12. El sonido del dolor.

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—¿Qué quieres que haga con él? —me preguntó Eddie al oído de repente, sentí su aliento frio y la cadencia suave de su voz, seguramente tanto mi vida como la de Gibney dependían de aquella respuesta. No tenía una estrategia, así que solamente me lancé a un abismo donde su voz me llamaba para que lo siguiera.

—Haz lo que quieras, me da igual —susurré. Aquello lo descolocó inmediatamente, se retiró de mi espalda y se paró frente a mí. Yo me atreví a mantener la mirada en su rostro, me dolía la cabeza y aún me escocia un poco la cara por la bofetada que me había dado en la tarde, pero creo que cuando dejas de tener esperanza, también dejas de tener miedo. Y yo ya no sentía nada, sin embargo, este era un pequeño por salvar la vida de Gibney, quizá si le demostraba a Eddie que no me importaba lo que le pasara al guardia, lo dejara ir sin problemas.

Gibney, amarrado en su silla, me miró con horror y con tristeza, pero yo mantuve mis ojos como un glaciar. No podía mostrar nada que no fuera desinterés, era mi última arma, el ultimo componente que me quedaba por ensayar en una rueda de la fortuna.

—No te creo, Igor —respondió él, con los hombros tensados.

—No me vas a creer de todos modos, por mucho que lo intente —contrataqué, con una seguridad fingida mientras todo el mundo temblaba a mi alrededor.

Eddie sonrió , satisfecho. Se acercó de nuevo a mi rostro y se quedó cerca de mis ojos, sentía su aliento en el rostro, y sus ojos miraban más allá de mí mismo, buscaban no solo respuestas, sino también un lugar en donde asentarse.

—¿Por qué le sonreíste? —preguntó nuevamente, despacio, contra mis labios.

—Porque fue amable, ayudó a Gordon —respondí. Su mirada echó chispas de inmediato, y yo me preparé mentalmente para que me rebanara la garganta o me callara de una bofetada. Ninguna de las dos sucedió.

—Yo también he sido amable —lanzó, a pesar de que sus ojos se encontraban encendidos, parecía que quisiera sonreír.

Yo me atreví incluso a más.

—Tú me rompiste la pierna.

—Y te la curé.

—Era lo menos que podías hacer.

Eddie sonrío, tan satisfecho como yo ignorante. Continuaba escuchando los gemidos de dolor de Gibney, ahora la saliva seca se estaba convirtiendo en una costra roja en donde le habían atravesado la boca con algún objeto punzante, los agujeros eran grandes y oscuros y se veían terriblemente dolorosos. Sus ojos fallaban como si estuviera a punto de morirse, de ansiedad, de miedo.

—Lo hice porque te quiero para mí, no para que le sonrías a otros. ¿Ves lo que pasa?

—¿Cómo iba yo a saberlo? —ironicé.

—Ya lo sabes.

—Demasiado tarde —dije, y luego decidí que para completar mi actuación debía fingir que me iba, que estaba tan obstinado de todo aquello que solo deseaba salir de allí. Y entonces, Eddie me jaló de un brazo hacia él, me puso las manos en la cintura y me miró con el ceño fruncido. Sus pupilas seguían tan dementes como siempre, pero sus manos habían sido suaves, y estaban frías y manchadas de sangre fresca de la boca de Gibney.

—No hemos terminado de hablar —dijo, mientras me subía la mano por el sweater y alcanzaba mi piel desnuda.

—Yo sí —respondí con cansancio, tratando de apartarme.

Eddie me sostuvo con firmeza. De repente parecía aún más enérgico, como si tuviera frente a sí una distracción enorme, una fuente de poder.

—Te voy a proponer algo —me susurró, mientras me apegaba aún más a él, se sacó del bolsillo del pantalón un diminuto cortaúñas. Me lo puso en la palma de la mano y sonrió, y ahí estaba de nuevo aquella profunda expresión de maldad, como si tuviera al propio lucifer sujetándome la cadera, manchándome se sangre. —Voy a dejar que te vayas de aquí si le rebanas la garganta con esto —dijo, apretando el cortaúñas contra mi mano—En serio, te irás y saldrás de aquí, porque yo sé que eres inocente, una vida a cambio de la tuya. En cambio, si deseas, le puedes cortar los puntos de la boca a este desgraciado, pero te quedas conmigo hasta que me aburra de ti y yo mismo te mate.

Killing EddieWo Geschichten leben. Entdecke jetzt