IV

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Pasó un rato y raramente sentí que nos alejábamos mucho, pero en poco tiempo, ya no veía la cabaña.

Como si algo nos jalara al bosque...

Empecé a sentirme mal, me dolía la cabeza y el estómago, sé que en mi rostro se expresaba claramente todo. De un momento a otro, sentí que una gran palidez se apoderó de mí. Acto seguido una espesa niebla bajó y nos cegó por completo. De ese gran manto blanco salió una voz profunda, estaba lejos y apenas se oía con claridad, no se sabía de quien venía.

- Alice, Alice, Alice ... -repetía una y otra vez mi nombre.

Nos miramos entre sí. Nuestra respiración se aceleraba, estaba desesperada. Mi cuerpo se heló y sin tomar control de lo que hacía, corrí.

Corrí hacia dónde provenía la voz con más intensidad.

El rostro de mis amigas decía que me detuviera, pero en ese momento no pensé en nada. Solo corrí.

- Alice debemos regresar –dijo Addison interrumpiendo el terrorífico silencio.

Me detuve. Negué con la cabeza y seguí corriendo, el camino parecía infinito, parecía que no avanzaba, que corría en mi lugar, el frío me frustraba, me desesperaba, corrí, yo... tenía miedo.

- ¡Por favor, Alice, no corras! -dijo Emma frustrada, su corazón que se le salía.

- ¡Alto!, miren... -dije señalando los árboles, me quedé helada, maldita sea

- ¡No hay nada, Alice, entiende por el amor de Dios! -gritó Addison.

El miedo llenó mi cuerpo, ¿ellas no ven eso?

No estoy loca, no lo estoy, no estoy loca...

- Alice, cariño...dime... ¿Qué es lo que ves? –me dijo Emma calmándose.

Addison se calmó, dio un suspiro y espero mi respuesta.

Grave error.

Crujidos abrumaban mis oídos, me sentía mareada, mi cuerpo no sabía qué hacer, atrapada en la inmovilidad de mi cuerpo, escuché un crujido, Addison desapareció.

Escuché otro crujido, Emma desapareció.

Y pensaras, que yo también desaparecí, eso creí yo.

Escuché otro crujido, y unos nervios me atraparon, no lograba percibir nada, ni una sola alma, sudé frío, mis manos temblaban, la oscuridad era insoportable, los árboles hacían que aumentara. Sentía una gran impotencia y se me escapó un grito

- ¡Alto, detente por favor!¡No me lleves! –grité cerrando los ojos

Caí al piso, quería llorar, pero no me atrevía a hacer más ruido.

No quiero desaparecer -me dije a mi misma.




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La Verdad del Bosque | ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora