¿Y si eres tú? |Scorpius Malfoy| [#2]

25.

Scorpius Malfoy.

Era navidad.

Y no había señal de ella, salí al jardín de mi casa mientras acomodaba mi corbata, me acerqué a la banca que estaba. Los copos de nieve caían, pero no me importaba, despeine mi cabello quitándomelos. Me senté y junté mis manos, volteé a ver aquel anillo.

Más allá de todo, Isabella era mi mejor amiga. Fue la primera amiga que hice, y que no hablemos, de alguna manera me lastimaba.

Sentí que alguien se sentó alado mío, mire por el rabillo de mi ojo a Pansy que veía el gran jardín.

—Es muy hermoso aquí.—dijo admirando la nieve.

–Sí, lo es.

—¿Estás bien? Estos dos días has estado muy callado, y bueno, no se si seas así...

–Solo son tonterías.–murmuré y mordí mi mejilla.—Extraño mucho a alguien, es solo eso.

—¿Es por una chica?–me volteo a ver.—Veo que siempre juegas con ese anillo.

Agache mi cabeza viendo el anillo que me había regalado Isabella, sonreí y le di vuelta.

—Sí.

—¿Pasó algo con ella?

—Yo me comporté como un idiota, ya que me puse celoso.—comenté apretando mis labios.—Aveces no puedo controlarlo.

–¿Te gusta mucho, verdad?—sonrió.—Puedes confiar en mi, Scorpius. Ahora que seremos familia, cuando quieras hablar con alguien puedes buscarme.

—Gracias.—admití.— Y... no lo sé, me refiero, puede que sí me guste. Pero ahorita solo la extraño, extraño nuestra amistad, extraño verla, extraño abrazarla, extraño... todo de ella.

–El primer amor es lindo.—soltó una risita.—Deberías hablar con ella, pedirle disculpas, y decirle que la extrañas. Mándale una carta.

—Se supone que vendría hoy, y he estado todo el día esperando que llegue. Creo que cada minuto qué pasa pierdo más las esperanzas.

—El día todavía no acaba, verás que llegará.—me animó.—Por cierto.. ¿No tienes frío? Me estoy congelando aquí.—titiriteo.

Me carcajeé, la volteé a ver no traía ninguna sudadera o saco que la cubriera.

—¿Quieres mi saco?—le pregunte quitándomelo.

—No, no, no.—dijo levantándose.—Creo que iré adentro. ¿Vienes?

—Ahorita iré.—dije a lo bajo, ella asintió y antes de irse me despeino.

—Ya no estes triste, tu amada llegará.–dijo riéndose, negué con la cabeza.

Me quedé nuevamente solo, cada vez se estaba haciendo más frío y estaba oscureciendo. Arrugue mi nariz mientras me levantaba, metí mi mano entre mi cabello peinándolo y aprovechando para quitar los copos de nieve.