Park era un adolescente atrapado en el cuerpo de un adulto, y él siempre lo mantuvo presente...
La juventud resplandeciente ante los ojos de un soñador. Algo que atesorar y algo por lo que vivir, una sensación que parecía nueva después de tantos años sin tenerla.
Ese era el amor de Park Jimin, al menos al principio.
Su interés por aquella chica era fruto del deseo de querer atrapar el tiempo entre sus manos, de poder sentir que ahora tenía el control que necesitaba en su vida pasada. La adrenalina de un nuevo comienzo, de un intento desesperado de salvación. Hara era una herramienta, un salvavidas.
Hasta que se enamoró de ella.
Sus pensamientos se volvían confusos incluso para él, sus ideales y propósitos se veían distorsionados y completamente fuera de la realidad, incluso se preguntaba él por qué de sus cambios momentáneos, en donde su corazón podía sentir la calidez de Hara mediante un beso o una simple mirada.
Sabía bien la consecuencia de sus actos, el amor prohibido y la ilusión de un nuevo sentimiento que lo abordara. Hara solo era una víctima de su engaño, de su necesidad, pero ¿por qué sentía culpa cuando la miraba? O incluso la tocaba. ¿De verdad la estaba usando a ella? O ¿ella estaba demostrando que no era solo un objeto de redención?, ¿era ella la verdadera herramienta en la historia de su cabeza?
Ahora Hara era todo lo que necesitaba para vivir. Su sonrisa, su mirada, su cuerpo frágil, sus palabras, su amor... Toda ella gritaba en su cabeza, gritaba por él. Park fantaseaba con la idea de poder tener a Hara entre sus manos y atesorarla, deseaba poseerla de todas las maneras posibles, deseaba ser feliz junto a ella.
¿Estaba mal el querer tanto algo al punto de tomarlo?
Y ahora, que marchaba rumbo a sus deberes no podía dejar de pensar en ella y en su cabeza titilaba la gran pregunta: ¿Volvería a ver a Hara?, ¿la tendría de nuevo en sus brazos?, ¿ella lo esperaría o lo recordaría como su primer amor?
Durante los siguientes cinco años centro su vida en lo que sus ojos veían, en lo que sentía y en lo que ahora deseaba. Su apartamento a las afueras de la ciudad, el trabajo, los ascensos y la bebida creaban lo que era el nuevo Park.
No visitaba mujeres ni mucho menos recurría a ellas cuando se sentía solo, aún mantenía contacto con su hijastro que ahora era un mini hombrecito, intentaba ser un amigo, un aliado en su vida, alguien a quien pedir consejo. Había dejado la jardinera por el billar pero de vez en cuando leía uno que otro artículo de: "¿Cómo cuidar las plantas en tiempo de lluvia?"
Se estaba convirtiendo en una persona completamente diferente a como era, se permitía varias cosas y se prohibía otras, hacía ejercicio y trotaba por las noches y cuando no le apetecía cocinar comía en la calle.
Park Jimin estaba haciendo de su vida lo que quería y todo gracias a Hara. El amor le había hecho cambiar varios aspectos de sí mismo que odiaba y que con el tiempo jamás pensó aceptar. Ya no la veía y quizás ya no la mantenía en su mente, solo era un pequeño recuerdo que lo atormentaba algunas noches antes de irse a dormir.
Ahora no tenía idea de su paradero, de lo que ella hacía con su vida, de lo que le gustaba o lo que sentía, Hara se había convertido en una extraña que con el pasar de los días iba creyendo que no era tan real. Y aunque sus ganas de verla lo hacían querer buscarla después de tanto tiempo, su deseo de dejarla ir y dejar ir el pasado se hacían presentes. Quizás ella estaba bien si él, quizás ahora estaba estudiando en algún otro lugar, quizás tenía algún novio o quizás ya no se acordaba de quien era él. Y eso estaba bien.
Estaba bien hasta que la vio.