Apoyas tu mejilla contra la palma de tu mano y pinchas su mejilla con tu dedo índice un par de veces. Ves como su expresión se suaviza un poco antes de girar a verte.
—¿Sucede algo? —te pregunta. Pero tú sólo sonríes y niegas con la cabeza.
—Nada en especial. —dices, pinchando su mejilla una vez más— Es sólo que... Realmente eres adorable.
Miras como sus mejillas toman un leve color rojizo, y eso hace que una expresión de ternura se forme en tu rostro.
—Sí, muy adorable.
—¿Quieres parar? —él se aleja de ti, moviéndose un poco más hacia el rincón de la mesa en la que están sentados.
No tardas en acercarte a él y enrollar tus brazos en su cuello, acercando su rostro al tuyo. Sus mejillas comienzan a arder por el repentino acercamiento, no importa cuantas veces lo hagas, siempre le avergonzará aquella acción.
Él te mira de mala manera, queriendo que no te fijes tanto en su sonrojo pero tú sólo sonríes un poco más y pinchas nuevamente su mejilla con tu pulgar e índice, apretandola suavemente.
—Oh vamos, Souya, ¿Por qué siempre estás enojado?
Aah, él ya no sabe si maldecir o bendecir el día que lo elegiste...