Los cronocrímenes

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Reseñado por Lobodepeluche

Género: Ciencia Ficción, Suspenso

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Género: Ciencia Ficción, Suspenso

Año de estreno: 2007

Duración: 88 minutos

El estreno en España de Tesis y El día de la bestia plantó, a mediados de los años 90, un huerto de thrillers de marcado carácter ibérico del que aún hoy seguimos recogiendo fruta. No sólo se empezaba a explorar un género casi virgen dentro del país de la paella, la sangría y las inversiones en infraestructuras cuestionables, sino que los intentos tendían a arrojar resultados de reconocida calidad. Esto se debía a que el objetivo no era luchar la batalla perdida de ponerse a la altura de Hollywood, sino compensar la falta de presupuesto con una mayor creatividad y aprovechamiento de los recursos disponibles. Así, surgían odas al ahorro como la propia Tesis, ambientada en la facultad del director y rodada entre compañeros de clase. O se sacaban adelante toda clase de ideas extrañas como Intacto, acerca de una mafia que trafica con la suerte de las personas.

Nacho Vigalondo no pertenece a estacorriente. Él rodó su primer largo diez años después, cuando los realizadoresde esa época habían ido perdiendo ese espíritu experimental de manera gradual.Tampoco hubo una nueva cantera clara de directores que ocuparan el lugar de lasversiones jóvenes de los mismos. Sin embargo, con ya cuatro películas a susespaldas, a él sí puedo calificarlo como el cineasta español que mejor haconservado esa filosofía

Y es que esta Cronocrímenes aglutina todas las características del buen cine de esa época

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Y es que esta Cronocrímenes aglutina todas las características del buen cine de esa época. Maneja un presupuesto ínfimo; el metraje no sale de las mismas cuatro localizaciones, los actores son los mínimos, y el propio Vigalondo interpreta a un personaje para abaratar costes. ¿Te parece que ahora es cuando me toca justificar un apartado técnico deficiente, escudándome en la falta de dinero? Pues no, porque todo está planteado con las limitaciones presupuestarias en mente. Lo cual hace que lo visual cumpla de sobras para no distraer nunca de lo verdaderamente importante: su enrevesado y original guion.

Héctor ve a una mujer que se está desnudando entre los árboles, a través de unos prismáticos. Cuando decide ir a investigar el lugar, es apuñalado en el hombro con un par de tijeras por una imagen siniestra: un hombre que tiene la cara cubierta con vendas rosas. Escapando de él, se comunica con un científico que le dice que el otro personaje le está persiguiendo y le aconseja huir a un laboratorio. Llega y se mete en una máquina. Cuando sale de ella, se da cuenta de que acaba de viajar en el tiempo a una hora antes.

Este simple punto de partida le basta al realizador para rodar, con un pulso envidiable, un thriller de ciencia ficción retorcidísimo al que le encanta jugar con la idea abstracta del viaje en el tiempo. Porque, para Vigalondo, la máquina del tiempo no es un recurso más para mover la historia, sino que es la historia. Todo lo que ocurre en ella gira alrededor de la máquina, las diferentes líneas temporales que esta crea, y la posibilidad teórica de que algo así pueda darse en realidad.

 Todo lo que ocurre en ella gira alrededor de la máquina, las diferentes líneas temporales que esta crea, y la posibilidad teórica de que algo así pueda darse en realidad

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Y es que sí, cada nueva línea temporal se utilizará para acercarnos más a lo que de verdad pasó ese fatídico día en el que Héctor se adentró en el bosque. Pero, ¿tuvo elección? ¿O el simple hecho de que la máquina existiera, encendida, ya lo encerró en su propia trampa temporal? ¿Cuánto nivel de libre albedrío podrías tener en una situación así?

Son preguntas que la ciencia ficción especulativa, o incluso la física, llevaba explorando décadas. ¿No recibimos viajeros del futuro porque no tenemos una máquina encendida a la que puedan regresar? Cuando viajas al pasado, ¿es posible cambiarlo? ¿Múltiples universos? ¿Paradoja del abuelo? ¿Principio de autoconsistencia de Nóvikov?

En el cine esto se había visto siempre un poco de fondo, como aditivo a otra cosa, porque se entiende que dedicar una cinta enteramente a los desvaríos con el tiempo arrojaría productos incomprensibles como Primer. La película consigue salvarse de eso precisamente por su simple puesta en escena, que vuelve los diferentes sucesos mucho más fáciles de seguir. Y esto es parte de un estilo que nunca me cansaré de alabar.

No dejamos de estar ante una película de serie B, solo que no luce como una porque todo en ella está diseñado para que, sin ocultarlo, moleste lo menos posible

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No dejamos de estar ante una película de serie B, solo que no luce como una porque todo en ella está diseñado para que, sin ocultarlo, moleste lo menos posible. La pequeña escala no importa, porque una historia así no puede funcionar bien a escala mayor. El apartado visual está cuidadísimo y lleno de imágenes que impactan como la momia rosa o los paisajes, pero estoy completamente seguro de que surgieron sobre la marcha. E incluso la mejorable interpretación de su director tiene excusa argumental.

Este recurso de abrazar tus propias limitaciones a mí me parece algo de lo que todos, como creadores, deberíamos aprender. Conocernos a nosotros mismos, hasta dónde podemos llegar, nuestras fortalezas y debilidades, y construir con ello el mejor producto posible. No ignorar las partes que menos nos gustan, sino asumirlas y compensarlas.

No siempre saldrá bien, claro. De eso se trata el experimentar. Sin embargo, de vez en cuando todo se alineará, los elementos encajarán perfectamente, y saldrá un producto tan bueno como Los Cronocrímenes.

La ciencia de la pantallaWhere stories live. Discover now