﹆ bat kisses; jin ∙ su.

By LilianArenas

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SeokJin, un chico de la alta sociedad inglesa, va a pasar las vacaciones de navidad con los Min, una familia... More

capítulo 1 ☃︎ ❄︎
capítulo 2. ☃︎ ❄︎
capítulo 3. ☃︎ ❄︎
capítulo 4. ☃︎ ❄︎
capítulo 5. ☃︎ ❄︎
capítulo 6. ☃︎ ❄︎
capítulo 7. ☃︎ ❄︎
capítulo 8. ☃︎ ❄︎
Capítulo 9. ☃︎ ❄︎
capítulo 10. ☃︎ ❄︎
capítulo 11. ☃︎ ❄︎
capítulo 12. ☃︎ ❄︎
capítulo 13. ☃︎ ❄︎
capítulo 14. ☃︎ ❄︎
capítulo 15. ☃︎ ❄︎
capítulo 16. ☃︎ ❄︎
capítulo 17. ☃︎ ❄︎
capítulo 18. ☃︎ ❄︎
capítulo 19. ☃︎ ❄︎
capítulo 20. ☃︎ ❄︎
capítulo 22. ☃︎ ❄︎
capítulo 23. ☃︎ ❄︎
capítulo 24. ☃︎ ❄︎
capítulo 25. ☃︎ ❄︎
capítulo 26. ☃︎ ❄︎
capítulo 27. ☃︎ ❄︎
capítulo 28. ☃︎ ❄︎
capítulo 29. ☃︎ ❄︎
capítulo 30. ☃︎ ❄︎
capítulo 31. ☃︎ ❄︎
capítulo 32. ☃︎ ❄︎
capítulo 33. ☃︎ ❄︎
capítulo 34. ☃︎ ❄︎
capítulo 35. ☃︎ ❄︎
capítulo 36. ☃︎ ❄︎
capítulo 37. ☃︎ ❄︎
capítulo 38. ☃︎ ❄︎
capítulo 39. ☃︎ ❄︎
capítulo 40. ☃︎ ❄︎
capítulo 41. ☃︎ ❄︎
capítulo 42. ☃︎ ❄︎
capítulo 43. ☃︎ ❄︎
capítulo 44. ☃︎ ❄︎
capítulo 45. ☃︎ ❄︎
capítulo 46. ☃︎ ❄︎
capítulo 47. ☃︎ ❄︎
capítulo 48. ☃︎ ❄︎
capítulo 49. ☃︎ ❄︎
final; capítulo 50. ❄︎ ♡ ☃︎

capítulo 21. ☃︎ ❄︎

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By LilianArenas

sí me dormí, perdón. ㅠㅠ

— Estoy harto de hacer mariposas de estas— protestó SeokJin, mientras espolvoreaba con canela algunas de las galletas.

— No son mariposas, son lacitos—el americano le miró serio—. No me digas que nunca los has probado...

— Eso es algo obvio. En mi casa no comemos mierda.

— ¡Los lacitos no son mierda!

— Cierto, tienes razón: solo son un cúmulo de grasa bañado en azúcar. Grasa y más grasa, como conclusión —explicó con ademán reflexivo.

— Estás enfermo.

Se encogió de hombros.

— Es complicado mantenerme sano si tengo que verte a todas horas; las pupilas, los tímpanos... todo acaba resintiéndose inevitablemente.

— ¡Cállate de una vez! ¡Y deja de echarles canela a los lacitos!

— Solo intentaba ocultar la aceitosa realidad.

Acababan de comenzar a preparar los primeros detalles del cumpleaños de Jungkook, y YoonGi ya se sentía agotado.

Soportar a SeokJin era peor que moldear y hornear quinientos lacitos con canela. Desde que el inglés había descubierto que acudirían a la celebración todos los amigos de su hermano, se había propuesto un reto: conseguir decir más de diez estupideces por minuto que sacasen de quicio a Gi. Y, al parecer, lo estaba logrando.

— Bien. Ya está —se apartó el cabello de la frente y se ensució la cara de harina—. Ahora enchufa el horno.

— ¿Cómo se hace eso, señorito... Casper?

— ¿Casper?

— Te has manchado de harina, parece que acabas de disfrazarte de fantasma para ir a un carnaval —enarcó las cejas—, aunque... por otra parte...

— Da igual, mejor no añadas nada más— YoonGi le dio un empujón al pasar por su lado y encendió el horno.

— Como decía, por otra parte... la suciedad actúa como barrera impidiéndome ver tu cara. Y supongo que eso es bueno.

Él bufó, esparciendo aún más el desastre
desatado en la cocina, y se cruzó de brazos.

— No podías mantener la boca cerrada,¿verdad?
— Exacto. Es uno de mis dones: siempre tengo algo que decir. Soy un chico listo.

— No sé qué concepto tienes tú de lo que significa realmente ser 'un chico listo'. Cualquiera diría que estás como una regadera, en el caso más optimista.

— ¿Como una regadera? Perdona, pero no he entendido la metáfora.

— No importa, ni siquiera quiero que la entiendas— farfulló bruscamente.

Se quitó el delantal y lo dejó sobre la encimera de la cocina. Por una parte, Jin tenía razón. Tras la elaboración de los famosos lacitos, YoonGi estaba sucio, despeinado, cansado y asqueado, mientras que SeokJin parecía recién salido de la ducha. Misteriosamente, ni siquiera llevaba restos de masa o harina entre sus perfectas uñas. Estos fenómenos inexplicables hacían que se sintiera en desventaja.

— Bueno, ahora, si no es mucha molestia, creo que subiré a mi habitación y dormiré un poco... —anunció él, y bostezó con disimulo.

— Pero ¿qué dices? ¡Si todavía no hemos preparado nada!

SeokJin lo miró confundido.

— ¿Qué intentas decir, niño? —preguntó, arrugando la nariz; la última palabra sonó áspera y con un deje de hastío.

— Preparar el cumpleaños nos llevará horas, Kim —le informó—. Y no me llames niño, idiota.

— ¡Ni lo sueñes! Te dejo a ti el puesto de jornada completa, yo prefiero hacer media jornada y... creo que ya he cumplido con mi trabajo —sonrió ampliamente—. Me voy a echar la siesta.

Y salió de allí a grandes zancadas, cerró la puerta de la cocina con brusquedad y dejó a YoonGi sumido en un tenso silencio. El joven respiró profundamente, procurando mantener la calma. Al final, presa de la desesperación, decidió darse una ducha antes de enfrentarse de nuevo al americano.

Era invierno y hacía muchísimo frío, pero, de todos modos, Gi se duchó con agua templada y agradeció los escalofríos que recorrían su espalda haciéndole cosquillas, como si un ejército de diminutas hormigas escalase por su piel. Todavía era capaz de sentir algo. Últimamente las horas se le antojaban más largas y densas de lo normal, y por si aquello no fuera suficientemente malo teniendo en cuenta que estaba de vacaciones, temía estar perdiéndose a sí mismo.

Quizá estaba cambiando por culpa de SeokJin. Cerró los ojos con fuerza, disfrutando del contacto del agua sobre su piel. No podía dejar de pensar en la última conversación que había mantenido con el inglés. Su voz martillaba con fuerza en su cabeza una vez tras otra, incansable. Imaginaba a Jin cogido de la mano de una chica y sentía una extraña incomodidad al visualizar la imagen que trazaba en su mente. Aquella joven con la que él había estado debía de haber sido perfecta dada la selectividad de SeokJin. No como él... que al parecer tenía cien mil defectos que él odiaba y le recordaba constantemente. Poco a poco, casi sin darse cuenta, comenzó a compararse con la ex novia de este, a la que había ido idealizando, dando rienda suelta a su imaginación.

Enfadado consigo mismo, cerró con fuerza el grifo de la ducha antes de salir y cubrirse con un albornoz de color pistacho. El espejo le devolvió la mirada: a decir verdad, tampoco se veía tan feo, y supuso que Kim exageraba al respecto solo para hacerle daño. Era un chico corriente. Cierto que no se arreglaba demasiado, que verdaderamente no le gustaba hacerlo. Prefería invertir ese tiempo en cualquier otra actividad más provechosa.

Suspiró profundamente, en realidad no sabía por qué tenía que justificar su estilo de vida; nunca antes se había preocupado por ello y le molestaba hacerlo ahora.

Se vistió con desgana y salió del cuarto de baño más cabreado que nunca. Caminó a grandes zancadas, haciendo chirriar el suelo de madera a su paso hasta su habitación. Cuando entró, encontró a SeokJin revolviendo la ropa del armario. Los labios de YoonGi formaron una línea recta perfecta, y los apretó tanto que se tornaron blanquecinos.

— ¿Se puede saber qué demonios haces en mi cuarto?

— Solo... pasaba por aquí... Te estaba buscando —acabó confesándole

— ¿Me buscabas dentro del armario, entre la ropa?

Jin, con un gesto de absoluta inocencia, se encogió de hombros.

— Cómo estás loco, contigo nunca se sabe...

— ¡KIM! —gritó, sumamente enfadado. Acababa de toparse con el límite de su paciencia. Ya había llegado a la frontera de la tolerancia.

— Así me llamo —aseguró él, dando un paso atrás.

— ¡Sé qué es lo que estabas haciendo! —le sonrió malicioso—. Buscabas los regalos de Navidad. Eres más tonto aún de lo que pensé al principio.

— ¿Qué? ¿Regalos? Yo no...

— Te he pillado.

La actitud de YoonGi no dejaba margen para la más mínima duda. SeokJin agachó la cabeza, rindiéndose al fin. Después se abalanzó sobre el contrario y comenzó a sacudirlo por los hombros.

— ¡Dime dónde están!

— Lo siento, tendrás que aprender a tener paciencia —le indicó el americano, tal como podría haberlo hecho una madre.

— La paciencia es la filosofía de los infelices conformistas —apuntó él—. Yo necesito saber qué me has comprado.

— ¡Déjalo ya, Jin, no pienso decírtelo! — concluyó—. Y ahora baja a la cocina y ayúdame a organizar la fiesta.

— ¿Es un castigo o algo parecido?

A YoonGi le entraron ganas de reír, pero logró contenerse a tiempo. Definitivamente, Kim era un niño grande. Hacía años que él había superado aquella sana impaciencia a la hora de recibir los regalos navideños y le parecía graciosa la expresión angelical que este había adoptado.

— Sí, es un castigo.

Ambos salieron de la habitación y se dirigieron hacia el piso inferior.

— ¿Sabes...? —dijo, fijando sus ojos en el más bajo con una sonrisa pícara-, eso de que me castigues... suena un tanto erótico.

A YoonGi se le aceleró el corazón y se preguntó si SeokJin sería capaz de advertir la delirante velocidad de sus latidos. Notó el calor arremolinándose en torno a sus mejillas y, como no sabía qué contestar, le dio un manotazo en el hombro.

— ¡Deja de decir tonterías! —logró exclamar finalmente.

Él rió con disimulo mientras descendían el último tramo de la escalera. Entraron en la cocina. Jin apoyó la espada en la pared y se cruzó de brazos, observando los movimientos de Min. El más bajo abrió la nevera preguntándose qué podría preparar para cenar.

— Bueno, al menos es un alivio saber que no piensas castigarme atándome las manos al cabezal de la cama ni nada de eso...—prosiguió—. Así pues, ¿cuál es mi condena?

El americano resopló furioso. Quedaba poco tiempo para los preparativos y el inepto de Kim le retrasaba la tarea aún más. Una idea pasó por su cabeza.

— Ya sé qué puedes hacer —objetó—. Camina lentamente hasta el garaje, abre la lavado que encontrarás allí, saca la ropa limpia... ¿lo entiendes todo hasta el momento?

— Creo que sí.

— De acuerdo. Pues después de eso, tiendes la ropa en el jardín trasero, en el tendedero, ¿de acuerdo? Te lo he explicado a prueba de idiotas, así que espero que no tengas ninguna duda al respecto.

Jin chasqueó los dedos y sonrió levemente.

— En realidad tengo una duda.

— ¡Uf! —Gi alzó la vista al techo de la cocina, presa de la desesperación—. ¿De qué se trata?

— Mi duda es... ¿por qué tengo que tender la ropa de la familia Min como un vulgar sirviente?

– ¡PORQUE TODOS DEBEMOS AYUDAR EN CASA Y YO NECESITO PERDERTE DE VISTA UN RATO!

Él dio la impresión de querer añadir algo más, pero, al ver al chico tan enfadado, decidió que sería mejor no llevarle la contraria en ese momento.

— Está bien —gruñó por lo bajo, y se dirigió hacia el garaje.

No estaba seguro de haber comprendido todo lo que YoonGi le había ordenado, porque, sencillamente, jamás había tendido ni una sola prenda de ropa. Localizó la lavadora al fondo del garaje y la abrió, apretando la palanca. Sonrió satisfecho. Después encontró una palangana: sacó la ropa de la lavadora y la depositó allí. Una vez terminó, fue hasta la parte trasera del jardín cargado con la palangana repleta de ropa y la dejó en el suelo. Frente a él había unas cuerdas atadas a las ramas de dos árboles, formando tres líneas rectas. Ojeó las pinzas sueltas que se encontraban colgadas ahí.

“Tú puedes hacerlo, Jin”, se dijo. Cogió una camiseta. Era negra, y en la parte delantera resaltaba un estampado extraño y oscuro, así que rápidamente dedujo que pertenecía a Jungkook. Suspiró, resentido por tener que llevar a cabo un trabajo tan decadente, dado su blanco historial en las tareas domésticas, y finalmente logró colgarla en la cuerda sujetándola con dos coloridas pinzas.

Tendió una segunda prenda, una tercera, una cuarta, una quinta... y entonces se quedó muy quieto. No pudo evitar sonreír.

— Vaya, vaya, qué interesante...—murmuró con un deje lascivo. Y estiró la goma de unos boxers de YoonGi.

Eran de color azul intenso, con el dibujo de Piolín en la parte delantera y un letrero en la zona del culo donde se leía: 'Sexy boy'.

Apenas se dio cuenta cuando la imagen de YoonGi en ropa interior se apoderó de su mente. Sacudió la cabeza, consternado; ¿en qué estaba pensando? Suspiró. En realidad debía admitir que se había sentido aliviado tras saber que Min nunca se había acostado con ninguno de sus muchos novios o novias. Probablemente, incluso empezaba a cogerle un poco de cariño a causa de la intensa convivencia.

Sintiéndose un tanto estúpido, SeokJin tendió el bóxer del americano. Y entonces, este apareció por la puerta

— ¿Sabes?, hoy estás un poco raro.

— Así soy yo: raro y exclusivo —aclaró Kim.

— No eres exclusivo en el buen sentido de la palabra, Jin. En todo caso serías... repulsivo.

El nombrado frunció el ceño, molesto.
— Oye, ¿por qué tienes que pagar conmigo tu mal humor?

— Pero ¿qué demonios te pasa a ti? Esto es lo que hacemos siempre: atacarnos el uno otro.

— Ya, claro.

— ¿No piensas decir nada? ¿Ni siquiera... un nuevo insulto o algo que reprocharme?

— Estoy con falta de inspiración.

El enfado de Min pareció concentrarse en la afilada mirada que le dirigió.

— ¡Vete al cuerno, estúpido inglés! —gritó, antes de dirigirse nuevamente hacia el interior de la casa. Jin se encogió de hombros, ligeramente confuso por la reacción de este.

Lo cierto era que YoonGi ya no estaba seguro de qué lo cabreaba más: si el hecho de que SeokJin se comportara tal como lo harían las personas normales y corrientes o que se dedicara a humillarlo y dañarlo con sus patéticas ironías. Posiblemente le molestaba todo en general, e hiciera lo que hiciera él, jamás estaría satisfecho con el resultado final. Se sentía extraño y más irritable de lo normal tras la conversación sobre aquel tema que habían tenido.

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