IV
Keysa
Ariana se acercó con paso vacilante a nosotros, sus labios se torcían en una mueca de desagrado y su aspecto era bastante deplorable. Estaba envuelta en la capa de Aren, debajo llevaba puesto solo el camisón blanco que ya estaba seco, sus piernas por debajo de las rodillas estaban expuestas. Parecía que no le importaba no estar apropiadamente vestida. Se llevó la mano derecha a la sien para quejarse:
—¡Qué terrible dolor de cabeza!
—Por supuesto —dijo Aren con los brazos cruzados sobre su pecho—. ¡¿Qué esperabas si te bebiste dos jarras de hidromiel anoche?!
Ariana se pasó la lengua por los labios resecos y luego los mordisqueó, arrastrando las palabras y en voz baja, muy ronca, contestó:
—Habla más bajo, lars, o te escucharán hasta los gosvert de Northsevia.
—¿Tienes sed? Aquí hay agua fresca —le dije ofreciéndole una cantimplora.
Me sentía bastante avergonzada, debí prever lo que haría, vigilarla más, cuidarla, pero hacía mucho tiempo que no bebía así, supongo que bajé la guardia y ahora, con la culpa mordiendo mi espíritu, trataba de serle útil de alguna manera.
—¡No debiste beber de esa forma! —Aren, en cambio, parecía dispuesto a continuar reclamándole—. ¡Casi mueres ahogada!
—¡Sí, sí, sí, lo que sea! —exclamó ella indiferente, antes de empinarse la cantimplora con avidez.
Cuando hubo bebido, miró hacia la vegetación en nuestro frente.
—Está próximo el anochecer, será mejor que nos quedemos acá hasta mañana.
Luego se dio la vuelta, volvió a morderse los labios, algo ansiosa, y habló en voz baja de espaldas a nosotros.
—Esa ave de allá, no volteen, la que está entre los árboles, es un Haukr de sombra. Nos espían.
Aren enarcó sus cejas, sorprendido. El término «Haukr de sombra» me parecía conocido, pero no lo recordaba del todo. Hacía algunas lunaciones atrás, antes que la desgracia volviera a nosotras, habíamos vivido en Doromir donde Ariana fue la maestra real del príncipe Kalevi y nos dio clases a ambos. Era seguro que los Haukr de sombra representó una de las lecciones, pero yo no lograba recordarla.
—¿Haukr de sombra? Le pregunté con un hilo de voz trémula y como era de esperarse, ella me recriminó con la mirada que no supiera lo que era. Sus ojos a veces podían ser bastante aterradores.
Aren me explicó en voz baja:
—Los haukr son aves muy inteligentes, que generalmente se usan para enviar mensajes. Pero un Haukr de sombra es el producto de un hechizo de magia oscura, le dicen «Los ojos de Morkes» porque a menudo los sorceres seguidores de ese dios los emplean para espiar.
Algo avergonzada por mi ignorancia le agradecí en silencio. Él continuó hablando:
—¿Quién nos puede estar espiando y por qué? ¿Serán los alferis?
—No lo creo —dijo Ariana —, es magia muy avanzada para ellos.
—Entonces, eso quiere decir que alguien más aparte de los alferis no desea que la ayuda llegue a Augsvert.
Ariana negó. Se quitó la capa y se colocó sobre el camisón su túnica blanco-amarillenta que ya estaba seca. Mientras se ataba el grueso cinturón de cuero le dije:
—Deberíamos irnos.
—No. Es casi de noche, no llegaríamos lejos y sabrían que les hemos descubierto, podrían atacarnos. Mejor estemos alertas. No sabemos quién o por qué nos espían. De seguro son simples traficantes o asaltantes. Acamparemos acá, pero haremos turnos durante la noche. Debemos fingir que no nos hemos dado cuenta del Haukr de sombra.
Después que ella terminó de hablar, me giré y vi el Haukr de sombra. Era la misma ave extraña que nos observaba mientras le relataba mi historia a Aren. Detallándola, en efecto parecía estar hecha de bruma y humo negro. Yo le había contado a Aren mi historia, si como creía Ariana esa ave era de algún traficante, ya sabía que yo era un hada.
El ave continuó posada en la misma rama. Aterrada de que pudiera pasar algo durante la noche me fui a dormir.