๐•๐š๐ซ๐ฃ๐š๐ค | John Shelby

De pixxxvi

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De pixxxvi


Freya se tambaleaba con cada paso, pero con la suerte de su lado subía las escaleras para poder llegar a su habitación. Su mente entorpecida por el alcohol había perdido la noción del tiempo, y entonces cuando vació la botella de Whisky, se dio cuenta de que pronto amanecería.

—Joder, esa vieja me matará... —entonces se echó a reír mientras caía del sillón. Vio la botella en su mano totalmente vacía, con la sonrisa tonta pegada en los labios.— Cómo si me importara.

Dejó la botella escondida bajo el sillón, como si nadie fuera a encontrarla nunca en ese sitio, y luego se dio el arduo trabajo de subir al segundo piso mientras sentía que flotaba.

Sentía el cuerpo ligero pero cuando se tambaleaba sentía que una fuerza la empujaba hacia el suelo. Para su suerte llegó a salvo hasta arriba, sin embargo, la fatalidad volvía a ella y cuando comenzó a caminar sus botas se enredaron en la larga alfombra.

Le ardieron las rodillas con el abrasador roce pero se mantuvo en silencio, aguardando por si había despertado a alguien.

—Bueno...—río por lo bajo y se levantó apoyándose en un mueble.

Nadie parecía haberla notado así que se dirigió a su dormitorio sintiendo las piernas temblorosas. Sin más que esperar se encerró para continuar bebiendo de las diversas botellas que allí dentro esperaban por ella.

Tomó del líquido dorado que tanto amaba, pero como la botella ya estaba medio vacía no duró mucho su felicidad. Se enfureció de una manera irracional, lanzando la botella al suelo. Vio cómo se rompía el cristal dispersándose por todo el suelo.

Un estado de estupor la albergó por un tiempo en que su mirada se perdió en el infinito y su mente la golpeó con imágenes y pensamientos que deseaba evitar.

—Elliot...—murmuró.

Sus labios comenzaron a temblar cuando el repentino enfado fue reemplazado por un hueco en el pecho. Sus piernas la llevaron a la cama, allí comenzó a llorar en silencio mientras se agarraba la cabeza, jalando su cabello.

Sus sollozos resonaban en la oscuridad y el silencio, mientras el cristal pisado por las botas crujía y el tintinear de las botellas indicaban cuántas botellas eran vaciadas.

No supo en qué momento perdió el conocimiento entre lágrimas y lamentos. Cuando despertó recordaba vagamente sus sueños sangrientos y los gritos que la atormentaban cada noche, pero a pesar de todo eso, Freya encontró unos brazos cálidos que la envolvieron durante su dormir y que la reconfortaron hasta que volvió a tener conciencia aquella mañana.

El dolor de cabeza la castigó durante las primeras horas en las que desayunó en silencio bajo la atenta mirada de su abuela, y luego cuando se encerró en su despacho para fingir que hacía papeleo mientras aprovechaba el silencio por el que rogaba su mente.

Mucho más tarde decidió salir a cazar, o al menos eso había dicho a Lance como excusa para escapar de su abuela que no paraba de sermonear y creer que tenía derechos irrevocables sobre su autoridad en aquella casa.

También para despejar la mente de los malos pensamientos.

Con un vestido oscuro y sus botas para el barro puestas, se echó el rifle al hombro y cruzó la valla de madera para caminar por los campos. Disfrutó el tiempo a solas y el silencio, mientras sus cabellos se movían al aire y acariciaban su rostro.

Se encontró con un gran y viejo castaño en medio de los prados. Este la llamaba a recostarse en el fresco pasto, a la sombra que sus frondosas ramas le otorgaban. Decidió hacer caso a la tentación, y descansó su espalda en el grueso tronco mientras observaba en calma el extenso verde hasta el cielo azul libre de nubes. Parecía estar en su propio cielo, donde podía relajarse y liberarse de todas sus preocupaciones.

Hasta que la lejana presencia de alguien más la devolvieron a la realidad. Su corazón comenzó a latir con fuerza mientras veía que John se acercaba con tranquilidad a través del extenso campo. Se sintió tan nerviosa que no se sentía preparada para hablar con él. Aquella mañana había escrito un par de cartas que fueron rápidamente enviadas hasta sus destinatarios. El asunto en cuestión era importante aunque Freya habría preferido posponerlo por un tiempo más. Se había dado cuenta de que a pesar de luchar para que como mujer fuese reconocida dentro del mundo de los negocios, sobre todo ilícitos, no estaba lista para revelar la verdadera identidad del cabecilla de los Scarlets. Pero para entonces era muy tarde pues había abierto la boca en presencia de Tommy Shelby jurando que pronto verían a Frey y no había vuelta atrás. De alguna forma de la que no estaba para nada segura, ella se quitaría su máscara.

Y aquello resultaría en nada más que problemas. No quería aceptar que la revelación traería problemas con John, a quien en realidad no le debía nada porque desde su perspectiva, lo que tenían sólo era algo carnal. Se negaba a sentir más, no tenía espacio en su mente para el romance ni nunca lo tendría. Así que con eso en mente se decidió a mantener la calma y encararlo, conservando la distancia, sobre todo de su mente y corazón.

—John —saludó al tenerlo cerca con una expresión neutral.

—Gin —lo escuchó decir a medida que se acercaba hasta su sitio. Freya se sintió disgustada al escuchar ese nombre tan ajeno a ella.— Así que tu esposo dará una fiesta.

Ella asintió.

—Así es, mi esposo —dijo intentando no sonar nerviosa, sobre todo ante la sonrisa llena de burla que él portaba.— ¿Viniste para decirme esto?

John no reaccionó ante su pregunta cortante y respondió con la misma calma que siempre aparentaba.

—No —sonrió.— Vine a verte a ti.

La respuesta la dejó muda pero aún así intentó no reaccionar de la forma que él esperaba. Se dirigió frente a él y mantuvo un semblante de indiferencia.

—Gracias, pero estoy bien.

—¿Estás bien? —insistió, confuso por la repentina actitud que tomaba con él. Apenas lo miraba a los ojos.

—Así es.

Pero a pesar de sonar segura de sus palabras, John no le creía. Se acercó a ella unos pasos y tocó su mejilla para mirarla intensamente a los ojos. La acarició con suavidad, dejando un mechón de cabello tras su oreja y se inclinó para susurrarle.

—No puedes mentir a un maldito Peaky Blinder —le dijo con voz grave, rozando con sus labios el lóbulo de su oreja que se sintió húmedo ante el tacto con su lengua caliente. Freya sintió que sus piernas temblaban ante la cercanía pero intentó mantenerse cuerda.

—No puedes amenazar a un Scarlet —contestó de igual manera, pero sintiendo se que le escapaba el aire ante su cercanía.

—Entonces tendremos que resolver las cosas de otra manera.

Y antes de que ella pudiera responder, sintió los labios de John sobre los suyos. La besaba con insistencia, saboreando y mordiendo con gusto. Enseguida sintió como el calor se apoderaba de su cuerpo y correspondía a él de la misma forma. Aunque ella quisiera marcar límites, se sentía dominada por las sensaciones que provocaba John cada vez que la tocaba. Así fue como, perdida en ese acto tan íntimo, olvidó todo lo que se había propuesto.

Besó, mordió y acarició a John, soltando suspiros al estremecerse bajo su cuerpo. El corazón latía con locura mientras ignoraba que se tocaban sin reserva en medio del campo. No le importó nada más que hacer que se sintiera tan complacido como ella.

Acabaron apoyados en el árbol, siendo apresada entre los brazos de John. Dejó que besara su cuello, sus hombros y su busto, lamentando que no la desnudara ahí mismo. Se levantó la falda cuando el calor en sus cuerpos los hacía perder la cordura y pronto sintió que John se acomodaba entre sus piernas, aferrándose a él mientras la embestía de una manera incontrolable. Apenas lo sintió dentro soltó un gemido y apoyó la cabeza en el árbol, observando el cielo azul mientras seguía siendo penetrada una y otra vez, llenando el campo de gemidos, gruñidos y suspiros de excitación.

Freya apretó los hombros de John en el momento del clímax y respiró con dificultad mientras él terminaba por acabar también. Entonces chocaron sus frentes sudorosas mientras jadeaban, sintiendo el éxtasis recorriendo su cuerpo.

◇◆◇

La pareja volvió a la casona una vez se arreglaron las ropas y las señales de sexo hubieron desaparecido. Cuando se encontraron bajo techo una escena llena de caos los recibió. Los hijos de John corrían y gritaban por la sala mientras los perros los perseguían de un lado a otro, jugando y revolcándose en el suelo. Aquello hizo sonreír a Freya a pesar del desorden que la señora sentada en el sillón tuvo que soportar hasta entonces.

Apenas se percató de su llegada se levantó, y se acercó a su nieta. Ni siquiera le dedicó una mirada a John que a sus ojos era poca cosa y fijó su mirada irascible sobre los ojos castaños de Freya.

—Tenemos que hablar —dijo entre dientes, agarrándola del brazo para arrastrarla lejos y así hablar de manera privada.

Freya la observó y con eso bastó para saber que sus niveles de estrés estaban por los cielos. La señora nunca había sido buena con los niños, mucho menos ajenos y tan revoltosos como los de John. Incluso parecía aún más perturbada de lo normal porque apenas se encontraron solas le habló con enfado.

—Me puedes explicar qué hacen estas criaturas aquí.

Nunca preguntaba. Ella exigía.

—Son hijos de John —dijo como si nada malo hubiera con eso. Eso hizo enfadar aún más a su abuela.— Tranquila, le he pedido que los trajera para que jugaran en el campo. Necesitan una distracción de toda la muerte.

—¿Muerte? —preguntó pero los gritos de la pequeña Katie la perturbaron, distrayéndola de su nueva preocupación. Entonces la observó horrorizada.—  No pretenderás ser la madre de estos niños, Freya.

Abrió los ojos por la sorpresa.

—¡No! —dijo sintiéndose alarmada, pero entonces se dio cuenta de que tal vez estaba dando señales equivocadas a John con tantas atenciones. Aquello la preocupó seriamente y mentalmente recalcó la necesidad de alejarse de él.— Ellos se irán luego. Solo es una visita y no los verás más por aquí.

Pero aunque ella hubiese dicho aquello, no pudo evitar que pasaran horas jugando, corriendo mientras los perros los perseguían y enseñándoles el establo donde pudieron acariciar a los caballos pura sangre que ella cuidaba con tanto esmero.

—Bueno, niños. Antes de que se vayan les daré un reglado —les dijo Freya, que sentía las mejillas calientes después de correr con los niños, bajo la atenta mirada de John. Nunca se dio cuenta de ello, mucho menos de lo agradable que ella era con las pequeñas criaturas revoltosas.

Se dirigió a la casa y cuando volvió los niños se emocionaron al ver bolsitas de galletas horneadas. Freya se sintió feliz al ver a los cuatro comer con alegría, sobre todo a la pequeña Katie que de sorpresa rodeó su cintura en un dulce abrazo. Le correspondió acariciando su cabeza y fue entonces que se encontró con la mirada de John, que los contemplaba con una pequeña sonrisa. Freya se sintió asustada de pronto y apartó a la niña con cuidado para que fuera con el resto de sus hermanos.

—Gracias por traerlos —dijo a John sin poder mirarlo a los ojos, azorada.

— Gracias a ti. Han pasado una buena tarde.

Ella sonrió brevemente y volvió a mirar al horizonte. De repente se sentía tan pequeña junto a él. Necesitaba controlarse.

—Supongo que ahora debes volver a tus deberes, Shelby.

John alzó sus cejas ante la repentina seriedad.

—Sí. Tommy está disgustado después de que Changretta lo siguiera.

— Escuché sobre eso —dijo haciendo una mueca de fastidio.— Supongo que ya está pensando en contraatacar.

—Cuando nos veamos en la cena nos lo dirá. Está ansioso de ver a tu esposo —dijo John haciendo una pausa en que pareció demasiado serio.— Tanto como yo.

Freya tragó saliva.

—Puedes estar tranquilo porque lo conocerán —aseguró, retrocediendo unos pasos hasta que su brazo fue atrapado por la mano de John. Freya frunció el ceño y lo miró algo molesta. No le gustaba la dirección que tomaba esa conversación.— ¿Qué pasa?

—¿Qué pasa? —se rio.— Pasa que estás demasiado tranquila con esto.

—¿Por qué no lo estaría? —soltó sin poder evitar sonar a la defensiva. Por un segundo se asustó pensando que él sabía algo pero la expresión que tenía le demostraba algo distinto y fue peor.

La sonrisa cínica que soltó hizo enfadar a John tanto como ella lo estaba. Sintió que apretaba el agarre en su brazo pero sin lastimarla. Entonces se acercaron tanto que podían besarse, pero John solo susurró.

—Sabes bien porqué, Gin.

Y a pesar de que sonaba algo molesto, la confidencia con la que hablaba y se refería a ella hizo saltar su corazón. Observó sus ojos claros, temiendo por cómo se desarrollarían las cosas que ya perecían haberse salido de control.

—John... —negó con la cabeza sin dejar de mirarlo. Rogó mentalmente que él no quisiera comprometerla con algo que ella no podía hacer.— Basta.

Al oírla la soltó volviendo a una distancia prudente. Parecía decepcionado. La vio cuando cerraba los ojos con fuerza, como si estuviera preocupada por algo. Cuando Freya volvió a hablar, él se sorprendió por lo fría que sonaba.

—Tengan un buen viaje.

◇◆◇

Nota de la autora:

Cuando pienso en la escena en 

la que John camina por el campo,

no puedo evitar recordar al Señor Darcy(? xD

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