Levane Y Las Almas Desorienta...

By Ciodesa

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Con el misterioso fallecimiento de la abuela de Levane, surge la idea de mudarse a su casa para ahorrar gasto... More

Prólogo
Parte 1
Capítulo 2: Un postre amargo
Capítulo 3: Serena melancolía
Capítulo 4: Penitencia
Capítulo 5: Esencias arcanas
Capítulo 6: Fósiles
Capítulo 7: Celaje
Capítulo 8: El elixir del náufrago
Capítulo 9: Cultivo
Capítulo 10: Protocolo
Capítulo 11: Midas
Capítulo 12: Destello de humanidad
Parte 2
Capítulo 13: El tiempo lo dirá
Capítulo 14: Vajilla de porcelana
Capítulo 15: Aguamarina
Capítulo 16: Aire
Capítulo 17: Arce dorado
Capítulo 18: Nova y Aponi
Capítulo 19: Palimpsesto
Capítulo 20: La venganza de Desdémona
Capítulo 21: Infusiones
Capítulo 22: Otro día en el paraíso
Capítulo 23: El micelio del firmamento de miel
Capítulo 24: El trance del éxtasis místico
Capítulo 25: Serendipia
Capítulo 26: Sombras borrosas
Parte 3
Capítulo 27: Tintineo de los difuntos
Capítulo 28: Dudas
Capítulo 29: Trébol de tres hojas
Capítulo 30: Hambre y sed
Capitulo 31: Lagori
Capítulo 32: Nuestra estrella más bella
Capítulo 33: Lágrimas de nácar
Capítulo 34: En un universo
Capítulo 35: Escultura
Capítulo 36: Figuras siderales

Capítulo 1: Mi alegría de la tarde

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By Ciodesa

I

Era una mañana fría pero soleada cuando me desperté. Hoy tenía dos exámenes, así que había pensando en poner mi alarma una hora antes para poder repasar un poco más. No me considero una persona estudiosa, pero sí un poquito obsesiva a causa de mi perfeccionismo.

—Buenos días o buenas noches —saludo a Bianca apenas entro al comedor.

Desde que era una bebe había tenido problemas para conciliar el sueño y parece que últimamente estuvo con insomnio.

—¿Qué estás dibujando? —le pregunto.

—A ti y a Gianna.

—Qué bonito —digo algo confundida, Gia no tenía su silla de ruedas—. ¿Estás usando las nuevas pinturas que te regaló la abuela?

Ella asiente con entusiasmo.

Me quedo mirando en silencio y luego de unos segundos pongo mis libros sobre la mesa y me siento a su lado.

Tiempo después habla:

—¿Te gusta mi dibujo? —Y me mira con unos ojitos tiernos.

—Está precioso, ¿te molesta ir a levantar a mamá? —le pido mientras preparo el desayuno.

Corre hasta su cuarto y se tira sobre ella, Coco la imita y empieza a lamerle la cara.

—¡Qué criaturas más horribles! —Es su primera frase de la mañana. Y se escuchan las risas.

En eso, el teléfono comienza a sonar. Y al tercer zumbido atiendo.

—¿Es usted Clémentine Guillet?

—Sí, soy yo ¿Qué se le ofrece? —respondo haciéndome pasar por mi mamá que ahora estaba ocupada.

—Lamento informarle de la muerte de su madre, Camila Desdémona Munteanu. Su presencia es solicitada en su residencia. —Esas palabras hicieron que entrara en una especie de shock.

—¿Señora Guillet? ¿Se encuentra allí?

—Sí... sí, aquí estoy. Gracias por informarme. —Cuelgo en cuanto termino de decir la oración.

Mi abuela y yo éramos muy cercanas, la última vez que la vi se encontraba bien, tan alegre y amorosa como siempre.

Ella era la persona que más se había preocupado por mí en estos últimos años. Y ahora, se había ido.

Cuando escuché a mi mamá preguntándome quien era, tuve que ser yo la que se lo contara.

Voy hasta su habitación que se encuentra a unos pasos de la sala y le pido a Bianca que vaya a darle de comer a Coco. Y cuando siento que está lo suficientemente lejos como para escuchar mis susurros digo:

—Alguien llamó y al parecer a la abuela le pasó algo —intento no llorar mientras lo digo pero mi voz quebradiza es evidente.

—¿Qué sucedió? —me pregunta alarmada.

—Murió, mamá. Te solicitan en su casa.

No puedo describir el pellizco en el corazón que me generó ver su rostro. Estaba perpleja, sin dudas, pero evitó mostrarse débil ante mí, o eso es lo que ella pensaba.

Fueron unos minutos de silencio, en los que finalmente yo fui a abrazarla y lloramos juntas. Hace mucho que no nos abrazabamos, y se sintió trágicamente reconfortante.

No fue hasta que dijo "Voy a preparar el desayuno, querida" que nos soltamos.

II

El viaje hasta mi instituto fue extraño y nostálgico. No había música, eramos solo nosotras tres en silencio con el conductor del taxi. Gianna se había quedado con su cuidadora y por el momento no conocíamos el paradero de mi padre. Noches atrás había tenido una pelea un poco fuerte con mi mamá y terminó yéndose de la casa, no me sorprendería que ahora estuviera con otra mujer. Así que estos días estuvimos sin auto. Un tanto narcisista de su parte, yo diría.

De todas formas, no pasó mucho tiempo hasta que alguien dijo algo, y ese alguien fue Bianca.

—Entonces… ¿no vamos a volver a ver a la abuela?

—En el cielo sí, cariño —responde mi madre en un tono cansado.

Si tan solo hubiera un lugar así.

Me distraje mirando el paisaje de siempre, hay veces que uno está tan metido en su rutina, que se olvida de los pequeños detalles. Hoy noté que demolieron una zapatería que había estado desde épocas inmemorables, me pregunto qué habrá pasado con el viejito que trabajaba ahí. También me percaté de que abrieron un nuevo restaurante de comida para celíacos.

Los minutos se me pasaron y cuando estaba comenzando a cerrar los ojos por el sueño, siento una frenada brusca. Ya habíamos llegado. Mi hermana y mi madre seguirían camino.

Bajé más lento de lo normal y me acerqué a mi mejor amigo en cuanto lo vi.

—Hola, Bel —lo saludo.

—¿Cómo amaneciste hoy, bella florecita? —dice con su usual entusiasmo.

—Falleció mi abuela.

—Ay no, qué triste. —Me da un par de palmaditas en el hombro, mientras come un sándwich.

—No te preocupes, solo quería comentarlo. Pero estoy bien —digo regalandole una leve sonrisa. Realmente todo esto se me hacía un poco surrealista y no procesaba del todo lo que estaba pasando.

—¿Quieres un poco? Está delicioso, tiene tomate, lechuga y... —blanquea los ojos— queso fundido —dice mientras se muerde el labio.

—No tengo hambre.

Abre la boca sorprendido —¡¿Cómo le puedes decir que no a esta exquisitez?! —Levanta su emparedado en el aire como si fuera a recitar un fragmento de Shakespeare.

—No me gusta el tomate.

—Sin palabras —dice mientras se acercan Dara y Odette, dos de nuestras amigas.

—Amo como te queda el flequillo, Leva. Me recuerdas a Dakota Johnson —me halaga Dara.

—¡Y qué mujer! —exclama Belmont.

Dara lo mira de forma interrogante.

—Me refiero a ambas —él me guiña un ojo.

—Veo que tienes hasta a un Grey —comenta ella entre risas. Y luego entran al colegio, dejándonos a los dos del principio.

—Si estás en busca de uno, supongo que yo estoy entre tus primeras opciones —habla Bel.

—Eres la primera.

Y nos reímos mientras entramos a clases.

Me había olvidado de mis problemas, hasta que llegó la hora de rendir mis exámenes.

Primero tocaba psicología y fue complicado concentrarme a pesar de que se trataba de temas fáciles. En mi cabeza solo se escuchaba el ruido del reloj y el canto de los primeros pájaros de la mañana. Aparte de eso, mi mente estaba en blanco.

Comencé a estresarme un poco y a eso se le sumó la muerte de mi abuela. Mis ojos ardían y ya me resultaba difícil contener el llanto.

Y en un leve susurro oigo —¿Estás bien?

—No —respondo sin ver quién era y apenas comienzan a brotar las lágrimas, me levanto de mi asiento y camino hacia la puerta sin previo aviso.

—Señorita, ¿qué hace? no puede salir —me regaña el profesor, pero ya estoy cruzando el pasillo cuando lo escucho, y al haber desaparecido los rostros de las personas, empiezo a correr hacia el baño.

—Vuelva aquí, ahora mismo —insiste de nuevo, esta vez levantando la voz disipándose como vapor en mi recorrido.

Cerré con el pasador la puerta de uno de los bloques como si eso fuera a protegerme de la reprimenda. Y me dejé caer en un estado de inconsciencia. 

Luego de la última frase, el profesor no volvió a gritar nada más, y ahora me encontraba en mi mundo, perdida en mis pensamientos, dejando entrar a toda idea que se mezclaba con las otras convirtiéndose en uno de los hilos interminables que conformaban un gran nudo. Lo único que sabía era que no llegaban a ningún lugar.

Ya habían pasado unos minutos cuando sentí el primer golpe, me puso nerviosa pero a la vez fue reconfortante. 

—Leva, ¿estás ahí? —Era la voz de Belmont.

No quería responder, sabía que si lo hacía sería un intento fallido de comunicación tapado por sollozos.

Siento el ruido de la puerta abriéndose por el chirrido de las bisagras.

—¿Está bien si entro? —hace una pausa—. Bueno, de todas formas ya lo hice. —Y se escucha una leve risita.

Se agacha para ver si encuentra pies detrás de alguno de los bloques. Aunque sabe que estoy sentada abrazando mis piernas sobre la tapa del retrete. 

—Estoy en el segundo —le digo finalmente

—¿De la izquierda o derecha?

Y abro la puerta para mirarlo con los que posiblemente son unos ojos muy llorosos. Y él no tarda demasiado en ir y abrazarme. Pude distinguir que su colonia nueva era de cedro y mi mente se puso finalmente en calma cuando dijo:

—Estoy aquí.

III

Durante el tiempo que estuve con ellos, mis amigos intentaron animarme, pero me sentía como en un vacío. Intentaba no pensar en mi abuela, aunque era inevitable que se infiltraran de vez en cuando los recuerdos. Ella siempre estaba para mi, cuando estaba triste o enojada por algo, ella simplemente me hacía una taza de té de canela y me comenzaba a contar de alguna nueva especie de pájaro que se había posado en su arce. Y cuando las cosas se tornaban feas en mi casa, ella me dejaba quedarme cuantos días quisiera en la suya. Era como la mamá que en un principio tuve pero que luego se fue perdiendo.

~~~

Lo recuerdo como si fuera ayer. Era una de esas tardes de fin de semana que pasaba con ella. Estábamos en su cocina horneando un pastel, lo habíamos hecho de vainilla y frambuesas. Y mientras esperábamos que termine de cocinarse me enseñaba un poco de rumano, ya que ella lo había estudiado desde que era pequeña. Al parecer mi tatarabuela era una gitana orgullosa proveniente de esa zona y le había enseñado el idioma a su nieta, y ahora ella me lo enseñaba a mi. 

—¿Como se dice "Mermelada de naranja"? —me preguntaba señalando el frasco de la mesada.

—¿Marmeladă portocalie?

—Correcto, que rápido aprendes —me motivaba orgullosa—. ¿Y como traducirías "Bucuria mea după-amiază"?

—¿Mi gozo está después de mí?

—Casi, pero es una muy buena frase —decía mientras me miraba con una dulce expresión.

Recuerdo como los rayos de sol acariciaban mi rostro delicadamente, podía ver a través de la ventana como las mariposas se paseaban por el jardín y me llegaba una suave brisa con aroma frutal.

~~~

Habían llegado las siete de la tarde y me encontraba tirada, pensando. Sé que es lo peor que se puede hacer mientras se pasa por alguna de estas situaciones, pero el dolor se sentía bien. Es como si mi mente necesitara recordar todo por última vez para luego dejarlo en el olvido y avanzar. Así aprendió a hacerlo.

Desde que perdí a Nemo, el proceso de duelo se volvió cada vez más fácil. Fue solo un pez, y fue uno al que quise demasiado. Tanto que decidí hacerle un funeral en el río y usé ropa negra durante toda una semana. Me volví vegetariana por un año.

Y no fue hasta que mi madre tocó la puerta que volví un poco a la realidad. Venía a comentarme sobre el hecho.

Al parecer mi abuela se habría golpeado la cabeza gravemente al caer por las escaleras. Creen que solo se tropezó y cayó. Ya que no es algo muy extraño en los adultos mayores.

Con la autopsia también pudieron comprobar nuestras sospechas, que poseía una enfermedad terminal, pero que claramente no había contribuido a la causa de su muerte.

Fue así que las palabras muerte súbita y Alzheimer se quedaron deambulando en mi cabeza. Y no me dejaron dormir esa noche, al igual que las voces.

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Nota: Si llegaste hasta aquí y te gustó lo que leíste, tienes todo mi amor como escritora. Espero que continúes porque con cada capítulo va a surgir algo nuevo. Además de que va a haber uno disponible cada semana.

Desde ya gracias por leer ❤

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