Capítulo 1

27 1 0
                                    

Acababa de romper su tercera copa esa noche. Vlad se miró las manos como si no fueran suyas y se hubiesen confabulado en su contra, y dejó escapar un suspiro largo de rendición antes de ir a buscar la escoba por enésima vez.

—¿Estás nervioso o es que estás colocado? —preguntó Iratxe divertida mientras se estiraba para coger un par de vasos de tubo que estaban en el bar justo detrás de él.

—Sabes que no me coloco. Solo estoy un poco distraído, supongo...

—Te entiendo, a mí también me pone nerviosa...

—¿Quién?

—Sí, tú hazte el tonto, como que no me he dado cuenta de cómo meneas el culo cada vez que te acercas a la mesa de Christian Peña.

—Yo no «meneo el culo»... —se indignó él.

Ella se apoyó en la barra a su lado, mirando con descaro en dirección al hombre atractivo que se sentaba en una de las mesas de la taberna Os Pazos junto a la ventana estudiando la carta, y dejó escapar un suspiro de gata en celo.

—Joder, está bueno de cojones...

—No es tan guapo.

—Ja, ja..., no te lo crees ni tú... ¡Dios! Es como el Hugh Jackman versión española... —Y un leve gemido de deseo acabó la frase por ella—. ¿A qué esperas? Ve a ver qué quiere comer hoy...

Y Vlad se acercó a la mesa del hombre que llevaba una semana revolucionando a las féminas de aquella pequeña ciudad gallega. Más de una se había percatado ya de la asiduidad con la que el modelo internacional asistía a la taberna a la hora de cenar, y se sentaban en corrillos de mujeres, emperifolladas y a la caza de una oportunidad para cruzar algunas palabras con el tío bueno.

—¿Sabes ya qué vas a tomar? —soltó mecánicamente y levantó la mirada de su bloc de notas justo a tiempo para encontrarse con su sonrisa de anuncio y sus ojos marrones con esas cejas pobladas que le daban a su mirada un aire salvaje. Y Vlad hizo uso de toda su voluntad para levantar las cejas en un gesto interrogante de indiferencia absoluta.

—¿Qué me recomiendas? —Y allí estaba otra vez, desafiándolo en ese juego absurdo que llevaban repitiendo toda la semana: Vlad recomendándole alguno de los platos más estrafalarios de la carta como los caracoles o la lamprea, que parecía una especie de monstruo marino asqueroso, con el único fin de resultar antipático. Algo que el tío bueno no parecía pillar, pues no solo seguía su recomendación, sino que devoraba complacido aquellos bichos repugnantes.

—Bueno, si eres carnívoro, quizás quieras probar las filloas de sangre.

—¿Por qué no iba a ser carnívoro?

—No lo sé, a los del mundo del espectáculo les da por ser veganos y esas cosas... —Mierda, acababa de meter la pata.

—Así que sabes quién soy... —dijo él con una sonrisa orgullosa de victoria.

Joder, ¿es que había alguien que no supiera quién era Christian Peña? Había sido la imagen de Calvin Klein durante años y de otras marcas por el estilo. Era imposible no encontrar una foto suya en las revistas de moda o verlo aparecer entre los anuncios de la televisión. Y en caso de que lo desconocieras, era imposible no haberse enterado de quién era aquella semana en la que el chisme favorito de la ciudad era el regreso a casa del reconocido modelo.

—Más o menos —respondió con desinterés fingido—. Sé que hay un cartel con tu foto en calzoncillos en la entrada del pueblo...

—Christian —se presentó, ofreciendo su mano.

Solo a un beso de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora