Augsvert II: El exilio de la...

By sakurasumereiro

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En el reino de Augsvert la princesa Soriana intenta convertirse en la mejor hechicera de todos los tiempos co... More

Antes de leer
Mapas
Capitulo I: La casa Sorenssen (I/II)
Capitulo I: La casa Sorenssen (II/II)
Capitulo II: El palacio Adamantino (I/II)
Capitulo II: El palacio Adamantino (II/II)
Capitulo III: La fiesta del Sol
Capitulo III: La fiesta del Sol (II/III)
Capitulo III: La fiesta del Sol (III/III)
Capitulo IV: Un libro misterioso (I/V)
Capitulo IV: Un libro misterioso (II/IV)
Capitulo IV: Un libro misterioso (III/IV)
Capitulo IV: Un libro misterioso (IV/IV)
Capitulo V: Un secreto revelado (I/III)
Capitulo V: Un secreto revelado (II/III)
Capitulo V: Un secreto revelado (III/III)
Capitulo VI: La magia de Morkes (I/III)
Capitulo VI: La magia de Morkes (II/III)
Capitulo VI: La magia de Morkenes (III/III)
Capitulo VII: Conspiración (I/III)
Capitulo VII: Conspiración (II/III)
Capítulo VII: Conspiración (III/III)
Capítulo VIII: Cumpleaños
Capítulo VIII: Cumpleaños (II/III)
Capítulo VIII: Cumpleaños (III/III)
Capitulo IX: Los Tres Picos
Capítulo IX: Los Tres Picos (II/III)
Los tres picos (III/III)
Capítulo XI: La última jugada
Capítulo XII: Prohibido amor (II/V)
Capítulo XII: Prohibido amor (III/V)
Capitulo XII: Prohibido amor (IV/V)
Capítulo XII Final: Prohibido amor (V/V)
Epílogo

Capítulo XII: Prohibido amor (I/V)

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By sakurasumereiro

Undécima Lunación del año 292 de la Era de Lys. Aaberg, la Ciudadela. Palacio Adamantino.

No supe cuantos días después de la Asamblea sangrienta permanecí en mi habitación, los sueños y las pesadillas se me confundían con la realidad. Volvía a ser habitual encontrarme tendida en mi cama, sin más deseos que desaparecer.

Sentía entrar a mi madre a mi habitación. A veces me hablaba con voz suave, peinaba mi cabello, me alentaba a levantarme. Otras entraba, y aunque empezaba bien, perdía muy rápido la paciencia. Entonces gritaba e intentaba sacarme de la cama a la fuerza. No me importaban ni sus amenazas ni sus súplicas. No quería estar afuera. No quería ver a nadie. ¿Cómo podría dar la cara después de lo que ella había hecho?

Y en eso estaba, tratando de ignorar al mundo exterior, cuando llegó una carta de Gerald.

Había olvidado por completo mi promesa de matrimonio. Con su carta en mis dedos me pareció descabellada, sin propósito, absurda. Una decisión que tomé sin pensar. Ni siquiera leí el contenido de la misiva. Alargué la mano, agarré pergamino, pluma y tinta y le escribí de vuelta para romper nuestro compromiso.

En los días que siguieron no recibí respuesta suya y tampoco me importó, quizá había herido muy hondo el orgullo del joven dreki y ya no quería saber nada más de mí. O tal vez me escribía para romper el compromiso después de lo que mi madre había hecho. De cualquier forma era mejor así.

Después de la breve interrupción de mi rutina depresiva, volví a sumergirme en la desidia y la soledad. Mis amigos no me visitaban, ambos estaban en el palacio Adamantino, engrosando las filas de los rehenes de mi madre. Hubiera deseado regresar. Ahora miraba con nostalgia hacia atrás a aquellos momentos en que iba con ellos hasta Rykfors y Aren pescaba, mientras Erika y yo nos bañábamos o ella me contaba sobre su amor secreto. Todo en aquel entonces era más simple. Me reí al recordar como sufría por pequeñeces, por no ser mejor en Tek brandr o por las tontas burlas de Englina, que no eran otra cosa sino un desesperado intento suyo por llamar mi atención.

De ella tampoco sabía nada, si había regresado o no, hasta que una lluviosa tarde de primavera salí de dudas.

Me había levantado porque ya no soportaba más ver a mi madre entrar a mi habitación cada día y permanecer allí un largo rato, hablándome, tratando de convencerme de sus motivos, de justificarse y de alentarme a sobreponerme a la impresión que lo sucedido había provocado en mí. Preferí salir de mi recámara y así huir de ella.

Ese día de finales de primavera paseaba por las galerías techadas que bordeaban el jardín interior frente al salón del fuego. Era un día nublado y borrascoso, de esos que solían anteceder al verano. Sin nada mejor que hacer, me senté en uno de los kioskos a ver caer la lluvia. Entonces Englina apareció. Estaba más alta, se había vuelto más mujer y a pesar de su mirada taciturna, lucía más hermosa. Se acercó a donde yo estaba y tomó asiento a mi lado. No dijo nada, solo fijó sus ojos azules al frente y al igual que yo, se dispuso a contemplar el suelo empapado y los arbustos sacudidos por la incipiente tormenta.

Tenía un nudo atorado en la garganta, quería decirle algo sobre la muerte de su padre, cualquier cosa, y no hallaba las palabras. Englina lo resolvió hablando primero.

—Él iba a matarnos, a todas, Soriana. Primero a ti y a tía Seline y luego a mi madre y a mí, lo escuché cuando se lo decía a lara Hagebak.

Ella guardó silencio al igual que yo. Había querido sacar el tema a relucir y de pronto ya no deseaba hablar de aquello. La lluvia aumentó su fuerza y también el viento. Me abracé a mí misma porque sentía más frío, uno que me calaba muy hondo en el pecho.

—¿Cómo un padre puede hacerle tanto daño a su propia hija? No fui para él nada más que un medio para alcanzar su ambición. —Lágrimas silenciosas corrían por sus mejillas. Fue inevitable para mí pensar en mi madre, en lo que había hecho y en como me repetía una y otra vez que era lo mejor para mí, la única manera de protegerme—. Y mi madre no me perdona que lo haya desenmascarado delante de tía Seline. Cree que si primero se lo hubiese confesado a ella, lo habría hecho entrar en razón.

Ella suspiró, y otra vez nos quedamos contemplando la lluvia, como las grandes gotas estremecían las flores en los arbustos, hasta que de estos se desprendieron varios pétalos, incapaces los ramos de soportar la fuerza del agua y el viento.

—Tienes mucha suerte, Soriana, de que tía Seline haga lo que sea por cuidar de ti.

Dijo aquello mirando al frente. Todavía sin volver sus ojos claros hacia mí, se levantó. No me dio tiempo de decirle nada. Así como llegó, así se marchó, dejándome sumida en mis propias reflexiones. Ambas habíamos cambiado para siempre. De aquella prima hostigadora y altiva solo quedaba el recuerdo. La vida se encargaba de marcarnos con profundas cicatrices que nunca desaparecerían. Mi prima y yo, me di cuenta en ese momento, estábamos unidas por la soledad.

Decidí cambiar de actitud frente a la vida. No podía perdonar a mi madre por más que dijera que había matado a tantas personas para protegerme, pero tampoco podía continuar escondiéndome del mundo.

Empecé a levantarme cada mañana. Daba un paseo por los jardines y dejaba que el sol de finales de primavera me bañara, que su calidez apartara un poco el frío de mi corazón. Después pasaba casi todo el día sumergida entre los libros de la biblioteca.

Al principio solo leía las leyendas de épocas arcanas buscando entretenerme, pero cuando noté que ellas contaban las historias de los dioses o antiguos héroes, empecé a pensar en el libro misterioso y en aquel personaje: el dios escindido Erin.

Leía y buscaba datos que explicaran quien era ese personaje, tal vez de ese modo hallaría el origen de la magia del libro. Pero no encontré nada. Ninguno de los libros que leía hablaban de ese dios ni de ninguna magia diferente a la de Lys y a la de Morkes. En algún momento consideré descender a la sala secreta, pero deseché la idea, no quería más problemas.

Mis días pasaban de esa forma. La búsqueda del dios se convirtió en un escape que me alejaba de los recuerdos y de la realidad que me atormentaba.

Quería regresar a Heiorgarorg, estar con mis amigos, pero mi madre no lo permitía. Por fortuna el cumpleaños número diecisiete de Erika llegó antes de que pudiera darme cuenta y me sacó de la melancólica monotonía de mi cotidianidad.

Mis amigos regresarían desde el palacio Adamantino para celebrar el cumpleaños de Erika y su presentación como nueva lara de la Asamblea.

A su regreso a Aaberg, el primero en visitarme fue Aren.

Hacía tanto que no lo venía y tanto lo había añorado, que me permití arrojarme en sus brazos cuando lo vi entrar en la sala blanca de la biblioteca. Él me estrechó muy fuerte mientras repetía una y otra vez lo mucho que me había echado en falta, cuanto quería verme y me preguntaba si me encontraba bien.

Salimos de la biblioteca y fuimos a pasear por los jardines exteriores. Charlamos toda la tarde, primero de mi estado de ánimo y de cómo afrontaba lo sucedido. Necesitaba tanto hablar que le abrí mi corazón, le relaté los horribles acontecimientos de la Asamblea sangrienta y lo que eso me hizo sentir. Él tuvo el suficiente tacto como para no ponerse del lado de mi madre y decirme, al igual que hacían todos, que la culpa había sido de los traidores, que la reina lo único que hizo fue cuidar nuestros intereses.

Aren me consoló. Una y otra vez me aseguró que las cosas estarían bien y que fuera de palacio realmente nadie nos odiaba. Incluso me dijo que algunos sorceres alababan el actuar de la reina, su fuerza al aplastar la conspiración y no perdonar la traición. Por supuesto, no sabía si era verdad o si él nada más lo decía por hacerme sentir mejor.

Él no lo mencionó y yo evité preguntarle por Davien y los otros compañeros, descendientes de los traidores, que mi madre había sentenciado a muerte.

Después charlamos sobre la situación en el palacio Adamantino.

—Sí, han reforzado la vigilancia. —Mi amigo se llevó a la boca uno de los pastelillos de lavanda y almíbar de naranja que las doncellas habían traído—. Los soldados continúan patrullando, pero no ha ocurrido ningún incidente. Llegas a acostumbrarte a su presencia, hasta el punto de no notar que ellos están allí. Aunque no podemos salir del palacio sin consentimiento de los maestros. Es mejor así. Al parecer los alferis se han atrevido a subir a Heiorgarorg. Se rumora que están muy cerca de los lindes del domo y planean un ataque. Han partido desde allá hacia Ausvenia varias expediciones del ejército negro, quieren determinar cuál es la situación real.

Me sorprendieron mucho sus palabras. El último ataque de los alferis había ocurrido antes de la muerte de mi padre, hacía más de quince años. Desde entonces nuestros enemigos se mantenían en calma. Tal vez era tiempo de superar mis traumas y asumir mi lugar como futura reina de Augsvert, hacerle frente a la situación con nuestros enemigos que en algún momento me tocaría encarar.

Me contó también cuál había sido el desenlace de Los tres picos. En Ausencia de Augsvert los vencedores se distribuyeron entre Vergsvert, Briön y Holmgard.

—¿Y Gerald? —le pregunté asombrada de que no lo mencionara entre los ganadores. Mi antiguo prometido era bastante buen hechicero y hábil espadachín— ¿No figuró entre los primeros lugares?

Aren arrugó la frente y la nariz, en aquel gesto que hacía cuando algo no le gustaba.

—Veo que no lo sabes. Lo encontraron haciendo trampa. Al parecer bebía una pócima a base de Nareg, destinada a incrementar la fuerza física y la resistencia. Fue descalificado.

Mi sorpresa fue máxima. Me sentí muy mal por no tener conocimiento de ese hecho y aún peor al recordar que había roto nuestro compromiso. Seguramente había pensado que lo hacía por su destitución de la competencia, que me avergonzaba de él o que estaba enojada.

—Creí que lo sabrías —dijo Aren devolviéndome a la realidad—, ya que están prometidos.

Parpadeé varias veces, sentí como el rostro se me enrojeció de repente. Pude haberlo hecho y no lo hice, no le dije a Aren que había roto el compromiso. No quería pensar más en el amor. De decirle hubiese tenido que enfrentarme de nuevo a lo que sentía por mi amigo y yo no me sentía preparada para enmarañar más mi estado anímico con complicados sentimientos románticos. Era mejor que las cosas siguieran como hasta ese momento, Aren y yo siendo buenos amigos.

Cuando él se fue dejó en mi pecho una inefable calidez que duró hasta que llegó el día de la celebración del cumpleaños de Erika.

***¡Hey! ¡Hola a todos! Les confieso que casi no publico nada, ha sido un día atareado, pero ya ven, aquí tienen el inicio del final. Así es, señores, este es el capítulo final de la novela que, he calculado, tendrá 5 partes, las cuales aún no escribo T-T (aunque están listas las esclaetas de cada capítulo), así que ¡ha preparar esos pañuelos!

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