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Narrador omnisciente:
Lydia estaba decidida. No iba a centrarse más en amores y desamores que conllevaban desgracias y distracciones en su vida. Por qué para eso, ya tenía algo con lo que llorar de rabia y felicidad.

Quidditch.

Lo cierto es que a su familia no le gustaba que jugase ni practicase ese deporte, excepto su padre.

Su padre era lo más preciado que tenía pues había sido su inspiración desde pequeña, apoyándola siempre y aconsejándola siempre a seguir sus sueños. Su madre en cambio, era otro caso.

La causa de las paranoias de esta era su hermano. Exacto, el tío de Lydia el cual murió jugando quidditch cuando tenía tan solo 24 años.

Fue trágico ver cómo lo empujaban y este se caía de su escoba, cayéndose al frío suelo, del cual se dio en la cabeza y no fue suficiente tiempo para salvarlo.

Y aún así, la madre de Lydia no consiguió que la chica odiase ese deporte, sino que lo amaba con todo su corazón al igual que su marido.

Cuando estaba feliz, jugaba a quidditch, cuando estaba enfadada o furiosa, jugaba al quidditch incluso si estaba triste.

Y eso era lo que tenía pensado hacer.

Lydia tomó su escoba y subió para practicar sola, sin nadie más que la molestara.

Estaba demasiado furiosa y triste, era una sensación rara que ese deporte se la estaba quitando, era como una a liberación de sentimientos y sensaciones.

-Eh tú, Anderson!- dijo una voz desde abajo, eran los chicos que se reían de ella. En total cinco.

-Que queréis?- le preguntó demasiado fría a lo que ellos se miraron entre sí.

-Ugh, eres muy maleducada sabes?- dijo con una sonrisa burlona a lo que la chica levantó una ceja.- Puedes bajar un momento?

Lydia bufó algo cansada y bajó, esperando que se fueran de una vez, sin embargo, los chicos la rodearon.
-Bien, mejor así. Quieres ir con nosotros?- le preguntó el que conocía como líder del grupo...

La chica lo miró fijamente.
-No quiero. Ahora déjame entrenar tranquila.- dijo con intención de subirse de nuevo pero otro de ellos le tomó la escoba.

-No quieres?- preguntó este.- Vamos, no tienes que hacerte la dura por que ya tienes nuestra atención.- dijo pasando su brazo por los hombros de esta.

-Si! Todas sois iguales!- dijo otro riéndose.

Los demás se reían y no hacían otra cosa que estar de acuerdo con su amigo.

-Dejarla en paz!- dijo una voz por detrás. Todos se giraron y empezaron a reírse, y Lydia solo pudo rodar los ojos.

La chica le con su codo en la barriga, acuerdo que este se separase de golpe, después le tomó del pelo y se lo acercó a ella.

Ahora nadie decía ni hacía nada.

-Primero, si tú reflexionaras un momento, en el concepto de las mujeres , te nacería un sentimiento tan importante como el respeto, te darías cuenta de que en las mujeres está incluida tu madre, tu hermana, tu abuela y hasta tu amiga.- le dijo a lo que este solo se quejaba del dolor.

Oliver solo la miraba, y en su mente sol pensaba, wow.

-Cómo ves a esas mujeres más cercanas a ti? Te parecen objetos? A qué no? Porqué no lo son, ni ellas, ni ninguna mujer. Son personas humanas con sentimientos y que se merecen un respeto como cualquier ser, incluido tú con tu programación de mierda que da lugar a una persona que puede hacer daño aunque seguramente no te das ni cuenta.- terminó por decirle con la mayor tranquilidad del mundo.

Cuando soltó al chico, este cayó al suelo. Entonces miró a los otros que lo acompañaban.
-Dame mi escoba, ahora.- le exigió a lo que este levantó la ceja.

-Tu no me mandas.- le dijo entonces la chica se acercó y tomó el palo de la escoba, miró atentamente al chico algo confundido.

-Cuando digo que me des mi escoba...- dijo tirándola y quitándosela de las manos.- Me la das, entendido?

El chico la miraba algo preocupado y nervioso.
-Entendido?- le volvió a preguntar a lo que este asintió con algo de miedo.

Lydia miró a Oliver con indiferencia, este estaba quieto sin hacer nada.
-Y tampoco somos princesas que necesiten ayuda para defenderse. Podemos hacerlo sin vuestra ayuda.- le dijo a lo que el chico miró al suelo.

-Solo quiera ayudarte...- le dijo algo avergonzado a lo que ella río pero de forma sarcástica.

-Creo que ya has hecho bastante.- le
respondió y fue cuando se fue dejando a todos algo confusos y con miedo en el caso del que se encontraba en el suelo.

Y aunque Lydia se mostrara fuerte delante de ellos, estaba demasiado nerviosa y mentiría si dijera que no había tenido algo de miedo.

Fue cuando vio a Daphne, que se acercó rápidamente a ella.
-Lydia, por Merlín, te encuentras bien?- dijo a lo que ella negó.- Vamos...

La rubia la llevó a su cuarto y la sentó en la cama, Lydia parecía algo traumatizada...

-Por qué son así!?- dijo de repente furiosa.- Los hombres son una mierda.

-Bueno....pero siempre puedes hacerte valer. Un hombre no te define, y no tendría que hacer que estes mal.- dijo sentándose al lado de ella.- Además, eres Lydia Anderson. Nadie es mejor que tú.- dijo con una sonrisa.

-Es verdad, gracias por recordármelo.- admitió riendo ahora la chica más tranquila.- Por cierto, tu y Adrian me parecéis la pareja más adorable del colegio.

Daphne se sonrojó.
-Gracias? Supongo...- dijo riendo también.- Lydia, recuerda quién eres, no tienes que estar mal...ellos no te merecen.

Lydia asintió. Realmente había extrañado a su mejor amiga.
-Tarde de chicas?- preguntó con una sonrisa.

-Tarde de chicas.- respondió la chica riendo.

damm pride (Oliver Wood)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora