hombre de Verx?

    —¡Mi rosa! —gritó Jeon, sacándolo de su ensoñación. Y qué bueno que escuchó su voz porque estaba a punto de perderse en el terror. Una sonrisa ladina y un par de ojos dulces que parecen no cargar la sangre derramada de la que son responsables—. ¿Tirarás para mí?

    Y así como el “Vendrás a la Ceremonia de Otoño”, esta tampoco era una pregunta.

© Escalera del Divino Ascenso, Siglo XII. Artista desconocido.

Nota de Autor: Los Tiempos de Caza son esta ceremonia en la que se sorprende a los posibles invasores y literalmente se les trata como animales para cazar. Es un ritual anual que se celebra desde hace muchas generaciones.

“La Ceremonia de Otoño” se da en el solsticio de invierno. Celebrado para despedir al otoño, que en Verx, coincide con el cumpleaños de Jung Kook, el primero de Septiembre. Este se celebra durante los últimos siete días del Tiempo de Caza.

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