Capítulo 12 | La diferencia entre...

Start from the beginning
                                    

—¿Y si te ayudo a qué se te quite el dolor de cabeza? —intenta bajar más la mano y se la atrapo sin dejarla.

—Tampoco seas tan descarada.

—Te gusta y lo sabes.

Entorno los ojos y sonrio cínico. La tomo de la mandíbula acercándola a mi en lo que Collet nos observa "disimuladamente" escondida atrás del carro de Allie, cree que no sé que me anda vigilando desde ayer que se fue de dramática de mi casa.

—Me gusta follarte —hago el amago de besarla y ella abre los labios pero no lo hago—, más no que me toques en público. No es para tanto, no te confundas —le suelto la mandíbula pasado de fuerte haciendo que voltee levemente la cara.

Ella sonríe como la masoquista que es.

—Como digas, vamos a tu casa o a la mía entonces.

No me parece mala idea, la erección de ayer no fue atendida y no me haría mal el canal de Camille. Estoy por responderle cuando el motivo por el cual le iba a negar su proposición cruza la entrada a la facultad.

—Lo siento por tu... —me acerco a su oído para susurrarle— vagina —siento como se eriza y me alejo— pero tengo otros planes— le giño un ojo haciendo que se sonroje.

Me doy la vuelta y busco la puerta del auto.

—¿Cómo cuáles? ¿La arrastrada de siempre? —se burla refiriéndose a Collet, yo la volteo a ver riendo también.

—Los celos no te quedan.

—No son celos, es lastima por tí, tan bajo has caído.

La miro de arriba abajo y me chupo un labio.

—Vete a casa, Camille. Yo no te llevaré.

Trata de decir algo pero levanto una ceja haciendole saber que no me interesa lo que va a decir y se va, resignada. No le pongo atención y capto la muy bien formado figura que se acerca a mí.

—Hanniel Dixon —sonrie con sus perfectos dientes, marcando un hoyuelo en cada una de sus mejillas.

—Sofía Cárter —. Le devuelvo el coqueteo en tan solo nuestros nombres y se me acerca a darme un abrazo y un beso.

Acaricio su cintura y capto la mirada confundida de Collet, quien al darse cuenta que la he descubierto cotillando se endereza y se da la vuelta yéndose saber a dónde.

—Ya te extrañaba —se separa y me giña uno de esos ojos verdes claro.

—¿Quien no? —bromeo igual que ella.

—¿Tu me extrañaste? —acaricia uno de mis hombros.

—Mmm —la veo de arriba abajo quedándome más tiempo en sus enormes muslos, me vuelve loco—Nah, yo no extraño a nadie.

—Ay si, hazte el difícil —me palmea la mejilla y de la detengo advirtiéndole que no me haga eso, ella sabe que no me gusta y lo hace—. Vamos que necesito que me quites ésta blusa.

Sonríe pícara y ya se me erecta el falo al imaginarla desnuda sobre mí. Nos subimos al auto.

—¿Que le hiciste a tu auto? —me cuestiona arrugando sus cejas.

Volteo a ver a dónde ella me está señalando. Sonrio al ver la mancha de humedad que se penetró en el sillón en dónde Collet exprimió su cabello como niña caprichosa. Pero después me pongo serio al recordar también que me ha jodido el auto, la mancha ya no se pudo quitar aunque los encargados hicieron de todo para que no se viera el círculo gris entre el cuero negro.

—Un capricho de una patética chica.

—¿Patetica chica? ¿Quien? No me has contado eso —me ve pícara y vuelvo a reír por su cinismo de querer saber quiénes son todas las mujeres con las que me acuesto.

Hacia lo Prohibido ©Where stories live. Discover now