Me reincorporo de golpe intentando aclarar el colapso de ideas que cruzan fugazmente por mi cabeza. En veinte minutos el timbre de mi puerta sonará, declarando en ese momento una guerra entre mi yo pacífico y mi yo celoso. ¿Qué debo decirle? ¿Debo confesar que siento celos de esa chica? A lo mejor ni siquiera es cierto el rumor. Y aunque así lo fuese, Niall y yo realmente no somos nada.
No somos nada. No somos nada. No somos nada.
Esa estúpida cantinela se repite una y otra vez en mi interior, haciendo que consiga ponerme realmente nerviosa. El sentimiento de culpabilidad regresa de nuevo a mí, insistiendo en la mala decisión que tomé aquel día. Esto no puede seguir así.
Por otro lado, pienso: ¿qué debo ponerme? Estoy en pijama. No me voy a vestir como si fuera a la calle porque vamos a comer en casa. Pero tampoco voy a estar hecha un desastre. Voy a mi habitación y abro el armario en busca de algo decente. Finalmente, escojo una sudadera oversize, unas mallas de ciclista y unas deportivas. Me miro en el espejo y decido colocarme un poco de maquillaje. Nada cargado: un poco de eyeliner, rímel y colorete. Al final del estuche de maquillaje veo mi pintalabios favorito y lo incluyo en mi make up.
Faltan diez minutos para que llegue Niall.
Mojo un poco mi pelo en el lavabo del baño para peinar como puedo el nido de pájaros que tengo en la cabeza. La humedad de mis manos logra que se creen unas bonitas ondas en mi cabello.
Creo que estoy lista. Veré qué puedo hacer para almorzar.
Me aproximo a la cocina y veo que hay tres filetes de carne para hamburguesa, unas lonchas de queso chédar y algo de verdura. Genial.
El reloj marca las doce y diez del medio día. Quedan cinco minutos para que llegue el pequeño irlandés. No creo que tenga hambre aún, y yo con los nervios que tengo casi que tampoco me apetece comer. Veo que en la despensa hay una bolsa de patatas fritas y en la nevera unos cuantos botellines de cerveza. Perfecto para romper el hielo.
Mientras pienso qué le voy a decir a Niall exactamente y de qué forma para que no se convierta en algo incómodo, el porterillo suena chirriante. Un pequeño grito se escapa por mi garganta. Temblorosa, descuelgo el telefonillo.
- ¿Quién es?
- ¡Cartero comercial! -escucho como alguien intenta, sin mucho éxito, contener la risa tras esas palabras.
- ¿Niall?
- ¡Pues claro! ¿Quién va a ser? Anda abre.
Pulso el botón que abre la puerta del portal con una sonrisa en la cara. Este chico hace que todo malo pensamiento que haya en mi cabeza se esfume. Escucho el ruido del ascensor subiendo a mi planta y en menos de veinte segundos toca el timbre.
- ¿Esperabas a alguien más? -me encuentro con un chico alto de brazos cruzados frente a mi puerta. No sabe ponerse serio.
- ¡Claro que no! Sólo me quería asegurar que eras tú -digo mientras me coloco un mechón de pelo detrás de la oreja, tímida- Pasa, no te quedes ahí.
- Me encanta el olor que hay siempre en esta casa. Se nota que es un apartamento de chicas.
- Nos gusta ir perfumadas.
- Y a mí me encanta que vayas perfumada -se acerca a mí y me besa en la mejilla, muy cerca de la comisura de los labios- Estás muy guapa.
- Gracias, tú también. -Un silencio se crea de repente. Ambos sabemos que debemos hablar, pero no sabemos cómo empezar. - Siéntate, iré a por unas cervezas. ¿Te apetece?
- Claro, gracias.
Mientras él se acomoda en el sofá, voy a la cocina a por dos botellines y el paquete de patatas que vi anteriormente. Cuando llego de nuevo al salón, veo que ha puesto la televisión. Están echando "Los Simpson" en la Fox. Me siento a su lado y le ofrezco uno de los botellines que previamente había abierto.
- Mmm. Qué fresquita está -dice Niall tras darle un primer sorbo a la cerveza. - Tú sí que sabes cómo tratar a los invitados.
De nuevo vuelve el silencio. Ambos fijamos la mirada en la televisión.
- ¿Quieres patatas? Puedes abrir la bolsa.
- Claro, me encantan las Ruffles.
Abro la bolsa y juntos empezamos a comer. Después de un rato más sin hablar, veo por el rabillo del ojo que Niall mantiene su mirada fija en mí. Lentamente, voy girando la cabeza hacia él, que comienza a sonreír conforme nuestras miradas conectan.
- Eres tan graciosa cuando estás nerviosa. Después de todo lo que hemos vivido, parece que es la primera vez que estamos los dos a solas.
- Yo no estoy nerviosa. ¿Por qué tendría que estarlo?
- ¿Me vas a contar ya qué te pasaba anoche? O vamos a seguir retrasándolo -dice enseñándome esos dientes blancos suyos con una sonrisa.
Vale, ha llegado el momento. Niall se acomoda posicionando su brazo en el cabezal del sofá, manteniendo su cuerpo ligeramente volteado hacia mí. De la misma forma, coloco mis piernas en forma de indio y me giro por completo hacia él. Ambos estamos uno frente al otro. Rasco mi cabeza con nerviosismo, a la vez que juego con mi cabello.
- No sé qué decir. Lo siento por llamarte a las tantas de la madrugada.
Una risa casi silenciosa se escapa de sus labios. Niega con la cabeza y se frota los ojos con una mano. ¿Cómo debería interpretar ese gesto?
- ¿Qué pensabas? ¿Que estaba durmiendo con alguien?
Zas. En toda la boca. Este chico no se anda con rodeos, eso está claro. Intento controlar mi respiración y que no sea tan evidente la cara de tonta que se me ha quedado.
- ¿Cómo? Yo no he dicho nada.
- Porque, por suerte para ti, Daniela te interrumpió -dice mientras se ríe. De un brinco se aproxima hacia mí y coloca su mano sobre mi pierna. - Vamos, (tn). Yo creo que ya existe cierta confianza entre nosotros.
Tras unos segundos en silencio, cierro los ojos con fuerza y agacho la cabeza, cubriendo con mis manos el sonrojo tan notorio que acaba de aparecer en mi rostro. Siento como da otro brinco y, de repente, sus brazos rodean mi cabeza.
- Pequeña, qué ha pasado. Vamos, cuéntamelo.
Deshace su abrazo, muy a mi pesar, y retira con suavidad mis manos de la cara. Nos miramos a los ojos. Su mirada llena de brillo y paz consigue que mis nervios se calmen. Sin dejar de sonreír, hace un gesto que me da a entender que está a la espera de mi respuesta.
- Yo no quería. Anoche las chicas empezaron a preguntarme por nosotros, para ver cómo avanzaba nuestra relación -sus ojos están fijos en mí, atendiendo con paciencia a cada palabra que sale de mi boca. - Entonces Perla mencionó cierto rumor que corre por su universidad.
- ¿De qué rumor se trata? -pregunta al ver que de nuevo he agachado la cabeza.
- Dicen que te han visto con aquella chica. La de la fiesta.
- ¿Qué chica?
- La pelirroja -tras decir esto, levanto la cabeza para ver la reacción del chico.
Sin previo aviso, tras ver que sus ojos poco a poco se van achinando, suelta una carcajada y me abraza con más fuerza que antes, despeinándome con una de sus manos.
- ¡Estás celosilla, enana! -logra decir entre risas.
- ¡No es verdad! -consigo zafarme de sus brazos. -Sólo quiero saber si ambos estamos poniendo de nuestra parte para mejorar nuestra relación, o si por el contrario lo estoy haciendo yo sola.
Agarra mis manos con fuerza y me mira serio, aunque sin perder la sonrisa.
- Quiero que tengas claro que si hay algo que deseo con fuerza desde hace mucho tiempo es recuperarte. No pienso ser tan imbécil de cagarla de nuevo, y mucho menos con algo así. No tengo ojos para nadie más que para ti.
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¡Gracias por leer!
M.xx