I
Julien
Me gusta la rutina, me ha ayudado a hallar un sentido de orden, como si tuviera un poco de control sobre las cosas. Y si bien soy un tanto riguroso con ella, debo dejar esa parte de lado para no aburrirme.
Sino se vuelve repetitivo y me encuentro a mí mismo tomando una taza de café en tanto que leo el mismo periódico de siempre.
Por eso a veces lo cambio por cigarrillos, el mejor desayuno.
Pese a que los seres como yo no pueden embriagarse o drogarse, no es mentira esa simpática creencia de que el humo limpia las energías.
Y lo bueno es que no me hace daño. Aún así, creo que seguramente lo haría si estuviera vivo.
Acepto que es malo porque genera problemas de salud como el cáncer de pulmón, sin embargo, es gracioso el hecho de que hay personas que nunca han fumado y lo desarrollan, mientras otros que lo han hecho por más de treinta años no.
Es decir, no es gracioso, no debería causarme gracia. Aunque lo hace.
Y también es interesante. Le he preguntado a Levane y la gente todavía no ha encontrado la cura. Todavía no se sabe por qué es posible esa comparación.
Yo opino que a largo plazo el estrés mata más.
De cualquier manera, sólo espero que la humanidad no se extinga antes de que lo averigue. Me agradaría poder verlo. Al igual que lo hice con varios descubrimientos.
Es asombroso, haber podido presenciar el progreso tan rápido que ha tenido la civilización. Y tampoco es que he estado aquí por mucho tiempo.
Tal vez la casa sea una jaula pero las noticias igual se la arreglan para entrar. Y muchos inventos lo hicieron literalmente.
Desde la generalización de la electricidad hasta el automóvil y el avión, la red de agua corriente, la electrónica, la radio y la televisión. La mecanización de la agricultura, los ordenadores, la red telefónica, el aire acondicionado y la refrigeración.
A estos últimos les tengo un cariño especial ya que no soporto los días de verano intenso.
Quizás no podremos morirnos de calor, no obstante, el sentimiento está presente, del mismo modo que el hambre, a pesar de que no necesitemos comida, o la sed, si es que no tomamos agua. Es nuestra maldición por quedarnos de este lado.
Y es nuestra bendición poder ser testigo de una cantidad inmensa de acontecimientos importantes. Algunos funestos y otros beneficiosos para la sociedad.
Estuvimos aquí al mismo tiempo que Albert Einstein realizó su famosa Teoría de la Relatividad, que el hundimiento del Titanic, la Primera Guerra Mundial, la firma del Tratado de Versalles, cuando se inició el movimiento no violento de Gandhi en defensa de los derechos humanos en La India, cuando Howard Carter descubrió la tumba de Tutankamón y Alexander Fleming la penicilina, estuvimos durante la Gran Depresión, la Guerra Civil Española, en el momento en que Picasso pintó el Guernica, en que sucedió la Segunda Guerra Mundial, el levantamiento del gueto de Varsovia, la ejecución de Mussolini y el suicidio de Hitler, existimos a la vez que ocurrieron los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki, la Firma de la Carta de la Organización de las Naciones Unidas, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la Guerra de Corea, nos enteramos de que Hillary y Tenzing alcanzaron la cima del Everest, de la creación de la NASA, del asesinato del presidente John F. Kennedy, la beatlemanía, vimos al hombre llegar a la Luna, contemplamos al disco "Thriller" de Michael Jackson convertirse en el más vendido de la historia, supimos del Accidente de Chernóbil, la Caída del Muro de Berlín, el fallecimiento de la princesa Diana, cómo Dolly fue el primer mamífero en ser clonado, pudimos llegar a la Firma de los tratados START entre EE. UU. y la URSS, a la elección de Nelson Mandela como presidente de Sudáfrica, observamos el atentado a las torres gemelas, y por último, el desciframiento del genoma humano y el Coronavirus.
Con esta lección de historia pruebo que el ser humano es un animal ligeramente difícil de matar.
II
En las últimas décadas me he adueñado del piano del hogar. Nadie sabe por qué sigue aquí, excepto yo. Y Ambrosía.
Y para no causar mucho temor a los habitantes de la casa, lo toco cuando no hay nadie. También porque me gusta la privacidad.
Desde temprana edad he sentido una afición por las artes. Y el ver colores cuando escucho música, ha mezclado dos de mis mundos preferidos.
Según me he enterado no es normal hacerlo, pero se siente tan bien.
En ocasiones, la sinestesia se expande un poco más de lo debido y pensamientos extraños llegan a mi mente. Como que la letra "A" siempre está asociada al color rojo, la "E" al verde, la "I" al amarillo, la "O" al azul y la "U" al morado. Y a menudo lo relaciono con mis amigos, Ambrosía me recuerda a la "E", el pollito Chopin a la "I", el perro Coco a la "A", y Levane a la "U".
En fin, me divierte notar las similitudes.
Lo bueno es que con la muerte no he perdido esa habilidad. Supongo que es igual que con Ambrosía, quien todavía sufre del síndrome del corazón roto.
Dejo de lado la conversación conmigo mismo para tocar "Fantaisie-Impromptu".
III
Piedra tras piedra me guia por el camino, hasta un punto donde el crecimiento de las hierbas suele interrumpirse dejando en espera a la fértil tierra. Un sendero que ha estado aquí desde que mi padre creó la casa. Etéreamente bello como la luz de una ciudad, te conduce hacia ella y no puedes parar, París. Papá dijo que íbamos a ser de los primeros en tener bombillas en el pueblo. Pero se fueron antes de tiempo. Y me dejaron en este lugar, solo. Luego llegó Ambrosía, y más tarde, ella, la primera en poder vernos sin llegar a ser como nosotros.
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—¿Sabes?, el revólver de mis padres ya no parece una mala idea. —Un brillo foráneo se asomaba en su mirada, efectivamente lo estaba considerando.
—No seas tonta, no voy a dejar que te hagas eso.
—Debo hacerlo, así mi cuerpo puede acompañar a mi alma que se está yendo. Deberías entenderlo. —Nunca lo entendí.
—Sé que las cuestiones mundanas son complicadas, mas con el tiempo todo mejorará. No pienses en hacer algo de lo que después te vas a lamentar, no es tan placentero de este lado —intentaba convencerla.
—Aun así, sería más que nada por ustedes, por ti. Nos merecemos un final feliz, quiero estar contigo.
—¿Aunque sea por el resto de la eternidad?
—Puede ser. —Había bajado el rostro, no estaba del todo segura acerca de la decisión.
—No te veo muy firme al respecto.
—¿No te alegra que quiera morir para estar contigo? —retomó.
—Siendo honesto, me opongo fielmente.
—¿Y por qué no lo pensaste cuando me pediste que estuviéramos juntos?
Nuestra conversación asumió una pausa y dudé por un tiempo mi respuesta. Una parte de mí sabía que me iba a arrepentir de decir lo siguiente y otra sabía que iba a ser peor si no lo hacía. Dos opciones, Guatemala o Guatepeor.
—Creo que fue una estupidez. Los fantasmas y los humanos no deben enamorarse.
—¿Estás terminando con esto? ¿Opinas que no podemos continuar saliendo debido a que estás muerto?
—Si te va a salvar de que te mates a ti misma, sí.
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Y ahora estoy parado sobre el último recuerdo que me queda de nosotros. Enterrado frente al tronco del sauce llorón. El desenlace del recorrido.
Ella vivió la vida hasta el final y falleció bajo la misma estancia en la que creció. Tal como yo, sólo que ella tuvo la oportunidad de seguir. Y me alegra que lo haya hecho, a pesar de que caminó por atajos peligrosos, llegó a la meta. Me hubiera gustado decirle una vez más cuánto la amaba.
—¿Algún día vas a dejar de pensar en ella? —Ambrosía surge a mi lado. Ser su amigo significa estar al tanto de que puede espiarte en cualquier instante.
—La estoy dejando ir.
—En ese caso, te voy a abandonar así concluyes tus cosas y vienes a jugar con nosotras. Levane ha desempolvado el viejo Monopoly y es mejor que alguno de nosotros le gane para que deje de presumir su supuesta "impecable habilidad capitalista" —ríe para luego irse por donde vine.
Cuando su silueta desaparece, cavo en un sitio exacto el cual, hace múltiples veranos atrás, marqué con una ramita del mismo árbol.
Tras despojar unos cinco centímetros de suelo, la detecto. Una caja de madera donde ella solía guardar pequeños retazos de plantas.
Al abrirla, meto en ella un crisantemo blanco, el más chiquito que ví en toda mi vigencia, que se suma al resto de diminutas flores que solía regalarle, actualmente secas. A veces las prensaba y las guardaba en sus diarios, y otras veces las dejaba en este cofre.
Lo cierro dándole un último beso para dejarlo escondido de nuevo en donde pertenece, pero a diferencia de antes, lo sepulto más profundo.
Mientras me alejo, el grabado de su tapa me acompaña a medida que ingreso a la casa.
♡
Camila & Julien
1959