Capítulo 3

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Narra Peter.

Mi padre, mi madre y yo seguimos a la familia de la tal Sonia. ¿Qué era lo que ocultaba? Necesitaba saberlo con ansias. Por suerte para mí, su padre había decidido que nos lo diría en su casa.

Cuando llegamos, me quedé mirando la casa. Estaba bastante bien, no tanto como la de mi familia, obviamente, pero muy bien. Todo sea dicho, también parecía ser demasiado oscura, y, solo tal vez, con muchos secretos.

En estos momentos, la ansiaba como esposa mía. No podía dejar que alguien más se la llevase, pues era una  muchacha hermosa, a simple vista.

Entramos en la casa y la familia del nuevo sacerdote, nos dirigió al salón principal.

-Tomen asiento, por favor-indicó Pablo.

Nosotros obedecimos. Tomamos asiento y esperamos pacientemente a que ellos se dispusieran a hablar.

-Hija, ¿por qué no les sirves algo de beber?-Propuso Pablo.

-Claro, padre-asintió Sonia obedeciendo, aunque, no sé por qué, tuve la sensación de que no quería hacerlo.

-¿Y bien? ¿De qué se trata?-Cuestionó mi padre.

-Verán, nuestra hija dejó de envejecer hace ocho años exactos. ¿El motivo? Lo desconocemos y, por eso, hemos llegado a la conclusión de que se trata de una enfermedad muy seria y, claramente, desconocida. Tal vez, ustedes, sepan algo que pueda estar relacionado-explicó brevemente Pablo.

Mi familia y yo nos miramos. ¿Una enfermedad? ¿Qué no envejecía? Yo, definitivamente, desconozco lo que puede ser que le pase, mas no lo veo importante. Es decir, mejor para mí, puesto que, tiene mejor cuerpo y hará que me resulte más atractiva la chica.

-¡Oh, por Dios! No lo sabíamos. Disculpadnos, pero, ninguno de los miembros de mi familia sabemos qué puede ser lo que le pase a su hija. Mi hijo y yo, somos empresarios desde nacimiento, vamos marcados y no hemos estudiado nada, porque nos han estado formando desde que tenemos memoria. En cuanto a mi esposa, ella simplemente se ocupa de la casa y las tareas domésticas. No tiene ninguna educación como tal-dijo el señor Masen.

-Entiendo. ¡Ah! Muchas gracias, hija-dijo Pablo.

-No hay de qué, padre. ¿Ya han hablado de ello?-Quiso saber Sonia.

-Sí, hija. Así es. Ellos tampoco nos pueden ayudar, pues no saben nada-dijo Raquel.

-Entiendo. Gracias, de todas formas. Si me dispensan, me gustaría retirarme a descansar a mi alcoba, por favor-pidió permiso Sonia.

-Por supuesto, faltaría más-asentí.

Ella se empezó a alejar del salón, más su padre la detuvo.

-Son invitados, no les puedes hacer ese feo, hija. Toma asiento, aunque no participes en la conversación. Pero debes quedarte-ordenó Pablo.

-Pero, padre, yo no...-decía Sonia.

-Tú nada. No te va a pasar nada porque te quedes con nosotros-interrumpió Pablo bruscamente.

Ella asintió con la cabeza y se sentó.

-Bueno, espero que no les importe contarnos cosas sobre esta hermosa ciudad. Queremos saber a qué atenernos-dijo Pablo.

-Por supuesto, faltaría más. Verán, algo muy importante, es que esta ciudad es muy chismosa. Todo el mundo habla de todo. Usted y su familia eran la nueva noticia, están ustedes en la mira de los ciudadanos. Además, aquí somos muy supersticiosos y creemos en todo lo que dice la Iglesia-habló mi padre.

-Desde luego, así es. Y, si no les molesta, tal vez podríamos pasar todos más tiempo juntos, ya saben. Como buenos amigos-seguí tranquilamente.

Sentí como Sonia me miraba fijamente. Seguro que le estaba buscando el doble sentido a mis palabras.

-Faltaría más. Nos vendrá bien a todos, sobre todo a Sonia. Así, tendrá amigos de su edad-aceptó el nuevo sacerdote.

-Pero, sí quiero pedirles algo a todos-dijo Sonia de la nada-. Quiero que, nuestra conversación, sobre mi situación, quedé en total y absoluto secreto. Júrenlo, por la Iglesia y por el mismísimo Dios Todo Poderoso.

Todas las miradas fueron dirigidas hacia ella. Su padre, la miraba con cierto reproche y  su madre, lo hacía con compasión y comprensión. Sabíamos muy bien que, jurarlo por la Iglesia y por el mismísimo Dios, era no poder romperlo jamás o, de lo contrario, podríamos ser castigados de por vida.

-Desde luego, lo juramos-asintió mi padre rápidamente.

Y tras continuar la conversación con temas sin mucha importancia, mi familia y yo regresamos a nuestra casa donde, como era de esperarse, nos esperaba mi hermano.

-Ya están aquí. Estupendo. No sabía cuánto más tardarían-empezó Edward.

-Trnquilo, hijo. Ya ves que hemos vuelto y, por supuesto, todos estamos bien-asintió mi padre.

-Me alegra oír eso. ¿Qué tal la conversación con el nuevo sacerdote y su familia?-Quiso saber Edward.

Sabía lo que él estaba intentando. Intuía que Edward mostraba mucho interés en la nueva familia. Aunque, es evidente que, todos estamos realmente interesados. Pero, de todas formas, sigo pensando que su interés, es simplemente el bienestar de la muchacha, y no me gusta. Pienso tomarla como mi esposa, le guste a él o no.

-Bien, hijo. Pero, hemos jurado no contarlo a nadie. Ha sido una promesa por la Iglesia y por Dios Todo Poderoso-resumió mi padre.

-Podrías saberlo, si te hubieras venido con nosotros-comenté con cierto tono de burla.

-Yo lo tengo la culpa de que me pongan exámenes y trabajos a puñado. Pero, soy parte de la familia, no creo que pase nada si me informáis de la conversación por encima-insistió Edward.

-La muchacha está enferma y no saben de qué enfermedad se trata. Ella tiene, en realidad, 25 años, mas dejó de envejecer a los 17. Es la máxima razón por la cual nos lo querían contar, por si nosotros sabíamos de qué se trataba-expliqué sin más.

-¿Cómo?-Preguntó Edward anonadado y sorprendido.

Su expresión facial me lo dijo todo. Mi hermano estaba interesado en Sonia, la hija del nuevo sacerdote. Esto, sinceramente, se va a poner muy interesante, porque no la podrá tener para él. Internamente, me reía muchísimo.

-Que está enferma, hermano. ¿Acaso no me has oído?-Comenté como si nada.

-Sí, te he escuchado, Peter. Pero, me refiero a, ¿por qué ellos han pensado que nosotros podíamos saber algo de lo que le ocurre a la señorita Sonia?-Siguió Edward confundido.

-Porque nosotros, a diferencia de ellos, somos de la gran ciudad, donde nos hemos criado siempre. Ellos son de pueblo, siempre lo han sido. O, al menos, eso no dijeron-respondió mi padre.

Una mujer del servicio vino para decir que la cena estaba lista.

-Venga, vamos a cenar. Ya hablaremos después de este asunto-indicó mi padre.

-Claro-aceptamos los tres.

Sin embargo, al menos por esa noche, no se volvió a hablar del asunto. Y con razón. Habíamos hecho una promesa muy importante y, si quería conseguir a la chica, debía mostrar mi mejor lado a sus padres.

Continuará....

Amor Mágico.Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz