El bufón busca su cordura © T...

By SamanthaHirszenberg

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❝Nadie sabe lo que el rey desea y el bufón perderá la cabeza por ello❞ Se ha visto a la maldad sollozar por e... More

00. ¿Cómo juzgar?
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Gran Diccionario De Wiggs
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Extra I
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By SamanthaHirszenberg

Un rey bondadoso

    Los aposentos del rey yacían en completa obscuridad desde que el sol se avistaba desde el alba hasta que se escondía tras el ocaso. Y Tae Hyung von Rosewald fue llamado como cada noche en la que su majestad no podía conciliar el sueño. Como en su cumpleaños número dieciocho, en el que La Bestia de Verx fue llamada hasta su camastro, y había disfrutado de su rostro vendado en sedas borgoñas y burlas de carmín. Von Rosewald había llegado acompañado de un guardia que entre empujones y miradas desaprobatorias lo adentró en los aposentos de su majestad. Los dejó a solas cuando el adolescente más poderoso de los Tres Reinos batió el dorso de su palma en señal de que se fuera. Mientras tanto, Tae Hyung mantuvo en sus trémulos labios las ansias, picando por clamar sus tontas plegarias, plegarias de las que Jeon nunca se burló, sino que, por el contrario de lo que le habían hecho pensar fuera del castillo, fueron escuchadas con el respeto que se le debe a un catedrático o a un santo.
Había en su álgida mirada una bondad acartonada, y casi descaradamente falsa. Pero, aunque el bufón lo notó, se las arregló para hacerle pensar que se había tragado la farsa.

    ¿Por qué hacía tal blasfemia?, ¿por qué en el sano juicio de los hombres se atrevía?, a fingir por un simple siervo.

    —Puedes hablar —susurró cuando le tomó de la barbilla para que le mirara. La reverencia se había quedado congelada en sus rodillas. Tae Hyung llevó las pestañas hacia arriba, conectando por primera vez en toda la noche con su mirada, oh, y qué mirada... —Habla para mí, ¿sí?
Los ojos redondos y centellantes del rey martillearon en medio de su pecho, como en un anuncio fúnebre.

    Una advertencia que antecedía a su muerte y a sus desgracias preambulatorias también. En aquel rostro aniñado bailoteaban los destellos de una tímida vela, la mitad envuelta en penumbras, y la otra, dedicada en cuerpo y alma a descifrar sus propósitos.

    Quizá entonces, de haber sido instruido en un poco de ocultismo, habría entendido que Jeon tenía ambas mitades dentro del alma, una en la que las llamas vitoreaban severas entre tus labios, en pasión e ira desenfrenadas… y otra en la que la perpetua obscuridad era capaz de tragarse todo cuanto quedara de sí mismo y de los demás.

    Dentro del castillo, nunca musitó palabra, ya que gracias a la procedencia de su idioma nativo, los trabajadores pensaban que les maldecía, que algún maleficio debía resguardar tras su lengua, pues nada bueno podía salir de una bestia tan... nefasta. ¿Qué otra cosa podía salir de los labios de un calaíta?

    No le dejan hablar. Pero el rey Jeon pide por su palabra, casi como si le pudiera que le recitase la biblia.

    Allí, guardados entre las recelosas piedras que delimitaban las paredes de su reinado, Tae Hyung estaba siendo invitado a hablar con su propia voz.

    Las cosas ya no eran como cuando niño, y temblaba de miedo al estar tan cerca de una persona tan ruin, ahora avanzaba con la barbilla muy en alto, y si bien el guardia terminó sus tareas y desapareció tras la puerta, pensándolo el ser más estúpido del mundo, todo ápice de falsa ignorancia desapareció de sus orbes si bien este desapareció.

    Entonces no tenías allí al estúpido bufón de la corte. Sino, por el contrario, aquella álgida mirada que emanaba del más puro adversario, se apacentó sobre sus finos orbes púrpuras, como en una advertencia y pronunció:

    —¿Qué quiere usted que recite, rey mío?

    —Recita, una y mil veces —exclama Jeon en un susurro—, qué es aquello que más aprecias en tu rey.

    —Eso es sencillo, majestad —responde Tae Hyung en un susurro, tomando suavemente los labios de Jeon y depositando un enorme beso, allí, en sus belfos rojizos—. Su bondad.

28012021 | Love, Sam 🌷

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