Capítulo 10

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Narra Edward.

En cuanto escuché la puerta en el piso inferior, me intenté tranquilizar antes de bajar. No podía dejar que mi padre o Peter vieran mis expresiones o, de lo contrario, podrían descubrir que algo pasaba.

Unos minutos después, bajé al salón y al entrar me llevé la sorpresa más desagradable que podría encontrarme. Sonia estaba tumbada en el largo sofá y junto a ella estaban Raquel y mi madre intentando despertarla. Mi padre y mi hermano permanecían apartados de la escena, mirando el paisaje desde la ventana y compartiendo miradas.

-¿Qué ha sucedido?-Me preocupé, acercándome al sofá rápidamente.

-No, Edward. Déjalas a ellas. Eres un hombre, actúa como tal-demandó mi padre.

-Padre, está inconsciente. No reacciona. Tenemos que hacer algo-pedí nervioso.

-No, Edward, ya me has oído. No lo repetiré. Deja que Raquel y tu madre se ocupen de ella-volvió a decir mi padre.

-Señor Masen, por favor. Permita que su hijo Edward nos ayude. Él está estudiando, seguro que sabe algo que pueda hacerla despertar. Usted sabe que no lo pediría si no estuviese desesperada-pidió entonces Raquel.

Yo la miré para que pudiera quedar tranquila. Mi padre me observó fijamente y después, a regañadientes, aceptó que yo me acercara a Sonia.

En cuanto estuve junto a ellas, lo primero que hice fue tomarle el pulso para comprobar que estuviera respirando. Lo hacía.

-Sonia, ¿puedes oírnos, hija?-Empezó Raquel.

Yo le apartaba algunos mechones del pelo de su rostro y trataba de hacer que reaccionara tocándole la cara con desesperación.

-Sonia, despierta. Vamos-pedí tranquilamente.

No pasaba nada.

-Madre, traiga un cacharro con agua y gasas húmedas. Hay que curarle la herida que lleva en la cabeza-le ordené, mirándola a los ojos.

-Ya está, Edward, suficiente. No podemos despertarla, solo queda esperar a que lo haga por su cuenta-cortó mi padre-. Elizabeth, encárgate de su herida-le ordenó.

Ella asintió con la cabeza antes de marcharse a la cocina y regresar, minutos después, con lo pedido. Yo me levanté de su lado.

-Venga, salgamos afuera-pidió Peter.

-¿Para qué? Lo siento, yo me quedo aquí. Si ella no despierta, tendremos que avisar a algún doctor para que la pueda atender-comenté.

-Hijo, compórtate como se debe-exigió mi padre.

-Eso estoy intentando, padre. No podemos simplemente ignorar su estado-insistí.

Me estaban hartando los dos. Solo espero que estos tres meses pasen rápido para poder huir junto a Sonia.

-Edward, hermano. A nosotros no nos compete cuidar de Sonia. Esa es la función de nuestras mujeres, así que, por favor, olvídate de la actitud que tienes ahora-demandó Peter.

-No me digas lo que nos compete y lo que no, Peter. Yo decidiré lo que crea conveniente-lo corté de manera borde.

-¡Edward, por Dios! No te hemos educado así. Deja ya este comportamiento tuyo tan extraño-ordenó mi padre.

-Lo siento, padre. Eso también iba para ti. Yo decidiré lo que quiero y lo que considere mejor en mi vida. Estoy cansado de fingir que todo está bien. Sonia está así porque Peter la ha golpeado. Como mínimo, podría mostrar una pizca de dignidad y colaborar para que despierte-expresé derrumbándome.

Amor Mágico.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora