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UNA AYUDA
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Hace unos días ha empezado a hacer frío, ya no voy tan a menudo a la piscina. Si no tengo nada que hacer, como hoy, agarró la motocicleta y doy una vuelta por la playa, solo, notando el viento en el pelo, la arena entre los dientes y ese aroma, esos colores que me sosiegan. Deambulo con la moto durante horas sin rumbo fijo, sin ver a nadie.
Vivo el instante, sin mirar adelante ni atrás. Existo.
Entre la ciudad y la playa hay más o menos tres kilómetros. Justo cuando estoy a mitad del camino
veo a lo lejos a una chica con problemas de su moto, me detengo y tocó el claxon. Veo que se sobresalta y se asusta ya que es de noche y no hay nadie cerca.
Me paro a una distancia considerable y se voltea para observarme. Luego me quitó el casco y reveló mi verdadera identidad y se queda boquiabierta. Es tal la sorpresa que tiene que hasta piensa restregarse los ojos, pero se reprime. Delante de mí, más silencioso que nunca, está ella. Sadie, mi artista solitaria.
—Vaya, eres tú… —suelta expulsando a la vez todo el aire que ha contenido
—si soy yo. —Le conteste tan bobo.
—Me has asustado —añade sonriendo. —Eh pinchado —me dice y, con ojos implorantes me pide—: ¿Me echas una mano?
Sin pronunciar palabra bajo de mi motocicleta con gestos comedidos y lentos, pongo el caballete, me acerca a ella y me agacho para examinar la rueda.
Me es extraño que se comparte de esa manera, peor decido responderle.
—¿Tienes el espray? —le pregunto sin dejar de observar la rueda.
—Sí, pero no sé usarlo.
Me lo tiende, ese espray ayuda a sellar temporal los orificios que pudo haber causado una pinchadura pequeña.
Mientras tanto termino de ayudarla y del resto se ocupa Sadie, al cabo de diez minutos tiene una flamante rueda, al menos por ahora.
Me da las gracias, se encoge de hombros y a continuación me pide un pañuelo. Al buscar los kleenex encuentro también el tabaco y le ofrezco un cigarrillo. Niega con la cabeza y coge solo los pañuelos; mientras se limpia las manos con delicadeza y paciencia, alza los ojos dos veces para poder verme, y al hacerlo su mirada se cruza con la mía. Entonces noto que la suya no es la habitual indiferencia que me dedica en clase, esta vez me parece más cohibida, de manera que decido desvía mi mirada hacia la moto.
—No es el sitio más idóneo para pasear a estas horas —comento con semblante preocupado, al tiempo que ella tira el pañuelo al otro lado de la calle.
Lo recogería después de que se vaya para tirarlo a un bote.
—Estaba volviendo a casa —me dice con calma—, pero luego… —Y me señala la rueda con el pie.
Miramos unos segundos la moto, como si pudiese hablar y decirnos lo que opina, y luego nos escudriñamos de nuevo. Ahora que no estamos en presencia de una clase que nos espía es muy diferente lo cual es muy raro.
—Bueno, pues ya está arreglado —digo y sonrío levemente.
—Muchas gracias—contesta, y me sonríe por primera vez. Es una sonrisa a medias, no una de esas que te desplazan las mejillas y te achican los ojos, pero es bondadosa, así que me reconforta.
—Nos vemos mañana en el instituto.
—De acuerdo.
Se vuelve hacia su moto. Dejo que ella arranque primero para poder recoger el pañuelo que dejó tirado y ya con el pañuelo en la bolsa, la sigo hasta que llegamos al centro; luego, en una rotonda, toca dos veces el claxon y, al mirar por el espejo retrovisor, veo que alza una mano para despedirse antes de alejarse.
Me paso la noche pensando en ella, como si fuese la chica que llevara persiguiendo toda la vida y que hoy, por primera vez, me hubiera dirigido la palabra. Me siento una estúpido, aunque a la vez un poco eufórico.
¿Será que me gusta?
Pero con seguridad puedo decir que desde hoy algo cambio en Sadie.
O tengo la percepción de la realidad alterada, es más seguro que esta última.
El día de hoy por lo que ha pasado en la noche, no me da sueño, me siento con demasiada energía.
Me levanto de la cama y me pongo ropa de gimnasio, tenemos una corredora y creo que es momento de usarla.
Voy a la habitación donde esta la corredora y al entrar esta todo oscuro solo se ve la luz de la luna filtrándose por la ventana que no tiene cortina.
Decido no poner la luz, así a oscuras esta bien, puedo apreciar la soledad de la noche.
Me pongo mis audífonos y procedo a escuchar lo primero que me sale al reproducir Spotify.
Me pongo a correr de manera lentas, para calentar el cuerpo y que no me de un calambre al no haber estirado ante.
Con cada paso la velocidad aumenta y me siento libre.
Me imagino un pasto, unas flores alrededor de mi, algo demasiado bello como para no querer estar ahí. Comenzó a sentir la brisa, el olor de las flores.
Corro, corro y no paro, es tan distinto a nadar pero me hacen sentir igual, como si no existiera lo demás, solo yo y mi imaginación.
Siento el sudor correr por toda mi espalda.
Llega un punto donde mis piernas ya no dan más, me arden los músculos, siento que encua momento caeré pero necesito sentir que aún vivo.
Corro con más fuerza, saco todo la energía que tengo y pongo también mi mente, la mente es tan poderosa que me provoca escalofríos.
Después de unos 20 minutos más corriendo sin parar, me mente colapsa y por unión, mis pulmones, corazón y piernas cesan.
Me siento en el piso tratando de controlar todo mi cuerpo, mientras escucho a imnotshane de fondo.
Me gustan muchas canciones de él, esta en específico me hace pensar mi vida amorosa pero aun asi puedo apreciar las letras.
Cuando recupero un poco de energía me levanto de donde estaba y me dirijo a mi cuarto para bañarme.
Después de unos 20 minutos bañandome, salgo para vestime con una pijama, me acuesto, estar cansado y limpio es la mejor sensación para descansar, después de cenar mis ojos un momento puedo sentir el sueño invadiendo de a poco mi cuerpo, hasta ya no sentir nada.
Duermo tranquilo.
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Hola aquí les dejo la canción que estaba escuchando, maybe my soulmate died.
Besos.