#SuchALois.

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#SuchALois

Frank había subido ese mini clip de él haciendo sonidos de besos falsos para llamar la atención de Lois, quien le lamía con vehemencia cada que él repetía la acción. Su pelo estaba algo largo, casi le llegaba al cuello, con ese aire de rebeldía madura que le seguía causando un vuelco a su estómago cada vez que lo veía, sobre todo por la tendencia del tatuado a postear su día a día por instagram. LLevaba una camiseta de manga larga, un par de anillos sobre sus tatuados dedos, la típica sonrisa que te hacía erizar y pensar que se burlaba de ti sin hacerlo. 

Había visto el video demasiadas veces de lo que había notado, sentado en aquella silla de tela con su nombre en el respaldo mientras esperaba la llegada de los chicos. Su dedo se mantenía casi pegado a la pantalla, deslizando de arriba a abajo solo para que el video se reiniciara una y otra vez aún sin darle me gusta, pues no quería ser demasiado obvio. Su táctica era: un me gusta, dos no, otro me gusta. Le había dado me gusta a su clip anterior #SuchASoup, así que no le tocaba aún poner el dedo en el corazón. 

—¿Qué estás mirando?—cuando su ronca pero sutil voz resonó en sus oidos, soltó el celular viendo como este daba un par de rebotes antes de aterrizar derrapante en el cielo junto a los pies de Frank. 

Le miró con un gesto nervioso mientras este se inclinaba a tomar el aparato entre sus manos, mirar la pantalla a brevedad, alzando vacilante una ceja hasta extendérselo de vuelta. Gerard sintió su desayuno en la garganta, devolviéndolo a donde pertenece cuando notó que la pantalla se había bloqueado—: No tiene nigún rayón, que suerte, ah—. Canturreó el tatuado sin dejar de observale calculador. El mayor asintió, soltando el aire retenido que no supo desde cuando contenía. 

—¿Llegaste hoy?—añadió cuando sintió ese silencio que sin ser incómodo-los silencios con Frank nunca eran incómodos, no al menos en las últimas veces que se habían visto, como si estuvieran en una clase de nueva brecha generacional donde la madurez les había llegado lo suficiente como para dejarse llevar por cosas del pasado-era hartante.

—Si, si. Ray y yo vinimos juntos, él está...—vaciló un momento señalando tras suyo, mirando de reojo y encogiéndose de hombros sin más—. Supongo que platicando por allá. 

Gerard le siguió mientras mordía sus labios meditando la situación. Frank seguía mirándole con una chueca sonrisa que no se esmeraba en ocultar y su mente empezó a viajar entonces a ese par de ocasiones en donde le había frecuentado esos últimos años. Aquel almuerzo casual, su cumpleaños en aquel hotel donde sus amigos les habían abandonado a "su suerte", o cuando fue a verle a su casa, y su mujer le había insistido en que fuera a felicitarle arduamente mientras ella ayudaba a Jamia a preparar la cena. 

Recuerda que cuando salieron de aquel sotano, el olor a papa quemada se extendía por toda la casa, y una nota en la puerta del refrigerador les indicó que las chicas habían ido al supermercado a conseguir más ingredientes para la comida que yacía quemada en un refractario de vidrio sobre el lavaplatos. También recuerda la sonrisa que el tatuado le dio, la timidez de sus facciones al besarle una última vez recordándole lo feliz que le hacía compartir otro cumpleaños con él antes de que sus esposas regresaran con dos paquetes de comida china en las manos, pues habían desistido de volver a cocinar algo. 

—Ya es octubre—dice de repente. Quiere darse un golpe en la frente, y en toda la cara. Ha quedado como un completo idiota y lo sabe, lo sabe al ver el rostro nada sorprendido del tatuado que mueve las cejas con un deje de diversión y burda carcajada. 

—Ciertamente lo es. 

—Yo no... no me hagas caso—corrigió enseguida, queriendo desaparecer. No sabe por qué, no sabe como, no cuando en un principio él había sido el que se negaba a todo, a todo "eso", a él, a sí mismo, a sus deseos carnales, a sus viejos amores. 

Smut.., FrerardWhere stories live. Discover now