Capítulo 2

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Capítulo 2

     Entré en aquel lugar, bufando con cierto fastidio al ver a todos los presentes.¿Qué rayos hacía allí? ¿Qué me había impulsado a ir, cuando podía estar mucho mejor en otro lugar? Simplemente eran preguntas que aún no encontraban respuestas en mi cabeza.


    Miré a mi alrededor, buscando a Liam. Sabía que él estaría allí y posiblemente sería el único. El resto de los chicos habían hecho otros planes. Stephan se había ido a Bristol con una de sus conquistas. Y Mike y Jenny habían decidido no ir.


    Encontré a lo lejos a Liam con Elena. Encontrándome, a su vez, con su simpática mirada de quererme fuera de allí.


—Nathan... ¡Que bien que has venido!— expresó Liam emocionado.

— Lo estuve pensando... Y heme aquí...— expresé con una sonrisa chocante hacia Elena, mostrándole lo agradable que podía ser, si alguien me miraba de la forma que lo estaba haciendo ella— No podía ser descortés con un amigo que pretende hacerme conocer a personas nuevas.


    Y allí la vi a ella. Sus ojos castaños me miraron con sorpresa, al no esperarse encontrarme allí, a pesar de que Liam había ido. Llevaba su cabellera castaña oscura recogida en una cola de caballo, haciéndome ver aún más cerca lo hermosa que era.


— Es amigo de Liam...— espetó seriamente Elena, mostrándome su habitual amabilidad.

—Encantada... Sabrina.— dijo al presentarse al extender su mano.

—Nathan...— dije al extender la mía, mostrándome tan cual era.


    Una persona distante y poco amigable. No era de los que a primera se hacía amigo de las persona. Me costaba confiar en la gente. Cada persona era un enigma, y ello, le hacía ser un mundo. Para ganarse mi confianza, el tiempo era importante.


   Y por obvia razones tenía pocos amigos. Era de los que le importaba más la calidad que la cantidad.


   Una cantidad en vana, podía hacer perder un tiempo valioso. Y mi tiempo era valioso, y si iba a perder mi tiempo, yo era quien lo decidía. Y no era de los que iba a perderlo con personas que no era más que desconocidos o simplemente conocidos.


   Y era consciente que si me encontraba allí, era porque Liam estaba allí.


 —¿Eres también de Holmes Chapel?_ preguntó, aunque la respuesta era obvia.

— Sí... ¿De visita?

— Sí, he decidido tomarle la palabra a Elena y conocer el condado de Cheshire... Londres podía esperar por mí, por una vez.— sonrió con amabilidad.

— Sabrina, es momento que siga presentándote a más personas.— le expresó Elena, evitando con ello que habláramos por más tiempo.

— Tranquila, Elena, no pretendía tomar todo tu tiempo...— le guiñé el ojo, sabiendo que lo que quería era alejar a su amiga de mi presencia. Algo que me daba igual.


    Vi aquella sonrisa en el rostro de Sabrina. Mi comentario le había parecido algo cómico. Y realmente, a mi parecer, no le había parecido una persona desagradable.


   Estuve un tiempo junto a Liam, hablando y observando a las personas que estaban en nuestro alrededor. Y luego me marché, excusándome.


    No era mi ambiente. Y al menos, había acudido allí, a pesar de ser una persona que ciertamente muy pocas veces acudía a reuniones como esa.


     Tan aburridas.


    A la mañana siguiente me desperté y decidí subirme a mi moto y perderme por los caminos de Holmes Chapel. En especial hacia aquel lugar que consideraba mi favorito. Amaba en ocasiones la soledad. Quizá, aquello, en ocasiones me convertía en un ser completamente enigmático.


   Me senté en la orilla del río y empecé a lanzar piedras. Mis pensamientos me alejaban de la realidad. Esa semana había recibido una carta que jamás pensé que llegaría a mis manos. No se lo había dicho a ninguno de los chicos. Era un asunto que solo me concernía a mí, y realmente, lo que deseaba, era ignorarlo.


    Una carta de mi padre.


    Una solicitud urgente que me pedía que le llamase. Mi abuelo había dejado un testamento, en donde se me incluida, y era parte de los beneficiados. Pero, para ser sincero, me importaba un bledo lo que dijera ese testamento.


    Mi padre me había abandonado cuando era un niño de doce años. Cuando más le necesitaba. Decidiendo aceptar aquella propuesta de su padre de mudarse lejos, a Canadá, para hacerse cargo de los negocios de la familia. Mi madre le había pedido converse a mi abuelo de que él se quedara en Londres, en vez de mudarse tan lejos. Ella estaba un poco mal de salud, y sin embargo, eso no le había importado.


    Canadá había sido más tentador que quedarse con su familia.


— ¡Idiota!— dije al lanzar la última piedra, sin ver que alguien se había colocado detrás de mi espalda.

— Es también un placer volver a verte...— le escuché decirme a esa persona— Tanta amabilidad me sorprende... Nadie me había recibido diciéndome idiota.


    Me giré y la encontré a ella.


— Hola... Perdona, espero no estar interrumpiéndote.— sonrió al ver mi asombro.

— Hola... Pensé que estaba solo.— dije al ponerme de pie, algo a la defensiva.

— No era mi intención interrumpirte. En verdad, lo lamento...

— No importa... De igual forma ya me iba.


Me alejé de ella, percatándome después que estaba sola. ¿Qué hacía allí?


Pero no estaba en mí saberlo.

Amor IncondicionalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora