Narradora.
No se sabe en que momento exacto sucedió, pero de la nada salieron hombres con cuchillos y pistolas listos para atacar. Hicieron dos hileras, dándole paso a Ichirou Saiko. El imponente hombre venía junto a su mujer con una sonrisa.
— Caballeros — miro a cada persona de la sala feliz — esperemos que esta pelea sea justa y agradable, es bueno volver a verlos a todos y más a un rostro nuevo — dirigió su mirada hacia el primogénito de los Aishi — lástima no ver a tu madre.
La señora Saikou tomó una mirada sombría ante lo que dijo su esposo, apretó el arma que sostenía buscándola, ella sabía que estaba en alguna parte y apenas la viera no dudaría en dispararle.
— Sin más, me retiro — hizo una reverencia confiado, volviendo a sonreír dejando a la vista sus pocas arrugas. Sus guardias apuntaron al grupo rival para evitar que le disparasen, asimismo ellos también apuntaron.
Aprovechando la multitud que había, Yanagi se escabulló con cuidado hacia un atajo que tenía la mansión Saikou, en el carro le habían mostrado un plano de esta y se grabó el camino para llegar a uno de los tantos posibles lugares que podría estar su hermana menor.
Ryoba siguió el plan de Yanagi, pero no para encontrar a su hija, sino para enfrentarse a Ichirou y posiblemente a su enemiga de años. Entro por la pequeña puerta que se encontraba debajo de las escaleras, que llevaba a un sótano. Aquel sótano poseía unas escaleras que llevaban a la cocina, al llegar no vio más que otros cuerpos, sin asco paso entro ellos para salir y así llegar a las escaleras principales de la mansión, estaban divididas en dos. Era peligroso que tomara un camino tan visible, cualquiera podría verla y matarla, ¿Pero qué es una vida sin riesgos para Ryoba? Ajustó por encima su chaleco y tomó el camino de la izquierda, no sabía el porqué.
Casi llegando al último escalón, se pegó a la pared al escuchar las voces de ellos. Aguanto la respiración, se mantuvo rígida y escucho cada cosa que decían.
— ¡Sé que ella esta aquí! —chilló molesta, golpeteando el piso.
— Ya basta, mujer. ¿Por qué crees eso? Vamos, esto se trata de Ayano, ¿Crees que arrimaría su culo hasta acá para salvar a la persona que le roba la atención de su esposo? — vociferó molesto, él quería la atención de ella.
Le dolió.
¿A quién le gusta que le digan las verdades en la cara? A ella no, pero había algo en lo que se equivocaba Ichirou, por más que ella le robara su atención, seguiría siendo su hija y seguiría teniéndole cariño.
— Imbécil, te arrepentirás — le dijo resignada. Él solo se burló, escucho como sus pasos se alejaban, no hacia su dirección, le alivió muchísimo.
Preparó su cuchillo cuando escucho a la mujer venir, le cortaría la lengua. Al escucharla ya a su lado, se lanzó sobre ella con una sonrisa, era tan estúpida aquella. Al hacer esto, la pistola se fue de sus manos, cayendo unos metros atrás.
— Hija de puta — escupió la peli-plateada lanzándole un puño — ¡Te mataré!
Ryoba cayó a su lado luego de recibir el golpe, sonrió limpiándose el labio donde comenzaba a salir sangre.
La perra esta muerta, pensó.
La agarró por detrás del cabello y estampó el rostro de la mujer contra el piso con muchísima fuerza, dejando así una pequeña mancha de sangre.
— Mira a quién le estás hablando, perra — sacó el cuchillo, sonriente la apuñaló en el pecho. La peli-blanca no podía hacer nada, estaba muy desorientada luego del golpe y ahora esto comenzaba a dejarla inconsciente.
Que vergüenza.
— Dijiste que cuando me vieras me matarías, pero la que se va a morir es otra — se carcajeó volviéndola a apuñar con más ganas.
El piso y la vestimenta de las dos mujeres se manchó de la sangre, Ryoba se sentía asqueada de tener la sangre de la fémina en su cuerpo, sin embargo, no paro hasta que ya no hubiese ni un brillo de vida en sus ojos. Al terminar, escuchó una puerta abrirse, sentada sobre aquel cuerpo miró hacia la dirección donde se escucho el ruido.
Ichirou, pensé con debilidad.
El susodicho se acercó sin alguna pizca de horror, se agachó tocó el rostro de la peli-negra con delicadeza, tomando un pañuelo para limpiar la sangre que le había caído a ella. La miraba con muchísima fascinación.
— Eres muy terco — susurró.
— Y tu muy loca.
Sonrieron.
Por otro lado, Yanagi veía a lo lejos esto con repugnancia, harto ya sin ser visto entro a la habitación del final del pasillo izquierdo, habían muchas más escaleras, con muchas más habitaciones. Exasperado pasó una mano por su cabello y entró con sumo cuidado, bajó las escaleras recargando su arma. Al ver que no había nadie, camino con más libertad. Olía a sangre y el ambiente era pesado.
Tomó una bocanada de aire y pegó su oído a cada puerta para saber en cuál se encontraba su hermana. A las décima puerta escuchó la voz... De Amao, quedó sorprendido, ¿Ese empalagoso que hacía ahí? Preparo su arma y abrió la puerta con fuerza, apuntando de una vez.
— ¡Quietos! — miro a cada lado, encontrándose con algo que le desgarro. Su hermana viendo al piso, parecía muerta pero aún su lenta respiración le confirmaba y le tranquilizaba que seguía viva.
Se acercó con prisa hacia la menor, sin bajar la guardia, tomó su rostro entre sus manos y lo levanto.
— Mi niña... — susurró.
Ella evitó mirarle, tenía miedo hasta de la propia persona que la protegió hasta del aire. Temblaba e intentaba alejarse, su hermano vio sus brazos y se sangre hirvió. Llena de moretones y rasguños, rasguños y moretones que hizo ella al sentir la ansiedad consumiéndola.
— Eres un maldito traidor — le apunto a la cabeza con rabia, queriendo despedazarlo, aunque debía calmarse. No quería ser tan agresivo en frente de su hermana.
Amao derramó una lágrima con culpa.
— Lo siento — tapó su rostro con vergüenza, apaciguando así un poco sus sollozos.
— Imbécil, un maldito lo siento no ayuda a todos los traumas que le crearon — vociferó tomando a la peli-negra en brazos.
No esperó que él llegara, su camisa un poco arrugada con unas cuantas gotas de sangre, su cabello despeinado y una sonrisa amarga. Cerró la puerta mirando con cautela cada espacio de la habitación.
— No te la llevarás, déjala en el piso.
— ¿Quién te crees que eres para darme ordenes?
— ¡ELLA ES MÍA! — perdiendo la poca paciencia que le quedaba se lanzó sobre él, intentando quitarla de sus brazos para él poder abrazarla.
La ansiedad lo carcomía, se llevarían algo que tanto le costó conseguir. Era suya, solo suya y no dejaría que nadie se la arrebatara, así tuviese que asesinar a cada persona de este mundo solo para tenerla, ¿Perturbador, no?
Gracias a esto, la pistola se cayó y al estar sin seguro se disparó dándole en la pierna a Amao. Gritó de dolor y se alejó, haberse enamorado de esa chica literalmente lo mataría de amor. Se abrazó intentando detener la sangre, se sentía mareado. Mientras tanto, Yanagi intentó mantener el equilibrio para proteger a Ayano y alejar al maldito, mas esto no se pudo.
— ¡No te dejaré, Ayano! ¡Eres mía! ¡Siempre lo serás! — le lanzó un golpe en la mejilla, al instante lo desoriento dejando caer a Ayano.
Aprovechando esto, Megamo la atrajo a sus brazos e intentó salir de la habitación, pero vamos... ¿Subestimar a Yanagi Aishi? Es un pecado. El peli-negro lo tomó de la camisa y lo jalo hacia atrás para que se golpeara con el closet.
Eran como Tom y Jerry en este momento, sería un momento gracioso si no fuera por la menor que estaba desnutrida y casi sin dormir, ¿Cómo podría defenderse? Era una débil, pensó.
Quiso en verdad hacer algo para ayudar a su hermano, solo que apenas y podía mover un poco su cuerpo, se sentía pro primera vez como una muñeca de porcelana, sentía que en cualquier momento se rompería.
No es tu culpa.
Escuchó susurrar a Oko.
Si lo es.
Dejo caer sus lágrimas mientras veía la pelea, entre ellos intentaban coger la pistola para poder por fin acabar con esto. Sus gritos se mezclaban con los disparos y alaridos del piso de arriba. Intentó levantarse, no quería ver a su hermano mal, hizo tanto para llegar hasta acá y quedarse a mirar nada más como sufría le atormentaba. Uno, dos, tres, cuatro y cinco intentos donde intento levantarse y no hubo resultado. Chilló de dolor, todo su cuerpo dolía, mas seguía esforzándose para ayudarlo, ellos no le prestaban atención a excepción de Amao que veía todo aterrorizado y Oko que intentaba darle fuerzas, no funcionaba.
Sus ojos brillaron luego de mucho tiempo, con emoción al ver que debajo de su cama había un cuchillo y recordó... En un descuido de una de las mujeres del servicio que llevó un cuchillo para cortarle en trozos la fruta siguiendo ordenes de Ayano de como le gustaba, todo fue un plan para despistarle y robarle el cuchillo. Planeaba suicidarse.
Se arrastró entre lágrimas de dolor y felicidad, lo tomó con cuidado. Con todas las fuerzas que pudo y con ayuda del peli-añil se lanzó sobre su secuestrados con éxito y lo apuñaló en la espalda, no muy profundo pero si lo suficiente para dejarlo inmovilizado por unos cortos segundos. Yanagi sin perder tiempo la tomó en brazos, abrió la puerta y comenzó a correr hacia las escaleras.
— ¡AYANO! — gritó con furia Megamo — nunca escaparas de mí.
Apretó sus labios, los pensamientos la estaban asustando. Escuchó un... ¿Helicóptero? Era totalmente descabellado para ella hasta que escucho las fuertes sirenas de los policías. Su corazón dio un vuelco, no solo por eso sino que cuando volvió a mirar a Megamo, él estaba apuntándoles con aquella pistola, una sonrisa tétrica acompañaba su rostro...
Disparó.
Continuará.
Hola, sí. Lamento estar tan desaparecida y seguir dándole excusas, sin embargo, mi inspiración ha sido la mujer y les juro que de verdad he estado esforzándome por traerles algo bien hecho. <3