Historia 17- Peligro Parte 2

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Un día, por ejemplo, empecé a recibir llamadas anónimas con amenazas de muerte. Resulta que Daniela no se había separado de su esposo y él revisó su celular y encontró los mensajes cargados de erotismo que nos enviábamos.

Al ver que ese método no le funcionó, el señor optó por amenazarme directamente a tal punto que en alguna ocasión nos siguió e intento agredirme físicamente en la calle. No lo consiguió porque Daniela se interpuso mientras le gritaba que me amaba.

En cuestión de meses esta "aventura perfecta" se había convertido en una multiplicidad de problemas, en la peor de mis pesadillas. Y las cosas malas no pararon. 

Mi jefe buscó alguna excusa irrelevante para pedir mi renuncia. El peso del chisme interno y mi comportamiento imprudente le cansaron.

Ya sin trabajo, empecé a dimensionar el tamaño de las consecuencias de mi comportamiento. Mi esposa y mis hijos en pre-adolescencia conocían de la situación. Mi hogar estaba arruinado por mi culpa.

Quise tratar de reorganizar mi familia y busqué una formula rápida de escape de ese amor que sentía por Daniela. Le propuse a mi esposa salir del país y ella, en medio de su desespero, aceptó. Vendimos lo que teníamos y viajamos a empezar una vida nueva. Pero la distancia no sirvió. 

Daniela y yo seguíamos enamorados. No perdía oportunidad de comunicarme con ella.

En el extranjero, junto a mi esposa iniciamos un emprendimiento empresarial, pero este romance prohibido se atravesó en medio de nuestros proyectos. A los pocos meses de haber viajado, Daniela fue a visitarme.

El reencuentro fue más fogoso y apasionado. La llama que pensé que se apagaría con la distancia estaba más viva que nunca. La relación con mi esposa se deterioró definitivamente y finalmente nos separamos.

Daniela seguía con su relación matrimonial al tiempo que continuaba el romance conmigo en la distancia. Su esposo, pese a enterarse de nuestra relación, había optado por reconquistarla.

Después de un año, regresé a Colombia. Daniela había reestablecido a medias su relación con su esposo, pero al enterarse de mi llegada quedamos en volvernos a encontrar. De nuevo, fue con fogosidad y apasionamiento.

Desde ese momento decidimos seguir definitivamente con nuestra relación sin importar su matrimonio. Conseguí un nuevo empleo en Colombia y parecía que todo estaba dado para convertirla en mi compañera de vida. Pero una conversación que tuve con un amigo me cambió absolutamente todo.

Él me contó que años atrás, antes de yo conocerla, también había tenido una aventura con Daniela y en circunstancias similares. A él también le había relatado los maltratos de su esposo y los problemas económicos.

En su momento, Daniela también quiso una relación a largo plazo con él, pero mi amigo no se enamoró como yo y lo descartó de tajo. Mientras hablábamos, mi amigo me reprochó lo tonto que había sido al destruir mi hogar con alguien "tan emocionalmente inestable" como ella.

Su revelación me llenó de rabia. En una actitud cínica de mi parte culpé a Daniela del sufrimiento de mis hijos y mi esposa, cuando el principal responsable había sido yo.

La imagen que tenía de ella se fue al piso y nuestra relación tomo un viraje totalmente hacia lo físico y sexual de mi parte. Eso también la cambió a ella. Me celaba por cualquier motivo, con intensas demostraciones de rabia que incluso la llevaron a intentar golpearme.

Ya no quería a esta mujer para mi vida. Dejé de llamarla. Al final, después de varias semanas de no ignorar sus llamadas, opté por contestarle una para decirle que no quería saber absolutamente nada de ella. Le pedí que dejara de acosarme o de lo contrario me vería obligado a acudir a las autoridades.

Tal vez el tono de esa última comunicación con ella fue su límite. Quizás ella también se dio cuenta de este amor totalmente contaminado de dolor.

Este episodio de mi vida duró tres años y me llevó a reflexionar sobre el daño que podemos generar a nuestros seres queridos. Los hombres, en nuestro machismo, buscamos una simple "aventura perfecta" y no medimos las consecuencias de nuestros actos. No pensé en enamorarme, pero sucedió y le causé dolor a mis hijos, a mi esposa, a los hijos de Daniela y a su esposo. Yo también mentí.

Fue una relación que no trajo absolutamente nada bueno a mi vida y creo que tampoco a la de ella. No se puede construir amor sobre el dolor de los demás.

Historias de DesamoresWhere stories live. Discover now