Augsvert I: El retorno de la...

By sakurasumereiro

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Una hechicera con un turbio pasado, un hada que no puede volar y un guerrero que busca salvar su reino, verán... More

ADVERTENCIA
Capitulo I: El encuentro (I/III)
Capitulo I: El encuentro (II/III)
Capitulo I: El encuentro (III/III)
CAPITULO II: Inicio del viaje.
Capitulo III: Percances en el Dorm (I/VI)
Capitulo III: Percances en el Dorm (II/VI)
Capitulo III: Percances en el Dorm III/VI
Capítulo III: Percances en el Dorm IV/VI
Capitulo III: Percances en el Dorm V/VI
Capitulo III: Percances en el Dorm (VI/VI)
Capitulo IV: Fiskr Haugr
Capitulo IV: Fisk Haurg (II/II)
Capitulo V: La posada Ormr (I/V)
Capitulo V: La posada Ormr (II/V)
Capitulo V: La posada Ormr (III/V)
Capitulo V: La posada Ormr (IV/V)
Capitulo V: La posada Ormr (V/V)
Capitulo VI: Viejo amigo, nuevo enemigo; revelaciones (I/III)
Capitulo VI: Viejo amigo, nuevo enemigo; Revelaciones (II/III)
Capitulo VI: Viejo amigo, nuevo enemigo; Revelaciones (III/III)
Capitulo VII: Culpa (I/III)
Capitulo VII: Culpa (II/III)
Capitulo VII: Culpa (III/III)
Capitulo VIII: El poder de la amistad (I/III)
Capitulo VIII: El poder de la amistad (II/III)
Capitulo VIII: El poder de la amistad (III/III)
Capitulo IX: Infamia (I/IV
Capitulo IX: Infamia (II/IV)
Capitulo IX: Infamia (III/IV)
Capitulo IX: Infamia (IV/IV)
Glosario y mapas

Capitulo X: El costo del amor (Final)

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By sakurasumereiro

IV Lunación del año 304 de la Era de Lys.

Soriana

A incontables pies de altura, amordazada, atada con el lazo del cautivo, sin mi espada, sin saber cómo estaban Keysa ni Aren, no había mucho que pudiera hacer. Los hipogrifos eran animales veloces, casi de uso exclusivo de la liga de Heirr, así que el viaje fue bastante rápido, al menos eso creí yo.

Cuando me bajaron de la carroza continuaba sin poder ver, sin saber a dónde me llevaban. Brisa helada azotó mi rostro e hizo danzar con furia mi cabello, agua nieve caía sobre mí. El rugido feroz del viento nos envolvía como si en lugar de estar en la isla donde se asentaba la fortaleza de la liga, nos halláramos a muchos pies de altura, sobre las montañas.

A empujones me hicieron avanzar, descendí multitud de escalones. Finalmente, me adentraron en una celda sin desamordazarme, ni quitarme la venda de los ojos.

Después todo fue silencio, ensordecedor, aterrorizante, oscuridad absoluta.

Tal vez había muerto y aquella negra soledad era el Geirsgarg. Estaba allí, sola con mis gritos para pagar cada uno de mis crímenes. Las lágrimas empezaron a descender por mis mejillas, el corazón me latía de prisa, no podía seguir soportando la soledad, la oscuridad, la tortura.

Sentía que me asfixiaba.

La negrura a mi alrededor me oprimía impidiéndome respirar, hasta que, cuando creí enloquecer, un chirrido me alertó, la puerta se abría. Luz blanca se filtró a través de mis párpados cubiertos y después un resplandor verdoso iluminó mi alrededor.

Alguien arrebató la mordaza y quitó la venda de mis ojos. Luego de tanto tiempo a oscuras, la luz verde de la luminaria me deslumbró. Poco a poco la figura del hombre delante de mí se acentuó, era Gerald.

—Es incómodo, ¿verdad? —dijo agachándose a mi lado, deslizando sus dedos sobre las ataduras en mis muñecas—. El lazo del cautivo produce una sensación de ahogo, te roba la energía vital. Justo así me sentí cuando me ataste en Fiskr Haurg.

—Si tanto lo extrañas intercambiemos, entonces.

Él sonrió condescendiente y acarició mi cabello blanco. Tomó un mechón entre sus dedos y demoró examinándolo, como si nunca antes hubiese visto nada igual.

—Me gusta más tu pelo blanco, pequeña svanr, como plumas de cisne, como debe ser el cabello de Lys ¡Tan extraño y al mismo tiempo fascinante! Hacía mucho que no lo veía, en el palacio del Amanecer siempre lo usabas teñido de negro.

Yo resoplé por la nariz. Realmente no quería verlo, no deseaba hablar con él.

—¡Eres tan hermosa, siempre lo has sido, pequeña svanr!

Pero Gerald no tenía intenciones de irse, me quedó claro cuando comenzó a acariciarme el rostro. Luego su mano descendió a mi cuello y jugueteó un momento con la lazada del amarre de mi camisa, temí que quisiera desatarlo. Él debió ver algo de reticencia en mi expresión, porque dejó escapar una suave risa. Entonces se sentó a mi lado y recostó su espalda a la pared de piedra, tal como yo lo hacía.

—¿Recuerdas cuando estábamos en el palacio del Amanecer? ¿Lo feliz que fuimos a pesar de que teníamos que vernos a escondidas y ocultarles a todos lo que sentíamos?

Yo parpadeé. Lo recordaba. En aquella época, no tan lejana, creí que la diosa Lys me había perdonado por hacer magia oscura, que Surt se apiadaba de mí y tejía un nuevo destino donde yo, tal vez, pudiera encontrar la paz. En el palacio del Amanecer me llegué a sentir segura, pude darle una vida digna a Keysa y, ¿por qué no decirlo? Pensé que había encontrado el amor. Ni siquiera me importó que tuviera que mantenerlo a escondidas. Gerald sabía quién era yo, conocía todos mis demonios y aun a sabiendas me aceptó. ¿Dónde más encontraría alguien así? Una persona que, a pesar de saber toda la mierda que pesaba sobre mí, no le disgustaba el olor.

En el palacio del Amanecer hacía conmigo lo que quería y yo lo dejaba. Gerald era parte de mi pasado, uno al que finalmente no le importaban mis errores. Como si por fin pudiera reconciliarme con todos ellos.

—Te amaba, Soriana. Aún lo hago, siempre lo he hecho. Te amo a pesar de saber que realmente no vales una mierda, de saber que mataste a tu propia madre y abriste la barrera de Augsvert. Qué, por tu incompetencia, miles murieron ese día. Dejaste el reino sumido en la tragedia, la desgracia todavía lo persigue gracias a ti.

Al escuchar de sus labios mis crímenes empecé a temblar. El estómago se me apretó, las náuseas me asaltaron.

—Soy un dreki, Soriana, estoy en la línea de sucesión al trono de Doromir, aun así, no me importó rebajarme contigo que eres una proscrita para tu reino. Disfruté besar tus labios y tu piel a pesar de quién sabe cuántos borrachos y campesinos malolientes te poseyeron antes que yo. Te rehabilité de tu mal hábito de bebida, casi lo dejaste mientras estabas en el Amanecer, conmigo.

Gerald gateó desde su posición a mi lado hasta colocarse frente a mí. Sus manos de dedos suaves tomaron con brusquedad mi mentón y me obligó a mirarlo. Rizos rojizos caían en su frente, sus ojos azules eran feroces y al mismo tiempo expresaban dolor.

—¿Acaso no merecía tu amor, Soriana? ¿Y qué hiciste? ¡Me traicionaste!

Él soltó mi barbilla y me empujó hacia atrás, mi cabeza chocó levemente contra la pared de piedra.

—Querías matar al príncipe —dije en un susurro. A esas alturas me costaba de nuevo respirar, me asfixiaba y no sabía si era por el lazo del cautivo o por lo que él me decía—. Era solo un niño, Gerald.

Él dejó escapar esa risa que cuando éramos amantes me parecía brillante y contagiosa y ahora me sonaba a locura.

—¡Niños mueren a diario! Incluso príncipes y niños reyes pueden morir. Nosotros habríamos reinado mejor de lo que él lo hace. Porque tú habrías sido mi reina. Lo que no pudiste ser en Augsvert lo habrías sido junto a mí.

Entonces yo lo vi de nuevo a los ojos y me reí con algo de sorna. ¡De verdad él lo pensaba!

—No estabas cerca en la línea sucesorial, Gerald. ¿A cuántos íbamos a matar para que eso fuese realidad?

Él se inclinó de nuevo sobre mí, tanto que podía respirar su aliento. Volvió acariciar mi rostro y me besó en la frente.

—¡Pero, si los mataste en la masacre del día de todos los héroes, mi amada Alteza! Aunque sé que esa no era tu intención, allanaste mi camino al trono. Con tu poder y mis contactos nada nos habría detenido. Primero sería Doromir y luego el resto de los reinos.

Era cierto. Sin querer ayudé a Gerald en su ambición, lo convertí en el siguiente en la línea de sucesión. Y ahora sería "El resto de los reinos". ¿Desde cuándo era él tan ambicioso?

—¡Te amaba, Soriana! ¡Te amaba tanto! ¡Incluso te protegí de él! —Los ojos de Gerald brillaron con un punto de locura. Esa que en ocasiones me aterraba y en otras admiraba y me divertía—. Si él se hubiese enterado de que vivías, hace mucho tu espíritu estaría en el Geirsgarg. Pero yo se lo oculté. ¡Todo para que finalmente me traicionaras!

No entendía las cosas que decía. ¿Quién era "él" de quien decía haberme protegido?

Gerald pareció perder el control y se abalanzó sobre mí. Su boca era agresiva en sus besos, sus manos, más que acariciarme, lastimaban. Antes disfrutaba de toda su impetuosidad. Él siempre fue un brillante sol ardiente, alegre, apasionado, pero caía fácilmente presa de su entusiasmo. La determinación se transformaba en crueldad cuando se proponía conseguir algún objetivo. Había cierta locura aterradora en Gerald. Yo lo sabía muy bien. Lo vi claramente cuando me reveló su plan de matar al príncipe Kalevi.

Rompió la lazada en el cuello de mi camisa, sus manos se infiltraron debajo de mi ropa. No podía defenderme, el lazo del cautivo, atado en mis manos, anulaba mi poder, casi estaba resignada a que hiciera conmigo lo que quisiera. Pero Gerald se detuvo.

Se enderezó y me miró casi con remordimiento. Arreglándose el cabello hacia atrás, volvió al lugar que había ocupado antes a mi lado mientras yo me reponía de su repentino ataque e intentaba sentarme de nuevo.

—¡De verdad te amo, Soriana! —Fue tan bajo el susurro trágico que creí habérmelo imaginado, pero él volvió a hablar—. Siempre te he amado, desde el primer día que te vi en la biblioteca de Augsvert y me preguntaste qué leía, ¿te acuerdas?

Lo miré, confundida. No podía entender sus sentimientos o sus pensamientos, mucho menos sus acciones. Era como si Gerald se hubiese vuelto loco. Tal vez siempre lo estuvo.

—¡Todavía puedes ser mi reina! —Había ansiedad y anhelo en sus palabras —. Eres la única que me entiende, a quien jamás le importaron mis errores pasados, la única que nunca me miró con desprecio. Somos el uno para el otro, pequeño svanr.

Tenía razón, éramos iguales. Personas dañadas. La mierda solo puede juntarse con mierda.

—Él es poderoso —continuó, más ansioso que al principio—. Solo... solo no podrás intervenir en lo que tiene planeado para Augsvert. Serás mi reina, aquí, en Doromir y nada más importará.

La cabeza comenzó a darme vueltas. De nuevo, ¿quién era él? ¿Alguien que movía los hilos?

—¿Por qué has dicho "aquí, en Doromir"? —le pregunté reflexionando sobre sus palabras—. ¿No estamos en Ormrholm?

Gerald me miró y se rio con diversión. Un escalofrío me recorrió. Me sentí como una tonta por no darme cuenta antes, si estuviésemos en la fortaleza de la liga tendría que haber sentido el olor a salitre del mar que rodeaba la isla y no el rugido del viento helado que me recibió al descender de la carroza.

—¿A dónde me has traído, Gerald? —Sin poderlo evitar la voz se me quebró —. ¿Dónde están Aren y Keysa?

De nuevo el brillo travieso en sus ojos.

—Estamos en mi castillo, en Vindgarorg.

Mi corazón se hundió en un pozo negro de desesperanza. Habría preferido estar en las manos de la liga, que me juzgaran y mataran y no ser la prisionera de Gerald.

—¿Cómo, cómo es posible? ¿Qué les dijiste a los de la liga?

El rostro de Gerald, enmarcado por rizos rojos, tenía un aspecto juvenil y divertido. Se señaló su uniforme, primero el emblema del ejército de Doromir y luego el de la liga.

—Cuando me traicionaste, Soriana, mi primo, el príncipe Kalevi, comenzó a desconfiar de mí. Sin embargo, vio mi buena disposición al enlistarme en la liga de Heirr y después, al escuchar las excelentes referencias que de mi tenía el karl de la liga, se convenció de mi inocencia. —A sus labios de nuevo acudió su brillante risa—. Debí enlistarme antes. Con mi abolengo y mi talento en la magia fue fácil escalar posición. Ahora soy el líder de la delegación del norte, Soriana. La liga de Heirr de esta región hará lo que les diga. He ordenado que tú deberás ser juzgada primero en Doromir, querida, por tus crímenes contra el reino.

La boca se me secó al escucharlo. Entonces entendí por qué él en Fiskr Haurg había aparecido con ese destacamento del ejército de Doromir, dando órdenes, y por qué ahora estaba con la liga de cazadores.

—¿Dónde están Keysa y Aren? ¿Qué hiciste con ellos?

Gerald me miró condescendiente, su pulgar barrió las lágrimas que empezaban a descender por mis mejillas.

—A salvo. Pero que continúen así dependerá de ti, mi amada princesa. Quédate conmigo, aquí, en Doromir, acepta ser mi esposa y por supuesto mantén esa adorable boquita cerrada y nada les pasará a tus amigos. Aren regresará a Augsvert junto a Keysa y tú y yo seremos felices acá. ¿Qué te parece?

Aparté el rostro de sus manos, ¿cómo podía suponer que yo aceptaría ser su esposa?

—Soriana —me increpó enojado al ver mi rechazo—, no lo entiendes, ¿verdad? Augsvert caerá, nada podrá evitar ese hecho, poderosas fuerzas quieren destruir el que un día fue tu reino. Esa misma fuerza que busca aniquilar Augsvert acabará con Aren si se interpone. ¿Quién crees que fraguó el atentado contra él en el Dorm? Y luego, ¿cómo supones que supe que estaban en Fiskr Haurg, o que cruzaban el paso de Geirgs? Esa persona es un poderoso morkenes y ha estado siguiendo el rastro de magia de Aren, no dejará que él consiga ayuda y arruine sus planes. Lo mejor que puedes hacer por él es decirle que no intente socorrer su reino y por supuesto colaborar conmigo. Yo podría intervenir para que esta persona perdone a nuestro buen Aren. ¿Qué dices?

¿Qué era todo eso? ¿De qué hablaba Gerald? ¿Él sabía quién quería destruir Augsvert? Y esa misma persona también lo haría con Aren. No podía dejar que nada malo le pasara, ni a él, ni a Keysa.

De pronto mi mente empezó a atar hilos, a trabajar con rapidez. El draugr que nos había enfrentado en Fiskr Haugr, el Haurk de sombra en la ribera del Dorm, tal vez incluso el plan para matar al príncipe Kalevi. Gerald mencionó que Doromir era solo el primer paso. En mi mente las piezas del rompecabezas encajaban. En Northsevia, cuando Aren me contó lo que sucedía en Augsvert, dijo que nadie quería ayudar. Briön se encontraba en una guerra civil y Vergsvert agobiado por una extraña peste.

¿Era posible que ese misterioso titiritero oscuro estuviera detrás de la guerra civil en Briön, detrás del intento de magnicidio en Doromir, del sorprendente empuje de los alferis en contra de Augsvert...y de la peste del ganado en Vergsvert? ¿O eran puras casualidades que los cinco reinos estuviesen en dificultades?

—¡Quédate conmigo, Soriana! —Sus palabras ansiosas me sacaron de mis cavilaciones.

¡Quedarme con Gerald! Si le decía que sí podría descubrir quién se escondía tras esa conspiración. Solo de esa manera podría mantener seguros a Aren y a Keysa.

—¿Me sacarás de aquí? —le pregunté sorprendiéndome de lo temblorosa que se escuchó mi voz.

—No puedo tener una reina alojada en los calabozos de mi castillo, ¿no crees?

Asentí forzando una sonrisa.

— ¿Y dices que "él" es poderoso?

Gerald asintió acercándose a mí, sus ojos me miraban con deseo.

—Él puede hacer muchas cosas —dijo con voz meliflua mientras sus manos empezaban a abrir mi camisa y yo trataba de reprimir el temblor de mi cuerpo.

—¿Cuál es su nombre?

Gerald detuvo sus besos y me miró con una media sonrisa que me heló la sangre. Entendí que no me lo diría, no ahí, no en ese momento y yo ya le había dado mi respuesta.

Cerré los ojos.

Mientras él me tumbaba en el suelo de piedra yo elevé una plegaria a Surt. Le pedí que ese no fuera otro de mis muchos errores. 


***Continua en : Augsvert, el exilio de la princesa.

***Hemos llegado al final de esta primera parte.

Quiero dar las gracias a todas aquellas personitas que con sus votos y comentario apoyan a esta historia. Para los que escribimos leer las impresiones de nuestros lectores es muy satisfactorio, es como el combustible que nos mantiene andando. Aliento a aquellos que no lo han hecho a que me digan que les ha parecido esta novela y que esperan  del segundo libro.

¿Quién es su personaje favorita?

¿Cuál fue su capitulo favorito?

¿Qué no les gustó? ¿Qué le cambiarías?

¿Qué piensas de la magia y el mundo en el que se ambienta el libro?

El segundo libro comenzaré a publicarlo la semana que viene y espero que continúen con esta novela, escribirla es todo un reto.

¡Que las flores de Lys desciendan sobre vuestras cabezas! Nos leemos en breve.


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Continuación de El retorno de la hechicera. Último libro de la saga.