Kitty.

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Mi amo.

Mi amo era un ser despreocupado. Siempre tendía a estar solo. Cuando tenía compañía, solía limpiar el desastre de su habitación con anticipación. Barria el piso, y luego lo trapeaba. Acomodaba su escritorio, extendía la cama, sacudía los muebles, lavaba los platos de la pequeña cocina, fingía una sonrisa y entonces, se daba una larga ducha, cantando, poniéndose guapo.

Cuando tocaban la puerta, sabía que mi lugar en la cama tenía que ser despojado, así que me extendía y audazmente subía hasta el estante más alto que mi amo tenía en la habitación. Él pensaba que estaba bien de esa forma, que yo no me acercase a él cuando en su afán de buscar la felicidad de esa forma ruin, dejaba que le despojen de su ropa, y profanasen su cuerpo. Mi amo muchas veces gritaba de felicidad, sonreía y dejaba que su cuerpo estuviera a merced de quién quisiera voltear a verle. Entonces, pasado ya un tiempo, justo cuando era sostenido con autoridad mientras llegaba al punto del clímax, mi amo desfiguraba su rostro. No sonreía, no gozaba, solo emitía sonidos aleatorios, y sus ojos tenían un brillo de infelicidad que muchas veces ya había visto.

Gerard, cómo mi dueño se hacía llamar, tenía una complexión bastante larga, alto y medio delgado, con un color de pelo medio rojizo ya casi caído. Mordía sus uñas constantemente debido a los nervios y pasaba horas sentado en su escritorio donde dibujaba o escribía todo lo que de su imaginación salía. Era artista. Su mirada se perdía a veces, y cuando tomaba un descanso, se colocaba frente a la laptop y empezaba a navegar en esas páginas de citas. Se tomaba a veces fotos cutres, llamando la atención al interés, entonces, cuando sus piernas se colocaban una junto a la otra encima de la silla, y su dedo era captado por su boca, mordiendo este levemente, por su mirada pasaba la audacia, cómo cuando me encargaba de cazar comida para su inútil habilidad de alimentarse por sí solo. Como un cazador.

Cantaba a todo pulmón arreglando de nuevo, se miraba un par de veces en el espejo y luego me lanzaba un vistazo rápido dándome a entender que era el momento, debía ocupar mi lugar.

Maullaba lamiendo mis patitas y llevando estás a mi cabeza, parándome despreocupado y extendiendo mi cuerpo, entonces volvía a observar su débil determinación.

Esto sucedía una vez a la semana como mínimo, cada sábado por la noche o viernes si era la ocasión.

Esa mañana no fue la excepción. Mi dueño había hecho de las suyas el día anterior y se había sometido a un grasiento hombre de cabello algo largo color negro, tenía las uñas pintadas del mismo tono y olía a alcantarilla combinado con cigarrillos y alcohol. No sé cómo pudo soportar su hedor encima suyo, y sobre todo, permitir que inundase mi cama con él. Pero por alguna razón, a mi dueño le gustaba.

Este mal oliente empezó a ir una vez a la semana a darle a mi humano una buena revolcada, acabando yéndose por las madrugadas a hurtadillas, no sin antes sacar leche del refrigerador y comerse las galletas de chispas de chocolate de la alacena que mi dueño comía al terminar una página de sus historias. Gerard amanecía con un rostro vacío y sin vida cada que veía que él no se había quedado. Aún así, volvía la siguiente semana y cada vez más, era aún más agresivo con él. A veces entraba sin más a su cuerpo o simplemente le tomaba del pelo con fuerza hasta casi arrancarlo. Mordía su piel y pegaba sus glúteos con fuerza. Le gritaba cosas y luego le besaba fogoso, cómo si eso fuera apasionado. Ugh.

Muchas veces le pregunté a mi dueño sí realmente quería estar haciendo eso. Él solo me veía un rato y sonreía tristemente, bajaba hasta mi y acariciaba mi cabeza mientras ronroneaba besando mi barbilla. No me entendía, naturalmente.

Un día entonces, las cosas se salieron de control, yo había decidido no ver esta vez a mi amo perder el control con aquel imbécil y mejor me fui a la cocina, subiendome encima del refrigerador, acomodandome para dormir.

Smut.., FrerardΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα