Capítulo 5

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Narra Sonia.

El día amaneció soleado. Había hablado con mi padre y, aunque a regañadientes, aceptó que continuase mi labor como curandera. No trabajaría en el hospital, sino que abriría un dispensario para atender a todo aquel que lo necesite. Aunque no sea muy posible, dado que ya hay un hospital.

Me levanté tranquilamente y tomé todos los materiales necesarios para comenzar mi labor. De momento, sería en mi sótano, donde realizaría el dispensario.

En eso estaba cuando sonó el timbre. Subí, tranquilamente y abrí la puerta.

-¿Familia Masen? ¿Qué están haciendo aquí?-Empecé confundida.

-Hola, señorita Sonia. Venimos para hablar con su padre, su madre y con usted, por supuesto-respondió el señor Masen.

-¡Oh! Lamento informarles de que ni mi madre ni mi padre se encuentran. Estoy yo sola, familia Masen-dije.

-Esperaremos, no hay prisa-comentó Peter.

-Como deseen. Pasen, por favor, y tomen asiento. Siéntanse cómodos-pedí educadamente.

-Por supuesto. Gracias, señorita Sonia-aceptó el señor Masen.

Los guié hasta el salón y ahí tomamos asiento.

Unos minutos después, mi madre entraba por la puerta, mas, como era lógico, mi padre no venía con ella.

-Madre, la familia Masen está aquí. Vinieron esta mañana, pues, querían hablar con nosotros-comencé a explicarle.

-¿De veras, hija?-Preguntó mi madre.

-Sí, madre. ¿Sabes si padre va a tardar mucho?-Me interesé.

-No lo sé, hija. Tú, al igual que yo, sabes cómo funciona todo esto. Él tiene sus responsabilidades, en este caso, de cara al público-respondió mi madre negando.

-Sí, ya sé, madre-asentí.

-Nos alegra verla de nuevo, Raquel-interrumpió el señor Masen.

-Lo mismo sigo, señor Masen. Solamente me sorprende que hayan venido tan pronto a visitarnos, de nuevo-aceptó mi madre.

-Entiendo. Lo cierto es que, ha sido una decisión de última hora. No hemos tenido tiempo de darles aviso-aclaró el señor Masen.

-¿Tan importante es el motivo principal de vuestra visita?-Pregunté sorprendida.

-Desde luego, Sonia. Es de vital importancia. Además, os hará bien tanto a mi hijo Peter como a ti misma-asintió el señor Masen en respuesta.

-No entiendo-negué confundida.

¿Qué era eso tan importante que decía el señor Masen? ¿Por qué mencionaba que nos haría bien a su hijo y a mí?

-¿Va a tardar mucho él?-Cuestionó el señor Masen.

-No lo sabemos, señor Masen. Como ya le he dicho a mi hija, Pablo puede tardar un rato, todavía. Su trabajo requiere tiempo y mucha atención-contestó mi madre.

-De acuerdo. En ese caso, se lo diremos a ustedes. He estado pensando, junto a mi hijo Peter, y hemos llegado a la conclusión de que esto puede salir realmente bien. Mi hijo Peter se casará con su hija Sonia-explicó el señor Masen por fin.

El silencio inundó la casa. ¿Cómo que su hijo y yo vamos a casarnos? ¡Me niego! Él no es nadie para decidir por mi vida y ver la forma en que debo vivirla. O con quien pasarla. Eso lo decido yo.

-Disculpe, señor Masen, pero, creo que he entendido mal. ¿Ha dicho, usted, que me voy a casar con su hijo?-Dije.

-Así es. Pero, como ya he dicho, os hará bien a los dos. Por el tema de la ceremonia, el vestido, la casa y todo lo que concierne, no debéis preocuparos. Mi familia y yo nos encargaremos de ello-repitió el señor Masen sonriendo.

-No, señor Masen. Lo lamento, pero, usted no es nadie para decidir por mí. No me va a decir con quien debo casarme. Y, desde luego, usted no va a encargarse de nada de eso-negué inmediatamente.

-¿Disculpe? Usted, no tiene que decir nada. No necesitamos su consentimiento. Hará lo que sus padres decidan. Pero, créame, su palabra, para mí, no vale nada. La decisión es únicamente de su padre y su madre, ¿entiende? Y de Peter y yo, por supuesto. Es decisión tomada, no puede negarse-comentó el señor Masen.

-Al carajo con sus planes, señor Masen. Es mi vida y ni usted no nadie, va a venir a mi casa a decirme cómo debo vivirla y con quién-replicó Sonia.

-¡Basta los dos! Hija, en gran medida, el señor Masen tiene razón. No es una idea descabellada, pero, claramente, todo depende de lo que a ti te parezca. Tú, muy bien has dicho que no quieres mas, ya sabes que, en cuanto llegue esto a tu padre, poco vamos a poder hacer. Él decidirá y, también sabes, que él tiene la última palabra-dijo mi madre cortando la decisión.

-No, madre. No puede hacerme eso. No amo a su hijo, a penas lo conozco. No quiero casarme con él, así que, por favor, le ruego que no me obligue a ello. Usted sabe que, de forma obligada, yo jamás seré feliz. No me hará ningún bien ese matrimonio. Madre, se lo ruego. No me obligue a hacerlo-dije con voz temblorosa.

Estaba a punto de llorar. No podía con ello, no me gustaba verme vulnerable, pero, no podía aguantar los nervios. No quería hacerlo y no me podían impedir ser feliz.

-Lo siento, hija, de veras. Me gustaría concederle eso, pero, no podemos hacer nada al respecto. Como bien dice el señor Masen, tu padre tiene la última palabra y, conociéndolo, es casi seguro que aceptará la propuesta del señor Masen. Y, en caso de que no funcionara bien, tu padre tomaría otra decisión-dijo ella tomándome las manos.

-Madre, por favor-pedí.

-Lo lamento, de verdad-dijo mi madre.

La puerta se abrió y, por ella, entró mi padre.

-¡Pablo, qué alegría verlo!-Exclamó el señor Masen encantado.

Yo solo pued compartir la mirada con una persona. Con Edward, quien se mantenía serio y, según me parecía, a disgusto con lo que sucedía.

-¿Por qué no me avisasteis de que la familia Masen estaba aquí?-Preguntó mi padre, aparentemente tranquilo.

Aunque, sabía de sobra que, internamente, estaba molesto.

-Han venido hace poco, Pablo. Tienen una propuesta para ti. Nosotras hemos dado nuestro punto de vista, pero, como bien nos recalcas siempre, tú tienes la última palabra-respondió mi madre.

-¿Sobre qué trata la propuesta?-Se interesó mi padre.

-Mi hijo Peter desea casarse con su hija Sonia. Yo sé que les va a hacer bien a los dos y que, si no se aman para cuando llegue el día de la ceremonia, tarde o temprano, terminarán por enamorarse el uno del otro-aclaró el señor Masen.

-Padre, por favor. No me obligue a hacer algo que no deseo. Usted sabe que, por obligación, jamás voy a ser feliz. Que seré desdichada-pedí mirándolo.

El silencio volvió a reinar.

-Lo lamento hija, pero, en parte, creo que te va a hacer bien esto. Necesitas a alguien en tu vida, hija. A alguien que sepa de tu enfermedad y te pueda ayudar a descubrir su causa y qué es. Peter puede hacerlo-dijo mi padre.

-Entonces, veo que es oficial. Peter y Sonia, quedáis comprometidos, al cien por cien-concluyó el señor Masen.

No podía más. No quería estar en esa sala ni un minuto más. Odiaba la situación. Eché una última mirada a la familia Masen al completo. Ni la señora Masen ni Edward se metían en el asunto, lo que daba a entender que, ninguno de ellos estaba de acuerdo con la decisión de Peter y el señor Masen. Sobre todo, Edward. Su rostro era duro y muy, pero que muy serio.

-Lo siento. De verdad, lo siento-dije.

Y sin esperar respuesta, salí del salón y me dirigí a mi alcoba. Me tumbé sobre el lecho y metí la cabeza en la almohada, llorando.

Continuará.....

Amor Mágico.Where stories live. Discover now