La ciencia de la pantalla

Carole y Tuesday

Reseñado por Lobodepeluche

La lista de directores de anime que lograron destacar sin adentrarse demasiado en el terreno de los largos, se puede considerar de todo menos dilatada. Tocaría meter a gente como Tomino, Anno, quizá Kawamori en menor medida, Urobochi... creativos con una carrera más basada en la narrativa serializada, con un equipo de guionistas asistiéndolos, y que pese a todo demuestran una personalidad lo bastante fuerte como para dejar una huella profunda en cada proyecto que tocan. De todos estos, a mí el más interesante siempre me pareció Sinichiro Watanabe. Por la sencilla razón de que es el único que verdaderamente consiguió que su estilo le trascendiera.

Y es que no importa cuántas series de Gundam sigan saliendo, ya te aseguro yo que ninguna se va a sentir como las de Tomino. Si me apuras, ni siquiera el propio Tomino se siente como el Tomino de hace 30 años. Esto se puede aplicar a casi todos los nombres que he mencionado antes, y se debe a que, al final, su trabajo es una extensión perfecta de ellos mismos.

Parece obvio que así es cómo operan los artistas asentados, pero no tiene por qué ser el caso. En ocasiones, el reconocimiento puede venirte simplemente de encontrar una fórmula eficiente y trabajar a partir de ahí. Esto fue, de hecho, lo que pasó con Watanabe.

Sus series se reconocen no por una caótica mezcolanza de influencias e intereses que le puedan dar personalidad a cualquier planteamiento, sino por el planteamiento en sí. Las desventuras de un grupo de inadaptados sin demasiado en común que, por azares del destino, terminan reunidos y complementándose. Lo sazonas con una estructura de episodios autoconclusivos que van desarrollando a los personajes y un desmedido interés por la música, y tenemos pleno.

El gran elemento diferenciador que hace que no tengas la sensación de estar viendo siempre la misma cosa, sería precisamente el apartado sonoro, ya que de él se derivan la historia el tono. Cowboy Bebop es jazz, por lo que siempre va a buscar el aire melancólico, grandilocuente y de derrota. Luego tienes Samurai Champloo, con una estructura de base idéntica pero que se mueve más por el hip hop, y los episodios reflejan ese cambio con historias más gamberras. Así todo.

Si entendiste estas bases, tú también puedes ser Sinichiro Watanabe. No serías el primero, ya lo fueron gente como Sayo Yamamoto, con su Michiko To Hatchin. La cual debió descubrir, mientras trabajaba con nuestro autor, la esencia de lo que trato de explicar aquí: si sigues un esquema sólido, tu obra se escribirá sola.

Nuestras protas tienen que ser especiales porque son las protas, así que van a ser las únicas que compongan sus canciones sin ayudarse de inteligencias artificiales. Además, buscan triunfar en el show business, porque ese es el espíritu del pop. ¿Cómo las volvemos inadaptadas, tal y como requiere la fórmula? Pues, por ejemplo, una puede ser la hija de una famosa política ricachona, que se escapa de casa porque se siente alienada por su familia y busca sentirse viva de verdad. La otra,su opuesto, una chica huérfana que tuvo que aprender a sobrevivir por sí misma. Su pasado nos los reservamos para irlos revelando según avancen los capítulos.

¿Cómo integramos de manera natural a los personajes de apoyo? Tan fácil como dejar que la historia se desarrolle. Por ejemplo, si las chicas quieren tener una carrera seria, necesitarán un representante que sepa moverse por un mundo que ellas no conocen del todo. El tipo tendrá, también, un pasado oscuro, y contactos que muevan la trama. Lo mismo con el resto. 

Lo interesante es que esta fórmula acerca a Watanabe hacia un tono super azucarado que, si bien se presta para el tipo de historia que te está contando, yo nunca le había visto usar. La sensación es un poco como cuando James Cameron, el rudo director de acción, de pronto te saca un Titanic.

Y es que todo en Carole y Tuesday es súper dulce. Se trata de un cuento de superación y persecución de los sueños donde su clásico cinismo está ausente. Sí, es posible que la edad finalmente ablandase el corazoncito del autor de Cowboy Bebop y yo ahora quiera buscarle tres pies al gato. Pero a mí me gusta imaginar que fue la propia historia la que lo condujo hasta ahí. Este drama tan bonito sobre la amistad, la fraternidad y la búsqueda de tu lugar en el mundo, ya existía en alguna parte antes de haberse ideado, esperando a que alguien uniese los puntos y llegase hasta él. Porque a veces, cuando te liberas de la cárcel de las posibilidades infinitas, basta preguntarle a la historia lo que ella quiere hacer. Y para esto no hace falta tener una personalidad fascinante ni un talento innato para la narrativa, ni siquiera talento a secas. Cualquiera puede hacerlo. Solo necesitas el valor de pararte a escuchar aquello que siempre tuviste delante de ti.