Augsvert I: El retorno de la...

By sakurasumereiro

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Una hechicera con un turbio pasado, un hada que no puede volar y un guerrero que busca salvar su reino, verán... More

ADVERTENCIA
Capitulo I: El encuentro (I/III)
Capitulo I: El encuentro (II/III)
Capitulo I: El encuentro (III/III)
CAPITULO II: Inicio del viaje.
Capitulo III: Percances en el Dorm (I/VI)
Capitulo III: Percances en el Dorm (II/VI)
Capitulo III: Percances en el Dorm III/VI
Capítulo III: Percances en el Dorm IV/VI
Capitulo III: Percances en el Dorm V/VI
Capitulo III: Percances en el Dorm (VI/VI)
Capitulo IV: Fiskr Haugr
Capitulo IV: Fisk Haurg (II/II)
Capitulo V: La posada Ormr (I/V)
Capitulo V: La posada Ormr (III/V)
Capitulo V: La posada Ormr (IV/V)
Capitulo V: La posada Ormr (V/V)
Capitulo VI: Viejo amigo, nuevo enemigo; revelaciones (I/III)
Capitulo VI: Viejo amigo, nuevo enemigo; Revelaciones (II/III)
Capitulo VI: Viejo amigo, nuevo enemigo; Revelaciones (III/III)
Capitulo VII: Culpa (I/III)
Capitulo VII: Culpa (II/III)
Capitulo VII: Culpa (III/III)
Capitulo VIII: El poder de la amistad (I/III)
Capitulo VIII: El poder de la amistad (II/III)
Capitulo VIII: El poder de la amistad (III/III)
Capitulo IX: Infamia (I/IV
Capitulo IX: Infamia (II/IV)
Capitulo IX: Infamia (III/IV)
Capitulo IX: Infamia (IV/IV)
Capitulo X: El costo del amor (Final)
Glosario y mapas

Capitulo V: La posada Ormr (II/V)

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By sakurasumereiro

II

Aren

Esperaba sentado a la mesa que, según dijo el joven mozo, era la mejor del local porque estaba junto a la ventana. Aguardaba que Keysa y Ariana me acompañaran a cenar.

Una moza bien parecida había puesto delante de mí, un rato antes, una jarra de hidromiel de la que ya yo daba buena cuenta. Momento después la sorcerina bajaba las escaleras de madera. Venía con la misma ropa que llevaba usando todo el día: su rústica túnica de un blanco amarillento, pantalones negros y el grueso cinturón de cuero envolviéndole la cintura pequeña. Keysa no la acompañaba.

—¿Has disfrutado tu baño, lars? —preguntó ella al tiempo que jalaba la silla frente a mí para sentarse.

—Siempre es delicioso bañarse con agua caliente. Gracias.

Ella inclinó la cabeza en una leve reverencia. A pesar de que lucía un tanto taciturna no parecía de mal humor.

—Espero que tengas una gran bolsa de oro para pagar todo esto.

Yo enarqué mis cejas. Después de todo fue ella quien tentó a la posadera con su «dinero».

—¿Qué hay de esa gran bolsa tuya? —le pregunté sonriendo, intuía cual sería la respuesta.

Ella me miró con una media sonrisa y algo de desdén.

—La gente cree lo que quiere creer. Así es más fácil realizar hechizos ilusorios.

Yo asentí llevándome el tarro a medio vaciar de hidromiel a los labios.

—Veo que las ilusiones y los engaños se te dan bien.

Ella volvió hacia mí, en una expresión inquisitiva, sus ojos de aguas cristalinas que habían estado entretenidos examinando a los clientes de la taberna.

—Los hechizos de transformaciones en seres vivos son un tanto complicados. —Me apuré a explicar al notar su ceño fruncido sobre mí, pero logré en ella el efecto deseado: hacerle ver que sabía lo que había hecho. Estaba seguro que ella había fingido frente a los guardias. No solo cambió la apariencia de Keysa, sino también la suya—. Requieren gran poder y un estricto manejo de la energía para no agotar al sorcere demasiado rápido. No me equivoqué contigo, Ariana. Eres una sorcerina poderosa.

Ella apartó la vista de mí.

La mesera guapa se acercó a nosotros trayendo dos platos de comida. Al momento de dejar el mío en la mesa, rozó levemente mi mano y luego me guiñó un ojo. Nervioso, miré si Ariana notó el coqueteo, pero ella continuaba entretenida en los comensales.

Cuando la mesera se hubo retirado, la sorcerina miró su plato. Trató de disimularlo, pero la perplejidad enarcó un poco sus cejas, sus labios se apretaron. Yo sonreí por lo bajo al verla. Tragó antes de hablar.

—¿Por qué has ordenado sin esperarme? ¡No me gusta el pescado rebosado, ni esas lonjas envueltas!

Mi sonrisa se amplió al ver en su labio inferior un ligero temblor. Ella había fingido y continuaba haciéndolo. Disimulé lo mejor que pude mi satisfacción poniendo una expresión compungida cuando ella me miró.

—¡Oh! ¿En serio? Los Snigill y Krabbis son platillos difíciles de conseguir en Olhoinnalia. Solo los he comido en Augsvert, al ver que aquí los preparaban quise que los probaras. Pero no te preocupes, si no te gusta le diré a la moza que se los lleve.

Antes de que pudiera llamar a la chica, Ariana sostuvo mi brazo.

—¡No, lars! Ya los has pedido. Haré un esfuerzo por comerlos.

Me carcajee en mis adentros. Fingiendo indiferencia, asentí. Si Ariana era quien yo creía, ese platillo en realidad era su favorito.

—¿Por qué no ha bajado Keysa? —pregunté después de un rato en que ella ya había devorado con gusto la mitad de su comida.

Ella me miró con la boca llena. Tragó antes de contestar.

—No le gustan las tabernas, ni las aglomeraciones de personas.

—Entiendo.

Volví a sonreír, pero esta vez sin disimulo al ver entrar a Gerald. El pelirrojo, ataviado con su armadura ligera de cuero ennegrecido y acero, encima la larga túnica abierta, miró en derredor. Al notarnos, se acercó a nosotros con paso resuelto, exudaba confianza en cada movimiento.

—¡Me alegra que me tomaran la palabra y se hospedaran aquí! —El hombre abrió sus brazos y en voz alta exclamó—: ¡La comida de mi Rumilda es la mejor de todas!

De inmediato, la fornida mujer salió de las profundidades de la cocina. Cuando notó quien la había mentado, achicó sus ojos azules. Limpiándose las manos gruesas en el delantal, se acercó a nuestra mesa.

—¡Bribón, desvergonzado! —le gritó a Gerald, golpeándolo en el pecho con su trapo—. ¿Crees que puedes desaparecer lunaciones enteras y no pagar tus deudas?

Para mi asombro, Gerald la tomó de la cintura, acercó su cuerpo al suyo y le dio un gran beso en los labios. Desvié la mirada, acalorado. La sorcerina resopló y torció sus ojos, parecía molesta, pero ella siempre estaba enojada por algo.

Cuando se separaron, Rumilda tenía las mejillas encendidas, se llevó una mano al pecho y agarró una gran bocanada de aire.

—¿Crees que es así? ¿Todo arreglado? —le reprochó la posadera, aunque su tono de voz era mucho más dulce.

Gerald por toda respuesta sonrió y volvió a besarla, esta vez con más pasión. Ariana tamborileó sobre la mesa sin mirarlos. Me sorprendí al ver que llevaba las manos enguantadas.

Rumilda exhaló, y me pareció bastante satisfecha cuando él la soltó. Gerald le guiñó un ojo.

—Trae otra jarra de Hidromiel, hermosa basiris, para mis amigos— le pidió mi amigo con ojos y sonrisa brillante.

Rumilda entornó los suyos. La mujer rejuveneció unos diez años luego de esos candentes besos. Asintió sonriéndole y se marchó de nuevo a la cocina, meneando las caderas.

Gerald se sentó a mi lado. Me miró con sus ojos azules refulgiendo en chispas de alegría. Él siempre había sido así, era difícil resistirse a su entusiasmo. Cuando nos conocimos en Augsvert durante nuestra adolescencia, yo cursaba el último año de mi educación en el palacio Adamantino. Él fue a perfeccionar su técnica de espada y fue inevitable hacernos amigos.

A pesar de que luego lo prometieron a la princesa Soriana, nunca le guardé rencor, después de todo no fue su culpa, solo el destino. Él era uno de los sobrinos del rey Kalev y aunque no era el heredero al trono, su buena posición en la familia real y conservar la estirpe mágica en su sangre, llevó a la reina Seline a comprometerlo con su hija y asegurar una unión política entre Augsvert y Doromir.

Después todo se torció para él y para Augsvert. Perdí su rastro hasta ahora que volvía a encontrarlo.

—¡Amigo mío! —exclamó Gerald dando una palmada en la mesa—. ¡Cuéntame todo de Augsvert! ¿El Ulrich aún está lleno de gordos peces?

Yo reí antes de contestar.

—¡Tan gordos como hace doce años!

Él rio un rato, sin duda embebido en recuerdos, luego volvió a hablar un poco más serio.

— Escuché que aún buscan a Soriana.

Ante la mención del nombre de mi antigua princesa yo bajé la cabeza. La alegría se rompió como pompa de jabón

—Ya no.

—¿La han dado por muerta o se han convencido de que no quiere ser encontrada?

—La han dado por muerta —contesté cada vez más triste.

Rumilda llegó trayendo otra jarra de hidromiel. Una sonrisa cautivadora curvaba sus labios mientras le servía a Gerlad. Él le dio una palmada en el trasero cuando ella se volteó para alejarse.

—Pienso que es lo mejor. —Gerlad se llevó el vaso a los labios antes de continuar—. Ninguna nación querría tener como reina a alguien como ella. ¿No crees? No le importó abandonarlos, no dio explicaciones sobre la muerte de la reina Seline. ¿Cómo se podría confiar en un mandatario así?

Levanté el rostro y encaré a Gerald, luego miré a Ariana antes de hablar. Ella revolvía en el plato los restos de sus Snigill y Krabbis que antes comía con tanto gusto. Me dio algo de pena. Durante lo que llevábamos de viaje, Ariana había comido muy poco, solo hasta hacía un momento la vi hacerlo con verdadero disfrute.

—Creo que tuvo sus razones para actuar de la manera en que lo hizo.

Ariana levantó hacia mí su rostro y me miró sorprendida. Gerald se rio, había algo de desprecio en esa risa.

—¡Claro que sí amigo mío! Las razones que puede tener cualquier criminal: huir. No te enojes, recuerdo que eran muy buenos amigos. Imagino que todos en Augsvert odian la sola mención de su nombre. ¡Pobre de la reina Engla! —Gerald hizo una pausa y llamó a la moza guapa—. No me malentiendas por favor, pero ella no estaba preparada para gobernar. ¡Oh, querida! por favor, tráeme uno de esos fabulosos pasteles de maíz y cordero que tan delicioso hace Rumilda. Como te iba diciendo, Aren, Engla no estaba lista para eso. Es comprensible que no pueda mantener la barrera. En cambio, si Soriana no hubiese huido como una cobarde, sino que hubiese enfrentado su destino y sus actos, otra historia sería, ¿no crees? Dicen que se volvió una hechicera oscura.

—También dicen que puede transformarse en huargo —le contesté mordaz, no dando crédito de los chismes que corrían entre las gentes de mi reino.

Tenía la garganta apretada por la conversación, no quería hablar de ella. Ya bastante sufrimiento me ocasionó su abandono, su ausencia, no obtener de Soriana una explicación del día en que nuestra reina Seline murió. A veces también a mí me asaltaba la duda de si todo aquello lo hizo a conciencia, como decía el Heimr.

—Ahora es demasiado tarde para ella —continuó hablando Gerald—. He escuchado que los ancianos del concejo la consideran una proscrita. Si vuelve dudo que pueda ascender al trono.

Yo levanté mis ojos y lo miré con enojo. De verdad, ya no deseaba seguir hablando de eso.

—No me mires así, amigo mío. Después de todo, lo más probable es que Soriana esté muerta. Quizás la devoró alguna fiera de esas que abundan en la cordillera de Ausvenia.

—¿Por qué hablas así de ella? ¿Estuviste comprometido con la princesa? Y hasta donde sé, estabas conforme con el compromiso, tú la querías.

Gerald entonces abandonó la sonrisa que decoraba su rostro y me miró con ojos fieros.

—¡Pero ella a mí no! —Su voz tenía rastros de rencor. El vaso que llevó a sus labios vibró al chocarlo de regreso a la mesa—. Me lo dejó muy en claro, Aren. —Luego su expresión se suavizó—. Definitivamente, fue mejor así, ¿no crees? Después de todo lo que ocurrió, ¿qué futuro tendrían dos perdedores como nosotros juntos? —Gerald miró entonces a Ariana y le preguntó—: ¿No lo crees, pequeña svanr?

La sorcerina fijó sus ojos en él y luego le apartó la mirada, tenía los labios apretados en una delgada línea. Por toda respuesta se llevó su vaso de licor a la boca y lo vació de un trago.

—¡Guau! —exclamó Gerald— ¡Sí que te gusta, eh! Creo que aún no me dices tu nombre, precioso svanr.

Ariana apoyó un codo en la mesa y llevó la mejilla a su mano. Sus ojos indescifrables que miraban a Gerald, no me permitían intuir qué pensaba.

—Ariana.

—¡Ariana! Bonito nombre. Así que eres de Northsevia. Te deseo suerte, Ariana, svanr de Northsevia, en el cumplimiento de tu juramento. Será difícil que logres tú sola salvar a Augsvert de la desgracia en la que lo dejó su alteza, la princesa heredera, Soriana Sorenssen.

—En cuanto a eso —intervine yo—, pensaba que tal vez tú pudieras ayudarnos. Si logras interceder por Augsvert ante su alteza, el príncipe Kalevi, tal vez, quiera apoyarnos.

Una risa despectiva llegó a mis oídos. Ariana se reía. Gerald giró a verla con sorpresa.

—Perdonad a esta sorcerina irrespetuosa, excelencias, pero es que también yo he escuchado rumores.

—¿Ah sí? —preguntó Gerald con los dientes apretados— ¿Y qué rumores son esos?

—Ah, pues que vos, dreki, no estáis en muy buena disposición con la casa real de Doromir —explicó Ariana señalando al pelirrojo—. Suelo vagar por el norte del continente y una escucha cosas. Al parecer, os habéis equivocado en vuestras alianzas y el príncipe Kalevi no está conforme.

—¡Mi primo, el príncipe, es un crío! —exclamó Gerald, enojado—. Hace caso de chismes que quieren mal ponerme con él y con el reino.

Ariana abrió sus ojos en una mueca una tanto exagerada y grotesca.

—¡Oh, chismes! Creo que, si el príncipe hiciera caso de chismes como vos decís, mi noble sorcere, vuestra cabeza no estaría pegada a vuestro real cuello en este momento.

—¡Eres una insolente! ¿Cómo te atreves? ¡¿Acaso no sabes a quién te diriges?!

Los ojos de Ariana brillaron, una hoja afilada refulgiendo en ellos. El borde del rústico vaso tocó sus labios antes de que replicara.

—Porque esta sorcerina sabe a quién se dirige es que habla lo que habla, dreki.

Gerald se levantó de la mesa en clara disposición de agarrarla por la túnica. Maldije en mis adentros. ¿Qué se proponía la sorcerina? Si en algún momento existió la remota posibilidad de que Gerald me ayudara, ella acababa de destrozarla.

—¡Basta! —dije, poniéndome también de pie—. ¡Creo que hay un malentendido aquí!

—¡No hay ningún malentendido! —exclamó Gerald mirando a Ariana, quien a su vez se relamía el hidromiel de los labios, complacida. Luego el pelirrojo me miró a mí—. Te has equivocado de compañía, querido amigo. Esta sorcerina, con su lengua afilada y venenosa, lejos de ayudarte, sumergirá todavía más a tu nación en la desgracia.

—Al menos seré yo y no tú quién lo haga. No dejaré que tus sucias manos intervengan.

Me quedé de una pieza al escuchar las insolentes palabras de Ariana. Gerald se abalanzó por sobre la mesa en un intento de atraparla. Ella se balanceó hacia atrás en su silla, esquivándolo y yo sujeté al pelirrojo. Algunas cabezas en el resto de las mesas nos miraban. Rumilda, entre un tintineo de collares y pulseras, se acercó a nosotros.

—¿Qué sucede aquí?, ¿eh?

—Nada, mi buena dama. Un malentendido, nada más —dije yo en un intento por calmar los ánimos.

Gerald se zafó de mi agarre y sin decir palabra se marchó. Los ojos de Ariana eran tranquilos, sus manos enguantados sujetaron el vaso y de nuevo bebió un gran trago.

—Más hidromiel, por favor —pidió ella con una encantadora sonrisa.

Rumilda dudó un momento, nos miró a ambos de hito en hito y luego hacia la puerta por donde Gerald se hubo marchado, negó una vez y regresó a la cocina. Después de lo que tarda una brizna de paja en consumirse al fuego, regresó y depositó la tercera jarra de hidromiel en la mesa.

—¿Puedes explicarme que fue todo eso? —le exigí a la sorcerina.

Ella me miró con una sonrisa satisfecha antes de llevar de nuevo el vaso a la boca. Cuando lo puso en la mesa, tomé el vaso de su mano y se lo quité.

—¡Creo que ya es suficiente de esto!

—¡Yo diré cuando es suficiente, lars! En lugar de reñirme, deberías agradecerme de que te haya salvado de ese timador.

—¿Ah sí? —le pregunté enarcando la ceja derecha.

—¡Sí! —dijo ella quitándome el vaso de la mano.

—Podrías explicarme al menos, pues como yo lo veo, acabas de arruinar la posibilidad de que consiguiera un ejército que refuerce al de mi nación.

Ella se rio.

—Él no puede conseguirte eso. Lo han exiliado del palacio del Amanecer. El príncipe Kalevi descubrió una conspiración. —La sorcerina paladeó con gusto su licor y continuó hablando—. Varios de sus nobles tíos querían asesinarlo la noche de todos los héroes. Pero en la celebración, en lugar de que los traidores acabaran con la vida del heredero al trono de Doromir, hubo una gran matanza donde perecieron todos aquellos que se oponían al príncipe. Tu amigo, Gerald, no estuvo en la celebración. Solo por eso se salvó, no se pudo demostrar que también él adversaba al príncipe, sin embargo, su alteza alberga la duda, por eso lo ha exiliado a la fortaleza de Vindrgaror y aunque puede salir de allí, no puede acercarse a Noor y mucho menos al palacio del Amanecer. ¿Cómo podría ayudarte él, lars?

Yo estaba asombrado con lo que ella me contaba. Gerald siempre fue una persona abierta y a mi parecer, franca. Sin embargo, tenía un pasado oscuro, que ya antes lo dejó en entre dicho en la nobleza de Doromir, tal parecía que él continuaba haciéndose de mala fama. ¿Se debía su reiterada caída en desgracia al capricho de los dioses o a sus actos imprudentes? Como fuere, de ser cierto lo que la sorcerina decía, no me convenía aparecer en el palacio del Amanecer acompañado de Gerald, un indeseable exiliado.

—¿Cómo sabes todo eso?

Ella bufó.

—Todo mundo lo sabe.

—No lo creo, Si fuera cierto, aquí no lo recibirían como lo han hecho.

— Él es el señor de Vindgarorg, esta ciudad le debe vasallaje a ese castillo, pero te entiendo, lars —dijo ella repantigándose en la silla —. Es comprensible que te resistas a pensar mal de tu viejo amigo de la infancia y no le creas a esta sorcerina vagabunda que recién conoces. Pero, te aseguro que no miento.

—¿En realidad no mientes, Ariana?

Ella fijó en mí sus ojos grises, luego se limpió con la manga las gotas de hidromiel de los labios.

—¿Por qué lo haría? Mi destino está atado al tuyo. —Levantó la muñeca con el brazalete rojo del juramento—. Dañarte es dañarme a mí misma. Créeme, estás mejor sin él.

Yo asentí. Ella comenzaba a arrastrar las palabras al hablar, de nuevo bebía demasiado. Cerré los ojos y me invadió algo de pena por ella.

—Creo que deberíamos subir a descansar.

Ella negó y me sonrió un poco. A nuestro alrededor la taberna se animaba más. Los pescadores, al término de su jornada, acudían a tomarse un trago y relajarse. Varios hombres daban risotadas en una mesa contigua, en otra apostaban a los dados. La moza guapa trataba de quitarse de encima las grandes manazas de un tipo con larga barba pelirroja. Ante la insistencia del hombre, ella se sacudió y se alejó de prisa de esa mesa. Podía entender por qué la frágil Keysa no quería estar allí, sin embargo, llevábamos casi un cuarto de vela de Ormondú en la taberna, debía sentirse sola. Era hora de que Ariana subiera a su habitación.

Asomé la cabeza a la ventana, las sombras nocturnas eran exorcizadas afuera por candiles alimentados de aceite. El alboroto del día mermaba a medida que avanzaba la oscuridad. Al elevar mis ojos al cielo, pude ver la luna brillando en un círculo completo. Otra lunación acababa. Ya eran siete lejos de mi reino.

Ahora estaba atado a Ariana y ella a sus ocultos demonios que tal vez nos arrastrarían a ambos a la destrucción. Suspiré al verla empinarse de nuevo el vaso lleno del hidromiel.

—¿Es cierto? —preguntó ella de pronto, la tristeza derramándose en sus ojos de agua —. Esa princesa, Soriana, ¿es tan odiada en tu reino?

No le contesté. ¿Qué podría decirle? De todas formas, no pareció importarle no obtener una respuesta, porque ella continuó hablando.

—Supongo que se lo tendría merecido. Eso dicen ¿no? Que Surt nos teje a todos un destino acorde a nuestro corazón y capacidades. Transitamos el sendero que nos merecemos. Tal vez Augsvert merezca caer. —Volvió a beber del vaso de barro y continuó su soliloquio en voz baja—. Alguna vez escuché que una profecía pendía sobre esa princesa. Un oráculo pronunció las palabras que delinearon, no solo su destino, sino al parecer, el de su reino entero. Después de todo, los gobernantes son los que determinan el futuro, para bien o para mal, de sus pueblos. El oráculo dijo que esa princesa cambiaría el rumbo de su reino. Bajo su gobierno, Augsvert caería. —Ella rio con amargura—. Tal vez por eso se fue, ¿no crees? Quizás se fue por lo que hizo o por lo que estaba destinada hacer. Como sea, iba a ser una mala reina.

Ariana se mordió el labio inferior, sus ojos me miraron esperando una respuesta. La animadversión que una vez sentí por ella se había convertido en puro dolor. Ella me dolía. Verla tan rota a su vez rompía mi corazón. Negué antes de hablar.

—No creo que ella se hubiese convertido en una mala reina. Era la mejor hechicera de su edad, pero sufría y nunca lo dijo. Si tal vez ella se hubiese sincerado conmigo, si no hubiese huido, yo la habría ayudado. Éramos amigos, los mejores amigos, pero ella no confió en mí.

—Quizás no se sentía suficiente.

Yo asentí.

—Siempre sintió así. Fui yo quien no supo ver las señales. ¡Un oráculo! Los oráculos son confusos. Todos se volvieron en su contra después de que se reveló la profecía, ella más que nadie la creyó.

Ariana bajó sus largas pestañas. El vaso estaba vacío.

—Es hora de descansar —dije levantándome para ayudarla a hacer lo mismo.

Ella no se resistió. Se dejó llevar dócilmente por las escaleras hasta su habitación. 

Basiris: Según la tradición, son hermosas doncellas de inefable belleza que viven en el Geirsholm (morada de gran parte de los dioses y a donde van los héroes, los guerreros y los reyes al morir) dedicadas a tocar la flauta y la lira.

Dreki: Señor. Título honorífico destinado a la nobleza de Doromir. Sería el equivalente a lars entre los augsverianos.

Svanr: Cisne en doromirés.

***Hola mis queridos lectores, un gusto traer nuevo capitulo de esta historia que espero les guste tanto como a mí. Pronto sabremos quien es realmente Ariana y parte de su pasado, pero hasta entonces me encantaría saber que piensan ustedes.

***Por si les apetece, les comento que en mi perfil hay otras historias de este mismo universo. Después de nuestra muerte cuenta la romántica historia de uno de los antepasados de Aren y también trata un poquito de la enemistad entre los alferis y Augsvert . Relatos de Olhoinnalia es un compendio de varias historias sin relación entre sí, ambientadas en este mundo fantástico. Pronto subiré allí la "Leyendas de las espadas" que trata algunas de las sorprendentes historias que rodean a estas armas y  herramientas mágicas.


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