Déjà vu

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Se dio cuenta que aquel chico rubio no lo perseguía, cosa que le alegró ya que deseaba un rato de paz.

Se metió entre árboles buscando aquella dichosa laguna, si era verdad lo que Fandral había dicho esta debía ser muy bonita. «Esa laguna es el lugar donde podrían vivir las ondinas querido Loki, las criaturas más bellas que el ojo mortal podría apreciar» dijo su amigo mientras sus manos dibujaban en el aire una silueta femenina.

Loki siempre creyó que no eran más que cuentos, sin embargo, también pensaba que la magia no era más que trucos baratos, por lo menos hasta que Steven le mostró la magia verdadera. Entonces se dijo que era posible que las ondinas también fueran reales, quería ver una, platicar con ella y después presumirle a su amigo que fue capaz de verlas.

No pasó mucho cuando escucho el sonido del agua, le pareció oír una dulce melodía. Se apresuró a buscar el origen.

Se sorprendió al encontrar grandes árboles rodeando cual si fueran guardianes aquella laguna cuya agua era de color turquesa, tan intenso que se sintió atraído, observo las raíces de los árboles que corrían por la tierra lamiendo la superficie.

—Tan hermoso... ¡Este lugar es magnífico!

Exclamó maravillado, intentó ver al interior, pero no le fue posible, los árboles acunaban impidiéndole acercarse más.

«¿Cómo se supone que pueda ver a una ondina si ni siquiera puedo acercarme al agua... ¡Por suerte soy un excelente trepador!»

Sonrió al ver como la rama de uno de los árboles sobresalía por encima de aquella laguna, se quitó las botas para poder trepar con facilidad.

Loki era un escalador nato, no le demoró llegar a la altura de aquella rama, se aferró cuál si fuera un gato, gateo lentamente hasta llegar a la mitad, desde ese punto le resultó fácil ver al interior de aquella laguna.

Lo que vio le asombro y aterró al mismo tiempo, el agua en la superficie era turquesa pero gradualmente iba tornándose oscura, eso le dio la idea de que era más profunda de lo que aparentaba. «¡Perfecto! Eso quiere decir que ahí dentro deben vivir ocultas las ondinas.» pensó asomándose con los ojos bien abiertos por si podía ver a una.

Le sorprendió lo silencioso que era ahí, era como si el bosque contuviera el aire haciendo el mayor silencio posible, lejos de sentir miedo le pareció algo místico, como si fuera su cómplice y preparara el momento perfecto para que apareciera la tan ansiada ondina.

Pasaron varios minutos en los que permaneció inmóvil sobre esa rama, atento, observando la más mínima ondulación en la superficie. Le pareció ver una cola de pez, aunque no estaba seguro si realmente era un pez, uno gordo y grande.

—¡Fandral es un tonto! Las ondinas no existen ¿Cómo pude pensar que existen seres acuáticos? Este viaje es un asco, mi prometido más que un príncipe es un sapo feo y las ondinas son cuentos infantiles. ¡Quiero irme a casa!

Protesto molesto, le dolía la panza de estar en esa misma posición, sentía la pierna entumecida y salvo por la bonita vista lo demás resultó un fiasco.

Suspiro dándose por vencido, vio el cielo que el sol avanzaba y en unas cuantas horas más la noche caería.

Comenzó a retroceder cuando escuchó que algo crujía, se quedó quieto intentando adivinar que era, de hecho, ya lo había oído la primera vez que trepó, pero lo ignoro, supuso la emoción inicial le hizo pasar por alto ese crujido.

No pasó nada y pensó imaginaba cosas, intentó retroceder nuevamente y aquel crujido fue más fuerte, como si algo tronara y lo siguiente que supo es que se iba de bruces contra el agua.

El príncipe prometidoWhere stories live. Discover now