Capítulo 39 | Ni un beso, ni un perdón

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Daria siempre decía que tus tiempos y el como seas de grande viene marcado desde el primer día en el que naces. Eres como vienes, más no como te hacen con el tiempo.

Muchos dirían que a Hanniel le formaron y le obligaron a tener esa actitud despiadada, rebelde, arrogante y grosero sin tapujos a causa de la vida de mierda que tuvo de niño, pero lo cierto era que él había sido así desde bebé, hacía berrinche por cualquier cosa, no dejaba dormir a su madre, no quería estar con nadie mas que no fuera ella, creció y su actitud malcriada siguió a pesar de parecer un nene de bien, incluso... Fue por eso que Malcom lo envió al lugar de mala muerte; por ser el niño difícil de tratar. 

Así que la nana no iba a culpar nada, eso tampoco quería decir que quienes le jodieron de niño eran salvos por sus maldades. Simplemente sabía que el veneno que éste chico traía era de nacimiento, y que lo que le hicieron vivir solo hizo que ese veneno, que antes estaba en una bolsita, se esparciera por todo su ser aumentando lo que ya era. 

Ella decía: "No sientan pesar por él, ni mucho menos lastima. Sientan eso por las personas que lo jodieron, porque en está tierra, marcado tienen el tiempo"

Las cosas en su lugar y eso estaba muy claro. Ella le había tomado cariño a Hanniel, al niño Hanniel considerándolo su hijo, ese hijo malcriado que agarraba malos caminos y al cual ella quería aconsejar para que no se metiera a cosas malas. 

No obstante sus anhelos eran en vano, pues a pesar de que él estuviera muy agradecido con ella por tomar responsabilidades muy grandes para ella, por preocuparse por alguien que no es ni siquiera familiar, por atenderlo como ella mejor podía, por intentar ser la buena madre que él no pudo tener y por sobre todo, por tratar de hacerlo sentir querido y una buena persona, por esas noches que ella se desvelaba llegando hasta la madrugada despierta sentada en su vieja silla esperando la llegada de él, cuidando hasta que llegaba con el rostro reventado, ensangrentado y devastado, recibiéndolo con trapos y alcohol en mano... Lastimosamente el no podía hacerle caso. 

Él no podía llevarse de los consejos de ella, no podía y tampoco quería, le valía un comino lo que ella decía y hacía lo que se le venía en gana. Se resignó la pobre nana, ya no podía con el monstruo que iba creciendo en él, no pudo apartarlo de las malas influencias ni de todas las atrocidades que ya cometía desde los quince años. 

Aún así nunca perdió la fe en él, al final no de que fuera una buena persona, sino que fuera alguien inteligente que sepa vivir con las cadenas que se ató él mismo y sepa ocultar el mundo que eligió entre el que vive, y que si en algún momento se llega a descubrir todo... que tenga la fuerza sobrehumana para erguirse mil veces mas grande ante todos para no dejarse vencer. 

—¿Te descubrieron? —preguntó sentada en su silla en medio de la vieja casa.

—No. Pero falta poco. 

Asintió y se dió la vuelta, dispuesta a darle lo que sus oídos quieren escuchar, aumentarle el sabor de la ira siendo la primera persona que confía y tiene fe en él desde que mató a su primera persona.  

—Jódete a todos entonces, ningún maldito debe salir ileso. 

Lo miró de pies a cabeza, sintiéndose orgullosa de su hijo, no de sangre, pero si de hechos. 

Hanniel no es para dejarse vencer. Mucho menos para provocar lástima. 

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Ni un beso, ni un perdón.


Hacia lo Prohibido ©Where stories live. Discover now