MCP | La Cura ©️ (¡Completa!)...

By nani2612

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(+21) (Libro 5) Lo inevitable no solo ha desatado una ola de emociones dolorosas entre Adrián y Alysha por la... More

Descripción.
Contenido.
Dedicatoria.
Playlist|Spotify.
Epígrafe.
«Hospital General de Puerto Rico».
Prólogo.
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 32.
Capítulo 33.
Capítulo 34.
Capítulo 35.
Capítulo 36.
Capítulo 37.
Capítulo 38.
Capítulo 39.
Capítulo 40.
Capítulo 41.
Capítulo 42.
Capítulo 43.
Capítulo 44.
Capítulo 45.
Capítulo 46.
Capítulo 47.
Capítulo 48.
Capítulo 49.
Capítulo 50: Final.
Epílogo.
Lista «Mi Cura Prohibida».
Agradecimientos.

Capítulo 7.

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By nani2612

Capítulo 7.

Los siguientes minutos fueron eternos para mí, pero la ambulancia al fin llegó y nos recogió. Arnold nos acompañó en todo el trayecto hasta que llegamos al hospital más cercano y rápidamente trasladaron a mi madre a emergencias médicas. Según el médico de turno, su estado era crítico, pero estable. Había tenido que intervenir quirúrgicamente para remover el pedazo de cristal que había rasgado la piel bajo su seno, ya que había perforado una de sus costillas, causándole un sangrado interno.

El hospital también se encontraba abarrotado de personas. Sin embargo, aunque no me sentía totalmente segura del contagio del virus con el traje de protección, solo me concentraba en que mi madre estuviese bien. Arnold y yo habíamos permanecido en la sala de espera, mientras que en la televisión del área pasaban las noticias del país. Evidentemente, el reportaje hablaba sobre el acto de terrorismo que había sucedido hacía un rato. Las imágenes que se reflejaban en la pantalla eran dignas de describirse como si fuese un apocalipsis bíblico, justamente como se reflejaron en mis ojos cuando estuve en ese instante.

—Señorita Doménech, he intentado comunicarme con su padre, pero no he podido —me dijo Arnold cuando se acercó a mí.

Presioné los labios al sentir cierta impotencia y busqué mi teléfono entre mis pertenencias, ya que yo misma me dispuse a llamarlo. Sin embargo, como tampoco logré contactarme con él, decidí llamar al doctor Andrés Wayne. Cuando escuché el tono al otro lado de la llamada, mi corazón se aceleró completamente. Primero, porque no acostumbraba a llamarlo. Segundo, porque realmente necesitaba que respondieran.

—¿Ha logrado comunicarse con ellos? —no pude evitar sentir más desesperación cuando Arnold me preguntó.

Negué con la cabeza y comencé a caminar de un lado a otro, para luego hacerlo en círculos. No sabía exactamente qué más debía hacer, pero suponía que lo correcto era quedarme a salvo en el interior del hospital para cuidar de mi madre en cuanto despertara. No obstante, necesitaba comunicarme con mi padre para explicarle lo que había sucedido y donde nos encontrábamos.

Algunas personas, unas más heridas que otras, se acercaron un poco para ver las noticias que pasaban en el momento. Después de varias llamadas más intentando localizar a mi padre, me giré sobre mis pies para acercarme a Arnold, pero cuando me percaté de que también estaba sumamente absorto en la noticia que se reflejaba en la pantalla al momento, me ubiqué a su lado y me dispuse a ver qué sucedía al igual que los demás.

—No puede ser —dije para mí misma, pero podía sentir como mis ojos se empañaban casi en lágrimas al ver las horribles imagines que pasaban en la televisión—. Es el hotel donde está mi padre y el doctor Andrés Wayne —me quedé ojiplática al ver que una de las entradas del hotel estaba totalmente destruida por otra explosión que hubo. Al parecer, el ataque terrorista se había extendido hacia donde se encontraban.

Automáticamente, podía sentir como mi cuerpo temblaba. Ni siquiera podía controlar los nervios. Arnold sujetó mis brazos al ver que casi me iba a desplomar sobre el suelo gracias a la impresión que había sentido al ver las catastróficas imágenes que pasaban en la televisión.

—¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! —sujeté mi cabeza con ambas manos, sintiendo como el aire me faltaba—. ¡Esto tiene que ser una maldita pesadilla!

—Trate de mantener la calma, señorita Doménech —aunque Arnold intentaba traerme de vuelta a la realidad, por un momento quería pensar que solo era una simple pesadilla de la cual despertaría.

—¿Qué mierda está pasando? —en llanto, le pregunté.

—No tengo idea —por su expresión de desconcierto, sabía que decía la verdad.

De repente, una fuerte explosión en el exterior de las instalaciones causaron los gritos de las personas a nuestros alrededor y otras comenzaron a entrar en el hospital con rapidez, pidiendo ayuda de manera desesperada, entre llantos y más gritos. No pude evitar sacar a relucir mi lado médico y humanitario, así que en el momento que me percaté de que las personas intentaban resguardarse en el interior del lugar, fui hasta la entrada y ayudé a acceder a los más que pude, incluyendo a niños que se encontraban heridos. Arnold no se quedó atrás y también me ayudaba con todos los que podía.

No obstante, los del personal del hospital se movieron con más rapidez ante la situación y poco a poco se dividieron el trabajo de acuerdo a la difícil situación del momento. Algunos de ellos, al ver que yo solo ayudaba a aliviar el cargado trabajo que tenían, me permitieron ayudar lo más que podía y hasta donde me lo permitían.

—¿Qué sucede con ella? —le pregunté a Arnold cuando me fijé en que ayudaba a una mujer joven a recostarse sobre una camilla vacía.

No paraba de llorar y gritar. Sin embargo, aunque tenía un brazo totalmente quebrado, no dejaba de mirar hacia la nada, negando con la cabeza repetidas veces.

—Sé que es doloroso, pero necesito que se calme —Arnold se hizo a un lado y me dejó examinarla lo mejor que pude—. Necesito examinar su brazo, el área exacta afectada por la explosión.

—¡No, por favor! ¡Déjenme ir! —gritó la mujer e intentó ponerse en pie—. ¡Mi hijo! ¡Mi hijo!

Miré en diferentes direcciones, pero no veía a nadie acercarse a ella.

—Está bien, pero cálmese —agité mis manos levemente, mientras que Arnold la sujetaba como podía—. ¿Dónde está?

¡Afuera! ¡No lo sé! ¡Lo perdí en la explosión!con su mano sana, sujetó la mía y me miró desesperada a través del plástico de mi traje de protección—. ¡Por favor, encuéntrelo por mí!

—¡Por favor, vaya por él! ¡Su nombre es Noah! —las lágrimas en su rostro no dejaban de descender—. ¡Lo escuché llorar antes de llegar aquí!

¿Está segura?

—¡Estoy segura! —gritó desesperada.

—Está bien, está bien —solté un largo suspiro y me preparé para lo peor.

—¿Qué hará? —Arnold preguntó con los ojos engrandecidos.

Cuando le dije a Arnold que la mantuviese calmada, corrí hacia el exterior del hospital en busca de su hijo. Sin embargo, cuando logré salir al exterior luego que muchas personas entraban y salían, me percaté de que una gran cantidad de humo cubría el frío ambiente de la calle. Aunque estaba bien protegida por el traje, no podía ver bien entre el polvo y la destrucción del área. No entendía qué carajo sucedía, pero mi deber era salvar vidas y proteger a un niño no sería la excepción a esa regla, aunque la situación no estuviese a mi favor.

Caminé varios metros, mirando de un lado a otro, entre las llamas y los escombros, fijándome en cada rincón que podía. Sin embargo, cuando estuve a punto de darme por vencida y volver al interior del hospital, escuché un sollozo a lo lejos y supe de inmediato que probablemente era el niño, Noah.

—¡Noah! —grité, pero continuaba llorando y no respondía—. ¿¡Noah, dónde estás!? —insistí, dejándome llevar por sus sollozos que se escuchaban más cercanos—. ¡No te preocupes! ¡Iré por ti, Noah! —le dije entre lágrimas.

Está bien, también estaba llorando y sentía que en cualquier momento me desplomaría completamente, emocionalmente y físicamente. Sentía que vivía una pesadilla que se había convertido en el mismísimo infierno y aún no entendía por qué. Entre escombros, humo, llamas y destrucción, continué moviéndome, hasta que decidí detenerme por un momento para sentirme impotente y desganada. Mis piernas temblaron como gelatina por el cansancio físico, causando que por un momento una de mis piernas fallara hasta caer casi arrodillada.

—Vamos, pequeña. No te rindas aún —de repente, unos anchos brazos me reconfortaron cuando un cuerpo delgado y fibroso bajo un traje de protección se agachó junto a mí.

—A-Andy —balbuceé, porque no podía creer que estaba a mi lado. Quería pensar que estaba alucinado por la situación en la que me encontraba.

—Sí, Aly —sujetó mi rostro sobre el traje de protección—. Soy yo, tranquila —me dijo al tragar saliva, aunque parecía asustado y temeroso. Jamás había visto tal expresión en su cara, pero sí conocía esos ojos claros que tanto amaba.

—¡Dios mío! —lo abracé fuertemente, llorando sin parar—. ¡Sí eres tú! —no quería que me soltara nunca—. ¡No puedo creerlo! ¡De verdad estás aquí!

Cuando nos separamos por un momento, ambos nos miramos fijamente. Por alguna razón, los dos necesitábamos comprobar que estábamos bien, a pesar de todo. Entonces, solo me bastó escuchar algo muy típico de él para saber que no estaba alucinando:

—Hola, jovencita.

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