Capítulo 4

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Collet.

Es viernes, no tengo ganas de nada, el agotamiento de la semana me pasa factura y eso me pone de mal humor. Tomo un sorbo del jugo que acabo de comprar, observando las afueras del edificio de mi carrera estando sentada en el jardín trasero del mismo. Ya casi termina el tiempo para tener que estar acá. La mayoría de los estudiantes están en grupos esparcidos por los pasillos, y es ahí cuando me doy cuenta que soy la única que está sola y parece una persona marginada que no le cae bien nadie.

Vuelvo a tomar otro sorbo de mi bebida, dejando el líquido en mis mejillas, con el ceño fruncido mientras giro mi rostro para ver si hay alguien igual de solitario que yo, obteniendo ningún resultado bueno, ya que sí, soy esa chica de universidad que no hace amigos por ser nueva.

A la única que le hablo es a Allie, y ella no vino a estudiar hoy, así que me siento como la más abandonada de todos. Con esto, me es imposible no comprar mi vida en Carolina del norte con la de acá; allá, yo tenía varios compañeros con los cuales compartir, estaba mi mejor amiga y mi novio, así que las cosas no son para nada como las de acá, que solo recibo miradas curiosas e indiferentes.

Recordar a Wyatt me hace tragar el juego que tengo en mi boca con mala gana, él no ha hablado conmigo desde la conversación que tuvimos ayer, y yo no lo llamé después porque sinceramente se me pasó por alto, pues unos ciertos ojos grises me distrajeron bastante: me quedé dándole vueltas al asunto de cómo ese llamado Hanniel sabía mi apellido, ya que yo no soy tan conocida acá con eso de que no socializo y la única que sabe mi nombre es... no, ¿acaso Allie se lo dijo? Ella no le habla, ¿o sí? Me lo hubiera dicho el día que le pregunté sobre él, per...

Mis pensamientos quedan a medias cuando algo comienza a mojarme levemente. Desorientada veo a mi alrededor del lugar en dónde estoy sentada para ubicar de dónde es que proviene esa agua, y son los rociadores de jardín que se activaron y ahora me están mojando.

¿Por qué a mí me pasan estas cosas?

Me veo obligada a guardar mis libros y cuadernos que tenía esparcidos por el césped de la mini colina que hay, lo hago tan rápido que algunas hojas se doblan en el proceso. Chasqueo la lengua «Odio tanto eso». Los meto tan rápido que se llena la mochila por el desorden y trato de arreglarlo, pero la intensidad de la brisa aumenta, me moja las piernas mucho más que antes, así que me veo obligada a agarrar las cosas que me faltaban guardar, así como están, sin ordenar, ni meter en la mochila. Me pongo de pie, dejo mi bebida en el suelo y con dificultad acomodo todas las demás cosas en una sola mano, mientras que con la otra agarro mi mochila del suelo colgándola en mi hombro, pero como esta no la había cerrado, el impulso hace que otro libro salga volando y caiga al suelo a un lado de mí.

Cierro los ojos con frustración, corro a dónde cayó y lo tomo, los rociadores hacen un sonido raro, levanto la cara aún con mi torso agachado, los aparatitos enterrados en la tierra se hacen visibles «No por favor, no» y lo siguiente que pasa me hace enderezarme y salir corriendo como loca:

Esas cosas comienzan a lanzar chorros de agua, dando vueltas en el proceso, legando, obviamente, a empaparme. Y es que esto es una maldita desgracia. Mientras sigo corriendo chapoteo el agua absorbida por la tierra en el proceso, es increíble como en un ratito esas cosas inunden de agua toda la tierra.

Llego a la bajada de la colina y ni me detengo a pensar en que seguir corriendo en esa bajada, con el césped mojado, con mis zapatos de suela lisa y la tierra haciendo lodo bajo mis pies, puede ocasionar una caída. Así que con la mirada en mis pies cuidando de no resbalar llego a la parte plana, pero tampoco paro, lo que quiero es llegar al pasillo y resguardarme.

Al pisar el azulejo de éste trato de parar por completo, pero mis pies me traicionan y pasa lo que tanto quería evitar, señores y señoras:

Resbalo.

Hacia lo Prohibido ©Where stories live. Discover now