En el armario de Kim •TERMINA...

By Jhullyhanha

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❝A Kim le gustan las chicas y se ha esforzado en mantener ese secreto. Pero ahora que conoce a Lilian, sus se... More

💜 Bienvenida 💜
Sinopsis
0. Amberly y Sonia se amaban
1. Kim está en el armario
2. Solo Sandy no piensa con la pantufla
3. Addie no toma las mejores decisiones
5. Patrick no entiende a las lesbianas
6. Kim es la compañera de cama perfecta
7. Sandy es una heroína
8. Lili apuesta por un beso de Kim
9. Kim desconoce sus miedos
10. Sandy escucha con el corazón
11. Derek entiende mejor el concepto de relación abierta
12. Lili es una romántica de falsas esperanzas
13. Insomnio de madrugada
14. Kim no está acostumbrada al... calor
15. Diabla sabe coquetear
16. Kim le sostendrá el cabello a Lili
17. Sandy también necesita que la sostengan
18. Samuel tiene un buen instinto
19. Addie llora por todo
20. Alexa no recibe suficientes apapachos
21. Zoe canta hermosas las declaraciones de amor
22. Kim dice estar mejor de lo que siente
23. Rafael, Amelia y su secreto
24. Lili contó cada día
25. Sandy tiene las mejores ideas
26. Amberly es feliz
27. Kim intenta controlar su propia vida
28. Lili ya había perdonado
Epílogo
Agradecimientos
Nueva novela

4. Lili nunca salió del armario

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By Jhullyhanha


El primer inconveniente de nuestro viaje fue notorio cuando nos reunimos frente a la casa de Vicky y Mau; desde allí partiríamos una vez todos estuviéramos juntos.

—No consideramos esto en primer lugar —me dijo Addie en voz baja, mirando al grupo reunido—. Tenemos espacio para nosotros...

—¿Y para las maletas? —completé.

Siendo un viaje de mínimo siete días —aún no teníamos fecha de regreso—, era de esperarse que cada uno llevara mínimo una maleta mediana, pues siete cambios de ropa no son solo una mochila. Y ahora nos mirábamos unos a otros, todos haciendo los mismos cálculos y arreglos mentales que no le envidiarían nada a un jugador experto de Tetris.

Vicky se acercó a nosotras con un evidente gesto de preocupación.

—Tenemos un plan —dijo—, ¿quién falta por llegar?

—Lili —respondí—, ya hablé con ella, ya viene, no tarda mucho.

—Vale, contando, somos diez entonces. En el auto del tío de Samuel —Su amigo— cabemos cinco personas, algo apretujadas, pero si atrás solo vamos chicas, se puede. Seríamos Sandy, Addie y yo. Conduce Samuel y Derek al copiloto.

—Pero la camioneta de Mau es más grande —objetó Addie.

—Espera. Entonces nosotros cinco ahí. Alexa va con el pendejo de Patrick en la moto, pero no pueden llevar dos maletas ahí. Quedan Mau, Lili y Kim, ellos tres se irán en la camioneta con todas las maletas. Es más práctico.

Casi al tiempo de que terminase de decirlo, un taxi estacionó junto a nuestra comitiva. De allí se bajó Lilian con una maleta mediana a su espalda; vi que pagó el servicio y luego encaró al grupo, donde varios la miraban porque, creo, ninguno la conocía. Noté que se sonrojaba y casi me reí, pero luego sentí pena al ponerme en su lugar. Me buscó con la mirada y al verme se acercó a nosotras, casi aliviada.

—Hola, Kim. —Miró a las demás—. Hola.

—Ella es Lili —dije, luego señalé a cada una—. Ellas son Addie y Vicky.

Mis dos amigas asintieron con una sonrisa.

—Es un gusto. Estamos planeando los lugares porque somos mucha masa y poco espacio. —Vicky miró más allá de Lili, donde su hermano salía ya de la casa—. Tú, Kim y mi hermano en la camioneta, ¿te parece?

—Oh, yo voy donde sea, no se preocupen por mí.

—Maravilloso, ya me agradas. —Vicky le sonrió ampliamente—. Entonces así quedamos. Vamos a organizar las maletas.

Tras varias protestas de Alexa porque dejamos su maleta demasiado abajo en la pila, logramos meter los 12 equipajes —Alexa y Addie llevaban dos cada una— entre el baúl de la camioneta, la parrilla del techo y dos de los tres asientos de atrás. En el restante se acomodó Lili y yo iba de copiloto de Mau.

Nos tomó casi cuarenta minutos estar listos para salir, pero una vez todos nos subimos y Alexa repartió en todos los GPS el nombre del pueblo al que íbamos, nos dispusimos a arrancar, más animados.

—¿Cómo vas ahí atrás? —preguntó Mau, mirando por el retrovisor a Lili. Se habían presentado justo antes de abordar la camioneta.

—Si giras con brusquedad, quedaré enterrada en maletas.

Mau sonrió de lado, luego sacó sus lentes de sol de la guantera y se los puso.

—Me aseguraré de ir con cuidado. Ponte el cinturón Kim, Kimy.

—No me digas Kimy.

—Suena dulce.

—Suena infantil.

—No te quejes, Kimy —dijo Lili desde atrás, burlona—. Sí suena dulce.

Mau giró su cuello para mirar a los ojos a Lili, sonriendo de oreja a oreja.

—Tú y yo nos llevaremos bien.

Suspiré antes de recostar la cabeza hacia atrás.

—Y yo sufriré en este viaje —gruñí.

Lili, abriendo la ventanilla justo cuando Mau salió tras el auto de Samuel, replicó en tono divertido:

—Me aseguraré de que también te diviertas, Kimy.

Quise preguntarle si se refería al viaje en carretera o a todas las vacaciones que nos esperaban.

No me atreví a decir nada.

***

La salida de la ciudad estuvo un poco caótica porque había un par de vías cerradas, así que la primera hora de viaje solo nos sacó de la ciudad. Fue hostigante el tráfico, pero una vez en carretera, todo fluyó mejor. Nuestro viaje de cuatro horas se transformó en más de cinco, así que cuando íbamos tres horas recorridas, acordamos detenernos en un paradero a descansar.

Cuando Mau estacionó, la moto de Patrick y el auto de Samuel ya estaban estacionados y desocupados. Mis amigas estaban estirando las piernas y de repente noté que, aún llevando todas las maletas, nosotros tres éramos los más cómodos.

El grupo se dispersó; unos fueron al baño, otros caminaron en la explanada de tierra alrededor de la edificación del paradero, otras —Sandy y Vicky— fueron a la tienda a comprar dulces para el resto del camino.

Lili se quedó conmigo luego de comprar dos botellas de agua y darme una; yo no compré nada. Viajar me quitaba el apetito; en caso de contradecir a mi cuerpo, sufriría náuseas y no estaba preparada para vomitar frente a mi crush.

—¿No tienes hambre? —preguntó Lili tras un rato.

—Tengo estómago sensible al viajar.

Dejé la mirada al frente, pero noté que la de Lili me recorría con sutileza.

—Me gusta tu vestido, el color te favorece.

Miré la tela aguamarina de mi falda, luego pasé mis manos por el pliegue de abajo, no muy segura de cómo responder... aunque el calor de mi rostro respondió lo suficiente.

—Gracias.

Estábamos sentadas en un muro bajo cerca de la gran puerta abierta de entrada. Lili movió su rodilla y la chocó con la mía, juguetona.

—Te voy a preguntar algo —anunció—. ¿Te das cuenta de que actúas raro conmigo?

El corazón se me aceleró, pero solo atiné a reír.

—¿Qué...? Eso no es cierto.

—Solo digo que si no quieres que tus amigas vean algo... extraño en ti —dijo, entonando con fuerza la palabra extraño—, no actúes como si te pusiera nerviosa mi presencia.

—No me...

—No me has mirado a los ojos ni una sola vez y te sonrojas con cada cosa que digo... Que no me molesta, a propósito, me gusta la imagen.

Me crucé de brazos, odiando a mis mejillas por delatarme. Mi pequeñísima y desastrosa cita con Lili había sido muchos meses atrás y mi plan nunca fue que ella notara que, pese a los meses, me seguía gustando.

Al parecer la sutileza me duró menos de cinco horas.

—Iré al auto.

Me puse de pie y caminé con algo más de enojo del pretendido. No era enojo con ella en sí, sino con mis reacciones a su presencia; me pregunté en qué me había metido al invitarla. Tonta, tonta.

Frené cuando llegué a la camioneta, pero Mau no estaba cerca para sacar el seguro de las puertas, así que recosté la espalda allí mientras él volvía. Lili llegó dos segundos después.

—No te enojes.

—No estoy enojada.

—En ese caso, tu gesto de alegría me confunde.

Lili se apoyó en el auto también, pero sobre su puerta. Bebió más de su agua y me atreví a mirarla de reojo. Llevaba un pantalón amarrillo y holgado, que combinaba con su camiseta blanca que dejaba ver un poco de su abdomen. Tenía el cabello atado con un gancho azul, y un par de pulseras de hilos de colores adornaban sus muñecas.

Lucía tranquila, pero no era solo esa calma que todos tenemos al no estar haciendo nada, era más como la serenidad de alguien que está contenta con el mundo, que sabe que lo tiene todo, o al menos que así lo percibe. Lili se veía como el tipo de chica que observas y sabes que no le teme a la vida, que nada la intimida, que nada la limita.

—¿Cómo lo hiciste? —murmuré sin darme cuenta. Los ojos de Lili me buscaron.

—¿Cómo hice qué?

Aclaré la garganta y la voz me salió en un susurro tan bajo que temí que no me escuchara:

—Salir... salir del armario.

Mi pregunta la tomó por sorpresa; incluso a mí me tomó por sorpresa.

—No lo hice.

—¿Qué? ¿Tu familia y tus amigos no saben que tu...?

—Claro que lo saben. Pero no salí de ningún armario, porque nunca me metí en él. —Por primera vez en el día me atreví a mirarla a los ojos y eso pareció darle empuje para seguir hablando—. No tuve que hacerlo, siempre fue muy natural. No fue una confesión, no fue un miedo, nunca lo vi como algo raro. A los trece años cuando estaba con mi mejor amiga y ella me decía que le gustaba algún chico, yo le decía que me gustaba una chica y nadie me armó bronca por eso.

»Mi primera cita de verdad fue a los quince años y fue con una compañera del curso de inglés de los fines de semana, se lo dije a mi mamá del mismo modo que se lo diría si fuera un chico, ella me dio dinero y me dijo "ten cuidado, no te vayas muy lejos". Jamás me insinuó que estaba mal, ni me preguntó si estaba segura, ni me dijo que era una etapa. Nunca nadie me cuestionó.

—¿No te dio miedo que lo hicieran?

Lili se encogió de hombros.

—Supongo que, en este contexto, no me importa que me cuestionen. Soy así, Kim, con o sin apoyo, con o sin odio, no dejaré de ser lesbiana. Y ese es el punto, ¿sabes? Supongamos que mi madre me hubiera reñido, me hubiera dicho que iré al infierno y muchas cosas más; en este momento posiblemente no tendría una buena relación con ella, pero no dejaría de ser lo que soy.

Agaché la mirada.

—Lo haces sonar sencillo.

—Lo es, porque ser lesbiana no es una decisión familiar o de amigos. Es personal. Es tuya. Tu problema, Kim, es que lo ves como algo comunal, algo cuya opinión de todos los demás importa e influye.

Fruncí el ceño.

—Tú no me conoces —espeté—. No asumas cosas sobre mí.

Escuché el pitido conocido de los seguros del auto siendo abiertos y luego vi a Mau dirigiéndose a nosotras con la mirada en su celular. Abrí mi puerta y me subí en silencio.

—Les traje un turrón —dijo Mau al subirse, le tiró un paquetito a Lilian y el otro lo lanzó a mi regazo—. Puta señal, ni que estuviéramos en el fin del mundo —se quejó, tomando con fuerza el celular.

—Faltan menos de dos horas —dije—, vivirás.

—Más les vale que su conversación sea buena mientras llegamos.

Hubo silencio, pero Mau no lo notó tenso. Lili hizo su mejor esfuerzo por hablar todo el rato con él, yo, por otro lado... no dije nada en el resto del camino.

***

El segundo inconveniente, viéndolo con lógica, venía del mismo origen que el primero: mucha masa, poco espacio, como dijo Vicky.

La casa de la tía de Alexa era muy bonita. Ubicada en un vecindario colorido y hogareño, con árboles en cada esquina, jardines pequeños pero bien cuidados y gatos retozando en las calurosas calles, la casa de tres pisos se veía perfecta para un descanso como el que teníamos previsto... solo que lo habíamos previsto en primer lugar para cinco amigas, no para diez personas.

Alexa fue la primera que entró, buscando las llaves en la casa vecina donde su tía le dijo que las dejaría, luego ella entró sola, estuvo un rato ausente y salió con un gesto casi de disculpa.

Nosotros estábamos intentando repartir las maletas de la camioneta a sus dueños.

—De acuerdo —dijo Alexa en tono alto para que todos oyéramos—. La casa está amoblada con lo básico y eso fue gracias a mi tía: hay colchones para dormir, algunas sábanas y uno que otro traste de cocina. El resto va por nuestra cuenta. —Hubo un asentimiento general—. La mala noticia: hay poco espacio.

—¿Qué tan poco? —preguntó Addie.

—En el primer piso está la sala que es grande y un estudio con un sofá viejo en cada lado. El segundo piso tiene dos habitaciones grandes y el tercer piso una habitación pequeña.

—Tres habitaciones y un primer piso amplio con dos estancias —resumió Sandy, tomando la palabra y la autoridad—. Vale. Kim, préstame una hoja y un bolígrafo.

Me lo pidió porque yo siempre cargaba mi libreta en caso de necesidad. Mis amigas se burlaban, pero cuando tocaba anotar algo y no había o no servían los teléfonos disponibles para ello, yo era la heroína. Le pasé a Sandy lo que pidió.

—¿Para qué? —preguntó Mau.

—Formen parejas —replicó. Nos miramos pero ninguno se movió; estaba de más decirlo, teniendo en cuenta que Vicky, Addie, Alexa y yo llevamos un acompañante. Eso dejaba a Sandy y a Mau sueltos, y por ende, siendo pareja. Ella lo notó y lo miró—. Nos toca juntos, Mau.

—Vale. ¿Y ahora?

Sandy arrancó cinco pedazos de papel y escribió en ellos, luego sacó su monedero, vació las monedas en la mochila y puso los papeles ahí.

—Repartición de habitaciones. Cinco papelitos. Uno dice "cuarto pequeño", dos "cuarto grande" y dos "sala". Al azar para evitar discusiones.

—Es la casa de la tía de Alexa, ¿no debería ella tener una de las grandes? —dijo Patrick.

Sandy y Vicky, con su desprecio natural hacia Patrick, lo miraron con desdén, después desplazaron la vista a Alexa. Ella se encogió de hombros, como si no notara la tensión.

—Al azar está bien.

Vi que Patrick apretó la mandíbula. Deseé que tuviera que dormir en el patio.

—En ese caso... —Sandy elevó el monedero con los papelitos. Lo extendió primero hacia Vicky—. Empieza.

Ella metió la mano, sonriente, porque aún con todo, era emocionante saber quién tendría las habitaciones. No pensé ni siquiera en el hecho de que Lili dormiría, donde fuera, conmigo.

Vicky leyó su papel.

—Sala. —Suspiró con tristeza y miró a su amigo Samuel—. Nos tocó sofá.

—Desde que no ronques, no me importa si es en el suelo.

Todos sonreímos. Sandy pasó el monedero a Addie; Mau se tensó. Addie estaba muy cerca de Derek y nosotras sabíamos que Mau los miraba cada tanto en una mezcla de celos y rencor, aunque bien disimulado.

Más disimulado que yo mirando a Lili, al menos.

Addie sacó su papel.

—¡Habitación grande! —casi chilló. Elevó la mano y la chocó con Derek. Mau desvió la mirada, blanqueando los ojos. Seguro que preferiría a Derek durmiendo en el patio con Patrick—. La suerte nos sonríe.

—Va Mau —dijo Sandy—. Más te vale ganar habitación o...

—¿Por qué nosotros de últimos? —reclamó Patrick de nuevo.

Sandy blanqueó los ojos con fastidio.

—Falta Kim también.

—Y nos dejas de últimos.

—¿Sabes qué? Dale, agarra ya el puto papel —le espetó.

Patrick sonrió satisfecho aunque todos sentíamos la tensión del aire. Alexa no dijo nada. El novio de mi amiga estiró la mano con suficiencia y sacó su papel; lo leyó y arrugó tanto el ceño que las demás sonreímos con burla anticipadamente.

—¿Qué te salió? —preguntó Vicky con aparente amabilidad.

No respondió, sino que agarró su maleta y la de Alexa y se metió a la casa. Alexa recogió el papelito que él tiró al suelo y suspiró.

—Sala.

—Oh, el karma —dijo Mau en voz baja. Él casi ni conocía a Patrick, pero era fácil que no agradara. Sonrió ampliamente y me miró—. Tú y yo quedamos, Kimy, un cuarto grande y uno pequeño. De ti depende que duerma apretujado con Sandy o no.

—Por favor, saca la habitación pequeña —rogó Sandy, dramatizando—, déjanos la grande o moriré.

—Al tiempo —propuse. Mau asintió y yo saqué un papel, lo empuñé y él sacó el otro, también empuñado—. ¿Listo?

Noté vagamente que Sandy y Lili contenían el aliento.

—Listo.

Abrimos los papeles y Mau gritó:

—¡Tenemos la grande, nena! —Sacudió el hombro de Sandy y se agachó a tomar las maletas. Luego miró a Addie con intención—. Y somos vecinos de piso, Addie.

Ella palideció; Derek ajeno a todo.

Cada uno tomó sus cosas y empezaron a entrar en fila por la pequeña puerta.

—Habitación pequeña y en un tercer piso, es decir, escaleras —dijo Lili a mis espaldas, suspirando. No la miré; seguía algo molesta con ella—. Bueno, eso es mejor que la sala, supongo.

Subimos las escaleras delgadas y llegamos con poco aire al tercer piso. Había una terraza que ocupaba buena parte —y que hizo que viera con mejores ojos nuestra ubicación—, por eso la habitación era pequeña. Había un colchón grueso y de dos plazas en el suelo, además de un armario empotrado en la pared con unas cuantas sábanas; ese era todo el inmobiliario.

Dejé mi maleta sobre la cama, Lili se fue al baño —teníamos uno propio en ese tercer piso, otro punto a favor de nuestra suerte—. Mi mente se había encargado de huir de un pensamiento desde que empezamos a repartir habitaciones, pero cuando Lili regresó y se sentó en el otro lado del colchón para cambiarse los zapatos, no lo pude ignorar más: un solo colchón y dos de nosotras.

Sí o sí debíamos dormir juntas.

No cerca, sino juntas. 

🌻🌻🌻



¡Hola, amores!

Gracias por leer ♥ AMÉ escribir este capítulo, me tuvo con una sonrisa todo el tiempo, espero haya surtido el mismo efecto en ustedes ♥

Amo los clichés y el de "una cama, dos personas atraídas una a la otra", no podía faltar ajsjasja ♥ Me encanta.

Anticipadamente: van a shippear a cierta pareja además de Lili y Kim. No odien a Patrick tan rápido. Sandy queen ♥

♥ Nos leemos pronto ♥


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