33: La tía Rose

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Al día siguiente, el sol le hacía daño en los ojos.

Al despertar de la pesadilla con Negren, se había deslizado con mucho silencio a la habitación de Alicia, y le había arrebatado del puño cerrado el papel perdido con la profecía escrita. Había posado la mano en su cabeza para arrebatarle los recuerdos que pudiera albergar sobre el papel, pero recordó la sensación que le había quedado cuando Sinkas le hizo aquello mismo, y se contuvo. Alicia tenía la frente caliente. En vez de arrebatarle los recuerdos, le acarició el pelo, y le colocó un mechón detrás de la oreja.

Se quedó unos segundos de más en la habitación, contemplando el sentimiento extraño que Alicia desprendía con los ojos cerrados. Era una sombra en la esquina de la puerta contemplando a una muchacha dormida, con los ojos entrecerrados. El olor del aire, entre rancio y dulce, le sacó de dudas. Negren había estado ahí más de una vez. Después, desapareció de la casa.

Llegó, como todos los días, a casa de Alix a eso del mediodía. Debió sospechar que había algo extraño cuando no se encontró a la señora Rogers para darle la bienvenida, y no la vio enfrascada en la cocina, pero no le dio importancia hasta que atravesó el pasillo y llegó al salón.

Allí se encontró con Elisa, Alix, la señora Rogers, y una anciana de vestido de tul violeta, pelo canoso, y mirada enfadada.

Los cuatro se volvieron hacia él de golpe. Nix dio un repaso a la habitación. La señora Rogers parecía sorprendida, y algo avergonzada por tener a una señora tan distinguida en el salón de su posada. Alix le miraba como si esperara que hiciera un milagro y salvara la situación. Elisa contenía las lágrimas, le brillaban los ojos, y apretaba los puños en un intento de mantener a ralla el miedo que le atenazaba la espina dorsal y le pinchaba la cabeza. Porque la tía Rose, sentada junto a ella, le miraba esperando explicaciones, y sin claras muestras de benevolencia.

Nix tardó un poco en adaptarse en la nueva situación y reaccionar. Dio gracias por que Alicia no hubiera llegado aún y esperaba que no lo hiciera en un buen rato, porque dudaba que su presencia aliviara tensiones. Casi podía ver a la tía Rose quemando a Elisa si se enteraba de con qué clase de personas había estado relacionándose durante su "ausencia".

—¿Y quién es él? —inquirió la anciana, entrecerrando los ojos hacia Nix, achatando la nariz, en un gesto casi de repulsión. Su tono de voz vibraba, como si tuviera las cuerdas vocales en tensión.

A Nix le recordó su primer encuentro con Elisa. Tenían los mismos gestos, solo que los de Elisa parecían más suaves y gráciles y había dejado de hacerlos.

Nix se apresuró a hacer una reverencia lo más elegante posible.

—Nix Hale, señora. Encantado de conocerla. Usted debe ser la tía Rose, ¿cierto?

Rosemary Hampton entrecerró los ojos.

—La señora Hampton para usted. ¿Puedo preguntar de qué conoce a mi sobrina?

—Por el señor Hudson, señora.

—Entonces, debe usted saber que lleva casi un mes desaparecida, viviendo con un pordiosero, en compañías nada recomendables. —Y en sus palabras se podía entrever la amenaza.

—¿Desaparecida? —Nix fingió escandalizarse—. Por Dios santo, ¡no tenía ni idea! Verá, cuando conocí a la señorita Hampton se me presentó como una amiga del señor Hudson, hija de familiares amigos de su familia. En ningún momento se me dijo que estaba desaparecida, y le puedo asegurar que en ningún momento ha estado, al menos no conmigo delante, rodeada de compañías nada recomendables.

La tía Rose no se tragó sus palabras, y Nix empezó a plantearse si debía embrujahablarla, someterla a sus palabras, o dejar que se llevara a Elisa. Sabía lo que pasaría si lo hacía. Sabía que no la volverían a ver, y que muy probablemente aquella joven rubia de ojos tristes se vería encarcelada en una habitación de oro y porcelana con barrotes en las ventanas y penitencia de lujos y comidas abundantes. La expresión de horror de la joven, como si ella también supiera lo que la esperaba, le hizo ver que ni todos los lujos y comodidades del mundo la compensarían por lo que su tía pretendía hacerla.

Cenizas en la nocheWhere stories live. Discover now