12 Monos

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Reseñado por Lobodepeluche

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Reseñado por Lobodepeluche

En ocasiones, los señores trajeados que ponen el dinero en Hollywood tienen auténticas ideas de bombero. Se comenta, por ejemplo, que el Superman de Kevin Smith nunca llegó a buen puerto por las desavenencias de este con su productor, el cual le exigía la aparición de una araña gigante mecánica y toda clase de chorradas por las que el realizador de Clerks no estaba dispuesto a tragar. No era la primera, ni sería la ultima vez que algo así ocurría; la propia 12 Monos nació de un planteamiento inicial no menos absurdo.

Resulta que por la Universal rondaba un productor ejecutivo obsesionado con La Jetee; un mediometraje francés del año 62, rodado con imágenes estáticas y enmarcado en el movimiento Rive Gauche. Que, para quienes no lo sepan, lo componían señores a los que la Nouvelle Vague les parecía una cosa demasiado burda y convencional. Y a ver, Dios me libre de tachar a La Jetee de pedante. Pero era muy pedante.

No necesariamente en el mal sentido, ojo, a mí me gusta mucho también. Sin embargo, existen un momento y un lugar para todo, y se me ocurren muy pocas obras que se presten menos a un remake comercial y americanizado que esa. Cualquiera pensaría que intentarlo solo podría terminar en desastre. La mayoría de los inicialmente implicados en el proyecto, lo pensaban. Así fue como, una producción que había empezado con absoluta apatía, despacito y con buena letra, fue demostrando a todo el mundo que se equivocaba.

 Así fue como, una producción que había empezado con absoluta apatía, despacito y con buena letra, fue demostrando a todo el mundo que se equivocaba

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Para empezar, comprendiendo que un proyecto así requeriría de un guion sólido, se contrató a David Webb. Webb ya había sacado adelante el manuscrito de Blade Runner, otra historia basada en material que se prestaba muy poco al lenguaje Hollywood. Y el tipo volvió a hacer su magia. Tomó el planteamiento del futuro devastado por un virus del que no se sabe nada, el viajero del tiempo en busca de información que tiene visiones de su propia muerte, el romance... y simplemente expandió a partir de ahí.

La historia se presentaba de manera más convencional, sí. Pero estaba toda, y convencional no equivalía a simplificada. Todo lo contrario, de hecho. Lejos de amilanarse, construyó todo un thriller alrededor de los orígenes del virus, jugueteó con las no linealidad, y también con algo que sería clave para la siguiente buena decisión: la cordura de sus personajes.

Cuando la mitad de tu historia juega con la posibilidad de que todo esté en la cabeza de su inestable personaje principal, tu antagonista salió de una institución mental, la protagonista femenina es psiquiatra, y todo tiene ese aire paranoico que te hace dudar constantemente de qué es real, ¿a quién llamas para que dirija más que a Terry Gilliam?

Cuando la mitad de tu historia juega con la posibilidad de que todo esté en la cabeza de su inestable personaje principal, tu antagonista salió de una institución mental, la protagonista femenina es psiquiatra, y todo tiene ese aire paranoico que ...

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El británico aceptó, claro, sabiendo que se sentiría como pez en el agua con una película donde podría dar rienda suelta a su particular estilo. Como quien no quiere la cosa, ya tenían un guion de reconocida calidad y un realizador que, independientemente de gustos, firmaría una obra muy personal que le otorgaría al proyecto una identidad propia fuerte.

Y es que, visualmente es puro Gilliam. Hablamos de un director que basó toda su carrera en el ideal romántico de Don Quijote, el contraste entre una realidad cruel y un alienado que se evade de ello encerrándose en sus propias fantasías. Aquí vemos su simpatía morbosa por el loco pero no tenemos fantasía a la que escapar, así que el mundo de 12 Monos oscila todo el rato entre lo crudo y lo directamente aterrador. En las escenas del futuro, en particular, asistimos a un recordatorio de la habilidad del ex Monty Python para rodar interrogatorios espeluznantes solo a través de la puesta en escena.

 En las escenas del futuro, en particular, asistimos a un recordatorio de la habilidad del ex Monty Python para rodar interrogatorios espeluznantes solo a través de la puesta en escena

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Solo quedaba por sortear el casting, pero aquello ya tenía mucha mejor pinta y muy mal elegido tendría que haber estado el elenco para arruinarlo todo. No fue el caso. Bruce Willis se marca aquí mi interpretación favorita de todas las que ha hecho, mostrándose a la vez rudo y tremendamente vulnerable. Brad Pitt, por su parte, demostraba aquí lo que ahora sabemos de sobra pero por entonces todavía se ponía en duda: que era mucho más que una cara bonita.

Ni yo mismo, con la perspectiva que da el tiempo, termino de entender cómo pudieron salvar un proyecto así. Es uno de mis thrillers psicológicos favoritos, de los que te mantienen pegado a la silla, hacen que te encariñes de sus personajes, y te vuele la mente constantemente con sus alocados giros. Visualmente impacta, y está rodada con un pulso de alguien que se mueve como pez en el agua contando este tipo de historias extrañas. Su reducido presupuesto no se nota en ningún momento. Es mucho mejor película de lo que parecía tener derecho a ser.

Tengo los datos, están ahí, pero sigo sin explicarme cómo se pudieron tomar todas las decisiones correctas, ni como estas arrojaron el mejor resultado posible. Quizá debería volver al pasado para investigarlo. Lo que sí sé es una cosa: cuando, ese mismo año, la crítica la puso por las nubes, al público le encantó, fue nominada a varios premios... alguien en Universal, el único que había confiado en 12 Monos desde el principio, se fue a la cama con una sonrisa.

La ciencia de la pantallaWhere stories live. Discover now