Rewrite the stars

By Chuustich

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Después de ser expulsado por enfrentarse con varios compañeros, la preparatoria Kimetsu le da una oportunidad... More

Bajo las ridículas flores de cerezo
La bola de nieve sobre la pendiente
Dulce perfume
De mal a peor
Sentir por primera vez
Bajo la lluvia pt 1
Bajo la lluvia pt 2
Desastroso comienzo
Llamando tu atención
Mejillas rosas
Miedos, ayuda y amabilidad
Preguntas, respuestas y solicitudes
Decisiones Imprudentes
Primer día de viaje
Mala suerte
El demonio Akaza
Sentimientos y consecuencias
Buen alumno, mejor hermano
Tan solo una charla
Frustración
Douma
Las dos mujeres y el bebé
¿A dónde vamos?
Una plática sobre sentimientos
Celo
Buscando alianzas
¿Mentiras?
Frialdad y calidez
Distancia
Sorpresas y confrontaciones
Saber perder
La calma antes de la tormenta
El plan B
Quédate
Un nuevo amanecer
Bandera blanca pt.1
Bandera blanca pt.2
Tú eres para mí
Tipos de amor
Magia de Año Nuevo
Un paso después del otro
El primer día del resto de mi vida
Cuéntame al oído
Agradecimientos

Problemas de viejos conocidos

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By Chuustich

El profesor alto y de rostro sombrío se apresuró a guiar a Hakuji por los pasillos, alejándose rápidamente sin esperar a la profesora ni al gemelo de cabellos rosas, a pesar de tener que ir por el mismo camino. La profesora Kanae soltó una risa divertida ante aquello.

— Si que le diste problemas al profesor Kyogai. — dijo con voz tranquila, cantarina incluso. — Pero por favor no lo vuelvas a hacer.

Akaza aún no se sentía cómodo en aquel ambiente tan... distinto, por lo que lo único que salió de él fue un gruñido bajo que pretendía ser una disculpa. La joven maestra solo pensó que era un chico interesante. El camino fue en silencio, solo roto por el ruido de las pisadas de ambos y uno que otro comentario de la docente mientras presentaba los puntos importantes del instituto, aprovechando que pasaban por ahí. Hasta que llegaron al tercer piso del gran edificio central.

— Bueno, hemos llegado. Espero hayas memorizado todo el camino hasta acá. — le dijo antes de golpear con el índice su nariz. — Espera aquí hasta que te presente.

Kanae entró al aula, y nada más verla, los alumnos del tercero C se mostraron eufóricos con su presencia.

— ¡Profesora Kocho! — exclamaron encantados.

El pelirrosa levantó una ceja con curiosidad, sin entender del todo aquella reacción. Mientras esperaba que se le otorgará el permiso para pasar miró alrededor, buscando en los salones aledaños a su hermano, sin embargo parecía estar completamente solo.

— ¡De acuerdo, de acuerdo! Guarden silencio por favor. — pidió levantando un poco la voz al ver a los hiperactivos chicos tan felices por ella. — Hay un anuncio que debo de hacer.

— ¿Será nuestra tutora? — preguntó uno, seguido de un coro de vítores.

Akaza miró hacia arriba, pensando en que quizás se equivocó de escuela y había llegado a una guardería. En ninguna de sus anteriores escuelas los alumnos habían sido así de ruidosos.

— ¡Chicos! — volvió a exclamar. — No me hagan enojar, presten atención. — y de inmediato hubo silencio. — Gracias. En realidad quería presentarles a su nuevo compañero. ¡Pasa por favor!

Él suspiró al escuchar el estallido de murmullos y cuchicheos. ¿De verdad tenía que lidiar con eso mientras pretendía que no quería golpearlos a todos? Sin más opción entró al aula con paso firme y lo más rápido que pudo. Quería acabar con esa tortura llamada "presentación" ya. Llegó hasta estar frente a todos y esperó los acostumbrados juicios hacía su persona debido a su inusual apariencia. Fue entonces que un jadeo mucho más exagerado y sonoro que todos los demás llamó su atención.

Y al notar de quién provenía maldijo de nuevo a su mala suerte.

En el último asiento de la fila de enmedio, usando una falda descaradamente corta y el cabello blanco suelto, estaba un rostro horriblemente maquillado y familiar que lo hizo apretar los puños. Aquella chica se inclinó hacia su derecha, sin disimular siquiera, y cuchicheo con una persona alta, encorvada, esquelética y familiar también. Claro, era lógico que aquella niña berrinchuda no estuviera lejos de su hermano.

"Ugh, la bruja y su perro guardián" pensó.

— ¿Podrías anotar tu nombre y presentarte? — le pidió la profesora Kocho.

El pelirrosa frunció el ceño al tener que despegar sus ojos de los duros de Daki y los agresivos de Gyutaro, sin embargo no tenía opción. Les dió la espalda y escribió su nombre lo más rápido posible antes de volver a encararlos. La chica le sonrió divertida y levantó una ceja juguetona, esperando que hablara.

— Mi nombre es Soyama Akaza, gusto en conocerlos. — dijo repitiendo las mismas palabras que había ensayado desde su niñez.

— Háblanos un poco de ti, Soyama. Como por ejemplo... ¿Cuáles son tus pasatiempos?

Sabía que aquella linda mujer con sonrisa misteriosa y prendedor de mariposa estaba buscando ayudarlo, sin embargo no había hecho más que complicar las cosas. Que él supiera, no tenía un pasatiempo. Al fondo, Daki sonrió maliciosa, como si ella supiera exactamente cuál era y le resultaba divertido ver la decisión que tomaría. Está de más decir que la ira no tardó en llegar.

— Entrenar en el dojo de mi maestro. — respondió con firmeza.

Seguramente de haber sido cualquier otra persona, aquello no sería un problema, sin embargo con él había una línea delgada que puso a todos tensos. Sus compañeros se guiaron por su apariencia, sin embargo la profesora, que sabía la razón por la que fue transferido durante el último año, no lo tomó de la mejor manera. Hakuji tenía razón, seguía siendo guiado por esa parte irracional y furibunda que lo llevaba a ser siempre el más fuerte. Se preguntó en silencio si aún podía cambiar de opinión y decir que también le había empezado a interesar la cocina justo cuando descubrió que era muy bueno en eso.

Pero al parecer se tardó demasiado.

— Ya lo creo. Toma asiento por favor. — por primera vez en aquella media hora de conocerla, el tono de voz de Kocho Kanae tuvo un ligero cambio que lo tomó por sorpresa, había bajado varios grados en su calidez y tenía un toque afilado de advertencia, sin embargo sus movimientos siguieron siendo dulces y delicados cuando le señaló el tercer asiento de la primera fila como su lugar. — Chicos sean amables con él, por favor. Ahora, hay algo que debo aclarar. — continuó una vez toda la clase estuvo en sus lugares. — Me temo que no seré su tutora este último año. Su tutor se ausentará unos días por motivos de salud y se integrará a nosotros lo más pronto posible.

Hubo algunos reclamos que hicieron a Akaza dejar de prestar atención. Pudo escuchar vagamente que pedían aclarar la identidad de aquel profesor, y aunque escuchó el nombre, a él le daba bastante igual. Todos los docentes que había conocido eran iguales, y lo decía habiendo tenido bastantes profesores a lo largo de su vida, y aunque sabía que existían aquellos que de verdad querían ayudarlo, no tardaban mucho en darlo por caso perdido.

Se acomodó en su asiento con su mano izquierda sosteniendo su cabeza y se permitió prestar atención a clases, o mejor dicho, a los profesores que podían convertirse en un problema para él. Descubrió que todos le guardaban cierto recelo y lo miraban con firmeza cada cuánto. Pensó que era gracioso, ya le preguntaría a su hermano qué tal le había ido a él.

Cuando sonó la campana guardó el único cuaderno que utilizó y planeó marcharse de aquel salón tan ruidoso, sin embargo un peso extra sobre su espalda lo mantuvo quieto en su lugar. Con desagrado supo al instante de quién se trataba.

— ¿A dónde vas? ¿El gran demonio Akaza aprendió a huir? — le susurró Daki.

— ¿Por qué huiría de alguien como tú? — le siseó, moviendo su rostro solo lo suficiente para mirarla a los ojos. — Simplemente no tengo nada que hacer contigo y no me interesas.

Los ojos verdes de la chica se volvieron fríos y molestos. Se levantó y miró al pobre chico del asiento de enfrente con molestia.

— Lárgate. — le ordenó. Mientras el estudiante huía, Daki se sentó y se acomodó de forma que pudiera quedar cara a cara al pelirrosa. — Owww, vamos. Hace mucho tiempo que no nos vemos, podríamos ponernos al corriente. — pero Akaza no respondió, miró hacia fuera de la ventana con aburrimiento. Ella se impacientó. — ¡TE ESTOY HABLANDO! — nuevamente no hubo reacción alguna. — ¡GYUTARO!

De forma casi instantánea se vio cubierto por el alto cuerpo del mencionado, mientras ponía uno de sus largos brazos poco arriba de su cabeza. Podría ser uno de los más desagradables kabe-don que Akaza pudo imaginarse involucrado.

— Contéstale a Daki. — murmuró con su voz patosa y aburrida.

Para el momento los únicos que estaban en el salón eran los curiosos que veían en aquella pequeña lucha de poder un drama digno de telenovela, y no escondieron su asombro cuando el pelirrosa soltó una risa que parecía genuina.

— ¿Nunca aprendiste a cuidarte sola, verdad? — se burló, obligando a Daki a hacer un puchero.

— ¡No me hagas enojar! — gritó ella, acercándose a él hasta que sus rostros estuvieron muy cerca.

— ¿O qué? ¡Ah, ya sé! Gyutaro te defenderá, como siempre.

En ese momento sintió como el pelinegro se acercó más a él, aumentando su desagrado.

— Lo haría con gusto. — declaró, aunque su mismo tono plano no causó ni una pizca de intimidación.

Akaza se sentía tan claustrofóbico que sin importarle nada se levantó poco a poco, forzando al otro alfa a erguirse también. A pesar de ser más alto, quién parecía ser más intimidante en esos momentos inevitablemente era el de ojos dorados, quién no dejaba oculta su ira. Separó un poco los pies y se cuadró con firmeza, listo para un enfrentamiento.

— ¿Crees que estás en posición de hacer tal comentario, Gyutaro? — le siseó.

— Nunca nos interesó subir de nivel antes...

— Nunca lo hubieran logrado. — lo interrumpió.

La batalla de miradas continuó hasta que un fuerte grito los detuvo.

— ¡USTEDES! — rápidos pasos se escucharon y ambos alumnos se vieron empujados hacia atrás con sus ropas firmemente agarradas. — Sé que ustedes tienen el autocontrol de una bestia hambrienta, pero mas les vale que no los atrape de nuevo armando una escena, o su castigo no será nada agradable. — gruñó el recién llegado.

Akaza agregó otro rostro a su lista de profesores. El hombre que había llegado a separarlos era un poco más alto que él, su cabello era corto y blanco, mientras que sus ojos púrpuras eran afilados y salvajes. Algo que llamó su atención fueron las cicatrices de su rostro y cuerpo, preguntándose inevitablemente si sería un buen contrincante.

— ¡Profesor Shinazugawa, Gyutaro es inocente! — se apresuró a decir Daki, suavizando su tono hasta hacerlo tierno y desesperado. — ¡Akaza fue quién...!

— Me importa un bledo quién empezó. — la interrumpió el profesor. — A la próxima seré yo quien los arrastre fuera de la escuela, ¿quedó claro?

— Sí. — replicó el pelinegro.

Akaza no dijo nada, lo que llamó la atención del peliblanco, quien los soltó unos segundos después.

— ¡Bien! Como veo que no pueden comportarse, — dijo mientras se sentaba detrás del escritorio. — los mantendré vigilados hasta el sexto periodo.

— No queremos causarle problemas, profesor. — volvió a hablar la chica. — Lamentamos mucho esto, le prometo que no se volverá a repetir, puede ir a su siguiente clase sin preocupaciones.

— Ustedes son mi siguiente clase.

— ¡¿Eh?! ¡Pero es libre!

— Ya no. Ahora será matemáticas.

Los alumnos que se habían quedado, miraron a los tres protagonistas de la anterior telenovela bastantes molestos, y ninguno pudo hacer nada contra el odio del que eran receptores.

Daki y Gyutaro volvieron a su asiento después de eso.

La cena de ese día la hizo Koyuki, ya que los chicos estuvieron algo ocupados ayudando a Keizo con las clases. Bueno, Hakuji ayudó más que Akaza, pues ninguno de los alumnos se sentía del todo cómodo a su alrededor. Su maestro lo animó diciéndole que los chicos estaban más acostumbrados a su hermano que a él, que solo necesitaban tiempo. Pero no logró convencerlo.

— ¡Aaahhh! Cada día mejoras más en la cocina, hija mía. — exclamó el hombre. — ¿No lo crees, Hakuji?

El pelinegro le sonrió con cariño a su esposa y murmuró con un ligero sonrojo en sus mejillas:

— Está sabroso.

La joven se sonrojó ante el cumplido.

— G-gracias... Aunque siento que Akaza aún es mejor que yo.

Después de aquel comentario hubo un profundo silencio, haciendo que la atención de todos se volcara en el pelirrosa. Al notarlo, Akaza levantó la vista y se recuperó.

— ¡No digas tonterías! Esto está mejor que cualquier cosa que haga.

Pero la duda ya estaba en el aire.

— ¿Te encuentras bien? — le preguntó la chica.

— Ajá.

— ¿Y qué tal la escuela? ¿Alguien interesante? ¡Recuerda que tú y Hakuji me deben dar muchos nietos!

— ¡Papá! — exclamó la joven Soyama, cubriéndose el rostro.

Más allá de molestarse por el comentario, Akaza frunció el ceño. Quizá era mejor decirlo ahora para evitar sorpresas desagradables en el futuro.

— Daki y su hermano están en mi salón.

Los tres detuvieron lo que estaban haciendo, siendo Keizo el más afectado al encontrarse bebiendo.

— ¡¿Qué?! — exclamó. Claro que recordaría quienes eran, después de todo los había visto juntos cuando tenía que ir a recogerlo a la estación de policía.

— ¿Tu suerte es así de mala? — preguntó incrédulo Hakuji.

Su hermano le mostró el dedo medio, más no pudo negar nada.

— ¿Estarás bien? — le preguntó Koyuki.

El pelirrosa asintió.

— Estaré bien, sé que esos imbéciles van a tratar de hacer algo, pero nunca han podido...

— Ya déjalo. — interrumpió Hakuji. El pelinegro tenía una mirada difícil de leer. — No respondas a sus agresiones o esto no acabará.

— ¿Y qué debo hacer entonces?

— Quizá puedes empezar por ignorarlo o decírselo a algún profesor demostrando así que no es tu culpa.

— ¡¿Así que mis únicas dos opciones son dejarme golpear o pedir ayuda como si fuera un debilucho?!

— ¡No, te estoy pidiendo que actúes como lo que eres! ¡Alguien que ya no cuenta con segundas oportunidades!

Ambos se miraron fijamente a los ojos, furiosos. Hakuji fue el primero en bajar la mirada, no queriendo continuar con aquella discusión casi habitual. Akaza, por su parte, se levantó de su lugar a pesar de los llamados de Koyuki porque se quedara.

— Bueno, no se puede evitar. — suspiró Keizo con una sonrisa triste. — Solo espero que no se meta en problemas que se pueden evitar.

Su siguiente gran conflicto sucedió durante la clase de actividad física, durante un juego de béisbol. Akaza había sido colocado como bateador, mientras que Gyutaro se encontraba como pitcher. Simplemente había sido una mala idea. El de cabellos negros y verdes siempre había sido alguien perezoso en los deportes, por lo que su equipo no esperó mucho de él cuando fue obligado a participar, pero para sorpresa de todos, en esta ocasión hizo un lanzamiento impecable y brutal hacia el bateador de cabellos rosas. Tanto que este tuvo que esquivar un golpe directo a la cabeza.

— Hijo de... — gruñó Akaza al ver la sonrisa en el otro. Se puso en posición nuevamente y le sonrió como a un contrincante de soryuu. — ¡¿No te cansaste, enclenque?! ¡Tira de nuevo!

Al contrario se le borró la sonrisa por el insulto, y volvió a lanzar la bola con todas sus fuerzas. Sí, a pesar de verse escuálido y débil, Gyutaro era alguien bastante fuerte. Sin embargo Akaza ya estaba esperando ese golpe, por lo que usó todas sus fuerzas para golpear la pelota y mandarla a volar tan rápido que no pudieron seguir su trayectoria.

El profesor Tomioka sopló con fuerza su silbato.

— Van a reponer esa pelota. ¡Fuera los dos!

Akaza no dudó en demostrar su descontento azotando el bate al suelo y deshaciéndose de su estorbosa chamarra mientras iba a sentarse en una banca lejos de su grupo. No había tardado en sentarse cuando sintió el suave cuerpo femenino en su espalda.

— ¿Aún está en pie la propuesta de hace rato? — preguntó mientras pasaba sus brazos por su pecho. — Yo siempre tuve curiosidad.

Akaza la miró sin expresión alguna en sus ojos más allá de verdadero fastidio, mientras que ella le sonrió coqueta.

"La propuesta" de la que hablaba había salido a raíz de un regaño del profesor Tomioka, quien nada más entrar al salón y verlo le apuntó con la regla de madera que por alguna razón siempre llevaba y le dijo con rudeza: "No se permite teñirse el pelo". Akaza solo murmuró que ese era su color natural, no obstante el pelinegro le advirtió que no habría una próxima vez; o lo veía con el cabello castaño o lo llevaría a detención. "¿Por qué? Solo debe acompañarme al baño y se lo demostraré" había dicho con una sonrisa burlona y un encogimiento de hombros. Giyuu Tomioka se giró a verlo con molestia y antes de regresar su vista al pizarrón gruñó un "No quiero que me demuestres nada".

— Déjame en paz. — le dijo a Daki, deshaciéndose de su agarre con una sacudida de hombros.

— Solo quiero dejar las cosas claras. — murmuró sentándose a su lado. — Tengo buen control de los "niños problema", como nos llama el director, desde hace tres años. Y con ellos controlo bien el área central de la ciudad.

— Felicidades, ahora lárgate.

— ¡DÉJAME TERMINAR! — le gritó jalandolo de la chamarra, pero al ver la dura mirada del profesor sobre ella, la peliblanca le sonrió y abrazó al alfa a su lado. — Jejeje, ¿ya ves lo que pasa cuando no me escuchas?

Akaza se levantó sin importarle tirar a la joven al suelo, quién, claramente, comenzó a recriminarle.

— Escucha. — le dijo con voz gélida a Daki, dejando en claro con una mirada fría y amenazante que estaba al borde de su paciencia. — Me importa un carajo lo que hagas con tus borregos, ni cuántos tengas. Ellos y tú me dan exactamente igual.

— No puedo confiar en tus palabras, ese es el problema, genio. — le respondió ella acercándose a él de nuevo, molesta. — ¿Acaso no recuerdas las reglas? Nosotros cortamos cabezas y nos quedamos con lo que dejan atrás. No hay amistades, no hay confianza, y en tu caso, no hay alianzas. Eres el menos confiable de nosotros porque nunca has cooperado a pesar de mostrarte taaaaan entregado a la causa. Eres una piedra en mis hermosos y caros zapatos, no me conviene tenerte cerca.

— ¿Así que planeas echarme? — le preguntó con una sonrisa divertida. Akaza amaba los retos y las demostraciones de poder, y ella le estaba ofreciendo la oportunidad de medir sus fuerzas.

Era cierto que de todos los pequeños delincuentes de la ciudad, él era uno de los más solitarios. Apenas visto, apenas y con la paciencia para un diálogo rápido, y con la brutalidad de una bestia hambrienta. Daki lo conocía desde hacía bastante, podría decirse que pasaron su infancia tardía o temprana adolescencia enfrentándose por poder y diversión. Sabía que no podría negarse por mucho tiempo a otra confrontación.

— Tienes dos opciones: o me enfrentas, o te unes.

— No seré uno de tus borreguitos. — respondió dándose la vuelta.

— ¡Te vas a arrepentir! — le gritó ella.

Akaza le respondió mostrándole el dedo medio.

El viernes se levantó de su asiento con la única intención de comprar un jugo de uva. Sin embargo antes de llegar a la máquina expendedora cerca de la cafetería se vió atacado por la espalda por una espada de bambú. Había escuchado sobre el club de Kendo cuando básicamente le ordenaron entrar a alguno, pero no sabía que se podía hacer esa clase de uso con las herramientas. Quizás así se habría animado.

Akaza soltó una patada que tiró al sujeto y pateó el trozo de madera lejos. Lo dejó tirado sobre el césped del jardín y le dio la espalda para continuar su camino.

— Mándales saludos a los hermanitos. — murmuró.

— Mándalos tú. — escuchó detrás de él.

Al girarse se topó con otro sujeto apuntando a su cabeza con una manopla de metal. Cubrió el golpe con su brazo y respondió con otro que igualmente fue cubierto. Esta vez era alguien que sabía moverse. Detrás de ese sujeto habían más.

— Así que finalmente mandó a los borregos. — dijo Akaza poniéndose en posición.

— ¿Está bien si te atacamos de uno en uno? La señorita Daki nos dijo que fuéramos amables contigo.

La vena en la sien del pelirrosa se marcó notablemente. Apretó más los puños y gruñó:

— ¡No se contengan bastardos!

Estaba muy molesto, tanto por haber sido emboscado como por los comentarios que claramente habían sido idea de esos dos al conocerlo tan bien. Dentro de su ser estaba el sentimiento de aplastante ansiedad al saber que estaba cruzando la línea que no debía, acabando con los intentos de su hermano y Keizo por darle una última oportunidad.

Sin embargo no pudo detenerse.

Alguien detrás de él tomó la espada de bambú que pateó y se aproximó, aunque lo que llamó su atención fue que no lo sintió, si no que lo olió. Era un aroma familiar, algo que le recordaba a su hogar, aunque no supo identificarlo bien. Era un aroma... abrumador.

Lo primero que notó de aquel nuevo individuo, además de su aroma, fue el color de su cabello. Parecía como si estuviera a punto de enfrentarse a un incendio.

Detuvo el golpe de la espada con su puño y la desvió hacia su derecha, respondiendo con otro golpe de su siniestra, sin embargo fue detenido. "¡Que fuerte!" pensó antes de aspirar un poco de aire, buscando reponerse un poco, pero el aroma se volvió tan intenso en sus pulmones que sus piernas se doblaron, y aquel sujeto aprovechó eso para tomarlo de la ropa, levantarlo y arrojarlo un metro de ahí.

Akaza se golpeó la cabeza con fuerza contra el suelo, quedando sus ojos mirando el cielo azul antes de que un rostro desconocido apareciera en su campo de visión.

— ¡Se acabó! Quédate quieto o tendré que sostenerte. — dijo aquel hombre con fuerte voz.

El pelirrosa miró a aquellos ojos del color del fuego y esa despreocupada sonrisa, sintiéndose por alguna razón embriagado. Sin querer llenó sus pulmones de aquel aire viciado y murmuró:

— ¿Cuál es tu nombre?

Aquello sorprendió al adulto, pero respondió con la misma fuerza que antes.

— Rengoku Kyojuro.

Lo único que cruzó por su mente en esos momentos fue: "Voy a vencerte, Kyojuro." 

¡Hola estrellitas! No saben lo emocionada que estoy por sus comentarios y sus corazoncitos. ¡Gracias por darle la oportunidad a mi historia. 💖 Nos leemos el siguiente lunes o en sus comentarios durante la semana. 💖

¡Ya se conocieron que emoción! 

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