Ad Astra

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Reseñado por @Lobodepeluche

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Reseñado por @Lobodepeluche

El subgénero de exploración espacial intimista está, de un tiempo a esta parte, viviendo una segunda juventud. Desde la críticamente aclamada Moon hasta la oscarizada First Man, pasando por apuestas de enfoques variados como Interstellar o Gravity, el panorama se ha llenado de cintas que, cada una a su modo, vuelven a poner de moda una fórmula que andaba de capa caída desde los años setenta: el cosmos entendido como un entorno hostil que pone a prueba la cordura y el bienestar de todos aquellos que se atrevan a adentrarse en él.

Ad Astra se encuadra dentro de este revival de lo setentero, y si bien su universo presenta algunas incoherencias sobre las que luego incidiré, el resultado me pareció lo suficientemente interesante como para dedicarle una reseña positiva en esta sección.


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El argumento, para los que no lo sepan, sigue al pie de la letra el esquema de la novela "El corazón de las tinieblas", lo que básicamente significa que estamos ante un remake encubierto de Apocalypse Now con planetas baldíos y estaciones espaciales en lugar de junglas. Esto es, al protagonista se le encarga viajar de punto A a punto B para contactar con un superior que ha cortado todas las comunicaciones y parece haber perdido el juicio. Por el camino, pasará por toda clase de penurias que harán que su estado mental se deteriore progresivamente.

De su cosecha, la película añade tres novedades principales. Primero, una subtrama sobre paternidad, convirtiendo al protagonista, Roy McBride, ingeniero con pasado militar, en hijo de este loco perdido. En mi opinión, uno de sus mayores aciertos, ya que añade el elemento emocional necesario para que la historia resuene más con el espectador. A su vez, sirve para trazar un paralelismo entre ambos personajes que viene muy bien para otorgar dimensión a unos secundarios que no desarrollas más allá del esbozo.


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Eso nos lleva a la segunda cosa, el propio McBride y lo que representa. Ya desde la primera escena, se introduce como una persona alienada, incapaz de forjar relaciones interpersonales duraderas por pura y simple desidia. Este carácter individualista queda reflejado en cada frame de la película, que está narrada en una absoluta primera persona y a menudo tiene que recurrir a una voz en off introspectiva para explicarnos cómo se siente en cada momento. Sin otro personaje con el que desahogarse, el espectador termina siendo su único confidente. El resultado de esto es que apenas profundizamos en nadie que no sea él, porque a él no le interesa conectar con nadie, generando una sensación de soledad que se ve amplificada por una serie de decisiones artísticas más o menos sutiles.

La tercera novedad que no estaba en "El corazón de las tinieblas" es precisamente eso último. Roy y su particular sistema de valores, la misión de su padre, encontrar vida inteligente fuera del planeta tierra, los escenarios vacíos, las ocasionales pausas incómodas... todo está construido alrededor de este simple concepto, la necesidad de compañía. La pregunta de si estamos solos en el universo se lleva entonces hasta sus últimas consecuencias. ¿Por qué nos obsesiona tanto? ¿Hacen falta hombrecillos verdes para no "estar solos"? ¿No resulta paradójico que Tommy Lee Jones demuestre semejante dejadez para con su familia pero sea la compañía intergaláctica lo que le obsesione?


Hasta ahí todo bien

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Hasta ahí todo bien. Lo que menos se desvía del libro que copia, funciona un poco peor. En aras de poder seguir su esquema, el descenso a los infiernos representado por el viaje, la lógica interna del universo construido se descuida un poco. Para entendernos, casi todo el rato pretende ser serio y cercano a la ciencia ficción dura, pero si necesita que suceda algo fantasioso, sucede. Esto a mí me distrae y hubiera preferido problemas más sutiles que el ataque de unos piratas espaciales, pero también entiendo que en una película que pretende ser un estudio pedante sobre las relaciones interpersonales, el funcionamiento de los cohetes fuese lo que menos le preocupara al director.

Y poco más. Como en el libro, las experiencias por las que pasa el protagonista se van volviendo gradualmente más extrañas e irreales. Algunas de ellas visualmente muy impactantes, como la llamada de socorro de la estación espacial y sus consecuencias. Mientras tanto, continuados exámenes psicológicos se aseguran de que el mismo mantenga un estado mental estable y adecuado para continuar, lo que nos servirá de excusa para sus constantes monólogos internos. La resolución de este arco de Roy es precisamente lo que menos me convence, y esto ya si es cosa de cómo está construida la historia, pero no puedo detenerme en ello sin hacer spoilers. Vamos a dejarlo en que se trata de una percepción subjetiva que no tiene por qué estropear su visionado.

Igualmente, si buscas una película indiscutiblemente perfecta, pues no, esta no es la tuya. Ni ninguna, claro, el cine es inherentemente subjetivo. Pero sí es una película interesante, con una temática con la que creo que todo el mundo puede empatizar, como la naturaleza del ser humano como animal social, y que trae de vuelta un estilo de hacer cine espacial más sobrio que está bien que tenga presencia en las salas.

No te va a cambiar la vida, pero en esta era completamente interconectada en la que no podemos ni salir a tomar café sin ponernos a mirar la pantalla de un smartphone, en la que parece que prestamos más atención a twitteros, youtubers, redactores y demás fauna que a nuestro círculo de amistades y seres queridos, quizá te haga pensar un poco. Y esa es la marca de la buena ciencia ficción.



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