Narra Amao.
Limpié mis manos y envolví los postres de chocolate, estaba muy emocionado por ir a la casa de Ayano. Estaría infinitamente agradecido con ella, sonreí y salí de la casa no sin antes despedirme de mi padre. Hace ya unos días entré a trabajar junto a mi padre al restaurante más famoso de los Aishi, son muy profesionales ahí a pesar de que estén bajo mucha presión.
He aprendido mucho, es emocionante aprender algo nuevo cada día y más si se trata de cocina.
Sin esperar más toqué la puerta ansioso, volvía tocar luego de un tiempo prudente... Nadie abría. Apreté mis labios y saqué mi celular para llamar a Yan-chan, no prendía. Fue un pequeño golpe a mi corazón, quería agradecerle por todo.
Suspiré y dejé el pastel en la entrada, encorvado vagué por las calles de Japón mirando de vez en cuando a las parejas que pasaban a mi lado sonrientes. Seguí suspirando, sentía demasiados celos.
Me dirigí a casa, me ponía mal ver todas esas parejas... Y yo no ser una de ellas. Me detuve en seco cuando sentí una fuerte mirada sobre mí, era de esas que te querían hacer correr hasta los brazos de tu madre y llorar. Miré a mis lados con disimulo y me eché a correr. Logré ver a alguien que me espiaba desde un callejón, lo que más resaltaba era su sonrisa, era escalofriante.
Caí abruptamente gracias a que un idiota me hizo zancadilla, iba a reclamarle hasta que reconocí su sonrisa y a...
— Creo que debemos hablar, Amao —palmeó mi hombro sin dejar su sonrisa de lado. Intentaba intimidarme y lo estaba logrando.
— ¿Qué crees que haces-
— Shh, no entremos en detalles. Mejor ayúdame en algo y te recompensaré —me invitó a entrar al auto, mejor dicho me obligó. No era para nada idiota, muchos creían que lo era gracias a mi apariencia dulce. Los amables son estúpidos, ¿Quién inventó eso?
Entré sin rechistar, a pesar de que traía una chaqueta que tapaba el arma podía ver como a veces la pistola se asomaba al compas cuando el se movía.
***
— ¡Yan-chan! ¡Qué alegría de verte acá! Te hemos extrañado mucho —dijo la señora Najimi acercándose a abrazarme.— Osana, ven a recibir a Yan-chan —alzó un poco la voz para que la escuchara, la vi aparecer por el pasillo con una mala cara. Tampoco me da gusto verte, querida.
Saludó con desgano y volvió a su habitación.
— Déjala, estos días anda muy rebelde esa muchachita —habló con desaprobación.
— Tranquila, ya estoy acostumbrada —reí nerviosa, algo incomoda.
— Sabes... Eres de las pocas chicas que trae Osano a la casa, se puede decir que eres la segunda—confesó y miré a Osano sorprendida.
— Que pena, quería ser la primera —bromeé.
— ¡Cá-cállate baka! —me dio un zape y corrió al comedor, donde ya se encontraba su padre y sorpresivamente su hermana menor.
Su madre y yo no pudimos evitar reír. Al final inconscientemente comencé a recordar momentos que había pasado con él, hasta que llegaron imágenes de un niño peli-naranja jugando conmigo, eran algo borrosas las imágenes, y estaba haciendo un esfuerzo por lograr entenderlas.
Dos niños y una niña reían y jugaban, a excepción del azabache que solo miraba a la niña reír.
Masajeé mis sienes, un dolor punzante no tardó en llegar.
— ¿Te encuentras bien? —preguntó ocupado Osano-kun, lo vi acercar su rostro demasiado hasta el punto que nuestras respiraciones chocaban. Me aparté lentamente de él y me tapé la cara, estaba roja como un tomate.— Aishi mírame, ¿Estás bien? —asentí y ahora fui yo la que corrió despavorida al comedor como si fuera mi salvación.
***
— No se si recuerdas, Ayano pero cuando eran pequeños ustedes eran muy buenos amigos —dijo el señor Najimi, eso me tomó por sorpresa. ¿Amigos de la infancia?— ¿No lo recuerdas? —negué triste.
— Cariño, seguro es por el accidente. Ryoba me dijo que hubo cosas que ella no logró recordar de su infancia —contestó su esposa con algo de pena.— Osano, tu y Ryu eran muy unidos.
— ¿Ryu...? —pregunté confundida, no tenía idea de quién era él.
— Wow... Realmente no recuerdas casi nada. Ryu era un chico de cabello azabache que siempre estaba con ustedes, no hablaba mucho, el niño era muy extraño y tenía una hermanita.
El chico de mis sueños...
— ¿U-usted sabe más sobre ese niño? —necesitaba saber más de él, ese chico generó muchas incógnitas en mí.
— No mucho, su madre era muy reservada, no dejaba salir a su hija por nada del mundo... Y Ryu siempre aparecía con un moretón nuevo cada día, nos decía que se caía o algunos niños lo molestaban.
Asentí procesando la información.
— Unos meses después se mudaron y no volvimos a saber nada de él, eso fue antes de tu accidente. Recuerdo mucho que tu y Osano lloraban mucho al no tenerlo cerca, habían construido una amistad muy bonita —sonrió su padre.— En especial Osano, era todo un llorón —jaló una de sus mejillas.
—¡Pa-papá no cuentes eso en frente de ella! —ahora la que jalé su mejilla fui yo, que ternura.— ¿Qué haces, baka? —sin darme cuenta inicié una guerra de jalones.
***
Ingresé un poco más temprano a la escuela que los demás, según Megamo tenía que estar una hora de anticipación en la escuela para patrullar desde antes, ya que no quería que volviera a suceder lo que pasó lo otra vez... La masacre.
No conté muchas detalles de lo que pasó ahí, yo tampoco sabía mucho.
Hubo muchos malheridos, por alguna razón sobrevivieron a pesar de que los doctores decían que no lo harían. Algunos estuvieron muertos por más de cinco minutos, se presentó un gran escandalo en el hospital. Padres utilizando sus influencias para que hicieran lo posible por salvar a sus hijos. La única que no tuvo ni oportunidad de pisar un hospital para que le salvaran la vida fue Supana.
La escuela estuvo también en un escandala por su mala seguridad, ahora habían detectores de metales en cada pasillo, muchas más cámaras, los habían puesto el fin de semana. Tanto la escuela como los integrantes del consejo estudiantes les llegó una gran ola de odio solo que lograron salvarse diciendo de que ellos también estaban luchando por su vida.
Me dirigí al club del consejo y saludé con energía a los demás, él único que me contestó fue Akō Torayoshi, solo que algo fingido, algo en el no me cuadraba. Los demás solo me ignoraron y Megamo solo me me miró con indiferencia, auch.
Revisé unos papeles que se encontraban en mi puesto, eran tareas que el líder mejor.
OBLIGACIONES QUE DEBES CUMPLIR.
Debido a que todos los puestos están ya completos en el consejo estudiantil, serás mi asistente personal. Si te pido algo debes obedecerme sin rechistar, no quiero escuchar salir de tu boca un pero. Patrullarás en el almuerzo quince minutos y luego irás a donde estoy yo, para seguir con tus obligaciones como asistente.
REGLAS.
1. Obedecer en todo lo que te digan.
2. Megamo es el único que te puede decir que hacer y que no hacer.
3. Solo puedes hablar si yo te lo permito.
4. Megamo tiene la razón siempre sin importar si en verdad o no la tiene.
Si incumples alguna de estás reglas recibirás un castigo.
Apreté la hoja y me dirigí hacia el peli-blanco con enojo. ¿Qué pretendía?
— ¿Se te ofrece algo? —preguntó desinteresado, al parecer lo que leía era más importante que yo.
— ¿Desde cuando acepté ser tu sirvienta? —tenía unas ganas de aventarle el puto papel a la cara.
— Si no le gusta... —se levantó y se acercó al punto de que estuviésemos mirándonos fijamente, claramente agachándose un poco, me sacaba casi dos cabezas. — Lárguese si lo desea, usted no es tan importante acá. Podemos conseguir a alguien que si le interese hacer el trabajo. Vaya a cambiarse, puede dejar su uniforme en la sala de profesores, luego alguien lo recogerá.
Sorprendida retrocedí, sé que luego me arrepentiría de esto... Pero siempre fue mi sueño. Tragándome mi orgullo agaché la cabeza.
— Lo lamento, no volverá a suceder. Estuvo mal como le hablé.
Trágame tierra.
— ¿Tiene alguna inconformidad, señorita Aishi? —dijo jugando con mi cabello. Negué.— Respóndame.
— No h-hay ninguna, señor.
— Bien, tráeme un té —volvió a sentarse y me miró expectante.— Ahora.
Obedecí humillada.
Continuará.
¡Heeey! ¿Alguna nueva teoría.
Hannah versión picrew.