Capítulo 4

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Capítulo 4 

   Sabrina había empezado a amar aquel lugar, al mismo tiempo, en que veía que ya aquella semana se estaba por acabar y ella debía regresar a su realidad. 


   Londres era una ciudad que podía contar todos sus secretos... Incluso aquellos que habían logrado hacerle soñar. 


    Y llorar. 


     La noche anterior se había divertido un poco con Elena y Michelle. En menos de una semana ya había acudido a dos fiestas, aunque no era algo que realmente le gustara. En ocasiones se decía a sí misma que era tan diferente a las demás chicas londinenses que siempre guardaban un lugar en su agenda, para salir a algún club nocturno. 


   Ella era de las que amaba pasar un fin de semana con un buen libro o en un lugar como ese. Oculta en medio de la naturaleza. Y tirada sobre una manta viendo las nubes recorrer el cielo azul. 


— ¿Consideraré que amas estar en lugares en donde posiblemente se te considere no bienvenida?— le expresé secamente, cuando me detuve cerca de ella. Había dejado a mi moto estacionada un poco retirada de aquel lugar.

— ¿Tú?— dijo asombrada, al verme allí a esa hora de la mañana.

— Sí... Y realmente soy de lo que no me gusta compartir mi lugar favorito.

— Hay mucho espacio... ¿No te parece?— dijo al sentarse, haciéndome ver que le daba igual lo que yo pensara.

— Exacto... Por lo que si me lo permites... Te cedo todo el resto de este lugar.

— ¿Y si no quiero irme? ¿Me obligaras?

— No me considero de ese tipo de hombres... Pero si no me das otra alternativa.

— ¿Sabes? Nada perderías si pides las cosas con amabilidad...— dijo con un tono firme, haciéndome ver que no se inmutaba por nada de lo que yo pensaba o dijera.

—¿Amabilidad?_ sonreí con cierta chocancia pícara—. Soy así... Y no puedo cambiarlo.

— Sabes que no eres así...— dijo haciendo que la miraba. La verdad, mi chocancia y mi indiferencia hacia ella era como si una brisa solo lo rozara. Algo que me sorprendía—.  Simplemente te escondes debajo de esa máscara de chico hermético, para ocultar quien en realidad eres. Pero, la cuestión es... ¿Por qué?— me miró fijamente, mientras yo simplemente la escuchaba— Tienes razón... Se me olvidaba. Soy una extraña, por lo que no es mi problema.

     Una vez más ella me hablaba con tanta propiedad, dejándome con la boca abierta. Nunca antes ninguna chica me había hablado como ella, enmudeciéndome al mismo tiempo. Ni siquiera Elena. 


— Te cedo tu lugar y una vez me excuso por haberlo tomado sin consultar.

—Gracias...— dije entre dientes.

— ¿Sabes? Un poco de amabilidad y cortesía no te mataría.— expresó y caminó hacia otro lugar. 


   Caminó aproximadamente quince pasos hasta lograr colocar su manta en el suelo de nuevo. Sorprendiéndome aún más. 


— Pensé que las chicas londinenses tenían otra forma de divertirse.— le grité para que me escuchara. 


Amor IncondicionalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora