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Prepara tu canasta de dulces y palomitas, siéntete cómodo, apaga las luces y prepárate ver leer un poco de la ciencia ficción en la pantalla.
Pd: aplica para todo tipo de pantallas.
Basado en la trilogía de Blake Crouch, Wayward Pines es una historia que tenía todos los condimentos para atrapar a un nuevo público en este siglo XXI, pero los resultados no fueron lo esperado.
Esta serie fue creada por el director M. Night Shyamalan y Chad Hodge, estrenada originalmente en el canal FOX y con una premisa que, para quienes no leyeron o no tenían acceso a las novelas, resulta impactante a simple vista.
Ante un elenco de renombre entre los que figuran Matt Dilon, Carla Gugino, Toby Jones, Charlie Tahan y Terrence Johnson, por nombrar algunos, plantea un mundo donde un experimento se sale de control alterando la genética humana (denominados Abbies) y las pocas personas salvadas se encuentran atrapadas en el pequeño pueblo homónimo de Idaho mediante una reja electrificada (dato distribuido a cuentagotas en los primeros 5 capítulos). De esta manera el primer interrogante sale a la luz: ¿hay esperanza ante un escenario devastado y peligroso?
El argumento juega con el espectador al generar más preguntas y obtener pocas respuestas. Para el género apuntado es bueno, sin embargo, la idea de haber sido trasmitido en televisión cuando el auge de las multiplataformas estaba en su máximo esplendor le jugó una mala pasada: el rating no ayudó y fue de mal en peor a lo largo del proyecto audiovisual.
Fuera de esto, le di una oportunidad y lo disfruté. Con tan solo dos temporadas de 10 capítulos cada una y con una duración convencional, siento que lo que fracasó fue la cantidad de tramas surgidas (entre ellas las de un joven gay que debe reprimir sus deseos para sobrevivir ante las normas estrictas y ortodoxas del pueblo) y verse estancadas o resolverlas de manera precipitada con sabor a poco.
¿La he recomendado? Si, sin importarme que fue cancelada dejando en claro que no toda distopía es aceptada. La visión de Shyamalan, debutando para la televisión, es interesante visualmente por lo cinematográfico. En cambio, haberlo pensado como película todo el tiempo perjudicó de forma garrafal el ritmo de la acción (el piloto pasó a duras penas y las cartas tiradas recién las obtenemos a mitad de temporada). Una decisión arriesgada cuyo producto quedará en la mente de algunos que la vieron en vivo o prefieran que su curiosidad tenga la última palabra.
