Minerva x Lucy | Perra

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« 𝐁𝐈𝐓𝐂𝐇 »

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Erza Scarlet y Minerva Orland realizaban una especie de duelo de miradas; ambas tenían los brazos cruzados a la altura del pecho y portaban una expresión que aterrorizaría a cualquiera. La de cabellera escarlata estrujó el balón de voleibol que yacía en sus manos, provocando que el aire comenzara a salir de éste hasta desinflarse por completo. Los estudiantes de Fairy Tail se estremecieron ante aquello.

Lucy suspiró de nuevo. ¿Por qué debían montar una escena siempre que se encontraban? Acababan de salir del instituto y, casualmente, se encontraron con algunos alumnos de Sabertooth. Se colocó en medio de las adversarias bajo la atenta mirada de los presentes, los cuales palidecieron por la seguridad de la blonda. ¿Qué pensaba que hacía? ¿Quería morir asesinada a manos de aquellos DEMONIOS?

Lejos de lo esperado, Orland inhaló profundamente y todos sus músculos se relajaron al cabo de varios minutos. Centró su atención en Heartfilia y agarró una de sus delicadas muñecas, atrayéndola hacia sí misma para abrazarla por la cintura con afecto, aunque sus facciones volvieron a endurecerse cuando percibió la matadora mirada de Scarlet sobre ella.

—Suéltala —la capitana del equipo femenino dio un paso al frente y simuló remangarse, furiosa.

Natsu y Gray reaccionaron a tiempo para sujetarla por los brazos, no obstante, la fuerza de la fémina era mayor y se deshizo del agarre rápidamente, dejando a los muchachos en el suelo.

—Es MI novia, Scarlet.

—¡Pero es una jugadora de MI equipo!

Nuevamente, el ambiente se tornó tenso y una extraña aura rodeó a las jugadoras. Si no fuera porque estaba más que acostumbrada, Lucy habría salido huyendo. Exhaló con pesadez y elevó la mirada, analizando el horripilante semblante de su pareja. Ladeó su rostro con suavidad para depositar un breve beso en el mentón ajeno, captando su atención.

—Minerva —musitó con un tono de voz bastante aniñado y suplicante, haciendo que la nombrada riera involuntariamente.

Llevó una de sus manos a la cabellera dorada de su acompañante, despeinándola levemente. Aquellos dulces luceros achocolatados serían capaces de calmar hasta a la bestia más feroz. Aprovechando la posición en la que se encontraban, Minerva la estrechó entre sus brazos y puso rumbo a un lugar desconocido, ignorando los coléricos gritos e insultos por parte de Erza.

—¡No la soporto! —Erza giró sobre sus talones e hizo crujir sus nudillos con fiereza, sobresaltando a varios de sus compañeros.

Mirajane rió entre dientes al vislumbrar tal espectáculo. Erza y Minerva, enemigas por naturaleza y capitanas de los equipos de voleibol de sus respectivas instituciones. Llevaban años enfrentadas y, como era de esperar, la noticia del noviazgo entre la tierna Lucy y la jugadora de Sabertooth no fue bien acogida por la apodada Titania. A pesar de esto, intentó guardar la compostura, todo por contentar a su amiga, pero... No fue posible. Aquella mujer la sacaba de sus casillas. Bueno, 'mujer', prefería denominarla 'víbora', 'arpía' o, su favorito y más utilizado, 'perra'.

A una distancia prudente de la enfurecida taheña, Minerva tomó asiento en un banco alargado y obligó a Lucy a sentarse sobre su regazo en un veloz movimiento. Esta última, bastante colorada y en un fallido intento por aparentar seriedad, apretó los labios con fuerza y realizó una especie de puchero.

Orland reprimió una carcajada. ¿Pensaba que aquella adorable expresión conseguiría intimidarla? Llevaban casi un año saliendo y continuaba haciéndose la misma pregunta: ¿cómo era posible que cada día estuviera más enamorada de aquella blonda? Era dulce, amable, poseía una sonrisa capaz de iluminar hasta el más oscuro de los días y sus labios, aquellos rosados labios que la hacían perder la razón y jamás se cansaría de besar. Le parecía, simplemente, perfecta. Desplazó sus manos con lentitud hasta situarlas en las rojizas mejillas de Heartfilia, acariciándolas con sus pulgares mientras su sonrisa se ensanchaba.

—Lo siento —utilizó un tono de voz tan sosegado y cariñoso que Lucy fue incapaz de continuar cabreada.

La de hebras doradas curvó sus labios en una pequeña sonrisa y llevó su zurda a la nuca ajena, sobándola con mimo. Hacía un buen tiempo, descubrió que su pareja adoraba las caricias en aquella zona y la apaciguaban en seguida. Minerva sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral y dejó reposar su cabeza sobre el hombro de su novia, emitiendo un breve suspiro cargado de satisfacción.

—Te quiero —Lucy se acomodó en el regazo de la de cabellera oscura y la abrazó sutilmente con su brazo desocupado—. Sé que Erza y tú no os lleváis demasiado bien —entrecerró los párpados al rememorar las múltiples disputas entre ambas.

Orland rió por lo bajo y besó el cuello de la blonda reiteradas veces, aumentando el volumen de sus carcajadas al percibir el sobresalto de esta.

—N-no hagas eso...

—El otro día no te quejabas —arqueó una de sus cejas con picardía.

Lucy frenó las caricias para ocultar el rostro tras sus manos. Sentía sus mejillas arder y un enorme deseo de que la tierra la tragara. Minerva se limitó a abrazarla y mecerla cual bebé, mordiéndose la lengua para no pronunciar comentarios que le provocaran mayor vergüenza. Le resultaba bastante complicado, pues adoraba verla tan cohibida entre sus brazos.

Sin embargo, aquel agradable momento se vio interrumpido por la llegada de Erza. Había tenido que batallar contra varios de sus camaradas para poder llegar; estaba despeinada y tenía los pómulos levemente rojizos por el esfuerzo realizado.

—Siento interrumpir vuestro 'momento romántico', pero tenemos entrenamiento.

—¿Me lo puedo saltar? —Lucy esbozó una inocente sonrisa, pero desapareció rápidamente ante la matadora mirada de Scarlet—. ¡L-luego nos vemos, Minerva! —se levantó del regazo de la nombrada y unió sus labios con los de ella.

La de cabellera oscura sonrió y se reincorporó, posando una de sus manos en la cabeza de Heartfilia y realizando una tenue presión para profundizar la magnitud del beso. Lucy se maldijo internamente al ver que, como tantas veces le había ocurrido, había sucumbido ante los labios de Minerva. Es decir, ¿cómo no? Besar tan bien debería ser delito.

La capitana del equipo, irritada, obligó a su compañera a separarse y la llevó a rastras, notablemente enfadada.

—¡Nos vamos!

—Pero...

—Adiós, amorcito —Minerva movió su diestra a modo de despedida con diversión—. Te esperaré a la salida —emitió una risa cínica al escuchar un '¡maldita perra!' por parte de Erza.

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𝐎𝐍𝐄-𝐒𝐇𝐎𝐓𝐒 ━━ ; sabertoothWhere stories live. Discover now