Capítulo 24

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Capítulo 24

    Hay verdades que nos cuentas aceptar. Otras que nos desvanecen la esperanza y el deseo de luchar. Y yo, Nathan Owen, me encontraría en el peor dilema de mi vida.


     Después que habíamos llegado a casa de Elena, me había pedido que diéramos una vuelta hacia mi lugar favorito. Y así hice, sin saber, aquello que guardaba ella en su silencio.


     Sabrina me abrazó con todas sus fuerzas, mientras recostaba su cabeza en mi espalda. Una parte de ella quería llorar, pero sabía que lo correcto era contenerlas y mantener la calma.


   Aspiró mi aroma. Y recordó aquel pasado cuando simplemente era una inmensa roca que se había prohibido ser demolida. Sin embargo, ella apareció en mi vida, haciendo, que en mi propia contra girara 180°. Volviéndola en todo lo opuesto a lo que pretendía que fuese.


    Segundos después se alejó un poco de mí y alzó los brazos, sintiendo el aire en su cara. Jamás la había imaginado atreviéndose a hacer eso. Sin embargo, lo hacía con una sonrisa en la cara, para luego abrazarme de nuevo.


— ¡Te amo, Nathan!— gritó, haciendo que en mi rostro también se dibujará una sonrisa.


   Giré la moto al llegar a una curva y seguí avanzando, hasta llegar a aquel lugar que ella también amaba. Mi lugar secreto de Holmes Chapel.


    La ayudé a bajarse de mi moto, mientras me entregaba mi casco. Miró aquel lugar, como si tuviese años sin ir. Y luego tomó mi mano, para que camináramos juntos.


—¿No es extraño como se va el tiempo?— expresó con cierta ironía, haciéndose aún la fuerte, que no le importaba que yo estaba allí—. ¿No es extraño como ganamos pero perdemos?

— ¿Por qué lo dices?

— No me hagas caso...— sonrió y siguió contemplando aquel lugar.


    ¿Acaso la vida nos quería dar una respuesta?


    Me miró observarla pensativo, para luego regalarle una sonrisa.


— ¿Qué?

— ¿Que de qué?— expresé haciéndome el que no la entendía.

— ¿En qué estás pensando?

— Se vale como respuesta... No me hagas caso.

— Nathan...


   Sonreí con picardía y la abracé.


— Pensaba en lo feliz que me haces a estar cerca de ti. Y en que solo quiero amarte lo mejor que puedo...


    Sabrina observó que le hablaba con la verdad, con aquella verdad que un hombre enamorado puede hablar cuando el corazón está en mano de quien ama. Ella se acercó a mí, me miró aún más a los ojos, besándome con ternura, para luego rozar con dulzura mi mejilla derecha.


    Se encontraba en frente de mí. Sabiendo que debía ser sincera conmigo, sucediera lo que sucediera aquel día. En su mente solo se encontraba ese principal motivo. No dejaría que pasara un día más.Su enfermedad era un asunto delicado. Y aunque le doliera. Era una lucha a la que estaba atada. Y aún más, cuando se acercaba esa operación que la tenía aún tan nerviosa.


    Si no decía aquellas palabras iba a perder la cabeza en ese instante.


— ¿Me dirás en lo qué pensabas?— le pregunté a mirarla a los ojos.

—Sí...— guardó un corto silencio, mientras colocaba sus manos en mis mejillas—. Solo con una condición...

—¿Condición?— mi mente se puso en blanco. No quería pensar en nada más. Sabía que ella era diferente—. Si, lo que tú quieras...

—Voy a necesitar que me escuches y no me interrumpas...Es muy importante lo que te tengo que decir. No es nada grave...— dijo al ver el miedo en mis ojos—. Solo que quiero y necesito que lo sepas. No quiero que pase más tiempo...

—¿Estás segura?— quise insistir. Pero sabía el motivo el por qué ella decía no hacerlo.


    La abracé sintiéndome orgulloso de ella. Preguntándome ¿Cómo me había permitido vivir sin ella, y cómo me había permitido excluirla en el pasado de mi vida?


    Luego nos sentamos en frente del río que allí pasaba, sin imaginar todo aquello que me esperaba escuchar.


   Cerró los ojos y empezó a hablar. Al principio no le entendía, porque hablaba rápidamente. Pero cuando expresó que los médicos le habían diagnosticado que estaba enferma y que su vida había iniciado una lucha. Y la palabra "Cáncer" apareció a relucir. El miedo recorrió todo mi cuerpo, cuando finalmente comprendía lo que ella había querido decirme. Y ahora, todavía aquella lucha continuaba. Atándola a aquellos miedos que ahora afloraban en ella.


— Si después de saber todo esto, quieres darte la vuelta y hacer que nunca nos conocimos. Lo entenderé... Mi padre ya lo hizo. Y he aprendido a valerme por mí misma... No pretendo atarte a mi realidad. Eres libre... Puedes tomar la decisión que quieras.


   Ella me miró fijamente, esperando lo peor. Por lo que mi reacción fue inesperada para ella. La abracé con todas mis fuerzas.


— No pretendo dejarte sola... Nuestro amor es inmenso e incondicional.


    Sin embargo, en mi silencio, el tiempo se convirtió en mi peor tortura. Ahora conocía su triste verdad. Haciendo que me odiara por todo el tiempo que la había alejado de mí.

Amor IncondicionalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora