Say my name.

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¿Qué era aquello llamado amor?

Tal vez, un sentimiento que te hacía querer vomitar por la cantidad descomunal de mariposas que se formaban en tu estómago, o al menos eso decían los libros de amor que en secreto compraba mientras su esposo estaba en el trabajo pues no quería verse tonto. Quizá era algo arrollador que te devastaba por completo dejándote agonizante, sin tener un rumbo fijo, y donde no eras más que un simple títere a sus pies. Al menos así empezaba a creer que era, cada que las noches de enlace llegaban, obligando a aquel alfa con el que se había casado, tomarle a voluntad por supuesto, diciendo su nombre, ese nombre suyo que por más que sabía como se escuchaba, su exacta pronunciación, a la boca de aquel hombre, uno bueno, cabe mencionar, era más que un sonido distorsionado.

No fue entonces en aquella bendita cena de mayo que realmente empezó a preocuparse por lo que su matrimonio conllevaba, y, lo que es aún peor, lo que se esperaba de él.

-¿Un, bebé?- Pausó un par de segundos antes las ansías que presentó su ser, y las náuseas que su estómago alarmaba.

-Así es. Le hemos dicho a Robert lo crucial que es que aquello se cumpla lo más pronto posible- Su suegra llevó con delicadeza aquel cubierto con carne a su boca, sin dejar de mirarle ni un segundo. Masticó unas cuatro veces antes de tragar y continuó-: tus padres me han dicho que llevaste educación familiar, valores y moral en la escuela media. Me imagino que ahí habrás aprendido lo que significa que como omega le des a tu alfa un cachorro.

- Lo entiendo- Respondió dándole la razón enseguida, presionado ante el hecho, con el pecho ofuscado.

-Bien, espero noticias pronto.

-Madre...

-Nada de Madre, Robert. Por algo te he casado tan pronto. Los Iero piensan de la misma forma- Y mientra la voz de su suegra se diluía en el aire, su semblante se fue apagando cada vez más, destrozado ante la idea, sintiéndose un simple desecho maltrecho. Podrido.

-Deja de torturarte- Robert le miraba con esa azulada mirada con la que siempre lo hacía. Sólo suspiró quitándose la pijama.

- Es que no lo entiendo. La doctora dice-

-¿Qué más da lo que ella diga, Frank?- El avellana le miró perdido, su esposo en cambio, solo suspiro antes de sentarse en la cama en lo que era su lado, respirando levemente pero profundo. Se halló entonces en prenda interior mirando su cuerpo, imaginando muchas cosas en él. Antes de casarse, antes de saber de la responsabilidad que caia en él por el simple hecho de ser omega, planeaba una vida relajada. Terminar la universidad, llenarse de tatuajes por que estos le parecian geniales, ser vegetariano pues la carne no le parecia genial, vivir solo y con muchos perros, simplemente ser él mismo. Entonces, un día llegó a casa recibiendo la sorpresa de los primeros instintos de su ser, el celo. Lo único que aspiraba era ser un beta. La vida se encargó de dejarlo boca abierta.

Se acercó cauteloso hacia la espalda del alfa colocando sus manos en sus hombros, intentando lo que sabía era un mal masaje. Este tomó sus manos y se volteó a verlo, su mirada azulada era preciosa, él era un hombre precioso. Era bueno con él, le trataba como un igual y no como todas aquellas familias como la suya, arregladas, que eran de alfas machistamente bobos quienes trataban como esclavos a sus omegas. No. Robert era más que un alfa.

Acarició su mejilla dudando, acercando a darle un pequeño beso. Suspiró agradecido, la marca que poseía en el cuello hacia de su deseo carnal intenso, hambriento de cariño. Aunque el amor se sintiera vacío, y la pasión quedaba suspendida en la realidad, al menos lograba la calma-: ¿Estás seguro?, has estado trabajando constante en esto. No quiero sobreagotarte.

- Ya tengo el período de fertilidad- Afirmó-. Comencemos de esta forma y continuamos en mi celo dentro de dos semanas. Estoy seguro de que podremos lograrlo-. La tristeza con la que Robert le miró, le dio que pensar, ahogado ante el beso algo demandante que le dio después a ello, sumergiéndolo en otro enigma de pensamientos. Claro que de nuevo dijo su nombre, pero de nuevo, no pudo oir nada.

Smut.., FrerardWhere stories live. Discover now