Levane Y Las Almas Desorienta...

Por Ciodesa

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Con el misterioso fallecimiento de la abuela de Levane, surge la idea de mudarse a su casa para ahorrar gasto... Más

Prólogo
Parte 1
Capítulo 1: Mi alegría de la tarde
Capítulo 2: Un postre amargo
Capítulo 3: Serena melancolía
Capítulo 4: Penitencia
Capítulo 5: Esencias arcanas
Capítulo 6: Fósiles
Capítulo 7: Celaje
Capítulo 8: El elixir del náufrago
Capítulo 9: Cultivo
Capítulo 11: Midas
Capítulo 12: Destello de humanidad
Parte 2
Capítulo 13: El tiempo lo dirá
Capítulo 14: Vajilla de porcelana
Capítulo 15: Aguamarina
Capítulo 16: Aire
Capítulo 17: Arce dorado
Capítulo 18: Nova y Aponi
Capítulo 19: Palimpsesto
Capítulo 20: La venganza de Desdémona
Capítulo 21: Infusiones
Capítulo 22: Otro día en el paraíso
Capítulo 23: El micelio del firmamento de miel
Capítulo 24: El trance del éxtasis místico
Capítulo 25: Serendipia
Capítulo 26: Sombras borrosas
Parte 3
Capítulo 27: Tintineo de los difuntos
Capítulo 28: Dudas
Capítulo 29: Trébol de tres hojas
Capítulo 30: Hambre y sed
Capitulo 31: Lagori
Capítulo 32: Nuestra estrella más bella
Capítulo 33: Lágrimas de nácar
Capítulo 34: En un universo
Capítulo 35: Escultura
Capítulo 36: Figuras siderales

Capítulo 10: Protocolo

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Por Ciodesa

I

—Despierta —Una voz tétrica me sacó de mis fantasías. 

Estaba hundida sobre mi excesivamente  blando colchón de espuma. 

Las sábanas se habían deslizado hasta el suelo e inmediatamente sentí el frío de la noche recorrer mis huesos. 

Estaba acomodando mi cama para dormirme nuevamente, cuando volví a escuchar un susurro en mi oído.

—Está aquí, ten cuidado.

Los vellos de mi brazo se erizaron y confirmé que no se trataba de mi mente engañándome.

El cuarto estaba a oscuras casi por completo, la luz de la luna llena y las estrellas parecían ser la única compañía brillante. 

De repente, un ruido estrepitoso en el piso de abajo acentuó la inquietud en la atmósfera.

Mi primer impulso fue el de ir a la habitación de mis padres para avisarles de la existencia de un posible intruso en la casa.

No era raro que escuchara cosas por estas horas, pero el chirrido tan fuerte de hace unos segundos no era signo de un espíritu normal.

Me sorprendió que ni siquiera Coco saliera a ladrar desde el cuarto de mi hermana como efecto de lo ocurrido.

No tenía más opción que ir en busca de mis papás y atravesar el pasillo de puntillas tratando de hacer el mayor silencio posible.

Mi respiración era acelerada y mi corazón latía como el tambor de una tribu del África Subsahariana. Podía notar como el pánico crecía a cada paso.

Cuando vi la puerta de la recámara ante mí, una pequeña sensación de alivio recorrió mi ser. 

Comencé a mover a mi mamá lentamente para que reaccionara. No abría los ojos.

Con desesperación movía su hombro con más fuerza, sin embargo, los intentos eran en vano porque sus párpados se mantenían en su lugar. 

Coloqué la palma de mi mano sobre su nariz con la intención de corroborar si estaba viva, afortunadamente era así. Sólo que su respiración era pesada, seguía en el sueño profundo, lo que me hizo pensar que probablemente se había tomado unas muy buenas pastillas para dormir o esto era algún tipo de pesadilla extremadamente realista.

Sea como fuera, tenía que avisar a un mayor. No estaba del todo segura de cómo podrían proceder, no obstante, sabía que era una de las primeras cosas que se hacía ante una de estas situaciones. Buscar un adulto responsable.

Con esperanzas probé despabilar a mi papá que se encontraba a un lado. Nada.

Lo mismo que con ella, estaba petrificado como si se hubiera pinchado el dedo con la misma rueca de la Bella Durmiente. 

Otro estruendo alarmante hizo eco. Mierda, mierda, mierda. Hoy iba a ser la fecha de muerte para alguno, a menos que sólo fuera un ladrón interesado en los asaltos con limitada violencia. Su poco sigilo hacía evidente que no era un simple hurto.

Pensé en volver a mi cuarto en busca de mi teléfono, quizás llamar a la policía.

Todavía me cabía la duda de si se trataba de un humano o un animal salvaje, y no sé qué me pasó por la cabeza que decidí bajar para cerciorarme.

Tomé lo primero que tuve al alcance que fuera potencialmente peligroso. Una lámpara. A primera vista un poco inofensiva, pese a ello, sabía que con un tanto de firmeza podría dejar inconsciente a alguien.

A medida que avanzaba observaba en todas direcciones buscando una imagen espantosa a mi alrededor. 

Me sentía como en un documental del reino animal tratando de convencerme de que era el depredador y no la presa.

Le imploré al piso de madera que por esta vez me ayudara y no fuera como en las películas de terror, uno de los mayores delatores.

Parece que escuchó mis súplicas porque los crujidos fueron bastante leves a comparación de otras veces, lo que me permitió acercarme con facilidad hasta la razón de mi martirio.

Ahí estaba, una persona alta, de cabello largo grisáceo y una toga que le llegaba hasta los pies. 

Era escalofriante, aunque su figura se me hacía conocida.

Quise acercarme más, pero a último momento el suelo me engañó, provocando que yo diera un respingo y me colocara rápidamente detrás de una columna, el sujeto se volteó en torno a mí, inmutado. Allí la vi.

La misma Ángela que me había atendido hace unas horas se encontraba estática en mi sala. 

No me pudo ver. Por lo que siguió con lo que sea que estaba haciendo frente al cuadro de flores púrpuras.

¿Qué era lo que quería aquí? Ángela sabía bien que nosotros éramos más pobres que ella. 

Recordé que incluso hasta los ricos robaban, así que podía esperar cualquier cosa.

O eso creía, hasta que vi lo que sucedió a continuación.

Sacó algo peludo de su bolsillo, pensé que era un objeto cualquiera. Al achinar mis ojos y agudizar mi oído noté que se trataba de un pollito. 

Su canto era muy sutil como si le hubieran dado algo para que estuviera adormecido.

Era igual a Chopin ¿Había posibilidad de qué fuera él?

El aire estaba demasiado denso y me sentía más torpe de lo usual. Intuía que algo iba a pasar. Esto ya de por sí, era singular.

Mis ojos estaban clavados en sus acciones y pude divisar como sostenía al animal sobre ambas palmas.

Parecía una especie de ritual.

Luego lo sujetó y con una destreza inesperada giró su cuello. Crack.

Un pequeño grito fue expulsado por mi garganta, acto seguido tapé mi boca con intención de contener lo que ya había salido. 

Esta vez al rotar sobre su eje la mujer se vio verdaderamente alterada, el polluelo sobre sus manos se había desvanecido como polvo y con fluidez salió caminando de allí. 

La perdí cuando se adentró en la cocina.

Me mantuve quieta donde estaba por un par de minutos más, en los cuales unos cuantos sollozos se escaparon. Me quedé tratando de entender lo que había ocurrido.

II

Me gusta vagar, luego de que la escuela termina, por las diversas atmósferas que tiene mi pueblo. 

El camino hasta el lugar en donde vivo es largo y se me hace tan bonito ver como una escena de frescos y abundantes sauces llorones se diferencia tanto de un herbazal dorado de donde comen los caballos. 

El trecho se me hace relajante después de una mañana atareada en la que lo único que hago es escuchar a profesores hablar por horas y tratar de mantenerme lúcida. 

Cuando finalmente llegué a casa, me sorprendí ante lo desolada que se hallaba. 

—Ya vine —vociferé sin obtener la respuesta de nadie— ¿Mamá? ¿Papá? —Ninguno de los dos replicó—. ¿Gianna, Bianca o alguien?

Dichosamente mis llamados dieron resultado, sentí el repicar de unas patitas aproximándose. 

Coco saltó sobre mí alegremente saludándome.

—Gracias por ser el único en aparecer ¿Sabes dónde están los demás?

Como si me hubiera entendido, me guío con calma hasta el jardín. Mis hermanas y mi padre estaban sentados en una mesa grande cubierta por un mantel de encaje. Mi madre estaba terminando de acomodar los cubiertos.

—¿Qué es esto?

—¡Comeremos afuera todos en familia con el aire primaveral! —mencionó mi mamá emocionada.

Estupendo. Para los adultos todos los problemas se arreglan haciendo fotosíntesis.

Llamó más mi atención el plato extra. Probablemente se habían confundido o tal vez alguien más se nos sumaría. ¿Vendría él?

—Es para Ángela —ella explicó cuando dedujo lo que estaba pensando—. La invité a almorzar trás toda la ayuda que nos brindó. No pude evitar hacerlo cuando nos obsequió esa tan deliciosa tarta de arándanos.

Creo que mi cara de espanto fue demasiado evidente para que luego todos me miraran más preocupados.

—¿Pasa algo, cielo? —inquirió mi madre.

—No, nada. Sólo me acordé que tengo que entregar un ensayo mañana.

Y parece que eso fue lo suficientemente convincente para que no hicieran más preguntas.

Me senté en una de las sillas que había e hice lo mismo que los demás, esperar a que se dignara a aparecer nuestra vecina psicópata. 

Todavía estaba aturdida por haber sido la espectadora de tan horrible escena, la cual estoy completamente segura de que fue real. Sin embargo, esa noche no tuve nada más que hacer que irme a dormir y confiar en que las cosas se solucionarían por la mañana. 

Y así fue, al levantarme para ir a clases ya todos estaban despiertos, por suerte despertaron. Nadie actuó como si hubiera pasado algo y, en consecuencia, yo hice lo mismo.

—El pollito no está en su caja —musitó Bianca en mi oído.

Al parecer no todo se enmendó. En estos momentos reír era lo único que me quedaba. 

Ángela había matado al pollito Chopin y yo la había visto hacerlo y ahora tenía que buscar una forma de decirle a mi hermana que su mascota no iba a aparecer nunca más porque a la señora se le ocurrió utilizarlo para su ritual satánico.

Está bien.

No pasa nada.

Todo va a estar perfecto.

No hay que sacar conclusiones desmesuradas.

—Hola, tesoritos —inmediatamente dijo la bruja pasando por la puerta.

Mi madre comenzó a hablar con ella y le ofreció un lugar en la mesa.

El odio que le tenía era gigantesco y me esforcé en que lo notara con mi mirada invasiva.

De un momento a otro, mi progenitora le pidió ayuda a su esposo para traer la comida y fue ahí que Ángela se acercó hacia nosotras y declaró murmurando:

—¿Lo estaban buscando a él? —Del bolsillo de su cardigan sacó a un diminuto animal amarillo.

A ambas nos causó sorpresa, pero mientras que en el sentimiento de Bianca predominó más el regocijo, en el mío fue la turbación. 

—Lo encontré en mi rosaleda antes de venir —agregó y se dirigió hacia mí—. Bianca me comentó sobre su desaparición esta mañana y que sus padres no sabían nada del tema. No se preocupen, yo jamás las expondría.

—Gracias —tuve que responder.

—De verdad, te lo agradecemos profundamente —manifestó mi hermana de forma más amena.

Estoy más desorientada que una brújula en el triángulo de las Bermudas ¿De qué se trata todo esto? 

Estaba casi convencida de que vi a Chopin morir. 

Puede que haya sido otro pollo o haya resucitado o reemplazado al nuestro.

Estoy dudando de mi sanidad, tal vez lo que vi la noche anterior nunca estuvo vivo. 

Pero entonces, ¿por qué se había metido Ángela a nuestra casa?

Mis papás trajeron el almuerzo, y aunque comimos ravioli, mi plato favorito, ese día lo sentí agrio.

III

Las cosas no podían quedarse así, era hora de pedirle a los fantasmas de la casa que me dieran una explicación.

Inevitablemente ellos sabían muchas cosas que los humanos no. Siempre están en las sombras, observando y analizando el mundo al que una vez pertenecieron.

—Por favor, Julien o Ambrosía, necesito hablar con alguno de ustedes.

Hoy era un nuevo día y me encontraba en el living, no había nadie en casa.

Esta vez, mis clases terminaron antes y decidí aprovechar el tiempo extra para venir lo más rápido que pudiera. 

No era extraño que saliera más temprano de lo estipulado, los profesores solían faltar o retirarse. 

En esta ocasión, no tuvimos historia porque el señor Olivo, irónicamente, se atragantó con una aceituna. 

Mi recomendación es que no coman un sándwich de muffuleta cuando están a punto de debatir sobre si Napoleón fue un líder inteligente o un tirano. 

Nos dijeron que nos vayamos, a la vez que el director le realizaba la maniobra de Heimlich ya que al parecer era el único capacitado en todo el establecimiento.

De todos modos… Ahora necesitaba concentrarme en lo de Ángela, estaba cansada de tanto misterio, y si los espíritus no eran capaces de contarme lo que sucedía entonces iría directamente a preguntarle a ella.

—Buenos días, princesa —proclamó Julien, quien surgió del vacío. Estaba sentado en una pose cómoda sobre el respaldo del sofá junto a Ambrosía. Ella lo miró desconcertada.

—Si ya pasó el mediodía —objetó ante sus palabras—. Buenas tardes, Leva —Sonrió hacia mí con terneza.

—Hola, chicos —continúe—. Tengo una incertidumbre que sé que me van a poder ayudar a resolver.

—Cuéntanos más, mientras que no sea sobre cómo revivir muertos, podemos colaborar. Pero si consigues alguien que sepa acerca de eso, nos gustaría ser los primeros a quienes les compartas la información —dijo el chico levantando las cejas de abajo a arriba repetidas veces.

—¿Acaso no te gusta poder saber todos los secretos de la gente? —cuestioné admirada.

—Eso sí, excepto por la parte dónde te enteras de lo que hacen las personas en el baño.

Ahora me da miedo que invadan mi privacidad.

—Esta bien, volviendo al tema… —proseguí—. Quería averiguar si ustedes saben lo que estaba haciendo Ángela aquí el otro día —revelé.

Entre ellos se miraron temerosos. 

Pude notar como Julien se tensó corrigiendo su postura y Ambrosía se mordió una uña. No sabían disimular.

—No conocemos nada sobre el asunto —respondió ella sin mostrar expresión en el rostro.

—¿Están seguros? —indagué en los ojos de ambos, los de Julien tenían un brillo tan intenso como extraño.

—Deberías dedicarte a pensar en otras cosas, como en la alfarería, la poesía o el croquet, es muy divertido, te lo recomiendo. En mis buenos años, yo era campeón —declaró el chico con entusiasmo. 

Sabía lo que hacía, no los iba a dejar que evadieran la cuestión tan fácil.

—Sí, tienes razón. De todos modos, ya tengo diversidad de intereses. Uno de ellos son los cuadros que parecen estar endemoniados.

A los dos les cambió la cara.

Lo sabía, esa pintura tenía algo que ver en todo el asunto.

—Es genial, una inclinación muy encantadora. De segu —él intentó aparentar pero Ambrosía lo interrumpió.

—Ya para, Julien. No es tonta, lo sabe.

—Entonces sí pasa algo —ataqué victoriosa.

—Claro que sí —garantizó ella—. Mas no te conviene meterte en esas cosas.

—No es que yo quiera, ellas me llaman.

—Pues diles que no te llamen —espetó y Julien liberó una carcajada.

—Lo digo enserio —entrecerré los ojos—. Si ustedes no me lo quieren decir, tendré que ir yo misma a interrogar a Ángela.

—No, no lo hagas. Ella no es alguien en quien confiar, es peligrosa —reaccionó alarmada.

—No me dejan opción.

—Levane, escuchanos —Julien se paró para tomarme por los hombros— Es por tu bien. Además de que no queremos perder a la única humana que nos habla.

Qué triste. Iba a hacerlo de todas maneras. Aún así, fue una tierna confesión.

Dejé un silencio en el medio para que ellos pensaran que realmente lo consideré.

—Está bien, amigos. Gracias por preocuparse.

—Gracias a ti por comprender —dijo Ambrosía y los dos levantaron las comisuras de los labios.

No me gustó mucho la idea de haberles mentido.

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