El timbre se hace presente en aquella vivienda, llamando la atención de los presentes en aquel hogar.
—¡Levántate del sofá y ve a abrir la puerta! —escucha a su madre exclamar desde la cocina.
Se levanta a regañadientes, soltando una maldición por lo bajo debido a que lo último quiere es que su madre lo escuche. Camina a pasos flojos y pesados hacia la puerta, maldiciendo nuevamente por ser él quien debe atender a la inesperada y para nada deseada visita. Abre la puerta y al observar de quien se trata no tarda en cerrar nuevamente la puerta.
—¿Qué fue eso? ¿Quién era? —escucha la voz de su hermano no muy lejos de él. Se da la vuelta y le sonríe, pasando su mano por su nuca.
—No era nadie importante.. —murmura rápidamente, haciendo sus palabras casi inentendibles.
Pronto, el timbre se presenta nuevamente en la casa y eso hace que su hermano entrecierre sus ojos.
—¿Qué sucede? —pregunta, frunciendo un poco más su ceño.
Antes de que pueda responder con alguna excusa el timbre se hace nuevamente presente. Ambos se quedan en silencio y es el menor quien toma la iniciativa y se acerca a la puerta, lo aparta ligeramente del camino y vuelve a abrirla para saber qué es lo que sucede.
Los ojos de Souya te observan y en ese momento entiende la razón de aquella extraña actitud de su hermano. Pero dejando eso de lado, ahora estás ahí, frente a su casa, cuando dijiste que sería mejor no verse ese mismo día.
—Hola, Souya. —en tus labios se dibuja una sonrisa— Siento molestar a esta hora pero... ¿Crees que podrías salir cinco minutos?
Souya te observa, de arriba a abajo. Tu respiración es casi irregular, como si hubieras corrido hasta su casa; tu cabello está un poco desordenado y algunos mechones de tu cabello se pegan un poco a tu rostro. Suelta un suspiro mientras abre un poco más la puerta y toma tu muñeca para adentrarte de manera imprevista en la vivienda.
—Estábamos a punto de cenar, ¿Puedes quedarte o deben ser exactamente cinco minutos? —cuestiona el peliazul, cerrando la puerta detrás tuyo con su mano.
—Yo... Puedo quedarme, pero... —sonríes apenadamente y racas tu mejilla— Quizá sea molesto para tu familia e incluso para ti-...
—¡Quédate! —el grito de su madre hace que ambos den un respingo en su lugar. Giran sus cabezas, observando a la mujer asomarse para verlos, su mirada se fija en ti y te sonríe— No molestarás a nadie, adelante.
Observas a Souya de soslayo y cuando él afirma con la cabeza a las palabras de su madre, le sonríes amablemente a la mayor.
—Entonces está bien, me quedaré a cenar si no es de su incomodidad.
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Su mirada y la tuya chocan, tan fuertemente que Souya quiere hundirse en lo mas profundo de la tierra para evitar esa tensión. Sin embargo, su salvación aparece cuando su madre jala una de las mejillas de Nahoya.
—Ya deja de mirar mal a _______. —alega la mujer, dejando de jalar su mejilla cuando este suelta un quejido. Ella toma asiento a un lado del mayor de los gemelos, quedando frente a ti en la mesa— Por favor, disculpa su comportamiento.
Niegas suavemente con la cabeza. —Está bien, no se preocupe. Ya tuve un encuentro con su hijo y créame que ya me dejó mas que claro que no le agrado.
—¿En verdad? —la señora le lanza una mala mirada a su hijo y Nahoya sólo puede fingir demencia y continuar comiendo— Espero que no la haya ofendido, Nahoya es alguien muy protector si se trata de su hermano.
—Oh no, para nada. —te sientas correctamente, en una postura tranquila pero firme— Entiendo que sienta que deba cuidar de él, Souya es alguien a quien quieres proteger, es casi instintivo.
El nombrado baja la cabeza luego de tus palabras, avergonzado y no queriendo que noten el pequeño rubor que comienza a teñir sus mejillas, ¿Cómo es que pueden hablar tan fluidamente y con tanta normalidad si acaban de conocerse hace poco?
Aunque bueno, realmente no es como que eso le importara demasiado. Se alegra de que ambas pudieran llevarse bien en tan poco tiempo; se sentía un poco nervioso por ello, pero el verlas hablar con tanta normalidad le es, de cierta forma, tranquilizante.
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—¿Puedo preguntarte algo? —su voz hace que levantes la mirada y lo observes. Asientes con la cabeza, atenta su próximo cuestionamiento— ¿Por qué él? ¿Por qué Souya? —él hace una pausa y su expresión se torna seria— ¿Por qué volviste..?
Tu mirada se nota sorprendida por unos instantes, no esperando aquella ultima pregunta. Tragas saliva, lames tus labios y muerdes los mismos antes de sonreírle.
—Oh, Nahoya creí que lo habías olvidado igual que él. —comentas, tomando asiento en la cama de la litera correspondiente al peliazul.
—Lo recordé hace un par de días, algo no me cuadraba contigo. —Nahoya se acerca a ti— Quién creería que eres nuestra amiga de infancia, ¿No, _______?
—Es algo increíble, sin duda.. —mencionas cruzando tus piernas, una sobre otra— ¿Sabes? Realmente no creí volver a verlos, no creí que volveríamos a encontrarnos, pero ya lo ves, el mundo es un lugar muy pequeño... Demasiado... —tus ojos lo observan atentamente por un par de segundos— Y en verdad no estaba en mis planes encontrarme con Souya ese día... ¿Quieres saber por qué lo elegí? —subes la mirada y le sonríes, una sonrisa genuina, una sonrisa transparente y sincera— Porque... Souya es mío. Siempre lo fue y siempre lo será.
Y con solo esas palabras, esas simples palabras, Nahoya logra entenderlo todo. Lo hace, pero no lo acepta. Y sobre todo...
No lo entiende..
—¿Entonces... Por qué razón dejar de hablarnos el día que se te declaró?
—... ¿Crees que eso fue algo que yo decidí? —tu mirada cambia, se vuelve neutra y tan seria que por un momento le manda escalofríos al chico— Ustedes eran mis mejores amigos, mis únicos amigos... Nos entendíamos a la perfección y siempre estábamos juntos, sin importar qué... Sin embargo, soy una [T/A], y ese simple apellido puede darme tanto, pero a la vez... Puede quitármelo todo... —bajas la cabeza y te enfocas en tus zapatos— No quería alejarme, pero no tenía otra opción...
—¿A qué te refieres?
—Hace más de cinco años que estaba comprometida con un chico. —sueltas sin tapujos, y aunque suene increíble los ojos de Nahoya se abren de sobremanera.
—Así que cuando tenías 7 años...
—Sí. —asientes— Así que por más que quisiera no podía aceptar su declaración... —te dejas caer en la cama, mirando las tablas de la cama de arriba.
—¿Por qué no dijiste nada?
—No quería meterlos en eso, eran cosas de familia después de todo. —murmuras, cubriendo tus ojos con tu brazo— No tenía planeado alejarme, pero con tantas cosas encima fue imposible no hacerlo y con el tiempo perdimos contacto... Lo siento, quizá si me hubiera esforzado un poco más...
—¿Esforzarte más? —pregunta incrédulo el sonriente— No jodas con eso y ya toma un maldito descanso, tan sólo tienes 17 años. Un día cualquiera, en el que quieras sentirte libre, simplemente olvida que eres "una [T/A]" y has un par de locuras. No olvides invitarme, ¿Eh? —ríes bajo por lo último y asientes con la cabeza a sus palabras.
—Así que... ¿Cómo estamos ahora?
—Ahora... Estamos bien. —Nahoya toma asiento tu lado y sonríe un poco más— Bienvenida de vuelta, pequeña idiota.
Y a pesar de que este era un lindo momento entre ahora amigos, ninguno de los dos se percató de algo importante...
—¿Nos conocíamos... Desde antes...?