El caballero de la emperatriz...

By D-miyu

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Carsein amaba a Aristia, realmente lo hacía. Y se llevaría ese secreto a la tumba. Sin embargo, no creyó que... More

Remordimientos de un caballero
La niña bendecida por Dios
Él fue tras ella
Sonrisa arrogante
De su lado
Invitación
Dulces pasteles
Conclusión en verde
Intereses
Después de la fiesta
Una carta
El regalo del Príncipe heredero
Té amargo
No era momento
Inestabilidad
Brillo
El regreso del caballero
Los planes de un noble
Pensamientos de un caballero
El juicio del Duque Jenna
El pedido del Emperador
Estoy a tu lado
La decisión de Allendis
Es sólo un amigo
Movimientos azules
Suave lluvia
Cosas que decir
El funeral de Alexis
Ella tenía planes
El reclamo de Aristia
La emperatriz
Los futuros marqueses
Campanas de boda
De padres a hijos
Boda plateada

Tiempo para ellos

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By D-miyu


El día comenzó con una mañana fría.

Tal vez era no la mejor. O eso pensaba Carsein mientras que seguía algo inconsciente, sin querer despertarse por completo de su sueño.

Hasta que sintió un pequeño movimiento al lado suyo.

Y con ojos perezosos, intentó descubrir si Aristia había dejado la cama o no.

-..... Bien.... - murmuró, al verla todavía ahí.

Con una pequeña sonrisa, se acercó a ella para envolverla en sus brazos.

- Umm.... - gruñó Aristia sintiendo el calor de su esposo, de una agradable manera.

Él frotó su nariz contra la parte superior de la cabeza de la mujer de cabellos plateados porque quería hacerlo.

Era una linda sensación para su nariz congelada.

- Mejor descansemos un poco más....

Cerró de vuelta sus ojos.

Pero unos ruidos que provenían de afuera le molestaban un poco.

Y frunció su ceño mientras que veía a Aristia, preocupado, esperó que ellos no le estuvieran perturbando el sueño.

- ¡Por favor, deténgasen!

Escuchó el grito de un caballero.

Carsein frunció su ceño.

- Ah....

Ya entendió la situación.

Y bostezó.

- ¡Papá!

Las puertas de su habitación se abrieron de un gran golpe.

Escuchó las fuertes pisadas de los niños corriendo hacia ellos.

- ¿Mamá ya se ha despertado?

Con mucho esfuerzo y pesar, dejó de abrazar a su esposa para ver a sus hijos, quienes treparon hacia la cama para llegar a donde estaban sus padres.

- Chicos... Bajen la voz.... - les pidió, todavía sin tener su mente completamente funcional para otro día como marqués.

- ¿Es por mamá?

Carsein miró al muchacho de cabellos plateados que preguntó inocentemente eso con una suave sonrisa curiosa.

- Así es, Gradis- respondió con ojos cansados- Muy bien hecho

- ¿Sí?

Gradis se sonrojó tímidamente ante el elogio de su padre, y encogió sus hombros.

- Así es, tal vez es porque tienes los asombrosos ojos de tu padre y por eso lo has notado- se rió.

Pues era cierto, el chico tenía los ojos azul cielo que él tenía.

Y tal vez le estaba afectando el instinto paterno al ser Gradis el hijo menor.

Odiaba decir que su padre tenía razón, pero él la tuvo. Siempre le dijo que por ser el menor, era el más mimado por todos, incluso por su madre quien era una mujer fría.

Y lo negó por años hasta tener sus propios hijos.

- ¿En serio? Me alegra ser como papá- dijo Gradis con una deslumbrante sonrisa.

Carsein le acarició la cabeza.

También estaba seguro de que trataba tan mimadamente al chico porque se parecía a Aristia. No por su apariencia física, que sólo le recordaba más a la de su suegro debido a su cabello y ojos, sino por su personalidad suave y tranquila.

Como la de su querida esposa.

Gradis era un niño que escuchaba mucho a los adultos y se portaba bastante bien. Incluso era bueno con Allendis, no le llamaba cabeza de pasto a pesar de que les había enseñado a sus dos hijos que debían de dirigirse a él como el "tío cabeza de pasto".

Bueno, suspiró recordando que Allendis se había vuelto tutor de ellos.

Y Aristia los había reprendido en aquella ocasión.

- Papá

Miró a la niña pelirroja, quien estaba mirando fijamente a la mujer que se encontraba todavía dormida.

Su atención estaba sobre ella.

- Dime, Diana

Él volvió a bostezar.

La mencionada frunció su ceño.

- Eres un inútil

Carsein se congeló en su lugar.

- Ah....

Su querida hija no era tan adorable como su hijo. Diana fue su primera bendición, la sostuvo asombrado y eufórico por sus cabellos rojos como los de él y por sus hermosos ojos dorados como los de Aristia cuando nació.

Siempre pensó que sería una niña dulce.

Una princesita delicada de la casa Monique.

Pero fue lo contrario, ella era más energética que cualquier otra princesa y más valiente que otra dama cuando quería algo. Y era su participante favorita en las secciones de entrenamiento, porque también tenía ese increíble talento con la espada.

Pero tenía una lengua afilada.

Sobretodo cuando se trataba de su madre, Aristia.

No siquiera su suegro le resaltaba tanto sus errores.

- Mamá estaría mejor conmigo a su lado dirigiendo la casa- la niña hizo un puchero.

Además, ella era demasiada competitiva por el afecto de su madre a pesar de su corta edad.

Ni Ruvellis había luchado tanto contra él como su hija.

- Lástima, cariño- dijo Carsein con una vena sobresaliendo en su frente- Pero soy el esposo de tu madre

¿Era sano competir por el amor de su propia esposa contra su hija?

En ocasiones, se lo preguntaba.

- No veo tu anillo, papá- replicó la joven- ¿Lo has perdido? Pobre de mamá

- Lo siento, Diana. Pero con o sin anillo, soy el esposo de tu madre

- Pero eres un terrible esposo

Carsein podría escupir sangre al oír a su propia hija decir eso. Pero debido a que ya se había acostumbrado a que Diana le criticara por todo, le siguió tranquilamente el juego.

Ella era la mezcla perfecta entre su madre y su suegro, con un carácter fuerte y con el desprecio del padre de su esposa por él por no ser suficiente bueno para Aristia.

O tal vez Diana había sacado su adoración hacia su madre y su insistencia en molestar a alguien en específico de él.

Bueno, estaba bien.

El mundo seguramente le estaba haciendo pagar por todas las veces que molestó a Allendis.

- ¿Sí? ¿Y esta vez por qué?- preguntó Carsein frotándose el cuello e ignorando su irritación.

Diana lo fulminó con sus hermosos ojos dorados y dijo:

- Porque mamá se ve muy cansada. Trabaja mucho, deberías de trabajar más para que ella descanse apropiadamente

Carsein se rió nerviosamente.

La razón del cansancio de su esposa no era exactamente por el trabajo, sino por cosas que ocurrieron entre ellos durante la noche pasada.

Pero no le diría eso a una niña.

- Pues...- fue interrumpido.

- Pero tu padre también trabaja mucho, Diana

Los tres se voltearon hacia la mujer que dijo esas palabras con una sonrisa en sus rostros.

- ¡Mamá!- chillaron los jóvenes antes de abalanzarse hacia Aristia para abrazarla.

- ¡Buenos días, mamá!- gritó Diana

- Buenos días, Diana- le sonrió dulcemente Aristia, acariciando los cabellos rojizos de su niña- ¿Por qué has amanecido tan temprano hoy?

Diana no pudo hablar porque su hermano lo hizo primero:

- ¿Cómo has dormido, mamá?

Ahora era Gradis el que le preguntó eso, y jaló del pijama de su madre en busca de atención.

Aristia se rió.

- Bien, muchas gracias por preguntar, Gradis- respondió ella, también palmeando la cabeza de su hijo menor.

Sus hijos eran adorables.

Carsein bufó al ver la linda escena matutina.

Y cerró sus ojos, recordando que el tiempo pasaba tan rápido.

- Buenos días, Tia- dijo él acercándose a ella con una sonrisa en sus labios y besándola.

Ella no lo rechazó.

- ¡Papá! ¡Eso es asqueroso!- exclamó Diana haciendo una mueca.

Gradis asintió, concordando con su hermana.

- Es muy temprano para eso- dijo el chico de cabello plateado.

Los niños se aburrían con las escenas amorosas de ambos.

Carsein, a quien no le importaba la opinión de los más jóvenes, quiso seguir dándole muestras de afecto a su bella esposa.

Pero no.

Rodó sus ojos.

Ella quería ser una buena madre.

- ¿Entonces? ¿Por qué se encuentran despiertos tan temprano?- les preguntó Aristia.

- ¡El abuelo dijo que iba a venir hoy!

- ¡Y dijo que vendría temprano!

La mujer se rió asintiendo.

- Tienen razón

Carsein alzó una ceja.

¿Tenían razón?

Hablaban de su padre o el de Aristia. No recordó ninguna cita familiar en su agenda hoy. O posiblemente, se le había pasado por alto.

- ¿Viene el abuelo Arkint o el abuelo Keiran?- gruñó.

Los chicos intercambiaron una mirada antes de decir:

- Hoy íbamos a verlos a los dos

Carsein se detuvo.

Y miró a su esposa.

- A la mañana iban a pasar un tiempo con mi padre y después iba a venir el tuyo para jugar con los chicos. Tu madre quiere verlos también-le explicó.

Carsein gruñó

Con sólo pensar en sus padres, se sentía agotado.

Toctoc—

La familia miró la puerta.

- ¿Quién es?- preguntó él.

- Su señoría- dijo un sirviente- Deben de prepararse para recibir a Lord Keiran en un rato

Los niños se emocionaron al escucharlo y abandonaron de inmediato la habitación.

- ¡El abuelo vendrá pronto, Gradis!

Ella corrió hacia afuera.

- ¡Y-ya voy, Diana!

Él le siguió.

- ¿Es idea mía o todos son muy madrugadores?- comentó Aristia viendo que sus hijos se iban llenos de energía.

Ella bostezó, todavía algo sonmolienta.

Ladeó un poco su cabeza al querer seguir durmiendo porque el ambiente se había vuelto tan tranquilo y perfecto para descansar desde que se fueron.

- ¿Tienes frío, Tia?- le preguntó Carsein abrazándola de vuelta, sólo que ahora estaban apoyados contra el respaldo de la cama.

- No- respondió ella acercándose más a él- Pero me gusta tenerte cerca, Sein

Él relajó de vuelta su mirada.

En algún punto de su relación, se volvió habitual dirigirse hacia al otro con apodos.

- A mí también me gusta abrazarte- dijo él.

Aristia se rió.

- Pero lo haces todos los días

- No veo que sea algo malo- replicó Carsein todavía acercándose más a ella, enterrando su mentón sobre el espacio entre la cabeza y el hombro de Aristia- Abrazarte hace que me sienta mejor después de un largo día

- Pero el día acaba de comenzar, Sein

Resopló ella, también acariciando sus cabellos rojizos. Tal vez desarrolló ese hábito debido a sus hijos.

- Ya te lo dije, no veo que sea algo malo

Él le dio una sonrisa de lado, a la cual ella correspondió con otra.

- Supongo que sí

Disminuyeron más la distancia entre ambos hasta besarse.

- Hay veces que quisiera tener más tiempo para nosotros dos

Ella sonrió.

- Pero siempre tenemos tiempo para nosotros dos

....................................

El ya retirado Marqués Keiran sacó su reloj de bolsillo para ver el retrato de su amada y difunta esposa dentro del mismo y lo volvió a guardar.

Hoy, le había dejado unas flores blancas en su tumba, un ramo de ellas.

Para hacer memoria el día de su muerte.

No era algo que hacía en especial con todos, sino que quería guardarlo para él y Jeremiah, en una promesa silenciosa.

- Lord Keiran...

Alzó su mirada.

- Su Majestad- dijo el mencionado mientras que hacía una reverencia ante él.

Ruvellis solía verlo en este día.

Por Jeremiah.

- Mis más sinceras condolencias, Lord Keiran

Lo visitaba algunas veces, por ella.

El mencionado asintió, comprendiendo que ese chico había sido muy unido a su esposa cuando era joven y ahora sólo ellos dos la recordaban más que otros.

Pero de vuelta, él mismo lo quiso así: mantenerlo entre pocos.

- Está bien- dijo Lord Keiran- El tiempo lo ha hecho menos doloroso y la vida sigue

Ruvellis se mantuvo en silencio porque sabía que no era cierto.

Intentó seguir con su vida después de que Aristia lo rechazara, y tanto Jieun como él, se encargaron de ser buenos emperadores con la ayuda de las grandes casas y el esfuerzo de todos.

Incluso tuvo hijos.

Su hijo Adrian, el heredero al trono... Se llevaba muy bien con Diana, la hija de la persona que amaba.

Sí....

Pero el dolor de no poder tener a Aristia lo persiguió siempre.

- ¿Su Majestad?

El mencionado sacudió lentamente su cabeza.

- No es nada....

El hombre de cabello plateado suavizó su mirada, comprendiendo sus sentimientos.

Pero no le correspondía decir algo.

- ¡Abuelo Keiran!

Ambos se giraron hacia aquella voz.

Una niña de cabellos rojizos y ojos dorados estaba corriendo con una sonrisa hacia donde estaban.

Lord Keiran relajó su mirada y sonrió con tranquilidad.

- Diana- la saludó sacudiendo su mano.

Ruvellis notó que el mayor se veía feliz a pesar de que era un día tan triste.

Y le sorprendía lo que una niña podía hacer con un anciano.

-..... Se parece mucho a la difunta Marquesa Jeremiah, Lord Keiran- comentó.

Él asintió.

- Me han dicho que es la viva imagen de ella, incluso bromearon con que era la reencarnación de mi esposa- murmuró y vio a otro niño acercase a donde se encontraba- Y otras en las que dicen que mi nieto es mi viva imagen

Aunque Gradis tenía unos ojos más claros que los suyos.

- Me retiraré por ahora, su Majestad

El abuelo se dirigió hacia donde se encontraban sus nietos.

Ruvellis asintió sin detenerlo.

- Salude a su familia de mi parte- se despidió junto con sus acompañantes.

Todavía no le era fácil ver a Aristia y a Carsein juntos. Menos con toda su familia reunida ya que no le ayudaban a mejorar sus pensamientos.

- ¡Diana, no corras!

Escuchó la voz de Aristia, y se detuvo.

Le dio una última mirada, todavía mostrando remordimiento y anhelo.

- Estará bien

Y esa era la voz de Carsein.

La mujer le reprochó con la mirada a su esposo y este sólo se rió nerviosamente.

Ruvellis volvió a fruncir sus cejas.

Parecían felices.

Y ese fue su último pensamiento sobre ellos antes de dejarlos.

Fin.

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